Kontzeptua

Janzkera Euskal Herrian (1985ko bertsioa)

El traje burgués. Duceré nos recoge datos preciosos sobre la indumentaría bayonesa: "Menos afortunada que la mayoría de las provincias de la vieja Francia, que han conservado hasta hoy numerosas muestras de los trajes de los siglos pasados o su representación exacta en miniatura de manuscritos, grabados sobre madera o trabajos de escultores, Bayona no posee nada que nos permita describir fielmente la forma de tal o tal vestido empleado en otros tiempos en nuestra ciudad. No es pues sino con la mayor circunspección y apoyándonos sobre los numerosos vocablos que designen los trajes de uno y otro sexo, que los mencionaremos según nuestros inventarios, pero un gran número de estos vocablos son aún desconocidos o no significan nada preciso. Pasaremos revista, pues, sucesivamente a las diferentes prendas de los trajes sobre los que tenemos bastantes datos para precisar su forma. La edad media nos ofrece muy escasos documentos y de extrema sobriedad. En 1222, los vocales del comité de Bayona que se encontraban en Londres, recibieron del Rey como regalo varios trajes: "Entregados a Guilhem, hijo de Ramón, y a Anice de Bayona, vocales de Bayona, dos trajes de vero o de bruneta, a saber: la túnica y el palio, con "pénule" de tela morena, y entregado, además, cien soles para sus necesidades". En el siglo siguiente, como el negro era el color privilegiado, y como era importante que, bajo el pretexto del luto, los pequeños burgueses no llevaran demasiado tiempo esas prendas de distinción que utilizaban los hombres del "clero", se limitó su duración. Algunos años más tarde se prohíbe a las damas bayonesas el tener más de un vestido forrado de vero o de seda con tres. En cuanto a los vestidos de cuerpo, encontramos camisas o "camisis"; faldas de satén negro, de terciopelo y de serga; sayos de terciopelo, sayos hechos en forma de toga, de hombre y con forro formado por pieles negras; "cottes hardit" o "cothes hardies", se encuentran en todos nuestros inventarios. Ahí es ciertamente donde el vestido sufrió más transformaciones. Fue abandonado por las mujeres a finales del siglo XV; estas especies de túnica, ajustadas en la cintura, sólo estuvieron en uso entre el pueblo. Encontramos también vestidos para hombres y para mujeres, unos forrados de badana, nutrias o de bruneta con galón de terciopelo negro, otros forrados con terciopelo rojo; jubones de terciopelo o de satén brocado o bien de tela forrada de tafetán negro; engomados, especie de prenda de encima que llevaban ambos sexos; era una capa sin mangas, que cubría el cuello, provista corrientemente de un capuchón y abierta por delante; se utilizaba principalmente en Bayona para los lutos; esclavinas y abrigos. Numerosos cinturones o "faches", de hilo de oro o plata, con adornos del mismo metal; cinturones de seda o de cuero de España completaban el traje bayonés, que se destaca por la riqueza excesiva de los adornos y por el arreglo. Las dos ordenanzas de Carlos IX relacionadas con el traje y el vestir, parecen haber sido violadas descaradamente por nuestros bayoneses. Burgueses y burguesas se consideraban los primeros en una ciudad donde no había nobleza, y continuaron vistiéndose con seda y terciopelos. Cuando el viaje que realizaron dos diputados de la ciudad a Fontainebleau para presentar sus condolencias a Henri IV sobre la miseria en la que decían estaban sumergidos, este último se echó a reír y les dijo que esa pobreza no era aparente puesto que había entre ellos más de cien burgueses que no se vestían sino de seda y terciopelo. Se pueden ver en el artículo PEINADO lo que decía sobre ello el consejero de Lancre. El viajero holandés Aarsaen de Sommerdyck publicó, en 1660, el relato de su viaje, en el que dice: "Se empieza a percibir en Bayona que el honor de estos pueblos tiene un poco del de sus vecinos y que son arrogantes y poco comunicativos con el extranjero, las mujeres van cubiertas con sus mantos que se ponen sobre la cabeza, dejando sus caderas al descubierto, para cubrir sus oídos". A partir de 1630, el traje de los bayoneses no difiere apenas del de las personas de la misma condición de las demás ciudades de Francia, y sus trajes son más o menos numerosos y más o menos ricos, según la fortuna de los burgueses. El escudero Laralde posee dos abrigos de barragán, forrados de droguete; un simple tillolero tiene media docena de camisas, dos pares de calzoncillos, dos trajes de tela de burato completos, es decir con lo alto de los calzones y el justillo, un abrigo de la misma tela y otro más ordinario de marga. Un obrero de la Moneda