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Gipuzkoa. Historia

Nuevo rey, nuevo reclamo: Enrique I de Navarra (1270-1274). En 1271, cuando Enrique llevaba un solo año de reinado, fue solicitado en alianza por el infante D. Felipe de Castilla, aliado con el Señor de Bizkaia contra el rey castellano, pero no se llegó a acuerdo alguno porque Navarra ponía como condición la recuperación de Álava, Guipúzcoa, la Rioja y otras tierras hasta la frontera tradicional de Montes de Oca.

De nuevo sobre la vuelta de Gipuzkoa al Reino (1303). El intento de restauración del Reino seguía latente cien años después de consumada la desmembración. Ahora reinaba en Navarra la reina D.ª Juana, casada con Felipe el Hermoso de Francia. El año 1303 se convino un tratado entre los reyes de Aragón, Jaime II, y el de Navarra. Según el tratado, se devolverían a Aragón las plazas de Ul, Filera y Salvatierra (hecho real) a cambio del apoyo de D. Jaime para la recuperación del occidente del reino vasco, Alava, Guipúzcoa y la Rioja (hecho hipotético). Se trataba de reparar los despojos castellanos durante los reinados de Sancho el Sabio y Sancho el Fuerte. Todo se redujo a que el rey de Navarra enviara a Castilla un embajador que casi de seguido abandona su comisión al ser requerido por los asuntos de Francia. Los Anales de Navarra se expresan así:

"...siempre conservaban aquella espina de dolor atravesada en los corazones y con ella punzaban en el del rey, trayéndole a la memoria la Rioja, Bureba, la que antiguo llamaban Castilla la Vieja, Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, enajenadas de la Corona primogénita de Pamplona y adjudicadas a ella por D. Sancho el Mayor... sin otro titulo para la usurpación que la violencia del hierro y armas logradas en ocasión oportuna.."

(Lib. XXIV, cap. IV).

(1200-1321). El establecimiento de una frontera entre Navarra, por un lado, y guipuzcoanos y alaves, por otro, trajo consecuencias desastrosas. Surge la incursión armada de robo de ganado en esa zona incontrolada. La más antigua memoria que se conoce de esta lucha de frontera es de 1261 en que se celebran en Eznatea entrevistas entre los representantes de Castilla y de Navarra para entender y averiguar lo que alli sucedía y que era objeto de continuas quejas. En las montañas navarras de los valles de Burunda y de Arakil y en sus inmediaciones se refugiaban los perseguidos por la justicia procedentes de Navarra. La frontera guipuzcoano-navarra se convertía, asi, en un refugio de bandidos y malhechores apoyados, muchas veces, por los jefes de linaje. Los guardadores de la frontera actuaban también, a su modo, desde los castillos de Ausa, Ataun, Gaztelu y Gorriti. Las medidas adoptadas por Castilla y Navarra carecían casi siempre de eficacia.

En 1279 los guipuzcoanos tuvieron cercado el castillo de Ataun destruido después por un incendio en 1290. Las entrevistas de representantes de Castilla y de Navarra para atajar ese estado de cosas fueron varias, entre ellas las de Berrenos, Eznatea y Uli (1298). Se convino que los proscritos navarros no fueran acogidos en Gipuzkoa. Entre los aprehendidos por los merinos navarros figuran muchos guipuzcoanos, alaveses y hasta vizcaínos. En 1304 se celebró entrevista entre el merino de Iruña y Pedro López de Salzedo, merino de Gipuzkoa. Hacia 1306 el merino de Iruña, Juan de Nekuesa, entró en Gipuzkoa con ocho jinetes y trescientos peones acompañado de las comunidades de la tierra de Larraún y de las montañas tratando de liberar al gobernador del castillo de Gorriti, prisionero de los guipuzcoanos. En estas expediciones se ajusticiaba a cuanto malhechor caía en manos enemigas. En una de las emboscadas los guipuzcoanos mataron, entre otros, al merino de Iruña y a su hijo.

