Kontzeptua

Janzkera Euskal Herrian (1985ko bertsioa)

Siglos XVIII y XIX.

De los siglos XVIII y XIX poseemos muchos testimonios y datos. De ellos transcribiremos los más interesantes debidos a historiadores serios y eruditos. El P. Larramendi al tratar de los trajes y modas de Guipúzcoa escribe: "Los trajes, esto es, los modos de vestirse que hay al presente en Guipúzcoa así en las caserías, como en los pueblos, así en los días de labor como en los de fiesta, así en hombres como en mujeres son como siguen: Todos los guipuzcoanos ellos y ellas, son muy inclinados, limpios y decentes. Nunca se ve en Guipúzcoa tanto capipardo, braguirroto, cazcarriento, arlote, desgreñado, mugriento, desparrajado, asqueroso y sucio como se encuentra en los pueblos de Castilla y otros reinos. En el monte y en sus caserías retiradas del pueblo donde se ven solos y miran ellos mismos andan con menos escrúpulos y más libertad, vestidos de cualquier modo oportuno para el trabajo y labores de campo. Pero bajando al pueblo a funciones de iglesias, a fiestas u otras precisiones y ocurrencias se visten con tal aire y decencia que puede dudarse si son aquéllos del monte o de la casería. Y los forasteros que examinasen a las gentes de Guipúzcoa sólo en días de fiesta dirían que todos eran acomodados así hombres como hembras y que no había labradores, ni oficiales ni pobres; se entiende si no les miraban a las manos en que seguramente hallarían el desengaño en sus primeras aprensiones. "Hombres y mujeres en las caserías conservan el calzado antiquísimo que notó Séneca en Córcega como propio de los cántabros, que son las abarkas, y es el calzado mejor para montes y cuestas especialmente en los tiempos de lluvia y nieve. También se conservan en los pueblos entre labradores, que hay y tienen vecinas las tierras, que labran entre peones y otras gentes de trabajo; pero no en los demás vecinos y moradores, que todos se visten medias y zapatos. Conservan también los "capisayos y charteses" con capillas, mangas anchas y cortas, de que usan en el monte en tiempos lluviosos y cuando cogen argoma y cortan de espinas y zarzas y otros trabajos. Pero estos capisayos se han desterrado aun de la gente común de los pueblos, y nunca se han estilado entre mujeres. Estas en las caserías usan también de abarkas, y en las cabezas de unos tocados de lienzo, más o menos fino con que se cubren, y son de más o menos aire, y en su acomodo y positura hay muchas diferencias; y tiene este tocado varios nombres, según los países: kurbitxeta, buruko, estalkia, oiala y zapia". "Cuando bajan de sus caserías los días de fiesta para oír misa y otras funciones de iglesia tienen en los lugares sus "jantzietxeas", en particular las mujeres, y así se llaman las casas en que se visten y se mudan, y son las de sus amos y amigos: y vestidos allí con limpieza y decencia se presentan en la calle delante de la gente, y van de manto o mantellina a la iglesia. En Beterri apenas se verá hombre ni mujer de casería que ande con abarkas en día de fiesta, ni en la iglesia, ni en las calles; en "Goyerri" aún se ve mucho de eso; y me pareció que desdecían de lo demás del vestido cuando lo observé, la primera vez, aunque ya acostumbrados los ojos no me disuena la junta de abarkas y mantos. Lo más de los caseros propietarios e inquilinos de cuenta tienen sus casacas y calzón de paño de Segovia, con que bajan a la calle y a la iglesia (o de otros paños no burdos, y usan mucho de felpa triple para calzones)". "Y corresponde la chupa, y almilla, media, zapato y sombrero, y así ocupan el sitio y los asientos destinados para los hombres que están separados del lugar de las mujeres. Los caseros e inquilinos que no son de tanta cuenta muchos gastan también paño de Segovia; pero los más se visten de otros paños pero ninguno burdo, ni basto, en particular los mozos casanderos y usan mucho de felpa triple para calzones. Unos y otros bajan con cara y manos lavadas y limpias; ninguno con camisa sucia, en que