Kontzeptua

Karlismoa eta Karlista Gudak

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Después de estos acontecimientos, puede decirse que el carlismo se repliega, en el país, al fondo de los hogares donde permanecerá callado y tenaz, anclado en los profundos repliegues del alma campesina junto a las creencias, a los mitos y a los recuerdos colectivos transmitidos de generación en generación en el seno de la familia o por boca de los bertsolaris. Allí donde se levanta el humilde monumento de la memoria, junto al poder de los seres sobrenaturales, hinca sus raíces, también, la hazaña mítica protagonizada por un pueblo durante siete largos años. Pero, el desastroso final, el pacto a espaldas del combatiente, la ruina inevitable de la guerra, el trauma de la pérdida foral y del penoso rescate del espíritu de las viejas leyes, constituyen un recuerdo indeleble que invita a la prudencia y al repliegue. Repliegue estratégico, taimado, sordo, repliegue sabio, fruto de un pueblo tenaz que ha sabido sobrevivir, a través de las más variadas peripecias, desde el fondo de las edades. Temeroso de un renacer carlista, Madrid restableció en parte el sistema administrativo foral en 1844. Con ello evitó probablemente que el país secundara la guerra de los matiners catalanes. En 1853, una R. O. devuelve a los ayuntamientos vascos las atribuciones de las que gozaban con anterioridad a 1841. No faltan conspiraciones por estos años por ejemplo la de Lucas Zabaleta en Navarra (junio de 1855)-, enredos, complots al estilo romántico que no sobrepasan los límites de reducidos cenáculos de viejos adictos., Durante 1859 se conspira desde el extranjero para incitar a la sublevación a los veteranos militares de don Carlos. Se fija la fecha de la misma para 1860. Elío intenta en vano comprometer a diversos prohombres del carlismo vasco (febrero 1860) y nombra (marzo) Capitán General de Navarra al coronel Uranga. En abril de este año tiene lugar el desastroso desembarco de Montemolín en San Carlos de la Rápita a consecuencia del cual el pretendiente, que cae prisionero, renuncia a sus derechos al trono de España (23 abril). Al compás de los acontecimientos políticos el país vuelve a experimentar dificultades: una R. O. del 7 de julio de 1860 exige la autorización previa del gobernador para toda reunión de las Diputaciones Forales. Las protestas de las mismas no surten el menor efecto. El partido carlista, mientras, se halla a la deriva. Muerto Montemolín (13 de enero 1861), la dirección queda vacante ya que el otro hijo de Carlos V, don Juan, se declara liberal, ante la indignación de sus partidarios. Hay entonces una desbandada de dirigentes carlistas que engrosan unos el partido moderado, mientras otros constituyen "una especie de grupo neocatólico, semejante al que más tarde formó don Alejandro Pidal con Valentín Gómez, etc., durante la regencia de María Cristina (Oyarzun: Historia del..., pp. 292-293)". En 1864 la princesa de Beira trata de enderezar la situación proclamando pretendiente a su nieto Carlos de Borbón y Austria-Este. Pero el partido se ha convertido en una masa inerte, a remolque de los acontecimientos, "reaccionario" en el sentido más etimológico de la palabra, agazapado a la espera del primer vacío de poder.

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Entre la legalidad y la lucha armada (1868-1869). En la revolución de 1868 (18 septiembre) los carlistas ven la primera oportunidad seria de entrar en liza. El pronunciamiento de Prim, Serrano y Topete obliga a Isabel II a abandonar el tronó y exiliarse pero las disensiones internas de los golpistas impiden la formación de un poder fuerte enmarcado dentro de los límites de la Constitución y del libre juego democrático. Y es que el ala izquierda del partido progresista ya no es solamente demócrata sino también republicana; esta ala es la que saboteará por todos los medios la implantación de la nueva monarquía -Amadeo de Saboya-, sumándose a los efectos disgregadores de su actuación las repercusiones de la insurrección cubana que comienza en octubre de 1868. Al socaire pues, de estos acontecimientos, renace el partido carlista en cuyo seno de dibujan dos tendencias, una legalista encabezada por Aparisi y Guijarro y Cándido Nocedal, y otra partidaria de la lucha armada, absolutista e intolerante, mayoría en el país. Afluyen a las filas carlistas, además, muchos de aquellos a los que la sola palabra "revolución" asusta. El partido se reorganiza. Surgen en el país nuevos periódicos: El Escudo Católico, La Buena Causa (Álava), La Voz de España (Navarra), La Boina Blanca (Guipúzcoa), que se suman al Euskalduna de Bilbao y al Seminario Vasco-Navarro de Vitoria. Carlos VII comunica a los monarcas europeos que está dispuesto a gobernar por medio de "Cortes Generales libremente elegidas" dotando a España de "una ley fundamental que será a la vez española y definitiva" (22octubre 1868), lo cual no deja de ser una apertura hacia la izquierda considerable... En las elecciones generales para la formación de unas Cortes Constituyentes (1869) participa el carlismo, tal como se acordó en la asamblea de Londres del año anterior y como aconsejara insistentemente Cabrera desde su exilio inglés. El sufragio universal se estrena en el país con un rotundo éxito carlista en las cuatro provincias donde la inmensa mayoría de los diputados elegidos es militante carlista (consúltese M. M. Cuadrado: "E. y P. P. de E.", t. I, pp. 322-326). Pero en el resto de la monarquía el fracaso es evidente: logra formarse una minoría importante en la Cámara que, habitualmente dirigida por Cándido Nocedal, ex-ministro de Isabel II, llega a veces a ser el árbitro de la asamblea, pero, éste no es el camino al poder, ni el parlamentarismo el sistema que llevará a don Carlos a ceñir la Corona. Los partidarios de la lucha armada vuelven a recobrar su ascendiente.

