Udalak

Cáseda

El entramado urbanístico de la villa de Artajona se encuentra emplazado en un cerro en el que en su parte más alta, se halla la fortaleza medieval del Cerco presidida por la parroquia de San Saturnino. El resto de la villa desciende progresivamente hasta el llano, originando de forma irregular la estructura de sus calles, al estar las mismas, adaptadas a la orografía del terreno. Ha sido Artajona un territorio poblado desde épocas remotas y prueba de ello, son los restos de las civilizaciones prehistóricas que se encuentran en la villa. Destacan en gran medida los conjuntos monumentales formados por los dólmenes de Eneriz y La Mina. El dolmen del Portillo de Eneriz pertenece al periodo Neolítico y posee una galería de enterramiento dividida en dos cámaras. El dolmen de La Mina corresponde con el mismo periodo y la factura del mismo es similar, destacando la forma oval que presentan sus dos cámaras. Son monumentos megalíticos de gran envergadura, que contrastan con el pobre ajuar funerario que se ha encontrado en ellos. De fechas más tardías posee la villa un poblado de la Edad del Hierro, denominado de El Dorre y primitivos asentamientos de época romana como el de Artadia y sobre todo, sobre el que se asienta en la actualidad la villa.

Si bien destaca Artajona por los restos de su arquitectura religiosa, no son de menor importancia los correspondientes a la arquitectura civil, ya que en la cima de su poblado se alberga el Cerco, que corresponde con una de los más relevantes núcleos defensivos medievales de Navarra. El conjunto del Cerco es un impresionante recinto amurallado del siglo XIII, flanqueado actualmente por nueve torres defensivas y cuyo núcleo arquitectónico más importante corresponde a la parroquia de San Saturnino explicada en el apartado de arquitectura religiosa. Estas torres al igual que la muralla, están construidas en sillería y coronadas por almenas. Al perímetro amurallado, solamente se podía acceder desde varias puertas medievales situadas en el mismo. Únicamente se conservan dos de los primitivos accesos al casco antiguo denominados "el portal de la Remagua" y el "portal de San Miguel" respectivamente. Destaca en el interior del Cerco, en los aledaños de la parroquia, una casa enclavada en la estructura de la propia muralla y que además se asienta también en la propia roca del terreno. Saliendo del recinto superior del perímetro amurallado, extramuros, se ubica el caserío de Artajona, de periodo más tardío.

El casco urbano es una perfecta adaptación del entramado arquitectónico a las condiciones del terreno; las calles presentan una disposición irregular, con edificaciones asentadas en zonas de verdaderas pendientes. En el núcleo de sus calles se asientan numerosas edificaciones civiles que datan desde el siglo XVI hasta prácticamente el siglo XX. La calle Mayor llamada también calle Barredinda, se encuentra engalanada por las espectaculares fachadas de sus casas y palacios. Destacan los números 5 y 27 de esta calle principal. El número 27 es un palacio del siglo XVII construido en aparejo de sillería. Su fachada está dividida en tres cuerpos rematados por un espectacular alero sobre ménsulas de madera. Sobresale en el conjunto el piso intermedio o central compuesto por cinco vanos adintelados y por un gran balcón corrido sobre toda la longitud de los mismos. En el número 5 de la misma vía, se aloja otra casa señorial de principios del siglo XVII, con fachada dividida en dos cuerpos de aparejo en sillar. Consta el conjunto de vanos adintelados a excepción del que forma el pórtico de acceso, que es de medio punto fiel a los modelos constructivos del siglo XVI. Como elementos decorativos más relevantes del conjunto, se citan el escudo situado en el dintel del pórtico de acceso, el alero decorado con grandes ménsulas talladas y el balcón ubicado en el segundo cuerpo que conserva los motivos de forja antigua.

