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Baiona. Historia

El Parlamento de Burdeos, mediante dos de sus magistrados, presidente y consejero, respectivamente, fue el encargado por la monarquía francesa de la carta de comuna otorgada por los ingleses. Estos dos funcionarios reformaron y redactaron en francés el Livre Coustumer, cuya utilización fue promulgada el 9 de junio de 1514.

Rectificación del curso del Adur por Luis de Foix: 1579. Los habitantes de Capbreton quisieron, naturalmente, evitar que las aguas volvieran a su cauce normal y construyeron una serie de diques y terrazas que los bayoneses destruyeron después de haber formado un ejército de 4.000 hombres. El rey, Luis XII, se vio precisado intervenir: los habitantes de Capbreton fueron obligados a pagar los derechos de carga y descarga y los bayoneses a indemnizarlos por los destrozos ocasionados. Durante años Baiona había sufrido la parálisis de su comercio y las inundaciones del río Adur. Los trabajos realizados para la corrección del curso -dique interceptando el curso hacia el Norte- fueron llevados a cabo por el arquitecto Luis de Foix, que fue largamente recompensado por el Ayuntamiento de Baiona y vio culminarlos sus afanes el día 28 de octubre de 1579 con la vuelta a la normalidad. El río desembocó en un lugar cercano Baiona, que tomó el nombre de Boucau-Neuf. Durante todo el siglo XVII se desarrolló una lucha tenaz entre ambas poblaciones -Capbreton y Baiona- por la desembocadura, hasta que en 1716 la primera se rindió.

La guerra de reconquista navarra dirigida por Enrique de Albret contra España, había dejado al descubierto la debilidad de las fortificaciones de la villa. El gobernador Lautrec, consciente del peligro que entrañaban las rivalidades de los dos grandes monarcas del momento, Carlos y Francisco, aprestó la villa mediante nuevas fortificaciones y la demolición de los barrios de Saint-Léon y de Tarride. Los días 17, 18 y 19 de septiembre de 1523 la ciudad fue asaltada con furia, sobre todo por el flanco de Cordeliers. El 20 la flota española se retiraba a Irún. El año 1526 Francisco I hacía noche en Baiona, después de haber recobrado su libertad perdida en la batalla de Pavía.

Tres años más tarde, François de la Tour pasaba por Baiona, rumbo a Madrid, para concertar el matrimonio del rey con Eleonor, hermana de Carlos V. Meses después tenía lugar en el Castillo Viejo de Baiona el pago del rescate de Francisco I por Anne de Montmorency y el 2 de julio de 1530 llegaba el cortejo real acompañando a la princesa Eleonor, prometida del francés. La recepción tuvo lugar ert la puerta de Saint-Léon. Como se ve, a Baiona le cupo representar el papel de intermediaria y lugar de cita en las vicisitudes históricas de ambos países; su situación geográfica la fue transformando, falta de otra cosa, en centro militar y diplomático de importancia.

El señor de Poncher y Jean de Cologne vinieron a inspeccionar minuciosamente las fortificaciones de Baiona. Al mismo tiempo los duques de Longuevitle y Lautrec hicieron trabajar activamente con ocasión del gran proyecto de mejora de la muralla. El lado sur de la plaza, limitado por la muralla romana, no podía ser abatido por la artillería enemiga, pues las murallas romanas no presentaban plataformas para los cañones. No se podía pensar en fortificar este muro adosándole un parapeto de tierra apoyado contra un parapeto exterior, pues estaba guarnecido por casas construidas en la edad Media en la calle de la Muralla, a lo largo de las calles de los Faures, Vieille-Boucherie y Passemillon; las torres romanas cuyos muros tenían un espesor de 1,20 metros, no eran capaces de resistir la carga de tierra que se hubiese necesitado para rellenarlas, no podían servir de plataforma de un cañón tampoco.

