Pintoreak

Cerrajería García, Iñaki

Descuella en los años ochenta con una pintura que versa en torno a la representación de seres humanos y animales -caballos-, y detalles ambientales, plasmados con trazo ágil y nervioso. Seres, elementos y objetos distorsionados o ligeramente emborronados en su constitución figurativa, claramente dibujística, por una pincelada suelta e imprecisa: en movimiento. En la factura de estas obras hay una remisión inmediata a un cierto formalismo neo-expresionista con débitos irónicos y recursos próximos a la caricatura y la ilustración.

El diseño de enfoques originales y la preocupación por la visión de perspectivas inestables, con un uso estudiado de los escorzos, confieren a sus composiciones un fuerte dinamismo sobre el plano pictórico. También resultó muy ponderada en esta época las interpretaciones que elaboró de varios estudios o ateliers de artistas amigos. Tras estas series hay un cambio sustancial. En su exposición individual en la Sala Vanguardia del Museo San Telmo, en octubre de 1991, recurre a la presencia repetida y seriada, a la par que variada, de animales -camaleones- y peces que deviene todo ello en un lenguaje simbolista. Es un trabajo casi abstracto, tal como comentó Juan Manuel Bonet, aunque la praxis aplicada fuera, en esencia, figurativa.

Con la serie Señuelo, mostrada por vez primera en la Galería Trayecto en mayo de 1993, Cerrajería juega en los soportes pictóricos, que modula en diferentes partes, con la ilusión y los efectos ópticos del paisaje natural: el cauce y las orillas de un río real o imaginario. Formas, colores, luces y ambientes que si bien tienen en origen un trasfondo naturalista, se truecan en imágenes plásticas eminentemente pictóricas, por tanto, subjetivas ante la contemplación del espectador.

Este interés manifiesto por la ortodoxia de la pintura, por el dominio de la forma, el color y la materia pictórica, alcanza un punto elevado en la muestra Un instante, acontecida en la Sala Amárica en junio de 1996. El placer de trabajar en series o por secuencias, potenciando el acto de pintar, se aprecia otra vez en la Galería Trayecto, en noviembre de 1998, cuando colorea espontáneamente sesenta piezas abstractas en finos cartones.

Así, en la obra de Cerrajería se va apreciando una meditada voluntad de evolución: desde el realismo irónico, expresivo y distorsionado de sus primeras telas, a la utilización de imágenes simbólicas a principios de los noventa, pasando después por sublimar aspectos de la naturaleza, tema del río, para ahondar más tarde en el proceso interno de la propia pintura. Un juego de ilusiones pictóricas entreveradas que se atisba en las obras colgadas en la Galería Diario Vasco de Donosti, en febrero de 1999. Asimismo, el papel determinante que desempeña la fotografía en sus trabajos, latente unas veces, más soterrado otras, se recupera en la exposición Taller de la Galería Vanguardia de Bilbao, en septiembre de 2000.

En la actividad plástica de este autor, se ha de analizar por separado su actividad de pintor de la de dibujante. En este sentido, no debe olvidarse su cometido como ilustrador y humorista gráfico primero en el diario Deia y posteriormente, desde mediados de los ochenta, en el periódico El Correo.