Los jefes del linaje guipuzcoano de Oñaz toman parte en estas luchas y se organizan poderosamente para el robo de ganado. En 1309, Juan Lópiz de Urroz, merino de Iruña, peleó en la cumbre del Aralar con los guipuzcoanos de Oñaz, matando a Lope Périz de Baliarréin y a Lope Martínez, todos calificados entonces de bandidos, ladrones y malhechores pésimos. En 1314 se hicieron treguas entre la villa de Huici y los de Oñaz, pero los desmanes se sucedían. En el mismo año los guipuzcoanos tenían cercada la villa de Leiza. Las bandas de Oñaz concurrían a las empresas castellanas contra los musulmanes en donde adquirian botín y medios de vida, pero cuando éstos faltaban se veían abocados al saqueo y robo de ganados en tierra navarra. En una de esas incursiones se llevaron toda la vacada de Santa María de Roncesvalles.

(1321). Esta situación -frontera de malhechores- culmina en 1321 con la llamada batalla de Beotibar. Tanto guipuzcoanos como navarros se amparaban en fortalezas y castillos. Los navarros se guarecían en los de Lekunberri y Gorriti, que utilizaban como punto de partida para sus incursiones sobre Gipuzkoa en la comarca de Tolosa. Los guipuzcoanos se apoyaban, sobre todo, en el de Berastegui. En este contexto tuvo lugar la legendaria batalla de Beotibar entre vascos, el día 19 de setiembre de 1321. Vencieron los guipuzcoanos, infligiendo a sus hermanos los navarros una notoria derrota. Moret, que es el historiador que más se ajusta a la verdad histórica, da esta versión:

"que consta de cierto que este año (1321) por la parte de Gipuzkoa se arrimaron tropas y hubo movimiento de armas en aquella frontera, entrando en los fines de Navarra con hostilidad rompida de robos".

Parece ser que los guipuzcoanos se apoderaron del castillo de Gorriti, que los navarros reputaban seguro. Como represalia se encaminó hacia la frontera el Gobernador del Reino, Ponce de Morentayna, con un buen número de navarros y gascones dispuestos a incursionar sobre la región de Tolosa. Moret reseña esta entrada por San Miguel, especificando que fue tomada la villa de Berastegui. Campión estima que los navarros siguieron avanzando hasta las cercanias de Tolosa y que al llegar al vallecito de Beotibar, Gil López de Oñaz, señor de la casa de Larrea, puesto al frente de los oñacinos, atacó a los navarros infligiéndoles una grave derrota. Según Garibay habria sido hecho prisionero Martín de Aybar, Alférez del Pendón Real.

  • El Cantar de Beotibar

Dos poemas han cantado la hazaña fratricida de Beotibar: un cantar euskérico, conservado por Garibay, y el poema castellano de Rodrigo Yañez en el que se describe la batalla con todo lujo de fantasías y exageraciones. En el euskérico se dice:

Mila urte ygarota
Pasados mil años

ura vere bidean,
el agua sigue su curso

guipuzcoarroc sartu dira
los guipuzcoanos han entrado

Gaztelu-co echean,
en la casa del castillo (o de Gaztelu?),

nafarroquin batu dira
se han hecho uno con los navarros

Beotibarre pelean.
en la batalla de Beotibar.

Para Mitxelena este canto habria sido compuesto en fecha mucho más reciente que la de la batalla. Una de las razones seria el vocablo guipuzcoarroc, inaceptable por razones de principio y en cambio muy usual en tiempos de Zaldibia, Garibay e Isasti. En el poema de Alfonso XI, de Rodrigo de Yañez, se habla de la entrada de los navarros:

En aquesto acordaron
navarros e su companna,
con muy gran poder entraron
por tierras de la montanna.

También se refiere al desenlace de la victoria:

Aquesta los dexemos
que lepuscanos vencieron
e los fechos declaremos
que después contescieron.