Fue, pues, preciso renunciar a utilizar esta parte de la vieja muralla y reemplazarla por una nueva. La amenaza constante del enemigo y la poca prosperidad de la ciudad impidieron pensar en agrandar la muralla por el lado de Saint-Léon. Se limitaron a trazar un nuevo muro, paralelo a la muralla romana y situado a 25 metros de ella, hacia el exterior. Los muros de las cortinas fueron edificados con toda la prisa posible; las piedras calcáreas empleadas en la albañilería eran de forma irregular y de calidad mediocre. El trazado del nuevo muro correspondía al pie de las puertas trazadas por la muralla romana. Los trabajos de construcción debieron comenzarse por la parte situada detrás del obispado, entre el Chateau-Vieux y la puerta Lachepaillet; la muralla, en este punto, tenía un espesor de 3 metros y una altura de 10.

Pero, o bien porque los fundamentos estuviesen mal asentados en un terreno pantanoso próximo al arroyo Lague, bien porque la tierra destinada a construir el terraplén entre las dos torres se hubiese puesto demasiado pronto, la muralla se vino abajo, el 16 de diciembre de 1513, en más de 80 metros de largo. Fue levantada enseguida, siendo doblado el espesor. Puestos sobre aviso con este hecho, los directores de la obra empezaron a calcular sobre el volumen de los muros; fijaron en 9 metros el espesor del muro de la cortina comprendida entre la puerta Lachepaillet y la torre Vieille-Bovcherie, y dieron la misma dimensión a la muralla que sale de la puerta Saint-Léon hacia el Nive. La cortina que bajaba de Vieilles-Boucheries hacia Saint-Léon, que estaba menos cargada de tierra, no tuvo más que 6 metros de espesor.

La parte baja del parapeto exterior del muro de escarpa fue instalado con un frente de 16 sobre una altura de 3 a 6 metros. Mientras se construía la cortina, se levantaban también los puntos que iban a servir de flancos. Sólo citaremos algunos nombres, en el presente; Boulevard Saint-Léon, Boulevard de Sault, Boulevard Notre-Dame, Boulevard del Chateau-Vieux, Boulevard Lachepaillet, Boulevard Mousserolles, Boulevard de Vieilles Boucheries, Boulevard Saint-Jacques, Boulevard del Norte, Boulevard de Saint-Esprit. Bajo Enrique IV se trabajó en la cortina de Menons; después vino el ingeniero Errard, que ofreció a la ciudad un nuevo proyecto, que no fue por así decirlo, llevado a cabo. Ref. Edouard Duceré: Dictionnaire historique de Bayonne, 2 vols, Bayonne, 1911-1915.

Catalina de Médicis, regente de Francia durante la minoría de Carlos IX, concertó una entrevista con Felipe II de España. Con la excusa de ver a su hija, Isabel de Valois, mujer del monarca castellano, Catalina de Médicis busca un aliado para aplastar a los hugonotes y éste se presenta en la persona del duque de Alba. El 22 de mayo, en medio de fastuosos festejos que duraron cerca de un mes se entablaron las negociaciones diplomáticas. La regente propuso el matrimonio de Margarita y Enrique, hijos de Catalina, con el infante español Carlos y la hermana del rey, Juana.

El duque de Alba, atacó la contemporización de Catalina con los calvinistas, siendo apoyado por el duque de Montpensier, Montluc y otros personajes católicos franceses, que quieren ver caer varias cabezas de calvinistas destacados. El duque de Alba, no consiguiendo nada concreto, recibió en Irún la promesa de la Médicis de llevaría cabo una fuerte represión hugonote y proclamar los decretos de Trento. De todas formas un hugonote, Robert de Galart, fue ejecutado en 1570.

La noche del 24 de agosto de 1572 comenzaba en París la tristemente célebre jornada de San Bartolomé, que había de costar a Francia la vida de 60.000 disidentes religiosos. La matanza, organizada por la reina Catalina de Médicis, cundió rápidamente por provincias. La población de Baiona, católica en su mayoría y tolerante por su condición de comerciante habituada al trato con los diferentes credos y costumbres, no acusó recibo de la intimidación real. Según el historiador Agrippa de Aubigné, Adiram de Aspremont, vizconde de Orthe y gobernador de la ciudad, respondió a Catalina con la siguiente nota:

Señora, he comunicado la orden de Su Majestad a sus fieles habitantes y gentes de guerra de la guarnición y he hallado buenos ciudadanos y bravos soldados pero ni un solo verdugo: es por ello por lo que tanto ellos como yo suplicamos muy humildemente a Vuestra Majestad que emplee nuestros brazos y nuestras vidas en cosas posibles, por muy aventuradas que ellas sean; derramaremos en ellas hasta la última gota de nuestra sangre.