ponen gran cuidado; ninguno huele a mugre, a chotuno, a sobaquina; los más con pañuelos blancos, o de color, para limpiarse con decencia y no valerse del reservo de las capas u ongarinas como la hacen en Campos y otras partes de Castilla los labradores. Los caseros propietarios y de cuenta vienen con espadines aunque no son muchos, o con espadas largas, que aunque han querido desterrarse al mismo tiempo que las golillas, han quedado muchísimas en Guipúzcoa, a lo menos para los alardes y para la danza de espadas, que está en su vigor. Los otros caseros y los mozos vienen de montera y de palos altos y fuertes, que les sirven para bajar cuestas y montes, y después de arma y defensa en las ocasiones; y para riñas y pendencias quieren más su palo que cualquiera espada". "Si los caseros bajan con tanta decencia y limpieza, dicho se está que las mujeres e hijas vendrán con más aire y primor. Todas las guipuzcoanas son de una inclinación predominante a la ropa blanca, y en tenerla mucha y buena tienen su mayor gusto y cuidado. Bajan de sus caserías con su ajuar en la cabeza, limpia cara y manos como una plata. La camisa, o es de una pieza, como la del hombre, o de dos, que se compone de enaguas blancas, que llaman "atorra", y de mangas y cuello y dos faldas abiertas hasta la cintura, y llaman "charamela o atorramanka". Pónense medias, zapatos y hebillas. Sobre el zagalejo se visten las sayas, o lo que ahora llaman "guardapiés" y donde pusieron ese nombre apenas debía llamarse "guardapiernas"; tan al aire las traen y tan descubiertas las grandísimas de poca vergüenza. Nuestras caseras se ponen sobre otras, por lo común, una saya de lila encarnada con galón blanco, y en fin la basquiña o saya superior negra de carro de oro". "Antes de esto cubren su cabeza con el tocado blanco como la nieve, y gastan hasta prolijidad en acomodarlo, ya de un modo, ya de otro, y siempre con mucho aire. No hay casera casada que ande con la cabeza descubierta, aunque sí las casanderas: Arman las orejas con pendientes aunque sea con perlas falsas; al cuello con una cruz pulida, pendiente de cinta negra; el medio cuerpo, espalda y pecho con un jubón ajustado de raso, que se ata con agujeta de seda; luego casaca de damasco; los brazos con manguillas o mangas cortas de persiana. Vuelven otra vez al cuello a cubrirlo con una corbata finísima de gasa y encajes, que con alfileres aquí y alfileres allí la prenden con notable gusto y proporción y quedan modestísimamente cubiertas. En el punto de salir ya a la calle y a la iglesia ponen su mantellina negra, orlada de cinta negra o manto de tafetán negro, menos cuando están de duelo y de honras, de que luego hablaremos. Toman su rosario en la mano, y es muy común que esté engarzado en plata, y así andan en la calle y están en la iglesia. Pero ¿cómo se hace este milagro en pobres labradoras y caseras? Quitándoselo de la boca y ahorrando cuanto pueden en el comer y beber. Yo sé que en otras partes hombres y mujeres de labradores y oficiales están más entregados a su vientre y a comer y beber y andan arlotes y mal vestidos, pero en Guipúzcoa son dados a vestirse y engalanarse y estiman más que uno les diga: "Ederki apaindua zaude", que no el que les diga: "Oparo barazkaldu dezu". "Yo me acuerdo cuando las caseras se vestían sólidamente y con decencia, sí, pero sin tantos melindres y piezas superfluas, de que se visten hoy. Estas modas son nuevas y las han aprendido de la gente de calle, a quien han dado y dan ejemplo los caballeros y señoras. Ellos son monos, unos de otros y todos los son de franceses y castellanos. De pies a cabeza se han de vestir a la moda de Francia o de Castilla. Camisas, camisolas, corbatines, pelucas, peluquines de tantos modos y figuras, sombreros de esta manera y de la otra, y a la prusiana o chamberí, con sus tres mocos de candil de garabato; chupas, casadas y emballenadas, redingotes, surtues, roclas, nombres que sustituyen al español "sobretodo"; y ahora el embeleco de los