Elkarteak

Asociación éuskara de Navarra

Los problemas de la Asociación. La vida de la Éuskara no fue fácil. El punto de partida de estos problemas puede ser lo que Campión (1985, XIII: 46-47) afirmó en una de sus conferencias catalanas: llamados éuskaros los pertenecientes a la sociedad, "como los redactores, colaboradores y protectores de "El Arga" eran las mismas personas" que figuraban a su cabeza, "dieron las gentes en bautizar con el nombre de éuskaros a los partidarios de las nuevas ideas políticas, y en establecer una inconveniente identificación entre éstas y la Asociación".

Fue, pues, esa mezcla de lo cultural y de lo político hecha desde fuera, lo que explica muchos de sus problemas y lo que obligó a los principales éuskaros a llenar el término de contenido.

En el diálogo que Serafín Olave y el "Lau-Buru" establecieron a las alturas de 1882 se intuyen dos visiones de lo éuskaro. Una más amplia, la expresada por el federal el 3 de octubre y 11 de noviembre, y que entendería por éuskaro, a toda persona que de una u otra manera defendiera las leyes y costumbres vasco-navarras. Sería el caso de los agrupados en torno a la Asociación Éuskara de Navarra. Y otra más cerrada, expuesta por el periódico en esa última fecha, y que se centraría en los aspectos más propiamente políticos del fenómeno: serían éuskaros quienes en defensa de esas leyes y costumbres vasco-navarras patrocinaran la unión de los habitantes de cada provincia y de todas las provincias entre sí, apartándose para ello de la política ultra-ibérica. Sería el ejemplo primero de "El Arga" (1879-1881) y después del "Lau-Buru" (1882-1886). Pero esto no impidió al "Lau-Buru" (7-XII-1883) defender también esa visión más amplia de lo éuskaro. Cuando el periódico definió los distintos aspectos de la idea éuskara, afirmó que era posible ser partidario de alguna de sus manifestaciones sin serlo de las demás. Cabía el entusiasmo -decían- por su historia, por el renacimiento literario, por la conservación y mejora del vascuence unido al entusiasmo por las ideas políticas ultra-ibéricas. Y añadían, escépticos: "de estas restricciones y amalgamas se encuentran muchos ejemplos".

Podría hablarse así de éuskaro, euskaro en el sentido más amplio de la palabra, entendiendo por tal a toda persona que de una u otra manera defendiera las leyes y costumbres vasco-navarras; y de éuskaros políticos, aquéllos que en defensa de esas leyes y costumbres, patrocinaban la unión de los habitantes de cada provincia y de las cuatro provincias entre sí, apartándose para ello de la política ultra-ibérica.

Campión quizá tuviera razón cuando en la citada conferencia catalana dijera que acaso los navarros habían dado demasiado pronto el salto de lo cultural a lo político. Lo cierto fue que los más destacados representantes de la Asociación Éuskara recorrieron ese camino con la fundación primero de "El Arga" y después del "Lau-Buru". Y dieron un nuevo paso con el apoyo de dichos periódicos a distintas candidaturas a la Diputación de Navarra y Ayuntamiento de Pamplona.

En las confrontaciones electorales se quemaron los éuskaros políticos y en su hoguera ardieron las ilusiones de la Asociación Éuskara. Identificado desde el exterior lo político y cultural, la dura lucha diaria acabó por herir de muerte a la sociedad. No en balde la apuesta política éuskara suponía romper con la dinámica del momento dominada por el choque liberalismo-carlismo. Frente a éstos, que consideraban que se podía servir a Navarra y España, lo éuskaros políticos siempre manifestaron que sólo podía servirse a uno, a Navarra. Y eso ninguno de los dos bandos se lo perdonó. Es ahí donde nació el fuerismo a secas, el fuerismo que se separó del liberalismo y carlismo para seguir su propio camino. V. FUERO

No fue extraño, por tanto, que la presentación del primer candidato apadrinado por "El Arga" a las elecciones de septiembre de 1880 para suplir la vacante de diputado provincial por el distrito de Pamplona y Baztán, fuera lo que marcara un antes y un después en la Asociación, es decir, en la vertiente más cultural del movimiento.

La áspera polémica nacida alrededor de la elección provincial provocó que la mayor parte del mal llamado elemento liberal, al decir de Campión (1985, XIII: 47-48), optara por abandonar la agrupación.

Como consecuencia de la contienda electoral, vio poco después la luz "El Navarro" (1881-1884), la publicación desde la que los éuskaros recibieron algunos de los golpes más envenenados. Pronto "El Arga" (9/14-III-1881), antecesor del "Lau-Buru", recogió las críticas del nuevo periódico a los juegos de Bera. Dichos ataques se centraban en que las fiestas por su relación con la unión vasco-navarra eran inconvenientes a los intereses del país, más aun cuando en ellas se daban "exageradas demostraciones de mal entendido patriotismo" y estaban organizadas por una "asociación política" que defendía ideas "altamente perjudiciales" para Navarra. La Asociación, entonces, apeló a las autoridades locales, alegó la falta de pruebas de esos "alardes inconvenientes" y, tras cobijarse en la autorización del gobernador civil, añadió los elogios de "distintas corporaciones y personas distinguidas".

La participación de varios miembros de la Éuskara en el banquete que la sociedad "Euskalerria" de Bilbao celebró el 17 de abril de 1881 no se libró de las críticas del periódico liberal. Ante los ataques, "El Arga" (23-IV-1881) sentenció que sus sus socios podían hacer como particulares "cuantos actos políticos" estimasen convenientes, sin que de ellos fuese responsable dicha Asociación. Las acusaciones llegaron a tal punto que los redactores del "Lau-Buru" (20-XII-1882) intervinieron en el debate para proclamar solemnemente que la Éuskara no era ni liberal ni carlista. No sirvió de nada, el "Lau-Buru", impotente, terminó por estampar el 1 de mayo de 1883: "aquí damos por concluida esta polémica, absolutamente inútil ya".