La entereza del gobernador y el tino de los habitantes salvó la vida de los hugonotes de la ciudad. Así fue cómo la matanza, proyectada en Baiona con ocasión de la entrevista real del año 1565 entre Catalina y el duque de Alba, fue rechazada en el mismo lugar de origen.

Mientras en Zuberoa y la Baja Navarra ardían las guerras religiosas desde el reinado de Juana de Albret, Baiona gozó de una relativa calma sólo interrumpida por el complot de Cháteau-Martin, urdido a instigación de España. En efecto, Felipe II, aliado a la liga católica, trató de aprovechar las discordias religiosas en los reinos de Enrique IV de Francia y III de Navarra- para arrebatarle Baiona. Las cartas del comerciante Cháteau-Martin, cuyo verdadero nombre era Pierre d'Or, al gobernador de Fuenterrabía establecía la entrega de la ciudad a una flota española. La misiva fue sorprendida por el conde de La Hilliére (1595). Pierre d'Or y sus cómplices fueron descuartizados vivos y sus cabezas expuestas al público en la puerta de España. Véase Or, Pierre d'.

El primer establecimiento fuerte de judíos en Baiona tuvo lugar tras la expulsión de los mismos de España y tras las matanzas de Lisboa. A finales del siglo XV y comienzos del XVI el éxodo masivo alcanzó al País Vasco transpirenaico. Una ordenanza del mes de agosto de 1550 legalizó su afincamiento en las costas de Lapurdi. Dedicados a la venta e intercambio de los más diversos objetos -hasta se ha dicho que fueron los inventores de la letra de cambio- su posición pecuniaria se vio mejorada rápidamente. Esto les concitó la malquerencia de la población de Baiona, cuyos intereses económicos se veían amenazados por la nueva competencia. A pesar de la protección real de que gozaban, su situación se fue haciendo cada vez más insostenible.

El año 1602 los burgueses y comerciantes de Baiona enviaron una requisitoria al rey pidiendo su inmediata expulsión: Enrique IV tuvo que ceder. Los judíos fueron conminados a abandonar la ciudad y a sus habitantes se les prohibió que los recibieran en sus hogares. La orden fue reforzada por persecuciones de hecho, de modo que ningún judío se arriesgó en adelante a pasar la noche en el recinto de la villa. Con la Revolución de 1789, los judíos fueron admitidos en plenitud de derechos en la comunidad (1791); un censo de 1835 arrojó la cifra de 184 ciudadanos de origen semita en Baiona, situados sobre todo en el barrio de Saint-Esprit.

A comienzos del siglo XVII [1621], el número de consejeros municipales fue nuevamente reducido, esta vez de doce a seis miembros. La base democrática de la ciudad se estrechó aún más dando sólo acceso al gobierno a unos pocos mercaderes enriquecidos pertenecientes invariablemente a las mismas familias -Lahet, Dibarsoro, Sorhaindo, de Luc, de Prat, Sossiondo, Lalande, Laduch, etc.- La política de protección al vino local sólo sirvió para enriquecerlos ya que ellos eran los propietarios del mismo y la compraventa del vino pasó a manos de un pequeño monopolio.

Por otra parte, entraron en vigencia las disposiciones generales del reino, en materia de comestibles, pesos, medidas, venta y distribución del trigo de los almacenes de la ciudad. El alcalde ya no era elegido sino que era un noble nombrado por el rey, incluso entre los extranjeros (escoceses, italianos, españoles, etc.). Este ni siquiera residía en la ciudad, nombrando en su lugar a un lugarteniente. Con los Gramont, el cargo se hizo hereditario desde 1495 hasta 1632. En 1633 Baiona compró el cargo de alcalde y el lugarteniente fue suprimido. Sin embargo los Gramont conservaron un cargo tan importante o más que el de alcalde, el de gobernador militar de la región, hasta la época de la Revolución.