capingotes, todo con el pretexto de defenderse del frío. Marisijas, que así degeneran de sus antepasados y los desacreditan. Guantes, manguitos, ya estrechos y libres, ya atados y anchos". "El traje actual de caballeros vizcaínos -dice Iturriza- es el mismo que usan los franceses a poca diferencia. Usan sombreros de tres picos, capingotes, cabrioles y surtús de paño, y bayetones de varios colores, chupas y calzones de la misma calidad; y éstos algo anchos, camisolas con puños, y hebillas crecidas de moda, y raro el que trae casaca de moda antigua. Los artesanos y gente labradora de conveniencias traen capas largas hasta el tobillo de paño negro, y castaño veintidoseno de Segovia, y de otras partes de Castilla, sombrero ancho, armodores o justillos de seda, lana y cotonia de varios colores, zapatos, medias y polainas, y en los días de labor los labradores usan monteras de paño negro, jaquetillas de bayeta roja y de paño pardo, calzones de paño antetripe, monfor, abarkas de cuero y mantas. Hasta mediados del presente siglo hubo costumbre de traer los hombres, cuando asistían a las funciones de iglesia, valonas blancas de encaje fino, desde el cuello hasta el ombligo, casacas largas y longarinas, y espadas de fierro y chuzos largos que en baskuence llamaban "porkerak"; pero por algunos inconvenientes dejaron de usar estas armas, conmutando en palos llamados "astramakillak", que son más servibles así para brincar en los barrancos y lodazales, como para evitar desgracias en las pendencias que solían tener en las funciones de Hermitas, a las que son muy inclinados naturalmente los Vizcaínos". "Las señoras vístense al presente con más honestidad que en tiempos pasados que se usaban los escotados y tontillos, y tienen razón de no usar aquellas modas por no parecerse deshonestas, huecas y tontillas, y ojalá abandonen los ridículos peinados que en "altura de un palmo" suelen traer en la cabeza armados con alambre y cerdas de caballo a manera de birretinas de granadero, invención diabólica sugerida a extranjeros e introducida en Vizcaya de veinte años a esta parte". "Cuando va a funciones de iglesias llevan guardapiés y mantillas de tafetán negro, carro de oro, y estameña de Francia; y son raras las que usan (excepto en Bilbao) las mantillas blancas de gasa; y cuando están en casa y salen a paseo traen batas, capotillos largos y mantuletes de varios géneros de seda y lana, los pechos cubiertos con cotilla y pañuelos de lienzo blanco fino y seda negra, y zapato de mediano tacón con hebilla grande de moda. Las dueñas, criadas y labradoras se visten a corta diferencia, como las señoras del mediano porte: cubren la cabeza con una sabanilla de lienzo blanco de vara en cuadro y las doncellas que tienen buen pelo traen descubierta, y otras con cofias o redecillas de seda de varios colores". "Las casadas hasta ahora 24 años, solían traer generalmente un tocado en la cabeza digno de que se haga mención para que sepan los venideros cómo era (así bien algunas, en días clásicos mantos de tafetán morado), pues rara la mujer que trae al presente, y dentro de poco ninguna usará; y únicamente vi traerle el año pasado de 1783, en la fiesta de la Asunción de Nuestra Señora en Cenarruza, a la mujer del fiel regidor de Arbazegui. El Sr. Baleztena publica en Vida Vasca, 1934, pág. 147, tres bonitos dibujos de trajes de aldeanas iruñarras tomados de una obra italiana del siglo XVII, copia de los que publicó Hans Weige Formschencider el año 1577 en Nuremburg en la titulada "Habitus prae cipuorum populorum, tam virorum quam feminarum singulari arte depicti". Representan estos tres dibujos a tres aldeanas de Pamplona. La primera, una mujer marchando al mercado con su sombrero de anchas alas, una especie de blusa hasta la rodilla y dos faldas de diferente tamaño. El segundo dibujo representa una mujer en traje de fiesta con un delantadillo de flores y rayas y sombrero de alas levantadas hacia arriba. El tercero, otra mujer con sombrero muy plano que