El poeta Yañez vivió en la primera mitad del siglo XIV y algunos le identifican con Rodrigo Yenez de Logroño. Han tratado el tema Campión, Arocena, J. M. Zaldibia, Ubieto, y, en euskara, Fernando Urkia en "Euskal Esnalea", 1928.

Luchas entre castellanos e ingleses. Tratados internacionales (1295-1351). La especial posición de Castilla, enlazada familiarmente con las casas reales inglesa y francesa, le colocaban en una posición de equilibrio especialisima. La vieja pretensión de Leonor, esposa de Alfonso VIII, sobre la Aquitania y la Vasconia nordpirenaica subsistía en los reinados siguientes. Por el tratado de 1254 se zanjaba la cuestión en favor del inglés, solución que llevaba consigo casamiento del Príncipe de Gales con la princesa castellana Leonor, la supuesta dote aquitana. Las relaciones fueron en lo sucesivo más o menos cordiales, pero era difícil escurrirse de las disensiones entre ingleses y franceses. Sin embargo en las hostilidades franco-inglesas de 1324 se vieron envueltos todos, pero salieron adelante mediante un tratado de buena correspondencia acordado en 1344 entre Gipuzkoa, Bizkaia y Santander, de un lado, y Baiona, de otro, hecho que tenía sus precedentes en otros tratados de los años 1306 y 1309, o aquel otro de 1296 en que los pueblos de Baiona, Hondarribia, San Sebastián, Getaria, Bermeo, Castro Urdiales y Santander suscribian para eliminar sus querellas en beneficio de la prosperidad comercial.

Alfonso de la Cerda, pretendiente a la Corona de Castilla, y la devolución de las tierras vascas (1331). Se presentaba una nueva ocasión al Reino para recobrar las tierras perdidas. Cuando D. Alfonso de la Cerda se proclama pretendiente al trono castellano, entra en tratos con Juana II de Navarra, hallándose presentes en Pamplona ambos personajes. Hizo el castellano un acto de reconocimiento, en el que se decía entre otras cosas:

"Nos, D. Alfonso, ijo del infante D. Fernando... queriendo descargar las consciencias de nuestros Predecesores, et nuestra conoscemos, et decimos en verdat, que el derecho de haver, et heredar la propiedad de las Tierras de Ipuzcoa, et de Alava, et de Rioja, et de toda la Tierra, que ha seydo, et es del Reyno de Navarra... et cuanto tiempo las ha hombre tenidas embargadas, son tenidas contra Dios, et razón, usurpándoles lur derecho".

Y se pronuncia con solemnidad un poco más adelante:

"...Nos, por derecho, que havemos... libramos, desembargamos la propiedad et posesión de las dichas tierras de Ipuzcoa, de Alava, de Rioja, et de toda otra tierra sobredicha al Excelente Principe D. Phelipe (esposo de D.ª Juana de Navarra), por la gracia de Dios, rey de Navarra... et nos place, et tenemos por bien, que eyllos, et lures Sucessores Rey, et Reyna de Navarra, hayan, et. hereden, tengan, et possedezcan las dichas Tierras...".

(1320-1335). Reinaba en Castilla Alfonso XI cuya política de atracción hacia los guipuzcoanos consistió en la concesión de privilegios de población. Así, en 1320, puebla y da titulo de villa a Renteria llamándola Villanueva de Oyarzun; lo mismo a Azkoitia y a Salinas de Léniz en 1331; cuatro años más tarde, en 1335, a Elgeta; en 1343 a Placencia, llamada entonces Soraluce; en 1346 a Eibar y a Elgóibar; y finalmente a Zumaia. El fuero otorgado era unas veces redactado según el modelo de Logroño, el de Mondragón, o el de Vitoria.

