Sindikatuak

Eusko Langileen Alkartasuna

Han pasado 100 años desde que 178 trabajadores vascos fundaran Solidaridad de Obreros Vascos en 1911, tratando de reforzar la estrategia de articulación social del nacionalismo impulsada por el PNV, en la que ELA-STV, fortalecido con la participación de más de 100.000 afiliados, se define como sindicato de contrapoder, autónomo con respecto al resto de formaciones políticas.

100 años que han servido para consolidar a esta central como el sindicato más importante del escenario vasco, y que reflejan una transformación ideológica en la que ELA ha pasado de una definición asentada en el "basquismo", que vinculaba esta organización con la dimesión identitaria; el cristianismo, que le impulsaba a una defensa de la moral cristiana; y el obrerismo, que aspiraba a una armonización en las relaciones entre clases, a una estrategia actual laica, con una clara orientación de clase que le impulsa a una acción sindical comprometida contra la globalización neoliberal y por la consecución de una sociedad más justa y solidaria y con una apuesta autodeterminista que ha convertido a ELA en un referente en el espacio soberanista.

Sin embargo, esta aparente contradicción entre los orígenes y su actual acción sindical, se comprende mejor a la luz de una lenta evolución en la que el sindicato ha ido acomodándose de sus posiciones originarias a los retos de los nuevos tiempos. Así, aunque la definición ideológica inicial del sindicato se caracteriza por un distanciamiento claro del resto de movimientos obreros de corte socialista y por una estrategia de socorro mutuo y apoyo laboral entre los trabajadores acorde -con la orientación democristiana de su partido matriz-, en su I Congreso, celebrado en el frontón Astelehena en 1929, SOV ya refuerza su apuesta por fortalecer su compromiso social con posiciones más reivindicativas; hasta que finalmente, en 1934, se acepte la fractura de clase. Este periodo, además, se caracteriza por su fortalecimiento interno, de forma que en el II Congreso, celebrado en 1933, se concreta un proceso de articulación interna y de modernización de sus estructuras que se caracteriza por la integración de federaciones sectoriales previamente independientes en una estructura única confederal.

La Guerra Civil, obviamente, supondrá una ruptura en el desarrollo natural de este sindicato, muchos de cuyos dirigentes deberán exiliarse, mientras su militancia en el interior ve condicionada su acción como consecuencia del necesario repliegue a la clandestinidad. En cualquiera de los casos, las décadas finales del franquismo, marcadas por un contexto de efervescencia ideológica a nivel mundial y de renovación cultural y militante a escala vasca, tendrá efectos en el sindicato; lo que provocará una renovación militante, un relevo generacional y consecuentemente una transformación de su concepción sindical. Como es obvio, este cambio provocará serias tensiones internas.

Así, la militancia de ELA en el interior rechazará la estrategia de unión sindical impulsada por su dirección en el exilio; una unidad entre STV, UGT y CNT (en la denominada Alianza Sindical) considerada escandalosa en la medida en que suponía la participación de su sindicato en una estrategia de acción limitada a reclamar el final del franquismo, la amnistía, elecciones libres y libertades democráticas, sin la más mínima referencia a los "derechos nacionales". Más aún, la militancia en el interior, claramente condicionada por la fractura entre el nacionalismo tradicional representado por el PNV y las nuevas estructuras organizativas que de la mano de las teorizaciones de ETA comenzaban a vincular de forma nítida la estrategia nacionalista con planteamientos progresistas e independentistas, apostará en 1964 por una revisión del conflicto nacional desde posiciones netamente socialistas, lo que supondrá rechazar de plano la cercanía de los miembros de la dirección con el PSOE y especialmente el PNV. Así las cosas, en 1966 se explicita esta fractura con la creación de ELA-Berri por parte de un amplio sector de la militancia del interior; sector que asumirá posiciones claramente antiespañolistas, rechazando la instrumentalización del espacio sindical por parte del PCE. Por su parte, la dirección en el exterior, ELA-Biarriz, mantendrá su posición de interlocutor priviliegiado tanto con el PNV como con el resto de formaciones sindicales europeas, atribuyéndose el capital histórico del sindicato.

No obstante, en la década de los 60 también se visualiza una fractura en ELA-Berri entre un sector de la militancia que apuesta por la creación de un partido político, frente a otro que prioriza la acción sindical. Los primeros crearán el Movimiento Socialista de Euskadi, que asumirá los principios de la ideología marxista. Este sector, ELA-MSE configurará finalmente Eusko Sozialista Biltzarra, organización que posteriormente participará en el nacimiento de Herri Batasuna. De igual forma, este colectivo tratará de mantener su acción sindical con la creación en 1976 de ELA-Askatuak (organización que finalmente se reintegrará en ELA en 1990).