aprisiona en la cabeza la punta de una larga capa, calzando chocles o sandalias de suela alta como las figuras de Weiditz. Del siglo XVIII, año 1777, son dos dibujos de ronkaleses. Hasta hoy han subsistido algunas modalidades y vestigios de los trajes antiguos que hemos mencionado antes. Hemos visto cómo el P. Larramendi al tratar de los trajes y modas de Guipúzcoa nos dice que en su tiempo las abarkas ya no eran usadas por algunos vecinos de las villas guipuzcoanas; que se conserva el kapusai y chartes con capillas, mangas anchas y cortas de que usan en el monte en tiempos lluviosos y cuando cogen argoma y cortan espinas o zarzas y otros trabajos. Pero estos kapusais se han desterrado de la gente común de los pueblos y nunca son usados por las mujeres. Se conservan todavía tocados de lienzo blanco para cubrir la cabeza. La boina es moderna en este lado del País, aunque es más antigua en el País Vasco continental. En Zuberoa las boinas se hacían a mano y todavía se usan con una varilla circular por su interior. Después de la primera guerra carlista se empezó a generalizar el uso de la boina en todo el país basco, más pequeña en Vizcaya, Guipúzcoa, Alava y Navarra que en Laburdi, Benabarra y Zuberoa. Actualmente la región más rica en trajes típicos es la montaña navarra. En su reducido territorio desde Erronkari a Baztán, cada valle presenta una bellísima modalidad. Las roncalesas, por ejemplo, llevan jubón negro de paño con ribetes anchos de oro o plata bordados a veces en colores y cerrado por medio de un cordón de cuyos extremos penden borlas de flecos, también de variados colores. Las faldas son azules pero doblada la exterior, luciendo un forro de vivo color rojo llamado aldar, dos lazos de seda y cintas de colores colgantes de largas trenzas y una recia mantilla de paño rojo, ribeteada de anchos terciopelos, completan el traje de gala. La joven soltera no usa nunca el jubón con mangas, sino un justillo, luciendo las amplias y airosas mangas de la blanca camisa. El pecho cubre con collares y gargantillas que algunas veces son de oro o plata. Los hombres llevan traje de paño negro, muy airoso, calzón corto y ajustado que se ata en medio de la rodilla, medias negras de punto, zapatos bajos de igual color con hebilla triangular blanca, capote negro, llamado anguarina, con mangas perdidas y ribetes rojos; faja morada, y sobre los hombros, blanca valona de lino planchada a pliegues. Las joyas son el bitxi, colgante del cuello por medio de una cinta de terciopelo negra, y el amabitxi o bronce que sujeta la falda recogida por detrás. Los botones de las mangas suelen ser de plata o de piedra. El hombre usa, para sujetar los calzones, un gran botón de madera llamado tangano. El salacenco se diferencia del roncalés en que lleva los calzones atados por debajo de las rodillas, y la salacenca, en las faldas sin doblar al exterior, como lo hace la roncalesa. Los salacencos gastan también capa y sombrero sobre el traje de calzón. "El carbonero de la Ulzama y el anciano del Baztán llevan boina azul grande, echada hacia adelante y sirviendo como de visera. El traje de carbonero se compone de chaleco, sobre el cual va el elástico azul oscuro con adornos encarnados y algunas veces el nombre del dueño tejido en la bocamanga; pantalón, por lo común de pana, negro o color de aceituna, arremangado hasta debajo de la rodilla, las piernas cubiertas con un envoltorio de lana, y los pies con peales de la misma tela, sujetos con las correas de las abarkas, que suben formando aspas hasta debajo de la rodilla; llevan además faja de lana, generalmente encarnada, y su prenda de abrigo es el kapusai". El tipo de Baztán y el de Iguzkiza no se diferencian del de Ulzama en cuanto al traje: cuando no llevan el kapusai, usan su chaqueta de paño, de cuello derecho muy bajo y solapas vueltas. En general podemos decir que en la montaña navarra se usa como traje típico el calzón ajustado, chaqueta o blusa negras, espaldero de piel de cabra, abarkas