Batalla del Salado (1340) y sitio de Algeciras (1342). Asistieron los guipuzcoanos llevando como caudillos a D. Pedro Núñez de Guzmán y a Amador de Lazcano, luego alcalde y gobernador de Cazorla y caballero de la Banda por nombramiento real. La batalla del Salado se dio el 30 de octubre de 1340 a orillas del río Salado (Cádiz) entre súbditos castellanos y benimerines. Del mismo modo acudieron al asedio de Algeciras, tanto por mar como por tierra. Iban los guipuzcoanos guiados por el Merino Mayor D. Beltrán Vélez de Guevara. La ayuda por mar consistió en el envio hacia el Estrecho de varios bajeles. El rey de Castilla, Alfonso XI, expidió una cédula real en la que se decía:

"Al tiempo que Nos teníamos cercada la nuestra ciudad de Algeciras por el grand menester en la goarda de la mar, que nos vinisteis a servir con naos".

Problemas pesqueros (1350). La tregua de 1344 duró poco, ya que, un año más tarde, volvían a complicar las cosas las hostilidades franco-inglesas. En vano intentó el Merino Mayor de Gipuzkoa una nueva tregua por un año. Los agravios, robos y violencias contra los guipuzcoanos provenían de sus vecinos los súbditos ingleses de la Euskalerria del Norte, Gascuña y Aquitania. La frontera guipuzcoano-inglesa corría por el Bidasoa y ambas costas pesqueras y comerciales del Golfo de Bizkaia se enfrentaban como tierras extranjeras y enemigas. En vano Gipuzkoa elevaba reclamaciones a las Cortes de Castilla porque no eran atendidas. Y no encontrando solución ninguna optaron por la acción directa apresando naves inglesas cargadas de vinos y otras mercaderías con la agravante de dar muerte a sus conductores. Lo ocurrido en 1350 fue insólito. Se preparó una fuerte escuadra de naves bien tripuladas y pertrechadas de armas y efectos con rumbo a la propia Inglaterra y dispuesta a destruir su potente marina.

La escuadra llegó a las costas inglesas enfrentándose al propio Eduardo III en una batalla encarnizada que tuvo lugar el 29 de agosto de 1350, en las aguas de Rye o Winchelsea. Ambas partes sufrieron fuertes pérdidas, pero los ingleses se atribuyeron la victoria ya que Enrique III mandó acuñar moneda por el triunfo. Al año siguiente se celebraron treguas en Londres el día 1 de agosto de 1351 entre representantes vascos, castellanos e ingleses. Los representantes fueron: Juan López de Salcedo, de Castro Urdiales; Diego Sánchez de Lupardo, de Bermeo, y Martín Pérez de Golindano, de Getaria. Estas treguas durarían veinte años tanto por mar como por tierra. Los de Baiona y Biarritz habían ajustado tregua por cuatro años con el rey de Castilla y condado de Bizkaia en el que se incluía a Gipuzkoa. Por estos tratados se podría pescar libremente en los puertos de Inglaterra, Bretaña y otros, pagando los derechos de costumbre. Más tarde el rey de Castilla confirmaba y daba por buenas estas treguas. Dos años después se celebraba en Fuenterrabía un tratado de paz perpetua, amistad y buena correspondencia entre Baiona, Biarritz, Castro Urdiales, Laredo, San Sebastián, Hondarribia, Getaria y Mutriku (1353). En consecuencia se establecieron intensas relaciones comerciales con la Rochela, Flandes y otras ciudades y puertos de soberanía inglesa con el consiguiente número de establecimientos y factorías (ver Guerra).

Tratado entre navarros y aragoneses: el caso de Gipuzkoa y demás tierras occidentales (1363). La entrevista de Carlos II de Navarra y Pedro IV de Aragón con motivo de las luchas con Castilla se celebró en Uncastillo en agosto de 1363. Aragón había sido derrotado en el tratado de Murviedro celebrado en julio del mismo año. Ahora navarros y aragoneses suscribían un tratado secreto para repartirse el reino de Castilla si llegaban a conquistarlo. A Navarra se le entregaría el occidente de lo que había sido reino vasco, es decir, Castilla la Vieja, Soria, Agreda, Álava, Gipuzkoa y Bizkaia. Aún asi y todo, el rey de Aragón prometía al de Navarra el viejo territorio de Jaca y su comarca. Esto, en el caso de que el rey de Navarra diese muerte o apresase al de Castilla. Había otras cláusulas más que acentuaban la fantasía e irrealidad de lo acordado.