La isla de Rhé fue atacada por el duque de Buckingham el año 1627. Andoins y de Valin salieron del puerto de Baiona al mando de una pequeña flota para socorrer a los defensores de la isla cuyos víveres escaseaban. Penetrando en el fuerte de Santa María los marineros bayoneses lograron sus propósitos avituallando a la población y causando graves destrozos mediante la colocación de dos cañones.

Baiona fue constantemente amenazada en el transcurso de las guerras endémicas entre Francia y España. La ciudad estaba siempre alerta: en 1542 San Juan de Luz es invadida y Baiona amenazada. El año 1558 se produce una nueva alerta. El año 1636 Lapurdi es invadido y Fuenterrabía asediada. San Juan de Luz y Sokoa, caen. Los españoles son rechazados dos años más tarde. En 1651 nueva alarma, esta vez parece ser que los españoles contaban con la ayuda de un tal Pedro Muñoz de Mantilla que, sorprendido, fue ejecutado y su cabeza expuesta durante años ante el Castillo Viejo. El conspirador fue sorprendido por la joven María Garay, llamada desde entonces por los bayoneses "Menigne Saube-le-Bile".

Luis XIV renuncia definitivamente a la reivindicación de la Alta Navarra. La guerra hispano-francesa toca a su fin mediante la celebración de 24 conferencias en la Isla de los Faisanes que habían de ser sancionadas con la boda de Luis XIV y la hija de Felipe IV de España, María Teresa. Baiona veía por fin la hora de relajar su esfuerzo militar y reanudar su activo comercio. El esplendor de las fiestas de las bodas deslumbró a los bayoneses, cuyo obispo, Jean de Olce, bendijo la unión de la pareja real. Sin embargo la paz sólo duró quince años.

La alarma de 1674 durante la Guerra de Devolución, llamó la atención de las autoridades sobre la insuficiencia de las defensas de la ciudad. Las fortificaciones habían dejado ya de ser todo lo efectivas que pudiera desearse; el monarca encargó a Vauban la modernización y puesta al día de Baiona como ciudad militar. Para ello se construyeron los cuarteles del Réduit, de Sainte-Claire y del Castillo Nuevo, se amplió el Viejo y se edificó la Ciudadela que domina Baiona, Saint-Esprit y la corriente de ambos ríos. El plan de la nueva Ciudadela fue obra directa de Vauban:

"Hay que trazarla cuadrada, lo más regularmente posible y de 120 toesas de un bastión al otro; el camino cubierto tendrá un parapeto y banquetas revestidas formando dos medias lunas, ambos rodeados de fosos y explanadas. Deberá abrirse una puerta del lado del campo y otra del lado de la ciudad, con puentes levadizos, puentes fijos y barreras. En los muros de los bordes se pondrán bajadas y salidas pequeñas y en el camino cubierto, una batería, del lado de la ciudad, si hay un terreno adecuado para ello. En el interior se precisa una capilla, almacenes de pólvora, un pequeño arsenal para la artillería, alojamientos para el comandante, el mayor, el ayudante mayor y el capellán, y cuarteles para siete u ocho hombres; hay que preparar una placa de armas y calles cómodas cuidadosamente embaldosadas.

La tierra de los fosos se empleará para construir bastiones, que estarán provistos de una sola batería. Después de esto, igualar todos los lugares prominentes que pudieran perjudicar esta plaza, rellenar los barrancos y tirar las construcciones, matorrales y zarzas que se encuentren a distancia de 60 toesas de la empalizada de esta explanada, y hacer lo mismo con todos loe bosques, casas y murallas que estén a parecida distancia del recinto del barrio, excepto los que se encuentren en las avenidas y gran calzada de la entrada, que se podrán dejar hasta que la necesidad obligue a destruirlas".

Desde este momento Baiona pasó a ser un pequeño bastión moderno de guerra; los cuerpos sindicales perdieron el derecho de llevar armas en las procesiones y los cargos municipales se vieron supeditados a una actuación funcional, al servicio de las exigencias de la monarquía moderna. Las casas fueron dotadas de tres pisos, a fin de alojar a los habitantes desalojados por las fortificaciones de Vauban.