y calcetas, sombrero redondo o boina. Las antiguas abarkas de piel cruda fueron sustituidas por otras claveteadas y últimamente por abarkas de goma hechas con desperdicios de ruedas de automóvil. Según El Oasis, los ribereños navarros vestían de la siguiente forma: "El pastor viste camisa de hilo grueso, chaleco negro de pana, llamado "justillo", faja ancha de lana morada, calzón de piel de cabra (cabruna), de color rojizo con refuerzos pespunteados en la entrepierna, calzoncillos de algodón blanco, medias de lana negra cubriendo el pie y hasta la mitad de la pierna con calcetines de bayeta blanquecina (peales) y alpargata abierta de cáñamo sujeta con cintas de algodón negro, a la aragonesa. Lleva al hombro en buen tiempo su "elástico" de lana azul turquí ribeteado de encarnado, y en invierno se abriga con la zamarra. En la cabeza, de la misma manera que el catalán del Priorato, lleva un pañuelo de seda de muy vivos colores doblando a modo de venda y ceñido a las sienes, dejando al descubierto la coronilla. Dan a esta prenda el nombre de "zorongo" acaso por la caída que forma a un lado de la cara a manera de borla. Los pastores ancianos de la tierra gastan sombrero. Completa la figura del pastor un palo muy grande con que guía al ganado, y en que apoya el peso de su cuerpo para descansar cuando está parado. El jornalero o bracero de la ribera gasta camisa de hilo grueso, chaleco de pana negra, chaqueta y pantalón de color verde botella, también de pana, faja de lana morada, alpargata abierta al uso de Aragón, sujeta con cintas negras y sólo en el rigor del invierno lleva media de lana azul. En la cabeza, en toda estación, boina azul, algo echada hacia atrás que no les defiende de los rayos del sol; prenda que sólo empezó a usarse en la Ribera a la conclusión de la guerra civil de los siete años, pues antes usaban el mismo pañuelo (zorongo) o sombrero que los pastores. Las jóvenes solteras de la clase jornalera o campesinas, que se llaman "zoceras" para diferenciarlas de las señoras, visten jubón de percal oscuro cerrado al cuello y ajustado con botones a la muñeca: un pañuelo de lana de color oscuro doblado en punta que les cubre la espalda, hombros y pecho; saya o falda y delantal, también de percal oscuro; medias de lana azul turquí y zapatos de becerro negro. Pendientes del similor, sin collar de ninguna clase, son su único adorno. Habitualmente llevan la cabeza descubierta, cubriéndola sólo cuando hace frío con pañuelo de seda o algodón de vivos colores. Para ir a la iglesia usan mantilla negra de lana con ribete de terciopelo. Péinanse echando todo el cabello atrás como las chinas, y formando el moño en la nuca. Con respecto a los hombres guipuzcoanos, el historiador Gorosábel, muerto en 1868, los describe de esta forma: "Los habitantes de las poblaciones de esta provincia, ora sean propietarios, ora comerciantes, ora industriales o meros artesanos, hombres y mujeres, se visten al estilo de las ciudades y villas del reino, cada cual en su respectiva clase. El traje común diario de los labradores es: chaqueta de paño pardo, pantalón de lienzo blanco, chaleco de paño o pana de variado color, ceñidor encarnado azul en la cintura, boina de este último color en la cabeza y abarkas con peales de lana gruesa por calzado. Pero el de los días festivos, en que viene a oír misa a las poblaciones, o cuando se le ofrece otro motivo semejante, consiste en ropa de paño más decente, al estilo de los artesanos. Aquel género de vestidura de los labradores es muy antiguo en el país, menos el uso de la boina, que es bastante moderno, pues en su lugar antiguamente se llevaban monteras de paño negro o pardo, cuyo uso se conserva todavía hacia Oñate y fronteras de Alava y Vizcaya. Otra vestidura que desde una época muy remota se estila entre la gente labradora es el kapusai...". Uno de los trajes vizcaínos más interesantes es el de los arratianos, descritos por Delmas en 1860 y presentados gráficamente por el dibujante Pancho