El segundo núcleo por importancia se sitúa en la plaza de lo Fueros. Está ubicada en el centro de la villa y alberga en su seno, varios palacios que oscilan desde el siglo XVI hasta el XVIII. En la esquina de la plaza se aloja un a palacio del siglo XVI con aparejo de sillar, en el que destaca como elemento ornamental un vano de forma geminada. Un ejemplo de la arquitectura barroca del XVIII de esta plaza, es una construcción de sillarejo con una fachada dividida en tres cuerpos. Posee vanos rectos, característica común de este periodo y destaca en su tercer piso, un gran escudo decorativo rococó de mediados del siglo XVIII. En la calle de San Pedro destacan varias construcciones de los siglos XVI y XVII. Destaca el número 2 de la vía, con una construcción en sillarejo del siglo XVII. La estructura de su fachada está dividida en dos cuerpos con vanos rectos destacando el que corresponde asimétricamente al pórtico del edificio. Como elementos decorativos destacan el escudo decorativo situado en la clave del portal, así como el alero decorado mediante ménsulas de madera. En la misma calle, se alberga una casa correspondiente al siglo XVI. Su fachada está dividida en dos cuerpos con noble aparejo en sillar. El cuerpo inferior guarda en su estructura elementos característicos de la época tales como un pórtico de acceso de forma apuntada, así como un vano de traza geminada. Pero los elementos ornamentales de mayor belleza del conjunto residen en el segundo cuerpo de la construcción con un friso de ventanas geminadas, decoradas para la ocasión con un arco característico de la época como es el conopial. En la calle Eugenio de Mendióroz se alojan varias casas palaciegas de los siglos XVI al XVIII; en el número 16 se encuentra situada una casa del siglo XVII, que conserva en su pórtico de acceso un vano apuntado con arco conopial del siglo XVI. Como elemento decorativo la fachada de sillar presenta un escudo del siglo XVII. Es muy frecuente encontrar en esta vía arcos conopiales del siglo XVI como elementos estructurales de las portadas de sus edificios. De esta forma, destaca el número 13 de esta calle y otra construcción en la parte más alta de la vía perpendicular a la calle de San Juan.

Otra calle en la que destaca y se repite esta tipología constructiva es la calle de la Cuesta de la Cruz. En ella, se albergan diferentes edificaciones de los siglos XVI y XVIII; en su parte superior, se ubica una casa del siglo XVIII de aspecto palaciego. La estructura de la fachada está dividida en dos cuerpos en sillarejo. Destaca el arco de medio punto típicamente barroco, que conforma el pórtico de entrada del primer cuerpo. El elemento ornamental más representativo de la fachada es un escudo decorativo de grandes dimensiones fechado en el siglo XVIII. Una de las calles más ricas en cuanto a arquitectura civil del siglo XVI se refiere, es la calle Lasterra y Jerusalén. En ella, se albergan en los números 7 y 1 respectivamente, casas de construcción en aparejo de sillería, donde el elemento más representativo de su estructura corresponde con sendos portalones de medio punto decorados con escudos decorativos en fechas posteriores. Para concluir con la enumeración de edificios enmarcados dentro de la arquitectura civil de la villa, se localizan el Ayuntamiento, así como el Mercado y las escuelas municipales.

El Ayuntamiento se encuentra ubicado enfrente de la iglesia de San Pedro. Se trata de una construcción moderna de la segunda mitad del siglo XX, que mantiene en su fachada como pieza más valiosa un escudo correspondiente a la segunda mitad del siglo XVI. El mercado y las escuelas, son un conjunto de finales del siglo XIX, enmarcado dentro de los parámetros del arte neoclásico. Esta concebida la construcción con una fachada de tres cuerpos, siendo el inferior de piedra de sillería y arcos de medio punto. Los cuerpos superiores están construidos en ladrillo y comparten la estructura inferior en forma de grandes vanos de medio punto.

La villa de Cáseda queda al sur del río Aragón, en alto, y es un ejemplo de pueblo-puente. En su silueta destaca la torre de la iglesia a la que antiguamente se le añadía la figura del castillo que ya en el siglo XV estaba en mal estado. Hoy en día esta villa constituye un conjunto de casas apiñadas que ha ido creciendo desde la edad media hasta el siglo XIX. Su aspecto actual es muy cuidado y ha perdido en cierta manera los tonos ocres o grisáceos característicos de los pueblos de la zona.

En su estructura dentro del casco urbano se diferencian, con trazados irregulares, varios núcleos. Uno central con una calle circundante en lo más alto, otro más abajo, que sube de la parroquia por la calle Palazón a la plaza del Castillo donde se sitúan dos plazas. Otro conjunto de edificaciones está dispuesto en la parte baja del caserío.

