Monarkia eta noblezia

Íñiga Fortúñez

Se trata de Oneka Fortuniones o Fortún, joven vascona, hija del rey Fortún Garcés, que se encontraba en Córdoba junto a su padre que se hallaba cautivo de los musulmanes. Bien que fuera hecha prisionera junto a su padre, bien que llevada del amor filial viajara para visitarle o cuidarle, lo cierto es que aparece en la historia casada con el príncipe musulmán Abd Allah. Era, pues, princesa de la casa Arista o Aritza. Según el Códice de Meyá había estado casada con Aznar Sánchez, señor de Larraún, de cuyo matrimonio tenía tres hijos, Sancho, Tota y Sancha, y que, después, ocurriría el casamiento con Abd Allah:

"Asnari Sansioniz accepit uxor domna Onneca. Fortuni Garseanis filia et genuit Sanctio Asnari et domna Tota regina et domna Sanzia. lsta Onneca postea accepit virum regi Abdella, et genuit Mahomat Iben Abdella".

[Aznari Sanziones tomó por esposa a doña Onneca, hija de Fortuño Garseanis y engendró a Sanzio Asnari y a la reina doña Toda y a doña Sanzia. Esa Onneca tomó luego por marido al rey Abdella, y engendró a Mahomat Iben Abdella.]

Pero los cálculos hechos por los genealogistas dan por imposible ese orden de cosas opinando que el primer matrimonio fue con el musulmán y el segundo, con el señor de Larraún. Sea de ello lo que fuere lo cierto es que Oneka y Abd Allah se enamoraron hasta el punto de cambiar el nombre de la princesa vasca por el árabe Durr, que significa "perla", aludiendo, sin duda, a su extrema belleza. Para 864 ya había nacido el primer hijo, al que dieron el nombre del abuelo: Muhammad. Este enlace de la dinastía Aritza con la de los emires cordobeses se estrenó con una tragedia. Muhammad era el destinado para la sucesión en el trono, circunstancia que provocaba irreprimible envidia en su hermano menor, Mutarrif, que terminó en el fratricidio. Como suele ocurrir en estos casos, se propalaron calumniosas imputaciones contra el heredero. Se le acusó de conspirar contra su propio padre y de abrigar el propósito de eliminarle para sucederle en el trono. Abd Allah, convencido de que las acusaciones eran ciertas, consintió que su hijo menor, Mutarrif, matara a su hermano mayor a puñaladas en enero de 891.

Unos años después el propio Mutarrif era decapitado por orden de su padre. Y todo esto no fue sino el comienzo de una serie de crímenes a cargo del iracundo Abd Allah. Pero de Muhammad, el príncipe asesinado, y de su concubina la vascona Muzna, había nacido un niño, Abd al-Rahmán, que iba a llegar a ser el fundador del Califato de Córdoba. Durr, "Perla", la gentil y bella Oneka, no fue una simple umm walad, o princesa madre. Había contraído matrimonio la biznieta de Eneko Aritza, en segundas nupcias, con el rey Abd Allah. Pero Oneka no presenció ni vivió el drama de su hijo porque ya en 879 había regresado con su padre a Pamplona, que se reintegraría de inmediato a las labores y preocupación de gobierno.