"Aquí soñamos con arriesgar la vida ante las astas y con la cuesta de Santo Domingo, el oxígeno de la plaza Consistorial, la estrechez de Mercaderes, la mítica Estafeta, la penumbra del callejón y el abanico del redondel; aquí soñamos con los negros adoquines y con sustos, puntazos, cogidas y encierros infaustos.
Aquí soñamos con arriesgar la vida entre las astas y con burlar la muerte brava del toro aciago. Minutos antes de que toquen las ocho en San Saturnino, nuestros mozos se recogen el bajo de los pantalones, se desatan y se anudan los cordeles de las alpargatas, desdoblan el periódico para volverlo a plegar del mismo modo y piden a San Fermín su bendición. Agudizan después los oídos, sienten taquicardia, dolor en la garganta y un estremecimiento que golpea las sienes. Memorizan sus propias consignas y los refugios del recorrido; ahuyentan presentimientos y vaticinios fatales, y sueñan de nuevo con situarse ligeramente ladeados a la cabeza del primer toro, acoplar la carrera al ritmo de la bestia, golpear su morro con los talones, mancharse el pantalón de baba, advertir su olor y sus resoplidos, aguantar en los pitones, atizar con el periódico el testuz del animal, templar su galopada, mirarlo de reojo y disfrutar."
Sanfermines forever (Pamplona, Aldabidia, 1995)