Dantza

Jorrai-dantza o baile de la escarda

Una invención carnavalesca muy celebrada en algunas localidades vascas, bailada también en fiestas patronales, es la conocida como zagi-dantza, zaragi-dantza, zahagi-dantza o "baile del odre" y, en el caso de Gipuzkoa principalmente y a través del libro de Juan Ignacio de Iztueta (Iztueta, 1968), su denominación corriente ha sido la de jorrai-dantza o "danza de la escarda", título muy propio como danza de carnaval dado que en otro tiempo al mes de marzo se le decía jorrailla o "mes de la escarda" (Caro Baroja, 1974, p. 145). La danza, según localidades, tiene variaciones en sus coreografías y líneas melódicas. Aunque históricamente este género coreográfico debió de estar muy extendido (hay una noticia de Tafalla del siglo XVIII), a día de hoy son muy conocidas las variantes de Ondarroa, Markina, Goizueta, Arano, Bera o Deba.

En su fundamento más simple, la danza es bailada por un grupo de muchachos, ocho, doce o dieciséis, armados con uno o dos palos con los que, en un momento de la coreografía, golpean a dos, tres o cuatro figurantes que cargan sobre la espalda un odre inflado de aire. En cuanto a su sentido, estas danzas se han considerado supervivencias de viejos ritos de "expulsión" de pecados y males por las escuelas "vegetacionistas" de Whilhem Mannhardt y sir James George Frazer, y comentadas por don Julio Caro Baroja en distintas partes de su amplia labor etnográfica.

La variante descrita por Juan Ignacio de Iztueta en su libro Gipuzkoako dantzak, es una creación coreográfica relacionada con la horticultura que remeda la tarea de la escarda. En esta variante el cuerpo de danza lo pueden formar hasta dieciséis jóvenes, cada uno provisto de una azadilla con la que simularán la labor de la escarda. El grupo lo dirige un buruzagi o "capitán", integrándose en el mismo dos, tres o cuatro figurantes que cargan a la espalda un gran odre inflado de aire. En la parodia, los danzantes que "trabajan" en la escarda ven interrumpida su tarea al entrar en escena la comparsa de los que llevan los pellejos o zagis a la espalda. Al irrumpir los odres en la danza la función de las azadillas cambia, los bailarines enarbolan los mangos de las herramientas golpeándolas rítmicamente entre sí para terminar descargando un gran golpe unánime sobre cada odre. El juego coreográfico se repite varias veces hasta que la danza se da por finalizada.

En esta sencilla y evocadora danza, la evidencia del odre ha llevado directamente a pensar en el vino y la fiesta (Iztueta, 1968, pp. 226-229), y los golpes al odre en ritos de rechazo de males y enfermedades, hasta llegar en el tiempo a la fiesta romana de la Mamuralia (Caro Baroja, 1974, pp. 125-137 y 138-151) en la que se golpeaba a una máscara vestida con pieles, Veturio Mamurio, en el contexto ritual bailado por los sacerdotes Salii o salios, pero sin imaginar en ningún caso que el significado de lo bailado, quizá mucho más sencillo y directo, pudiera no estar ahí. Lo primero que destaca de la parodia es la imitación de un trabajo en el campo y, dentro de él, la repentina aparición, para sorpresa general, de unos grotescos personajes que los escardadores se encargan de ahuyentar golpeándoles con los mangos de sus herramientas.

El sobrentendido contexto de la danza autoriza a pensar que los portadores del odre, aun no yendo enmascarados, son alegoría de un insecto espantoso, un inmenso escarabajo o una horrenda langosta que el trabajo de las azadillas ha hecho aflorar y deben eliminar. Esa es la labor profiláctica de la escarda, limpiar el campo de malas hierbas e insectos que las puedan acompañar.

De su lectura se extrae que el remedo de la labor junto con el momento del año en que se realiza, alrededor del carnaval, más los figurantes que se presentan cargando un odre, son en conjunto el paradigma de una realidad virtual. Pero en esta humilde danza hay algo más. Los golpes sobre el odre recuerdan algunas costumbres centroeuropeas que acompañan a la siega de cereal, solo que en éstas el escarnio se dirige contra el "extranjero", el Otro (Frazer, 1965, p. 490 y sigts.). En esas tradiciones las parodias que imitan la siega con guadaña, el afilado de ésta, y asimismo los juegos con mayales contra el recién llegado, todo recuerda a la jorrai-dantza aunque con la diferencia de que los ejemplos ofrecidos por sir James G. Frazer se acompañan con amenazas de matar al intruso. Éste (Frazer, 1965, p. 485) consideró estas costumbres como el resto de un sacrificio humano practicado en Frigia en beneficio de las cosechas, algo que, evidentemente, está totalmente fuera del sentido que se debe dar a esta sencilla y expresiva danza vasca.