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Estella - Lizarra

Corridas de toros. Estella tiene una gran tradición taurina. J. M. Lacarra recoge (Las corridas de toros en Estella, "P. de V.", 1942, pp. 316-319) la siguiente recensión histórica: Por lo que hace a Estella, sus archivos parroquiales son ricos en noticias de corridas de toros y acreditan el interés y tesón con que los parroquianos defendían su celebración; lo que no sabemos es si les acompañaba el jolgorio popular que a las de ahora, y si los estelleses se divertían tanto como en nuestros días con los populares encierros. Ya en 1393, según una cédula conservada en el archivo de Navarra, el rey Carlos III el Noble hizo matar un toro el día de San Juan Bautista; actuó de espada un tal Juan de Sant Ander "matatoros" y le pagaron once libras y trece dineros. [Arch. de Navarra, Comptos, caj. 69, núm. 26]. Desde tiempo inmemorial se corrían toros en la plaza de los Fueros -plaza del Mercado Nuevo o de San Juan- el día siguiente a San Juan Bautista. Organizaba la corrida la parroquia, para lo cual pedía permiso al Ayuntamiento. Ella ponía los tablados y los alquilaba. Las primeras noticias que de esta fiesta he recogido son del año 1590 en que se pagaron a un tal Unzué y a Fermín de Arellano cuatro ducados por su actuación. En 1596 ayudó la parroquia con otros cuatro ducados para pagar a los toreros Pedro de Guevara y Felipe de Tafalla. Desde estas fechas abundan las noticias relativas a este festejo. En 1701 se encargaron seis novillos para la fiesta de San Juan y dos para la víspera. En 1751 se corren seis toros y además se matan dos. A la fiesta taurina hay que agregar las danzas, música y otros regocijos que también pagaba la parroquia. En 1588 se gastaron para la fiesta de San Juan cuatro ducados, sin contar otros dos que se gastaron en pólvora para los arcabuceros. En 1590 se pagaron a Lope de Mendico dos reales por unas "hierbas buenas y para vino a los atambores la víspera". En la misma parroquia de San Juan se celebraba otro festejo con gran solemnidad: era la fiesta del Sacramento, o mejor dicho de su octava. Para ello traían músicos de Pamplona, Logroño y Calahorra. Había varias personas encargadas de organizar danzas que cobraban sus buenos ducados. En 1588 Juan de Iturgoyen organizó una danza de gitanos y le dieron cinco ducados. Para amenizar la danza traían juglares, atabaleros, tamboriles, etc. A1 padre Herrera, que predicó en dicha fiesta del octavario, le dieron un cabrito, seis pollos y una cabeza de ternera, que costaron trece reales. Además de danzas había representaciones, pero no sabemos en qué consistían. Esta afición a los toros estaba tan extendida, que, como decimos, para festejar el suceso más íntimo se organizaba una corrida. En la parroquia de San Juan dieron una por haberse regalado un manto a la Virgen de las Antorchas y en 1673 se organizó otra de dos toros en la plaza de San Martín por haber ascendido D. Jerónimo de Eguía. Las fiestas oficiales, organizadas por el Ayuntamiento y dedicadas a los santos patronos se han celebrado siempre con corridas de toros. A1 acordarse el traslado de la festividad de San Andrés desde su día propio al primer domingo de agosto en el año 1625, se determinó celebrarlas "con fiestas públicas de toros". En 1629 el virrey de Navarra mandó desembargar tres toros que la ciudad de Pamplona embargó de los que la de Estella tenía contratados para su fiesta el día de San Andrés (lunes 1 de agosto) y decía que se corrían nueve toros con caballeros, y cuyos toros estaban en Mendavia. De 1650 hay una comunicación del alcalde de Estella al abad de Irache, de cuyo monasterio era a la sazón la granja y término de Legardeta, rogándole permitiera pastar en ese paraje los toros de la corrida general que había de celebrarse el día 8 de agosto inmediato. En estas fiestas de agosto solían correrse dos toros en la plaza de San Martín, la víspera del primer domingo de agosto, y el lunes en la plaza del Mercado Nuevo, hoy de los Fueros. La corrida se celebraba después de vísperas y los vecinos cedían forzosamente al Ayuntamientos las ventanas y balcones que daban a la plaza. El Ayuntamiento, vistas las malas condiciones que reunía la plaza de San Martín, pues estaba mal empedrada, no había más balcones que los de la Casa de Ayuntamiento y los de una casa del monasterio de Irache, y pocas ventanas aprovechables, pues un lado lo ocupaba el palacio del duque de Granada; y vistas además las reducidas dimensiones de dicha plaza, ya que no había sitio para poner tablados ni cabían la décima parte de los vecinos, trataba por todos los medios posibles de trasladar todas