Por las tortuosas calles Palazón, Hospital, Mayor, de la Cinta, Sol que finaliza con el ábside de la iglesia, del Cantón, la plaza del Mercado y la de Oriente, la Bajada de la Fuente, donde se localizan los restos de un inmueble del siglo XVI y la Bajada de San Blas, algunas de ellas callejuelas con escalones, se pueden observar distintas casas, muchas de ellas populares con tres y cuatro cuerpos de sillarejo, dinteles de madera sobre ménsulas de piedra o con puertas de ingreso con arcos de medio punto o apuntados y aleros de madera.

Entre las construcciones destaca el antiguo hospital, con dos niveles de sillarejo con cadenas de sillar en las esquinas y diferentes vanos. Muchas casas tienen marcadas inscripciones que permiten datar las construcciones: siglos XVIII, XIX, algunas con escudos barrocos. La calle del Cantón desemboca en la plaza principal de la villa, la llamada plaza de Oriente, cuyo trazado es un rectángulo irregular que aprovecha en uno de sus lados un lienzo de altos muros de pequeño sillarejo con un torreón que pudiera corresponder a la antigua parte defensiva. En este torreón en forma de talud y en los muros de la muralla se encuentran distintos vanos rectos correspondientes a diferentes épocas así como miradores de época reciente que alteran la apariencia del conjunto. El resto de las edificaciones que cierran los otros lados de la plaza son relativamente modernos salvo la parte trasera de la Cárcel.

Para terminar el recorrido, dejando atrás la fuente se encuentran los restos de un puente antiguo de un solo ojo de medio punto y calzada horizontal.

En su término municipal, Cáseda contó con varias ermitas, algunas de ellas ya desaparecidas como las de San Andrés, San Bartolomé, San Blas, San Jorge, San Martín, San Pedro, Santa Águeda y Santa Fe. Quedan restos de la de San Isidro, más alejada, la del Sagrario, la de San Felipe y Santiago, situada en un monte frente al casco urbano y que ha sufrido su última restauración en 1981.

La más importante es la ermita de San Zoilo, se encuentra a tres kilómetros del casco urbano de Cáseda, en la carretera que desde esta localidad lleva a Carcastillo. Se trata de un templo gótico, del siglo XIV, y su origen se encuentra vinculado al obispo de Pamplona Arnaldo de Barbazán y al hospitalero Pedro de Olloqui, personaje relacionado con la construcción de las iglesias de Cáseda y Cirauqui.

En planta consta de una única nave, dividida en cuatro tramos, rematada con una cabecera pentagonal algo más estrecha. Se trata de una disposición bastante común en los templos navarros de los siglos XIII y XIV.

Los muros son de buena sillería, y se articulan mediante columnas adosadas y pilastras. Rematan en altura con ménsulas encastradas en el muro, que llevan decoración figurativa con temas como Daniel en el foso de los leones, un animal entre dos figuras humanas, un ángel que porta un salterio, un músico tañendo la vihuela, un águila capturando un animalillo etc. En los capiteles se ven otras figuras de difícil interpretación, así como decoración vegetal variada. A los pies de la nave hay un coro alto de madera, sostenido por pilares en cuyos capiteles pueden verse un felino, un rostro humano, un ciervo con dos pájaros, un castillo etc. El interior se ilumina con varias ventanas apuntadas, con tracerías de raigambre gótica, y en el muro de los pies hay un ojo de buey de diseño también gótico.

La nave se cubre con bóveda de crucería, mientras que la cabecera recibe una bóveda de seis paños, cuyos nervios apean en una moldura encastrada en el muro.

Al exterior, llama la atención el hecho de que la ermita se asiente sobre un riachuelo que cruza el terreno a la altura del segundo tramo de la nave. El problema derivado de este hecho se solventó elevando dicho tramo sobre una bóveda de cañón, bajo la cual corre el agua. El tejado tiene un perfil ondulado, adaptado a los tramos del interior de la nave, y utiliza lajas de piedra como material de cierre. La puerta se abre en un cuerpo saliente situado también en el segundo tramo. Consta de un arco abocinado de medio punto y con ocho arquivoltas. Una moldura triangular, a modo de tejaroz, remata en alto con las armas de los Navarra-Evreux. Las claves del acceso muestran las armas de Arnaldo de Barbazán, el Agnus Dei, un caballero con espada y un rostro humano, mientras que en la arquivolta exterior figura el escudo del hospitalero Pedro de Olloqui. En el tímpano se aparece la figura del Salvador junto a la de San Zoilo y otros personajes.