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Conatos de levantamiento (1869-1870). El 20 de junio de 1869 Moriones, comandante general de Navarra, informa al general Juan Prim sobre las andanzas de los carlistas a uno y otro lado de la frontera. La advertencia es oportuna; el 25 de julio aborta una conspiración carlista en Pamplona encabezada por el brigadier Larumbe. En la reunión de Vevey del Consejo Supremo del partido (18 de abril de 1870) tanto don Carlos como su madre, la princesa de Beira y los veteranos de la primera guerra, manifiestan claramente su opinión de que los cauces legales no sirven a la causa. La agitación reinante en la monarquía avala esta tesis que logrará prevalecer. En Vitoria las autoridades de la ciudad, entre las cuales puede señalarse a notorios carlistas, se ven obligadas a cerrar el Casino Municipal (8 de mayo) como consecuencia de los disturbios en los cuales muere el carlista Valeriano de la Pera. Un importante conato de levantamiento -que pasará a los fastos del carlismo con el nombre de escodada- se desarrolla en agosto. El comandante en jefe de los carabineros de Navarra, Antonio Escoda, se compromete con los carlistas a levantarse mediante la percepción, por adelantado, de una importante suma de dinero. La traición fue descubierta a tiempo gracias al escribano de Vera que avisó a las tropas carlistas de Díaz de Rada cuando éstas penetraban por un portillo montañoso cercano a la localidad. Las fuerzas pudieron replegarse pero el proyectado levantamiento general, parcial y fraccionado, se efectuó entre los días 26 y 27 durando hasta primeros de setiembre. En Álava, núcleo principal, se forman el 26 diversas partidas encabezadas por Esteban Arregui, Álvaro de Sodupe, Francisco Sáenz de Ugarte -fautor del levantamiento en esta provincia-, Ezequiel Careaga, Bartolomé Vasco, Fausto Elgueta, Celedonio Iturralde, etc. En Navarra, voluntarios de distintos puntos se concentran en el valle de Lana. El 27 se alza en Vizcaya un millar de voluntarios. Desaparecen en Bilbao los diputados generales alzándose también el cuerpo de miqueletes con su jefe a la cabeza. El diputado alavés Francisco María de Mendieta se inhibe... En Guipúzcoa se levanta también el canónigo Manterola. Los miñones de la Diputación alavesa se niegan a unirse a las fuerzas que persiguen a las partidas rebeldes. Pero, desorganizado, lastrado por la falta de armas y de una dirección sólida, el levantamiento fracasa y los rebeldes optan por huir a Francia o acogerse al indulto. El 16 de noviembre Amadeo de Saboya es elegido para ocupar el trono ambicionado por Carlos VII. En las elecciones de estos años el partido carlista consigue nuevamente el éxito, circunscrito a las cuatro provincias vascas. 1871 es un año inestable e inquieto: González Bravo -pasado al carlismo- Díaz de Rada y Elío reclutan personalidades importantes para la guerra que se prevee inminente, avivado el deseo por el resentimiento: "como los vencedores siguieron una política de inadvertencia, particularmente en la persecución contra los diputados forales y personalidades de notoria influencia tildados de hallarse comprometidos en aquella revuelta, no faltaban quienes deseasen obtener una satisfacción por las armas, y, expectantes, acechaban el momento propicio para realizar sus planes (Guiard: La villa de Bilbao, "Geografía General del País Vasco-Navarro", Vizcaya, p. 573)". Añádase a estas circunstancias la actitud inequívocamente rebelde de un clero insurgente exacerbado por el advenimiento al trono de un hijo del "excomulgado". Sus prédicas y exhortaciones desde el púlpito mismo son decisivas: la guerra, la nueva guerra por la causa, reviste un carácter de Cruzada religiosa contra el liberalismo y la masonería imperantes en Europa.

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