las corridas a la plaza del Mercado. Con este motivo tuvo el Ayuntamiento largos pleitos con la parroquia de San Pedro, que defendía los dos toros llamados de San Andrés de la plaza de San Martín como cosa propia, y que no terminaron hasta avanzado el siglo XIX. [La documentación se guarda en el Arch. parroquial de San Pedro La Rua]. En 1667 y 1673 comenzaron los pleitos, que siempre eran fallados en favor de la parroquia. Entre otras cosas, decía el Ayuntamiento que él pagaba todo el gasto de las corridas; que por estar la plaza empedrada con piedras muy menudas no lucían en ellas los toros porque con facilidad resbalaban y quedaban amedrentados, y que a causa de las maderas y otros embarazos que se colocaban en la plazuela de San Martín no podía asistir gran parte de la gente a las vísperas que el sábado se celebraban en la parroquia de San Pedro y era muy poca la que asistía a ellas. Solamente en ocasiones extraordinarias se autorizaba la corrida de los toretes de San Andrés en la plaza de San Juan. Esto sucedió en 1724, que en atención a que se celebraban en Estella Cortes Generales y habría gran concurso de gentes, el virrey, conde de las Torres, y los tres Estados permitieron, sin que sirviera de precedente, que se corriesen los dos toros de vísperas en la plaza de San Juan. En 1779 estaba el virrey en Estella y se hospedaba en la plaza de San Juan; el Ayuntamiento, que trataba de obsequiarlo, solicitó y le fue concedido celebrar la corrida en dicha plaza. Las discusiones y riñas entre el municipio y la parroquia de San Pedro continuaron todavía por bastante tiempo. En 1781 trataba la parroquia de celebrar con solemnidad la fiesta de San Pedro: habría vísperas, misa y sermón, y solicitaba del Ayuntamiento su asistencia, al mismo tiempo que le pedía permiso para correr unos novillos la víspera. El Ayuntamiento accedió a lo primero, mas para lo segundo mandó que pusiesen paraje cómodo. La parroquia propuso la plaza de San Martín y el Ayuntamiento respondió: "No ha lugar por ahora". En 1803 quiso celebrar el Ayuntamiento el matrimonio del entonces príncipe de Asturias y que había de ser luego Fernando VII. Se anunciaron en los programas las corridas para los días 27, 28 y 29 de agosto en la plaza de San Juan. Mas la parroquia de San Pedro hizo una oposición enérgica. El Ayuntamiento, ante el temor de no poder cumplir lo anunciado, propuso a la parroquia que se corriesen dos toros en la plaza de San Martín el día 26 por la tarde. La parroquia se negó. Propuso entonces el Ayuntamiento que se corriesen el día 27 por la mañana, entre nueve y diez, y la parroquia, previo informe de D. Felipe Baraibar, accedió a la petición. Todavía en 1815 se planteó una cuestión análoga con motivo de unos novillos embolados. Supongo que estas pequeñas peleas terminarían con la construcción de la Nueva Plaza de Toros, levantada por iniciativa particular en los tiempos de Cúchares, a la entrada de la ciudad por el portal de San Agustín. La plaza fue construida de piedra sillería en gran parte, teniendo un aspecto soberbio y elegante. Su coste se elevó a muchos miles de duros que su propietario no reparó en gastarlos. La Nueva Plaza de Toros, como se tituló, de don Esteban Larrión, fue inaugurada con tres corridas los días 29, 30 y 31 de agosto del año 1845 y una novillada el día 1 de setiembre del mismo año, para los aficionados. Se mataron veintisiete toros, tres por la mañana y seis por la tarde, de las ganaderías de D. Ramón López, de Ejea de los Caballeros, con divisa azul; de D. Francisco Lizaso, de Tudela, con divisa azul celeste, y de D. Pablo Elorz y D. Matías Bermejo, de Peralta, con divisa amarilla, siendo toreados y estoqueados por Francisco Arjona (Cúchares) y su maestro Juan León y su cuadrilla, compuesta de cuatro picadores, seis banderilleros y el Zapaterillo. Un palco costaba doscientos cuarenta reales vellón por todas las corridas; el tendido, cuatro reales por la mañana y seis por la tarde, y los novillos corridos fueron de las vacadas de Villafranca y Tudela. El 14 de junio de 1848 se celebró una novillada, y desde entonces cerráronse sus puertas al público, no sabemos por qué, quedando abandonado el circo taurino a la acción del tiempo, que ha ido imprimiendo en sus ruinas un grato perfil de antigüedad clásica. Después se corrían las vaquillas en la plaza de los Fueros, que el Ayuntamiento preparaba con barreras y tablados, hasta que en 1917 se inauguró la actual plaza de toros, obra del arquitecto estellés D. Matías Colmenares, con los espadas Francisco Posada y Francisco Peralta (Facultades), que actuaron los días 2 y 3 de setiembre, y con un charlotada el día 4".