Por su parte, ELA-Berri tratará de recomponer su propio espacio sindical, para lo cual intentará retomar sus relaciones con ELA-Biarriz. Y aunque la influencia del PNV sobre la dirección en el exilio era importante -dificultando el diálogo entre las dos corrientes escindidas- finalmente llegarán a un acuerdo en septiembre de 1975. Acuerdo que, como señala Aurrekoetxea (2003), aunque pasa inadvertido para la opinión pública vasca como consecuencia de la preminencia de los acontecimientos sociales y políticos claves que se estaban viviendo en Euskadi, explica el protagonismo que ELA pasa a ocupar desde ese momento en el espacio sindical vasco, finiquitando una década de desencuentros y escisiones entre los dos grupos principales de ELA-STV.

Desde estas nuevas bases, y una vez recuperada la unidad, ELA celebrará en 1976 su III congreso, que prácticamente tendrá un caracter fundacional en la medida en que en esta cita se aprueban los nuevos principios y estatutos del sindicato, que desde ese momento se convierten en sus señas de identidad: sindicato nacional y de clase, independiente respecto de los partidos políticos, abierto a todos los/las trabajadores/as de Euskal Herria, autónomo desde el punto de vista económico (financiación a través de las cuotas), basado en la incompatibilidad de cargos, de carácter confederal, dotado de una caja de resistencia, impulsor de la solidaridad internacional.... En palabras de Aurrekoetxea (2003) los ejes centrales del ideario de ELA definidos en 1976 se condensan en la apuesta por "un sindicato abierto a todos los trabajadores de Euskadi" en el que "el carácter nacional y la concepción de clase forman un todo inseparable"; en la caracterización del sindicato como agrupación "de clase (orientada) por la transformación de la sociedad en la que se ubicaba"; en una definición en la que el sindicato "se debe exclusivamente a sus propios intereses y debía guardar su independencia con amplias garantías"; en una lógica sindical "amplia, plural y democrática"; y en una estrategia de "unidad de clase trabajadora a través de una libre práctica sindical". De igual forma, el paso de un sindicato de militancia clandestina a un sindicato de afiliación requería de una sólida estructuración interna que se concreta en la desaparición de las estructuras territoriales en detrimento de una única unidad territorial; en la cohesión interna en base a los órganos confederales; y en la "eficacia operativa como instrumento de acción eficiente en un contexto laboral emergente". En 1979, ELA celebra su IV congreso en un contexto marcado por los debates en las Cortes Españolas sobre el Estatuto de los Trabajadores de una parte, y la discusión en torno al Estatuto de Autonomía de otra; cuestiones ambas, que marcarán el contenido del encuentro, pero también la estrategia del sindicato durante la década siguiente.

A pesar de todo, en 1988 se produce un notable cambio que, aunque a penas trasciende a la opinión pública, tiene efectos claros en la posterior estrategia de ELA. Así, aunque los indicadores objetivos mostraban el crecimiento e implantación creciente del sindicato (50.000 afiliados a finales de 1987; representatividad del 34% en la CAPV, casi superando la suma de UGTy CCOO; liderazgo en Hego Euskal Herria en las 9 federaciones...), en el seno del sindicato había crecido la preocupación por un cierto ensimismamiento que le aislaba de la sociedad, lo que estaba provocando una desmovilización de su militancia y una creciente falta de iniciativa y liderazgo. Como recuerda Letamendia (2004: 94)

"la importancia de la negociación laboral en Euskal Herria, la rica actividad de prestación de servicios y la auto-financiación del sindicato mayoritario ELA, hechos ambos que contrastan con las estructuras sindicales españolas, configuran un sindicalismo poderoso pero que funciona en circuito cerrado".

Es por ello que la crisis de 1988, y el correspondiente relevo en la Dirección que sitúa a la cabeza del sindicato a Joxe Elorrieta, puede interpretarse como un re-direccionamiento del modelo de organización que trataba de superar una forma previa de liderazgo crecientemente cuestionada. Como recoge el informe presentado por la nueva dirección en el VII Congreso de 1990,

"ELA estaba encerrada en sí misma, sin iniciativas y sin capacidad de respuesta, con grave riesgo adicional derivado de la falta de motivación militante. El diseño personalista tenía unos rasgos alarmantes".