La guerra entre Pedro I el Cruel de Castilla y su hermano Trastamara: El problema de Gipuzkoa (1358-66). En esta feroz contienda se mezclaban muchos factores. Franceses y aragoneses se situaban a favor de D. Enrique y los ingleses de Aquitania (Guyena) a favor de Pedro el Cruel, lo mismo que los navarros. Todos se alineaban según sus conveniencias y rivalidades. Carlos II "El Malo" de Navarra, en medio de esta encrucijada, no tenía más remedio que jugar la baza a base de convenios insinceros que cumpliría o no según su conveniencia. Ya en 1358 D. Pedro el Cruel enviaba cartas a Guipúzcoa y a Bizkaia para que retuvieran sus navíos en los puertos para incorporarlos a la armada que preparaba contra Aragón. En 1366 llegaba D. Enrique a Burgos escoltado por la Gran Compañía, formada de tropas extranjeras, y se proclamaba rey de Castilla. Pedro el Cruel ante eso huye a Galicia, embarca en La Coruña y se dirige a San Sebastián llevando consigo a sus hijos y tesoro, con destino a Baiona, lo que le permite entrevistarse con Carlos II de Navarra y el Príncipe de Gales. De esta entrevista sale un convenio que firman en Libourne el día 23 de setiembre de 1366.

Su importancia es que se estipulaba, además de pagos en dinero, la devolución a la Corona navarra de las regiones detentadas por Castilla: Álava, Gipuzkoa y Rioja. Pero se entera de ello D. Enrique y envía urgentemente al arzobispo de Zaragoza a Santa Cruz de Campezu para entrevistarse con el rey de Navarra. También D. Enrique se comprometía hipócritamente, como D. Pedro, a la restitución de aquellas regiones, con la condición de que el navarro cerrara los puertos pirenaicos a las tropas de su hermano y a las inglesas reunidas en Guyena, fronteriza con Gipuzkoa. El astuto Carlos II urdió una comedia, larga de explicar. Simuló una emboscada cerca de Roncesvalles en la que le hicieran prisionero y que permitiera asi al Príncipe de Gales y a D. Pedro pasar camino de la Rioja sin aventurarse a hacer la expedición por tierra guipuzcoana. Los expedicionarios llegaron y destrozaron a los castellanos en Nájera el 3 de abril de 1367 y el mismo D. Enrique hubiera perecido al no salvarle la vida el alavés Ruiz Fernández de Gauna.

(1367). Se reunieron en Olorón (Bearne) en 1367 los representantes del rey de Navarra, Carlos II, del Príncipe de Gales (Duque de Aquitania) y del rey de Aragón para tratar de cómo actuar en la guerra civil castellana. Los embajadores de Navarra fueron D. Enrique Martínez de Lacarra, el Deán de Tudela, el Prior de la Orden de San Juan de Jerusalén en Navarra y el de Santa María de Falces. Reivindicaron -para Navarra, como dice Ortueta- las tierras de Álava, Guipúzcoa, Rioja y Comarca de Montes de Oca. Al Príncipe de Gales se le reservaba el Señorío de Bizkaia incluido Castro Urdiales.