La parroquia de Santa María, un edificio gótico del siglo XVI, se encuentra construida sobre el mismo solar que ocupó el primitivo templo medieval en la parte alta del pueblo. De esta fábrica medieval solo se pueden observar algunos restos en la parte inferior de la torre. Levantada en el siglo XVI sigue la conocida estructura de gran nave de dos tramos con pequeño crucero de brazos desiguales y cabecera poligonal. Las obras no finalizaron hasta 1570 y fueron ejecutadas por Miguel de Iriarte, ayudado por Juan de Anchieta. Tras la restauración efectuada en 1987, todos los muros interiores están enlucidos salvo las cubiertas y los elementos sustentantes. Las cubiertas apoyan sobre la moldura de la línea de imposta salvo en el tramo del coro que lo hacen en pilastras semipentagonales cajeadas con moldura de motivos vegetales a modo de capitel. En el arco interior de la cabecera y en los ángulos interiores de las capillas del crucero se encuentra soportes fasciculados de tradición gótica. Por todo el templo, a la altura de los capiteles corre una moldura en forma de escocia entre un pequeño filo por la parte superior y un par de baquetones en la inferior. Como cubiertas el templo utiliza bóvedas estrelladas con nervios mixtilíneos de variados diseños, como estrellas y flores de rombo en su interior, en otros casos sin rombo, o de tercelete con círculo central, y todas con claves lisas sin decorar. La iluminación llega a través de una serie de vanos en el lado de la Epístola, ventanas de medio punto abocinadas con sus molduras apoyadas en pequeños capiteles prolongados en columnillas en los tramos de la nave y dos óculos abocinados y moldurados en el crucero y en el paño de entrada a la capilla mayor.

Un coro alto del siglo XVI se sitúa a los pies, prolongado por corredores resultado de una ampliación del siglo XVIII. La clave del arco responde al modelo popularizado por Diego de Sagredo en su tratado Medidas del Romano... (1526). La sacristía barroca se encuentra adosada a la cabecera por el lado del Evangelio. De muros enlucidos, es una estancia de planta rectangular con tres tramos cubiertos por bóveda de lunetos separados por arcos fajones planos apoyados en una cornisa moldurada que corre a lo largo de los muros de la estancia.

Al exterior se presentan unos muros de grandes sillares y se percibe la nave como un gran bloque horizontal de igual altura que el crucero, sobre el que domina la torre, con contrafuertes adosados al muro que no llegan a la altura del tejado.

La portada principal, localizada en el lado de la Epístola, se cobija bajo un hermoso nichal de medio punto con intradós de casetones. La portada como tal sigue el modelo usual de la arquitectura renacentista basada en el proyecto de Sagredo que realizó para el sepulcro del obispo Acuña y que publicó en el tratado arriba mencionado. La iconografía se concentra en el frontón y en las enjutas donde aparecen dos medallones con los bustos de San Pedro y San Pedro enlazados por cintas y un par de angelillos uno vestido y otro desnudo y un par de niños con alas en la zona inferior. Bajo el frontón se encuentra la figura de la Virgen sedente con el Niño, San Juan Evangelista y Santiago, además de ángeles músicos a los lados y otros dos pequeños coronándola.

En los tres paños centrales de la cabecera no hay contrafuertes, lo que acentúa el carácter macizo de la construcción. La sacristía, adosada a la cabecera por el lado del Evangelio aunque de fechas más modernas que el resto del edificio, está realizada con una buena sillería.

La torre prismática situada en el ángulo formado por la nave y el crucero por el lado del Evangelio, está formada por tres cuerpos de sillar separados por molduras y recrecida por ladrillo. El baptisterio, adosado a los pies de la iglesia, se muestra como una construcción de sillar con vano recto de la misma época que la sacristía. Un sencillo pórtico cobija la portada de los pies con arcos de medio punto. Esta portada es dintelada con cuatro baquetones muy moldurados.

El interior de la iglesia conserva importantes piezas del arte navarro, como varios retablos, una pila bautismal que sigue modelos medievales con fuste y taza cilíndrica de grandes proporciones, un Crucificado y varias piezas de orfebrería.