De ahí que como recuerda Letamendia (2004: 114) la estrategia de la nueva cúpula pasara por el desarrollo de un modelo de funcionamiento que marginó lo jerárquico y vertical en beneficio de lo horizontal. Años más tarde, en el IX Congreso, ELA analiza retrospectivamente los beneficios del viraje organizativo, señalando que gracias al cambio de rumbo

"hemos escapado de más de una trampa montada para atrapar nuestro proyecto en una red institucionalista, con un protagonismo tan fácil como vacío".

Sobre unas nuevas bases, a lo largo de la década de los 90 el sindicato ELA reformula su discurso tanto en el ámbito económico como en el de la acción sindical y nacional, hasta llegar a una nítida deficición que se concreta en su oposición frontal a la estrategia neoliberal, en su definición como sindicato de contrapoder y en la apuesta por la soberanía de Euskal Herria.

Así, la resolución del XII Congreso de ELA celebrado en Bilbao en noviembre de 2008 supone una nítida toma de posición en contra de las políticas neoliberales en la medida, señalan, que

"la negociación colectiva, junto con las políticas sociales, está atravesando una profunda crisis como consecuencia de la ofensiva neoliberal. Esta, entre otras cuestiones, elimina las garantías al contrato de trabajo, recorta las prestaciones sociales y privatiza los servicios públicos. Esa ofensiva es además, en nuestro país, abiertamente il al sindicalismo reivindicativo -en contenidos y formas- y contraria a los intereses de la mayoría de la población".

Más aún, desde su perspectiva, la estrategia de la clase política, incluido el propio Gobierno Vasco, está al dictado de las élites económicas.

"Nuestra experiencia, nuestro trabajo sindical, tanto en la negociación colectiva como en la lucha por otro modelo de sociedad, nos ha llevado a una conclusión definitiva: en Euskal Herria poder político y económico hacen confluir sus intereses y gestión en beneficio de lo privado y en detrimento de las rentas salariales y el bienestar de la clase trabajadora. Las administraciones públicas, por un lado, y los empresarios y sus organizaciones por otro, han mantenido siempre ámbitos formales e informales de encuentro exclusivos para compartir sus estrategias y acordar decisiones".

Sobre estas bases como conclusión este Congreso confederal afirma que

"1. La acción sindical y el diálogo social son opciones incompatibles en el contexto de la ofensiva neoliberal y con una correlación de fuerzas tan desfavorable al movimiento sindical.

2. Abordar esta cuestión es crucial para el futuro sindical, y por ello apuesta por salvaguardar y potenciar la acción colectiva, fortalecida por su autonomía política y financiera.

3. Que es preciso fortalecer esta posición sindical en todos los ámbitos, desde la confederación hasta las secciones sindicales, pues en todos ellos se juega nuestra credibilidad y eficacia.

4. ELA va ser particularmente auto-exigente en los ámbitos donde su representatividad le otorgue mayores niveles de responsabilidad y pueda implementar dinámicas de trabajo alternativas para beneficio de la clase trabajadora"

(ELA, 2008a)..

Esta toma de posición explica la crisis del diálogo social, que se concreta en el abandono de ELA del CRL, CES y Hobetuz, lo que en última instancia explica una redefinición de la acción sindical en términos de contra-poder. Una estrategia que para el sindicato se centra en la organización de los trabajadores en diferentes ámbitos, especialmente en los centros de trabajo, buscando su participación activa en el proceso reivindicativo, y asumiendo un esfuerzo organizativo integral. Como subrayan Dufur y Hege (2009: 15), esta estrategia busca

"ir promoviendo una relación triangular entre asalariados, delegados de las empresas y el sindicato La obtención de un consenso entre estos tres niveles de referencia constituye para ELA, una condición del fortalecimiento del sindicato y de la democracia en su seno. Un acuerdo no es únicamente local, porque puede tener consecuencias para otros trabajadores; pero tampoco puede darse por bueno un acuerdo sin el aval de la base. Las comarcas, combinando estrechamente implantación local, presencia sectorial y relaciones permanentes con la confederación, desempeñan un papel decisivo en la realización de los procesos de democratización interna de las negociaciones. Este proceso de democratización, que pasa por las asambleas de trabajadores, debe traducirse en el crecimiento de la afiliación".