Entrega alavesa y levantamiento guipuzcoano (1368). En marzo de 1368, Logroño, Vitoria, Salvatierra y Santa Cruz de Campezu, villas principales, siguiendo el común sentir de los alaveses, volvieron a la Corona navarra a tenor de los tratos del rey Carlos II. En el mes de octubre del mismo año Carlos II entró en Gipuzkoa, al amparo de un levantamiento de sus partidarios que eran leales a su causa ya desde 1350 e incluso habían acudido con los navarros a las campañas de Normandia. Se trataba de una hueste de 297 guipuzcoanos al frente de Pedro de Amézqueta. Carlos II creyó por un momento llegada la hora de la ansiada restauración del Reino, pero habiendo muerto Pedro el Cruel en marzo de 1369 quedaba triunfante en el trono de Castilla su hermano natural Enrique. De nuevo quedaban las cosas como antes. Uno de los personajes guipuzcoanos pro-Navarra fue el señor de Oñate, D. Beltrán Vélaz de Guevara, a quien Carlos II otorgó ciertas mercedes en documento del 26 de agosto de 1368.

Concordias entre lugares y villas (1374-1385).A partir del siglo XIII y durante el XIV se van erigiendo en Guipúzcoa nuevos centros de población, principalmente mediante la fundación de villas, al amparo de privilegios y otras ventajas para sus moradores. Muchas veces ciertos lugares hacian una escritura de concordia agregándose a las villas más cercanas, y siempre conservando cada cual su demarcación territorial, propiedad y goce de montes y concejos particulares. Serapio Mújica resume la situación de esta forma:

"A su vez las villas aumentaban con esta anexión en honor y reputación y crecia su representación en las Juntas de la Provincia. Los lugares que en la forma expresada se agregaron a la villa de Tolosa, entre los años 1374 y 1392, fueron los de Abalcizqueta, Aduna, Albiztur, Alegria, Alquiza, Alzo, Amasa, Amézqueta, Anoeta, Asteasu, Batiarráin, Belaunza, Berástegui, Berrobi, Cizúrquil, Elduayen, Gaztelu, Hernialde, Ibarra, Icazteguieta, Irura, Leaburu, Lizarza, Oreja y Orendáin. La universidad de Andoáin hizo igual sumisión a la villa de Tolosa el año 1475. A la villa de Segura se unieron los lugares de Alzaga, Arama, Ataun, Beasáin, Gainza, Isasondo, Legorreta y Zaldivia, por escritura de 8 de abril de 1399. A consecuencia de la fundación de la villa de Villarreal de Urrechu se agregaron a la vecindad de la misma las colaciones de Zumárraga y Ezquioga, por escritura del 11 de diciembre de 1383 la primera, y por escritura del 29 de octubre de 1385 la segunda. Más tarde por R. P. de 15 de julio de 1405 quedaron los tres pueblos sometidos a la jurisdicción de Segura".

No es fácil dar con el origen de las luchas entre los llamados Parientes Mayores o Aundikis. Su duración documentada, por más de dos siglos, induce a creer que las causas fueron muy hondas y habria que buscarlas primero en la rivalidad de jefes de linaje con motivo de la desmembración tribal del Reino y en el choque posterior de linajes íntegros y villas recién fundadas. Lope García de Salazar lleva los origenes a más allá del 1200. Efectivamente; aunque los nombres de oñacinos y gamboínos no suenen hasta mucho más tarde, parece ser que las rivalidades públicas de los señores de la tierra no trascienden hasta que el Reino es repartido en 1076 entre castellanos y aragoneses, con motivo del fratricidio de Peñalén. Es fácil de prever lo que ocurrió en el pais al ser desposeídos de su autoridad unos y suplantados por otros. Un ejemplo, que puede ser válido para Guipúzcoa, se ve claro en el valle de Ayala, donde, los desposeídos de 1076 vuelven al poder más tarde al dominar el Batallador. Quedan entonces, como en 1200, los señores principales separados en pro-Navarra y en pro-Castilla, o mejor dicho, en desposeidos y suplantadores. Tal fue, al parecer, el caso de las casas de Oñaz y de Gamboa. Más tarde, la fundación de nuevas poblaciones bajo forma de villas, crea una nueva sociedad frente a la anterior castiza. La guerra que se hacen los bandos es tan feroz, tan larga, y sin arreglo posible, que, a no dudarlo, entran en juego intereses y derechos vitales. Vieja y nueva sociedad, nuevas capas y sociedad gentilicia entran en colisión. Ver Bandos, Aristocracia.