Una de las principales piezas es un soberbio retablo que preside el templo cuyo artífice fue el artista romanista Juan de Anchieta entre 1576 y 1581 en colaboración con el escultor Pedro de Contreras en calidad de ayudante que realizó la arquitectura cuya traza seguía los diseños de Anchieta y fue policromado y dorado a comienzos del siglo XVII por el pintor Juan de Landa. Más tarde, en el XVIII, sufrió un repinte de colores planos realizado en 1778 por el pamplonés Juan Martín de Andrés. Este retablo mayor tiene la importancia de ser el primer retablo realizado por el vasco Anchieta en tierras Navarras, que sirvió para su posterior asentamiento en Pamplona. La planta del retablo se adapta al polígono del ábside y se estructura en alto con un banco y tres cuerpos que rematan en un calvario exento. Todo el conjunto acusa las características del romanismo con alternancia de frontones, niños de amplias anatomías tumbados en distintas posiciones además de la influencia de Juan de Juni y del manierismo serliano en la calle central y en el grupo de la Asunción. El retablo está adornado con motivos como ménsulas con bonitos diseños en el banco, volutas y cabeza de águila entre guirnaldas y cabezas de ángeles entre otros motivos. El programa iconográfico representa el ciclo de la Pasión de Cristo en el banco y la Infancia de Cristo en otro cuerpo, además de figuras de apóstoles y santos. Destacan las figuras de la Piedad y el Santo Entierro que están inspirados en dibujos miguelangelescos, la Anunciación con un hercúleo ángel de espaldas, un precioso relieve del Nacimiento, en el primer cuerpo con un San José de largas barbas inspirado en el Moisés de Miguel Ángel y una monumental y clasicista Virgen sedente con el Niño desnudo de potente anatomía cubriéndose con el velo de la Virgen en la calle central. Además las figuras de la Asunción con los brazos abiertos, modelo poco frecuente y la Coronación similar en cierta manera a la realizada por el autor para el retablo mayor de la catedral de Burgos. Destaca también en este conjunto el sagrario reformado en el piso superior para adaptarse al expositor.

Además de este importante y rico retablo mayor la parroquia de la Asunción alberga otros de calidad, como el retablo de la Virgen del Rosario, situado en el Lado del Evangelio en el muro extremo del crucero, de estilo rococó del tercer cuarto del siglo XVIII realizado por el escultor y arquitecto Miguel Zufía entre 1774 y 1777, con iconografía de modelos barrocos de los padres de la Virgen y San José y el niño y la Virgen. El pequeño retablo rococó de San Martín se encuentra también en el muro frente al anterior, realizado por Francisco Nicolás Pejón junto al otro retablo colateral de San Isidro situado en el lado de la Epístola. En el Presbiterio se encuentran, además del retablo mayor antes descrito, dos retablos colaterales, el retablo de San Miguel Arcángel realizado entre 1607 y 1613 por el pintor Juan de Landa, de traza sencilla en función de las pinturas en tabla y lienzo y contiene únicamente dos esculturas romanistas de profetas en el ático. De esquema similar es su colateral retablo dedicado a Santa Catalina realizado también por Juan de Landa en los primeros años del siglo XVII y como en el lienzo de San Miguel están presentes en las pinturas contrastados estudios lumínicos propios del pretenebrismo escurialense. En el lado de la Epístola se encuentra el retablo del Santo Cristo que repite los mismos esquemas que el retablo de la Virgen del Rosario.

En el coro se sitúan dieciséis sitiales que componen la sencilla sillería coral rococó realizada por Miguel Zufía en 1777 con todos los respaldos enmarcados por pilastras cajeadas y placa de rocalla en la zona superior y en la principal la figura de un santo obispo. El órgano realizado en 1785 por el maestro organero Manuel San Juan está alojado en una caja de estilo rococó.

Ya en la sacristía se conservan un Crucificado barroco de tamaño menor que el natural en una hornacina enmarcada por rocallas fechada en la segunda mitad del siglo XVIII, además de una talla barroca de San Gregorio Ostiense de la segunda mitad del siglo XVII.

Se guardan también varias piezas de orfebrería entre las que se encuentran cuatro cálices y un par de relicarios. Los cuatro cálices pueden fecharse entre la segunda mitad del siglo XVII y mediados del siglo XVIII todos con marcas, PP de Pamplona, YAVA® de la familiar de los Yavar y otra con la marca PP e YNDAVE. Uno de los relicarios está datado en la segunda mitad del siglo XVIII siguiendo modelos rococó en el que se guardan las reliquias de Santiago el Mayor y San Luis Gonzaga entre otros santos. Esta pieza fue labrada en plata en 1774.

CRS