Durante su congreso de 2008, ELA pudo calibrar los resultados de sus decisiones. El número de afiliados y afiliadas había aumentado hasta alcanzar los 109.000 en agosto de 2008, es decir un 4,42% más que en el congreso anterior de 2004. El "índice de independencia financiera" -concepto enarbolado frente a los sindicatos institucionalizados- fue de cerca del 86% en 2004-2007, frente a menos del 82% en el periodo 2000- 2003 (ELA, 2008b: 23). Este índice indica el grado de cobertura que suponen las cotizaciones de sus miembros en los ingresos totales. Más concretamente, las aportaciones en concepto de subvenciones sólo suponen el 6,58% de su presupuesto, mientras que la financiación por su participación institucional equivale al 6,2% de un presupuesto que asciende a los 75 millones de euros. Una cantidad que oscila entre el 20 al 25% de las cotizaciones de los afiliados y afiliadas en activo se destinan a alimentar la Caja de resistencia, herramienta estratégica, en última instancia, del desarrollo de ELA, que en el periodo 2003-2007 sumaba 11.600.000 euros. Esta Caja de resistencia ha permitido a ella protagonizar importantes conflictos laborales de larga duración, como el de Caballito, en el que ha mostrado su capacidad para mantener el pulso frente a la patronal. En la Comunidad Autónoma Vasca, ELA obtuvo más del 40% de los votos en las elecciones a comités de empresa, con 8.345 delegados; en Navarra avanza con regularidad, alcanzando el 21,5%, con 1.454. De esta forma, ELA cuenta con cerca de 10.000 delegados en las empresas y en los servicios públicos.

Finalmente, las estructuras de ELA se configuran en tres sectores diferenciados: los órganos confederales, las Federaciones profesionales y las Uniones Comarcales.

Los Organos Confederales son el Comité Ejecutivo, el Comité Nacional, el Consejo Nacional y el Consejo Confederal. El Comité Ejecutivo está constituido por doce miembros, entre los que se prevén los cargos de Presidente/a, Secretario/a general, Secretario/a general adjunto/a y Tesorero/a confederal. El resto de miembros del Comité Ejecutivo se denominan Secretarios/as nacionales. El Comité Ejecutivo se reúne semanalmente, como norma general. El Comité Nacional está compuesto por 12 miembros cuyo nombramiento corresponde a las Federaciones Profesionales; 12 miembros de las Uniones Comarcales y los responsables del Comité Ejecutivo. Se reúne cada 15 días. El Consejo Nacional es el órgano máximo de la Confederación entre congresos y se compone de 80 miembros a designación de las Federaciones Profesionales; 80 designados por las Uniones Comarcales; y los miembros del Comité Nacional. Celebra un mínimo de tres sesiones año. El Consejo Confederal, órgano supremo de ELA, es la asamblea de representantes que se eligen en el seno de las Federaciones Profesionales y Uniones Comarcales. Está constituido por 350 delegados/as a elección de las Federaciones Profesionales; 350 de las Uniones Comarcales; y el Comité nacional. El Congreso se celebra en sesión ordinaria cada cuatro años.

Las Federaciones Profesionales son ELA-Hainbat, que integra los sectores de química, textil, transportes, papel, artes gráficas, pesca, portuarios, energía, medios de comunicación y telecomunicaciones, sector de la construcción y sus derivados, cerámica, vidrio, y madera; ELA-Zerbitzuak, que aglutina el sector de servicios privados, financieros, comercio, limpieza, oficinas y despachos, elería, alimentación y nuevos sectores emergentes; ELA-Gizalan aunando la Administración foral local, autónoma, administración del Estado, correos, sanidad, Ertzaintza, personal docente y no docente de la enseñanza, tanto pública como privada, en todos sus niveles; y ELA-Metal que agrupa a las Industrias metalúrgicas y sectores afines. Cada una de estas Federaciones cuenta con un Secretario/a general, Secretario/a de organización y tres miembros en la comisión permanente.

Finalmente, las Uniones Comarcales son las de Bilbao, Deba (Aretxabaleta, Arrasate, Oñati, Bergara, Eibar, Elgoibar, Soraluze, Deba, Mutriku, Itziar), Donostia, Eskumaldea (Uribe Kosta, Erandio, Txorierri, Mungia), Ezkerraldea-Kadagua (Barakaldo, Santurtzi, Sodupe, Balmaseda, Zalla), Gernika-Durango (Gernika, Bermeo, Lekeitio, Markina, Ondarroa, Durango, Amorebieta, Elorrio, Ermua), Ibaizabal-Nerbioi (Basauri, Galdakao, Arratia, Orduña, Aiala), Nafarroa, Oarso-Bidasoa Irún, Bera, Rentería, Trintxerpe, Pasaia, Lezo, Oiartzun, Hondarribia) Oria-Goierri (Beasain, Zumarraga, Legazpi, Hernani, Lasarte, Andoain, Billabona, Tolosa, Leiza), Urola Kosta (Azkoitia, Azpeitia, Zestoa, Zumaia, Zarautz, Orio) y Vitoria-Gasteiz.

Igor Ahedo Gurrutxaga