Después de sus aventuras por tierras de Capbreton y su costoso encauzamiento de 1579, las aguas del Adur volvieron a excavar un nuevo cauce, esta vez hacia Chambre d'Amour, con todas las penosas consecuencias para la ciudad (1684). Las obras realizadas por Ferry, director de las fortificaciones de La Rochelle, no tuvieron éxito y un ambicioso plan propuesto por el mismo ingeniero fue rechazado por Vauban. A principios del siglo XVIII los comerciantes, resentidos por la parálisis del río, formularon sus quejas a las autoridades y en 1727 comenzaron nuevas obras que se prolongaron durante años.

El espigón de Blanc-Pignon fue construido en 1745 pero poco después las mareas vivas arrastraban los materiales. El año 1758, faltaron fondos y se suspendieron las obras. El ingeniero Pinsun comprendió en 1767 que los trabajos habían sido vanos por haber sido hechos sobre la arena en vez de sobre tierra firme, y emprendió la construcción del espigón sur. Este fue acabado el año 1778. El resto de los trabajos se prosiguió hasta la época napoleónica, con diversas alternativas.

Las "fermes", institución introducida en el país el año 1650 por Luis XIV, había deparado un rudo golpe al comercio de la villa, al serles confiado el impuesto denominado derecho de costumbre ["droit de coutume"]. El año 1665, con ocasión de los disturbios ocasionados por la instalación de los "commis de Fermes" o comisarios estatales encargados de percibirlos, fue colocada en Baiona una guarnición de carácter temporal. El autoritarismo de Luis XIV tuvo ocasión de manifestarse otra vez durante la nueva guerra con España en 1674. Baiona presenció la entrada de una guarnición de carácter permanente y la sustitución de la guardia local por cuatro batallones franceses y suizos.

Se estableció además el alojamiento obligatorio de los soldados en la ciudad. Un sinnúmero de funcionarios intervenía en todas las transacciones y a pesar de no disponer del mismo poder que en otros lugares, lograban, mediante importantes apoyos exteriores, obtener decretos reales para extender sus monopolios. El malestar de los comerciantes, directamente afectados por la rapiña de los funcionarios públicos, se tradujo en agrias recriminacienes al poder real. En 1784 estalló una sublevación en la que predominaban las mujeres como en casi todas las frecuentes algaradas que tuvieron lugar en el siglo XVIII vasco. La Nouvelle Chronique redactada por J. B. Bailac basándose en los registros de la ciudad, nos relata el descenso brutal, a fines del siglo XVIII, de la prosperidad de la antigua ciudad:

Su población quedó reducida a 9.452 habitantes cuya contribución personal se elevaba al término medio de 26 francos. Desde hacía cuatro años, habían emigrado más de 1.000 personas. De 940 casos, 123 estaban en venta y 250 deshabitadas. De 27 millones, la masa del comercio había caído a 9 ó 10. Ya no había cabotaje, ni pedidos del norte; 400 curtidores, peleteros y zapateros de Laburdi, gran cantidad de herreros y ferrones habían emigrado a Navarra, Alava y Guipúzcoa. Cada día grupos de marineros vascos, la élite de la marina, aceptaban trabajar en otras tierras. Bilbao y Santander se enriquecían con los desperdicios de Baiona; incluso San Sebastián se había visto acrecentado con un barrio más.

  • La ciudad

La ciudad, de aproximadamente 16.000 habitantes, no conservaba ya el aspecto medieval de los primeros tiempos. Las nuevas casas y las nuevas fortificaciones desplazaron los edificios antiguos a medida que las necesidades militares y comerciales iban creciendo. La ejecución de los planes de Vauban trajo consigo el sacrificio definitivo de los viejos barrios de Saint-Léon y de Lachepaillet, así como el de una parte del Bourg-Neuf hacia el Arsenal y la Puerta de Mousserolles. Había por aquella época congregaciones de franciscanos, agustinos, carmelitas, capuchinos, clarisas y damas de la Visitación; un cabildo, una encomienda de la orden de Malta y un convento de Ursulinas en Saint-Esprit; un convento de Bernardinas en el camino de Boucau.