Bringas: "Cubría su cabeza con el colosal sombrero chambergo de ala grande -dice Delmas- doblada hacia arriba por detrás y extendida por delante; llevaba la chaqueta al hombro; abierto el corto y floreado chaleco de botones de metal amarillo, atada con sus lazadas de cordones la elástica azul; limpia y holgada camisa; ceñida la faja azul en que iba oculta la bolsa; ancho pantalón rayado, de percal, oprimida la rodilla por las vueltas de las askinikuek, o trapos o polainas de lana sujetos con cuerdas por arriba y con la abarka por abajo; alta makila llena de caprichosas labores hechas a fuego": Hasta aquí la descripción del traje del labrador arratiano. La mujer se caracteriza por sus sayas rojas pero no multicolores como las de Txorierri. Por otra parte, Guillermo de Humboldt que recorrió el país basco a principios del siglo pasado nos da una detallada descripción del traje usado por los durangueses expresándose así: "Allí están los caseros apoyados en sus bastones con expresión particularmente intrépida, algunos el bastón apoyado bajo el hombro, otros por delante que el extremo de arriba está en el vientre, otros también al lado, los pies cruzados. El traje antiguo es: "abarkas", una especie de calzado zapato o más bien sandalias de cuero solamente muy poco por los lados y detrás, por delante más subidas, que tienen en los lados delante y detrás cordezuelas, con las que rodean y sujetan paños de lana, en que enrollan los pies. Estos paños son en las mujeres -que hoy, sin embargo, rara vez los usan- blancos y a menudo muy finos; en los hombres, con rayas negras estrechas. Además calzones ordinarios en general negros. Un coleto rojo, hoy más raro, y encima la longarina, sobretodo amplio con varios dobladillos en las mangas, el equivalente vascongado de la capa castellana. En otro tiempo llegaba la "longarina" parda o negra hasta la rodilla y las mangas estaban sujetas al cuerpo con cintas y botones, para si se desataban algunas, poder quitar las mangas y echarlas por encima. Ahora rara vez es algo largo. Alrededor del chaleco una "fusta". En la cabeza la "moretera", una montera negra en punta a modo de casco con ala triangular de un negro aterciopelado por delante, en la mano un largo bastón. Muchas veces llevan también bajo la capa (como especie de puñal, pues en ellos el palo hace veces de daga), una corta gruesa, más gruesa sobre todo por abajo, "cachiporra" (cachi corrompido de quasi y porra, mazo grande para la herrería). Este traje sólo se ve hoy por lo común en casos aislados y casi ya no más en su corte completamente antiguo". "Las mujeres llevan hoy baskiña y mantilla, vestido francés en la plaza pública, cabellera descubierta con largas trenzas colgando por detrás o la mayoría pañuelo atado a media cabeza con puntas detrás y abajo, almillas con faldas no cortas, pero no tan largas como en Francia, sayas y medias y zapatos, o semejantes paños, de lana y abarkas". "En otro tiempo llevaban todas las mujeres casadas una toca de calidad más o menos fina y elegante; y todas las solteras iban en pelo. Las muchachas que habían tenido algún desliz se debían vestir como las casadas. Sobre esto se vigilaban unas a otras". "También hubo, el día de Santa María de Ulibarri y de Santa Ana, una procesión propia de las muchachas. En estos días se hacen ofrendas (un ochava o lo que sea), las mujeres y los hombres hacen esto en la iglesia. Peto las muchachas se reunieron por calles. Cada calle iba mandada por la de más edad y luego las otras en hilera. Delante iba un tamboril. Todas iban en corpiño (en cuerpo) y en pelo, e iban así a la puerta de la iglesia. Allí las recibían dos sacerdotes revestidos con todos los ornamentos, y las conducían con el tamboril y a pelo descubierto (la única vez en el año pues en lo demás hasta la aldeana, que viniendo sin mantilla del monte sólo a su paso oye una misa, se pone un pañuelo) adentro de la iglesia, enseguida hacían su ofrenda y se marchaban. Después venía otra calle y a cada