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Asociación éuskara de Navarra

El nacimiento de la Asociación. En aras de cumplir con el programa anunciado por Iturralde, el navarro aprovechó su cumpleaños para reunir el 23 de octubre de 1877 en su casa de Pamplona a un reducido grupo de personas: Esteban Obanos, Nicasio Landa, Florencio de Ansoleaga, Aniceto Lagarde, Juan José y Joaquín Herrán, el marqués de Guirior, Nicanor Espoz, Antero Irazoqui, Fermín Iñarra, Hermilio de Olóriz y Arturo Campión. Nacía así la "primera sociedad" -según Campión (1920, X: 7-8)- que se había propuesto la conservación y propagación del vascuence.

Se ha escrito mucho sobre el número exacto y nombre de las personas que acudieron a aquella reunión fundacional. Pero el dato exacto y la identidad de los asistentes quedan corroborados acudiendo al acta de la reunión fundacional. Dichas actas han sido la principal fuente a la hora de rastrear los pormenores de la Asociación.

La semilla que, sembrada antes de la Revolución del 68, había ido abonándose lentamente para recobrar nuevos bríos con el fin traumático de la guerra, había recibido el espaldarazo definitivo en el foro de "La Paz". Y fruto de ella fue la creación de la Asociación Éuskara de Navarra. Fruto y a la vez semilla, porque si algo tenían claro aquellos hombres fue el carácter impulsor de la nueva sociedad (Lau-Buru, 14-I-1882).

El primer nombre de esta nueva institución fue Academia Etnográfica de Navarra, denominación plenamente inmersa en las corrientes más modernas del siglo. Sin embargo, a los seis días, después de manifestar varios socios que este nombre "sólo daba cuenta de su carácter científico y dejaba a un lado el práctico", que dado el objeto que había presidido su creación era, "sin disputa, el principal", fue adoptado el nombre con el que en el futuro será conocida la institución: Asociación Éuskara de Navarra. Las razones del cambio esgrimidas no dejan de ser ilustrativas del carácter científico, sí, pero también profundamente movilizador de estos hombres.

Antes de seguir adelante quizá resulte conveniente detenerse brevemente en el programa que la sociedad insertó en el primer numero de la "Revista Éuskara" (1878, I: 3-5) para explicar al público su pensamiento y solicitar su colaboración: "El objeto de la Sociedad es conservar y propagar la lengua, literatura e historia vasco-navarras, estudiar su legislación y procurar cuanto tienda al bienestar moral y material del país".

La Asociación consideraba al idioma vasco-navarro el responsable de que el pueblo éuskaro hubiera conservado su personalidad, carácter y virtudes. Además, si los sabios europeos lo estudiaban "con afán en toda Europa", sería vergonzoso que lo que extraños se esforzaban en sostener y enaltecer, los nativos dejaran en el olvido.

Reflexión que no sólo pone al tanto del interés que lo vasco suscitaba en el viejo continente, sino que señala también otras dos constantes: el conocimiento que tenían de todo lo relacionado con su tierra que se movía en Europa y la utilización de ese interés foráneo en defensa de sus postulados.

En este sentido, no deja de llamar la atención la consciencia éuskara sobre el movimiento de reivindicación de lo propio que por aquellos años sacudía a Euskal Herria y al resto de Europa y, en suma, sobre el papel que en él les había correspondido jugar. En último término, reconocieron no ser sino los representantes en su tierra de ese gran fenómeno continental (Lau-Buru, 14-XII-1883).

Así se alza la elite navarra a la misma altura que su coetánea europea, sin complejos, en plena igualdad, como lo demuestran sus intensos contactos con el exterior y aún más que dichos contactos fueran buscados y valorados por las élites foráneas.

Los miembros de la Asociación -continuaba el programa- dejaban para la ciencia el cultivo de la olvidada y desconocida literatura vascongada; de su historia, espejo de avisos, enseñanzas y ejemplos; la conservación de sus antiguas costumbres y el estudio de sus leyes. Por último, los intereses morales y materiales serían también mirados con "especialísimo interés", pues el país debía marchar más que nunca a la cabeza de los pueblos avanzados.

La nueva agrupación se articulaba en tres niveles: la Junta Superior Directiva, formada por el presidente y vice-presidente, secretario y vice-secretario, tesorero y vice-tesorero, y contador y vice-contador; la Junta General, integrada por los miembros de la Junta Directiva, el órgano directivo de la "Revista Éuskara" y los responsables de las diversas secciones de la sociedad, en sus comienzos seis (1º Lengua y Literatura éuskara; 2º Etnografía, Historia, Arte y Legislación; 3º Moralidad y Enseñanza; 4º Agricultura; 5º Industria y 6º Comercio) y a partir del 3 de febrero de 1880, dos (las tres primeras se fundieron en la Sección 1º, y las otras tres en la 2º). Por último, se encontraba el Batzarre o Asamblea General, que dos veces al año reunía a todos los miembros de la Asociación Éuskara de Navarra.

No eran los únicos socios, también estaban los socios honorarios, personas elegidas por su labor a favor de la lengua, historia o instituciones del país; fue el caso, por ejemplo, de personalidades como Mañé y Flaquer, Iparraguirre, Navarro Villoslada, el príncipe Bonaparte, Duvoisin, Manterola, Olave, Echenique, Egaña o Trueba.