posee un jubón y un chaleco de barragán negro, otro traje completo de droguete "color de muro" y un abrigo de barragán gris. Jean y su mujer están mejor provistos y su guardarropa mejor preparado, dos trajes completos, uno de paño gris y otro negro, abrigos, sombreros grises y negros, tres pares de medias grises; en cuanto a la burguesía, tiene un abrigo plisado y forrado de tafetán negro, otro de etamina "tirando hacia aurora", un cuerpo de vestido de camello negro, una falda del mismo tejido y otra de tafetán azul, adornada con encajes, con pequeños adornos negros, una falda de tafetán aurora adornada con ornatos negros y otros objetos. Otro rico burgués tiene cuatro trajes de paño completos, tres chalecos, seis pares de medias, una bata, mangas adornadas con encajes, dos docenas de camisas, cuatro chaquetas blancas. La mujer tiene un manguito con un aro de plata, seis pares de calzones y dos sombrillas hermosas, vestidos de seda y satén, echarpes, pañuelos adornados con finos encajes; como es una elegante, tiene incluso para ir "al campo" uno de esos zorros de terciopelo negro que se ponían sobre la cara y que se sujetaban solamente por un pequeño aparato que se sujetaba entre los labios ocasionando como resultado el disfrazar la voz completamente. Pero es sobre todo durante el siglo XVIII cuando aumenta el lujo, sobre todo entre las mujeres, con rapidez verdaderamente inquietante. Así, la burguesa Charles Barriere posee cadenas por docenas, ocho corbatas de muselina, un sobretodo y una chaqueta de paño con ojales y botones de plata, con el pantalón de lo mismo y un traje de camello. Una sencilla pequeña comerciante tiene vestidos de popelín de "gros de Tours" de moiré, etc. Un médico tiene menos pero en compensación Bernard de Fossecave tiene, en 1733, un traje completo de paño gris, con botones de plata, otro con botones de oro, una chaqueta de paño satinada de oro, medias de seda, de lana, de hilo, etc. Un maestro panadero tiene cuatro pantalones, tres de ellos de seda y uno de piel. Tiene también varios pares de medias de seda, que se han introducido en el siglo XVIII en todas las clases de la sociedad. Las costumbres y las modas, aunque variando poco según las ciudades y las provincias, tienden no obstante a generalizarse. El siglo XVIII, tan gracioso, lleva poco a poco a la unificación del traje en toda la extensión del territorio y no hay ya; por así decirlo, más que el campo que se resiste aún. Las mujeres habían adoptado corpiños muy ajustados al vestido y el corsé disfrutó de una gran boga en Bayona, incluso entre las mujeres del pueblo. El lujo se extiende siempre y por poco que subamos a lo alto de la escala social, no tardaremos en quedar maravillados. La mujer de un notario nos aparece, en efecto, con falda de seda blanca o de tafetán gris moteado, con nudos de terciopelo rojo; la mujer de un brigadier del ejército del rey tiene camisones y camisas por docenas, delantales de batista blancos y azules, medias de seda de todos los colores bordadas en las esquinas, faldas, mañanitas, guantes de piel bordados hasta el codo, tocados de punto de Inglaterra, de Valenciennes, de Maniles, de Cremone, y de Tulle. Verdaderamente debía ser muy importante, vestida con uno de sus numerosos vestidos de damasco gris de lino y plata, con la falda de lo mismo, con guantes de piel blanca, manejando con gracia un abanico de madera de las islas, un cinturón de plata ajustado a su cintura y calzada con unas de esas chinelas de damasco, bordadas de plata, que tenia por docenas y que hacía destacar su pie estrecho y combado. Los hombres están también muy lucidos con sus magníficos trajes de terciopelo bordado, de seda o de damasco bordado de oro y plata y con grandes flores. Con Louis XVI llega la transformación del traje. Se pueden aún encontrar en la corte tocados excéntricos, pero la clase media e incluso la burguesía apenas siguen esas fantasías, que eran demasiado costosas. Con este siglo debía terminar el reinado del encaje, de la seda y del terciopelo, ya que habían sido proscritos por el Rey y sabemos que, bajo la Revolución, el pueblo los tuvo en el mayor desprecio".

Bibliografía.
Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915; Estornés Lasa, Bernardo: Indumentaria vasca. Donostia, 1935 (152 pp.), Col. Zabalkundea, n. 9; Estornés Lasa, Bernardo y varios: Cómo han sido y cómo son los vascos, 2 vols. San Sebastián, 1975; Arizmendi Amiel, María Elena de: Vascos y trajes, 2 vols. San Sebastián 1976; para una bibliografia completa, ver Jon Bilbao, Eusko-Bibllographia en esta misma Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco.