Plataformak

Unión Vascongada

Principal organización política levantada por los monárquicos alfonsinos de Vizcaya durante la II República, que inauguraba su primer círculo --el de Carranza-- en mayo de 1934. La caída de la Monarquía había sumido en el desaliento a los notables monárquicos, y había arrastrado consigo a viejas organizaciones como la Liga de Acción Monárquica y el Círculo Maurista. Una nueva generación tomó entonces el relevo al frente del monarquismo local. Un grupo de jóvenes --entre los que, por su capacidad de liderazgo, destacaba José M.ª de Areilza--, que no habían conocido la Monarquía liberal y que se asomaban a la vida política en un contexto de crisis de las democracias y de auge de los autoritarismos, reorganizaba poco después del 14 de abril de 1931 la vieja Juventud Monárquica "amaestrada" por la agónica Liga de Acción Monárquica, y le inyectaba el sello de su entusiasmo y de su radicalismo ideológico.

Para procurarse un enlace con las fuerzas alfonsinas que actuaban a escala nacional, Juventud Monárquica se adscribió oficialmente en abril de 1934 a Renovación Española, en cuyo seno se disolvió. Con Renovación Española, que abrió sus locales en la Gran Vía bilbaina sobre el café Lion d'Or, encontraban de nuevo cauce para participar en la política los viejos monárquicos que, con la República, habían desertado de la política. Juventud Monárquica y Renovación Española, por su composición altoburguesa y su compromiso dinástico, tenían mal encaje en la provincia, y no desbordaron los límites de los círculos acomodados de Bilbao, Getxo y Portugalete. Por eso, como una operación de imagen, se levantó en 1934 Unión Vascongada.

La nueva organización se definió como un instrumento contrarrevolucionario, de defensa de la espiritualidad católica, de la autoridad, del orden, de un Estado fuerte y vigilante, y de combate contra el marxismo y el separatismo. No hizo llamamientos explícitos en favor de Alfonso XIII ni de la Monarquía --sin duda para no estorbar posibles colaboraciones--. Tampoco hizo manifestaciones en favor de la autonomía vasca sino que, por el contrario, combatió sin ambages "al nefasto tinglado del Estatuto", lo que se explica por el endurecimiento que, al hilo de la República y precisamente desde 1934, experimenta la derecha. Presidió Unión Vascongada Luis Urresti, abogado, rentista, alcalde de Getxo de nombramiento gubernamental a raíz de la dimisión colectiva de Ayuntamientos vascos del verano de 1934, y su secretario fue Lorenzo Villalonga y Lacave, hijo del Conde de Villalonga.

Cuando en julio de 1935 celebró su primera asamblea anual había inaugurado centros permanentes en Carranza, Erandio, Santurtzi y Larrabetzu, y se anunciaba la próxima inauguración de los de Zalla, Amorebieta, Gernika y Durango. En febrero de 1936 también tenía locales en Galdakao, Somorrostro, Ortuella y Deusto. Además había constituido comités organizadores en ochenta y cinco pueblos o lugares de la provincia, que se extendían por las dos terceras partes de sus municipios. ¿Cómo logró un éxito tal? Areilza y otros dirigentes monárquicos se lanzaron desde 1933 a la rebusca de los restos de las antiguas redes monárquicas, y visitaron todos los rincones de Vizcaya reuniendo a los antiguos caciques de la Liga de Acción Monárquica --alguno de los cuales se había hecho republicano--: aquí una familia influyente, allá un exalcalde, el cura, la superiora de un convento, el médico, el millonario, un aldeano astuto...

Otro medio que sirvió a Unión Vascongada para alcanzar ascendiente en los pueblos fue el Secretariado social y jurídico que brindaba "desinteresadamente" sus servicios de asesoramiento, y en el que funcionaban dos bolsas de trabajo para colocaciones terrestres y marítimas. El mismo fin perseguían los repartos de ropas y comestibles durante las fiestas navideñas, que en 1935 beneficiaron a trece localidades, y que daban ocasión de difundir la propaganda de la organización. Unión Vascongada constituyó, pues, el principal éxito organizativo de los monárquicos alfonsinos, para el que echaron mano de procedimientos caciquiles y paternalistas impropios del nivel de madurez política alcanzado a la altura de los años treinta. Por eso Unión Vascongada no puede considerarse la expresión organizativa de una derecha moderna. En su dirección aparecían incrustados elementos destacados de las clases altas de tradicional significado alfonsina, pero bien enlazados con las clases medias de los pueblos y del campo. Así supo retener para la causa españolista y contrarrevolucionaria núcleos de población vacilantes o inhibidos que, sin su bandera, acaso hubieran sido ganados por el nacionalismo vasco.

Bibliografía

  • Gabriel Plata Parga, Derecho, capitalismo y religión en Vizcaya durante la crisis de la democracia liberal (1930-1936). Tesis doctoral. Universidad de Navarra. Pamplona 1988.