Sobre castigo a los banderizos. Las villas y lugares de Gipuzkoa nombraron sus procuradores a Juntas para tomar medidas contra los Parientes Mayores y sus parcialidades. Se reunió la Junta en San Sebastián en 1379 con el ánimo de castigar y reprimir las muertes y "desmanes". Se comenzó por acordar dos preceptos terminantes:

"Que ningún vecino ni morador de las villas e logares de la dicha tierra de Guipúzcoa, nin de alguna de ellas, non entre en treguas algunas de los bandos de Oñaz et de Gamboa, nin de otros cualesquier escuderos de la dicha tierra; e si lo ficiere, que peche en pena al nuestro merino seiscientos maravedis".

En la segunda disposición se ordenaba que, en caso de revuelta, ningún guipuzcoano saliese de sus casas para tomar parte en ella. Esto fue sólo un comienzo. En las Juntas de Tolosa de 1387 se juntaron ya para juramentarse de restablecer la paz y sosiego, y castigar a quienes se alzasen en guerra, acuerdos reiterados en la Junta de 1391. Se toma, durante estos años, la transcendental decisión de allanar y demoler los castillos y torres fortificadas de los banderizos.

Alcalde de hermandad y Ordenanzas. Ambas fueron acontecimiento porque de ellas datan dos instituciones muy importantes en la historia guipuzcoana, los alcaldes de Hermandad, creados en las Juntas de Tolosa de 1375, y las Ordenanzas de la Hermandad, de forma muy definida, acordadas en 1397 en la Junta celebrada en el coro de la iglesia de San Salvador de Guetaria bajo la presidencia del famoso corregidor Gonzalo Moro que lo fue también de Bizkaia y de Las Encartaciones. (Vide supra: Instit. Públicas). En ellas se especificaban los delitos y sus severísimas penas, casi todas de muerte, lo mismo para el autor que para el encubridor. Se acordó incluso premiar a los guipuzcoanos que prendiesen o matasen a todos los "acotados", es decir los condenados por los alcaldes de Hermandad. Pero la disposición transcendental de la Junta fue el ordenar allanar y destruir las casas-torres de los Parientes Mayores, disposición que suele atribuirse erróneamente a Enrique IV. Los alcaldes de Hermandad iban asestando duros golpes al poderío banderizo, siendo el definitivo el de allanar y quemar sus casas-torres donde se creían omnipotentes.

(1393). Una flota tripulada por andaluces, vizcaínos y guipuzcoanos zarpó de Sevilla en 1393 con autorización de Enrique III para explorar las costas de Africa. Al pasar frente a Canarias las llamas del volcán de Tenerife asustaron hasta tal punto a los expedicionarios que desde entonces la llamaron Isla del Infierno. Pasaron por alto sin atreverse a abordarla, pero descendieron en Lanzarote, que saquearon, volviendo a España con 160 indigenas, entre ellos, un rey y una reina, cera, pieles y otras producciones. Informaron al rey Enrique III que aquellas islas eran "ligeras de conquistar", pero el monarca no autorizó más expediciones.

1448. El señor de Butrón, caudillo de los oñacinos, se vio encerrado en la villa; los gamboínos le pusieron sitio y ante la desesperada resistencia recurrieron al incendio como único medio de hacerles salir de la villa. El señor de Butrón, víctima de la traición de su partidario Lope de Unzueta, queriendo huir por el camino de Bergara, cayó en una emboscada donde murió al igual que su hijo Juanicote y su sobrino Presebal. El conde de Oñati Beltrán de Guevara saqueó la villa. El episodio dio origen a célebres cantos épicos en euskara.