  • Autoridades

El municipio estaba constituido por un alcalde, dos jurados, cuatro concejales, cuatro asesores, un escribano y un síndico procurador. Como autoridades militares se pueden citar un gobernador militar, un representante del rey, un comisario provincial, los gobernadores de ambos castillos, tres mayores, ocho oficiales de artillería, un capitán de puertas y seis ingenieros del rey. Alrededor de estas autoridades bullía un enjambre de burócratas que ejercían funciones administrativas o de simple suplencia. De la Justicia del bailío de Laburdi o Baiona dependían, en 1774, siendo señores la villa de Baiona y su comunidad: Urrugne, Saint-Pierre-d'Irube, Hendaia y Mouguerre. Al crearse la institución de los intendentes (siglo XVII), Baiona pasa a ser, junto con Pau, Orthez, Oloron, Sauveterre, Mauléon y Saint-Palais, una subdelegación. Se prefigura así el futuro departamento de los Bajos Pirineos.

  • Visitas ilustres

La paz, menos precaria desde la segunda mitad del siglo XVIII hace que en el siglo XVIII la historia de Baiona ofrezca sólo interés por las recepciones de los príncipes y princesas que cruzan la ciudad. Así es cómo en la vida de la villa las visitas ilustres ocupan la atención antes prestada forzosamente a las alarmas de guerra. El año 1701, el futuro Felipe V de España pasa por la ciudad. Baiona festeja su visita con una corrida de toros. Felipe y sus hermanos juegan a la pelota en el frontón de Maubec, cercano a la iglesia de Saint-André.

El año 1706 Ana de Neoburgo, viuda de Carlos II, exiliada de España, fijaba su residencia en Baiona, junto con una pequeña corte. Esta princesa alemana gozó de gran popularidad en la ciudad, en la que había de residir hasta que en 1738 fue autorizada a volver a España. El año 1739 era María Luisa Isabel de Francia la visitante célebre, siendo agasajada con cuarenta y seis castillos surtidos. María Teresa, infanta de España, recibía la hospitalidad bayonesa seis años más tarde, en medio de grandes festejos. En 1782 Baiona celebra esta vez la llegada del conde de Artois, futuro Carlos X, a su paso hacia España, donde había de tomar parte en el cerco de Gibraltar. Estas visitas fueron las más descollantes entre una ininterrumpida serie de viajeros que hicieron un alto en el viaje para conocer la célebre villa vasca.

La instalación tiene lugar el 20 de febrero de 1726. Durante todo el siglo XVIII se dedicó a estudiar racionalmente los problemas del comercio bayonés, tanto con el Norte como con España. El establecimiento de Baiona como puerto franco en 1784 marcó el periodo de apogeo de la Cámara, y su declive, la Revolución de 1789, que constituyó a la municipalidad en encargada del comercio hasta el restablecimiento de las Cámaras en 1802.

Baiona, debilitada en su actividad mercantil por la intervención fiscal y las desastrosas veleidades del Adur subsistía gracias a su tesón, y por qué no decirlo, gracias a sus corsarios -ellos fueron. un factor decisivo en la defensa de la ciudad el año 1756 en que estalló la guerra contra los ingleses-. El comercio exterior, reducido después del tratado de Utrech al solo tráfico con las Antillas y Santo Domingo y a la trata de hombres de color, era un pálido reflejo de la prosperidad anterior. Ante esta situación, la Cámara de Comercio, creada en 1726, se empeñó durante años en lograr la declaración de franquía.

Sólo en el ultimo tercio del siglo XVIII sus peticiones llegaron a ser acogidas: el 4 de julio de 1784 -aprovechando un tratado entre Francia y las 13 colonias americanas- Baiona era declarada puerto franco. Aunque esta apertura del horizonte económico sólo había de durar seis años, el impacto fue fulminante. Las industrias locales, la construcción de casas en piedra labrada, el aumento de población y de salarios, las especulaciones comerciales de toda clase fueron el estallido vital lógico después de las largas décadas de fiscalización asfixiante. Sirva como prueba de este renacimiento comercial el dato aportado por Bailac: de un millón y medio, el comercio con el extranjero se elevó a más de diez millones sin contar el tránsito. La Revolución cercana había de cortar en seco este florecimiento.