Ikertzaileak

ECHEBERRI ROBER, Jacinto Antonio de

Científico. Este ilustre representante de la dinastía donostiarra de los Echeberri nació en 1625, probablemente en Donostia-San Sebastián. Fue almirante de Marina en 1640 y más tarde General de la Armada de Indias. Ducho en los aspectos teóricos y prácticos de la navegación y de la construcción de navíos, Jacinto Antonio de E. se ha hecho justamente notar por los estudiosos de la ciencia náutica en virtud de unos escritos cuya paternidad se le otorga. (Cfr. C. Fernández Duro, Disquisiciones náuticas, t. V: A la mar madera, Madrid 1880, páginas 119-140). Indice de la valía científica que se le reconocía en su tiempo, puede considerarse el hecho de que J. de Veitia y Linage haya recogido en su Norte de Contratación de las Indias Occidentales (Sevilla, 1672) unas páginas debidas a Jacinto Antonio, presentándolas como "las razones que recopilaba un curioso especulativo y práctico de la Navegación" (reproducidas por C. Fernández Duro, o. c., páginas 125- 136). Se le debe, además, un Discurso sobre construcción naval comparada, según las varias ordenanzas, transcrito por este último autor en Disquisiciones náuticas, t. VI: Arca de Noé (Madrid 1881), páginas 231-241. Resultan particularmente interesantes algunos aspectos de las ideas que desarrolla este Echeberri, que lo revelan inmerso en el mundo de preocupaciones de las élites espirituales de su época. Así, "Ver reducida a ciencia inteligible y preceptos ciertos y con demostraciones matemáticas la arquitectura naval" es su objetivo, tal como lo define en carta de 28 de febrero de 1673 a Veitia Linage (cit. por C. Fernández Duro, o. c., V, p. 125). Por eso, le repugna el proceder de aquellos constructores "que llevan la opinión corriente de los navegantes, heredada de unos en otros, sin haber trabajado en buscar la razón de las causas y sus efectos" (Ibid. p. 121). Si los textos apuntados no bastan a definirlo como cartesiano decidido, véase lo que conceptuosamente escribe en otro lugar: "Es reputada la ciencia matemática por más que las otras humanas verdadera, porque las doctrinas que las demás prueban con la fuerza de la razón, verifica ésta con la infalibilidad de la demostración" (cit. ibid., VI, p. 231). Revela, por lo demás, un particular sentido de la naturaleza: hay que seguir "lo que propone sabia la Naturaleza"..., "imitando a la Naturaleza, que no admite quitar ni añadir en sus obras, conteniendo la mayor perfección debajo de su corteza" (Ibid., pp. 231 s.); y por lo mismo, a la hora de establecer comparaciones sobre el sistema de ayer o el de hoy en materia de fábrica de navíos, será criterio definitivo "en cuál se obra con más razón, examinándola por las obras naturales; porque él es arte que ejecuta sus obras de la misma suerte que ejecutaría la naturaleza si lo mismo hiciere" (Ibid., pp. 232 s.); o, como se expresa en otro lugar, habrá que ver "cuáles medidas y cortes pueden tener más de su parte naturaleza en las experiencias, antorchas de la razón, por donde se debe reglar esta doctrina de labrar los árboles" (Ibid., p. 238). En fin, él está convencido de que es llegada la hora, si se quiere de veras remediar "esta cortedad y desgracia" en que se debate la arquitectura naval de su tiempo, de que se abandone "un arte práctico recibido por tradición material de uno a otro, regulando en partes, según la inclinación de los que lo manejan" (Ibid., p. 235), y de que se recurra "(con muchas experiencias) el medio de otras ciencias" (Ibid., p. 238): Hidrostática, Geometría, Aritmética... Desde el punto de vista estrictamente técnico, le parece fundamental la distinción, en el planteamiento mismo, de naos mercantes y naos de guerra, porque -se expresa admirablemente- "mal se podrá en una acémila cargada correr la posta ni escaramuzar con tornos ágiles, ni un caballo generoso llevar mucha carga" (Ibid., V, pp. 120 s.). Él, personalmente, se declara partidario de la manera de construir de los holandeses, los grandes dominadores del mar en la primera mitad del XVII (Ibid., VI, pp. 236-241). En la Colec. Vargas Ponce, Leg. de almirantes, letra E se halla un Memorial impreso en 1670 que E. elevó al rey hallándose preso en la cárcel por haber entrado en Cádiz y no en Sanlúcar, como estaba preceptuado, con el galeón que mandaba, de vuelta de las Indias. La muerte le sorprendió en septiembre de 1673, cuando se ocupaba de refundir en un cuerpo de doctrina cinco discursos suyos sobre arquitectura naval que circulaban manuscritos entre sus amigos.

Koldo LARRAÑAGA ELORZA