una debían salir al encuentro los sacerdotes. Su comodidad ha dejado perderse esta costumbre. Pero era buena, porque a ninguna muchacha, de la que se pudiera decir lo más mínimo, se le hubiera permitido a pelo descubierto, y como todas iban; así era esto una verdadera revista de buenas costumbres". El dibujo de tipos alaveses que reproducimos en la pág. 481 está sacado del natural por el Sr. Mañé y Flaquer y publicado en su obra El Oasis, donde nos dice que los alaveses usaban un traje muy parecido en todas las comarcas de la provincia, pero que en todas ellas había alguna prenda que las distingue; que los riojanos se cubrían la cabeza con un gorro redondo de paño o con un pañuelo; los aldeanos de la Llanada van con un sombrero ancho de fieltro calzando abarkas cuando trabajan en el campo; que los del Norte, rayanos de Vizcaya, usaban boina y fumaban en unas pipas muy pequeñas, de barro blanco; y que los rayanos de Navarra ostentaban en la cabeza un airoso zorongo y las mujeres casadas un pañuelo en la cabeza, blanco en el límite vizcaíno, y con muchos colores y flores en el llano. "Los trajes y vestidos de los alaveses -dice Landázuri- son en la mayor parte de la provincia muy parecidos a los que usan las inmediatas y vecinas de Vizcaya y Guipúzcoa; pero los de las mujeres son enteramente distintos. No tienen similitud o semejanza si no es con los de las montañesas de Pas, Reinosa, Espinosa de los Monteros y otras poblaciones de aquel territorio. Los "capillos" que cubren las cabezas, que son una especie de "capuces", adorno nada ventajoso, pero que sin duda tiene su origen en la primera población de la provincia, en la cual sólo hay un poco más de una quinta parte en que no se use de ese traje. En aquellas hermandades que siempre fueron de Alava y en que actualmente no se usan de él, se sabe que en lo antiguo lo usaron y no se halla motivo para la distinción. Las mujeres casadas usan también por lo común además de la "toca" con que cubren la cabeza debajo del "capillo", de otra que las rodea el cuello con la que se diferencian con las que no han recibido el estado de matrimonio. Pocos años hace que usaban también las mujeres de alguna edad en la Llanada de Alava, de unas "capas" muy largas de bayeta sobre sus cabezas; pero al presente se usa la "mantilla" negra en los días festivos, y en los que no lo son "mantas" de paño pardo cosidas en la forma de "mantilla" que las cubre desde la mitad de la cabeza. En donde se usa del "capillo" es para los días comunes de estremeña parda; pero para los festivos y singulares tienen las mujeres alavesas "capillos" de paño fino negro". Gracias a una colección de dibujos, conservada en los Museos de Bayona y Donostia podemos apreciar gráficamente los trajes del bello país laburdino. En ellos casi todos los hombres aparecen tocados de ancha boina y las mujeres de pañuelos blancos o azules atados sobre la cabeza y caídos sobre las espaldas. El joven laburdino gasta chaquetilla corta, camisa blanca, pantalón ancho y boina azul. Humboldt nos refiere que las sardineras de Donibane Loitzun (San Juan de Luz), iban con las sayas remangadas hasta media pierna, pues la camisa sólo les alcanzaba hasta la rodilla, hasta aquí desnuda, y sobre la cabeza el cesto tapado con los peces libre, sin asirlo. Habla también de unas muchachas que fueron en busca de agua al pie de la montaña a una fuente, llevando un gran cántaro de barro con figura de una tetera sobre la cabeza; todas iban tocadas con pañuelos de puntas blancas y los más peripuestos con rayas rojas, alzando detrás y sobre la espalda. Algunas de las muchachas llevaban trenzas pero no todas. Por otra parte, el joven que le servia de guía al sabio filólogo, iba con chaqueta roja, boina y bastón en la mano. Los benavarros vestían en verano calzones blancos de lienzo, medias blancas, chaleco también blanco, faja roja y chaqueta del mismo color, bastón y boina. Anota el célebre viajero que la ropa blanca la llevaban extremadamente limpia.