Kontzeptua

Antropología Social

La permanencia de gentes provenientes de otros lugares y de otros grupos con sus culturas habría ocurrido, por las pruebas de que se dispone, en el ager, no tanto en el saltus. J. Caro Baroja diferencia repetidamente estas dos zonas a la hora de constatar la acción civilizadora emprendida por los distintos grupos que llegan a la península. También para dejar constancia de esa imagen que transmiten algunas crónicas medievales y que ha sido repetida casi hasta la actualidad. La imagen que presenta a los vascos como "gente bárbara sin parecido con los demás en ritos y naturaleza, perversa, pérfida, desprovista de buena fe, corrompida, lujuriosa, borracha, diestra, sin probidad y detestable, e impía, cruel, siniestra y terca", según el códice del siglo XII hallado en la Catedral de Santiago (en Urroz 1919, 514). Arturo Campión recoge éstas y otras referencias similares que, aunque no establece claramente la diferenciación del saltus y del ager, patentizan la diferente imagen que recibe uno y otro (1971, 1-22).

Para J. Caro Baroja, esa diferenciación es clave, al igual que son claves los siglos posteriores a la caída del imperio romano para entender cómo se forja esa imagen. Pero es evidente que, escribe, a partir de la caída del Imperio romano, es decir, a finales del siglo V y durante los siglos siguientes, hasta el VIII, el territorio de los vascones, claramente diferenciado ya desde antiguo y dividido entre un ager meridional, urbanizado, romanizado, de fisonomía mediterránea y un saltus, no tan romanizado, sufrió una nueva modificación, de suerte que el ager o varias de las ciudades de más importancia de él fueron repetidas veces ocupadas por los visigodos y aun los francos, mientras que el saltus adquiere una significación peligrosa, permanente, tanto para los unos como para los otros. (1978, 109).

Es en el ager donde se asientan los romanos -el contacto con los romanos es la "puerta por donde entran (los vascos) a la vida histórica"-, según A. Campión (1971, 48), donde más tarde habrían de asentarse otros grupos, aportando nuevos cultivos, nuevas técnicas, nuevas creencias y nuevas formas de vivir en sociedad.

El ager se convierte con el tiempo en un mosaico construido con las más variadas piezas y con las argamasas más diversas. Es un calidoscopio que tirios y troyanos intentan reconstruir separando las piezas, sin darse cuenta que con ello se destroza, que no es posible volver a construir nada original porque la originalidad se halla en la forma en que unas y otras se entrelazaban y se mezclaban.

Pero el saltus también se transforma con el tiempo y adquiere una fisonomía bien distinta a la que tuviera antaño y que más de uno ha pretendido conservar y guardar como reliquia en urna. La única diferencia entre el saltus y el ager está más en los ritmos en que uno y otro se transforman y cómo se transforman que en la transformación en sí. Es lo que hace, sin embargo, que las diferencias entre uno y otro todavía existan, al igual que existe una gran diversidad paisajista dentro del ager y dentro del saltus.

Tampoco esto es un caso extraño dentro del panorama europeo. Tampoco lo es el que dentro del saltus exista una clara diferenciación entre "tierra llana" y "tierra alta". La diversidad de productos y de técnicas, de actividades, de costumbres y de creencias es tan grande como la que se da entre el ager y el saltus considerados en su conjunto. En lo alto se dan actividades específicas, como son el pastoreo, el trabajo de leñador, el de los carboneros; en parte también, aunque esto es más irregular por razones obvias, el de los mineros y el de los ferrones. Luego en las tierras más bajas, según se va bajando, se va suavizando el clima también, y la agricultura y el comercio van dando matices al paisaje, y después en la misma costa hallaremos la pesca y la navegación primando en esta especie de conjunto de funciones, condicionada por lo que es, como digo, específicamente físico (J. Caro Baroja 1974, 23).

La explicación de la cultura en el País Vasco dentro del contexto europeo es una de las constantes más repetida por la mayoría de los investigadores del propio país y por la práctica totalidad de los investigadores del continente. Telesforo de Aranzadi sintetiza en una corta frase el pensar y el resultado de estas investigaciones. "El pueblo vasco, escribe, no es un ejemplo de aislamiento ni de extraeuropeismo, pero tampoco de carencia absoluta de originalidad" (1975, 156).

La mayor singularidad del País Vasco, raramente apuntada por algunos y por nadie o casi nadie resaltada, es precisamente la particular articulación que en él se realiza entre tradición y modernidad. La mayoría de las singularidades resaltadas por la mayoría de los antropólogos -euskera, casa, cultura material, vecindad, costumbres mortuorias, etc.,- sólo encuentran su interpretación adecuada, su significado, en relación con la modernidad. Tomados y considerados de forma aislada se convierten en "fósiles" incapaces de ser interpretados adecuadamente. En una interpretación aislada sólo cabe el solipsismo y hasta cierto punto, el autismo, y esas otras interpretaciones que sólo tienen en cuenta el solipsismo y el autismo como referentes, y no la realidad antropológica que unos y otros dejan de lado. Ambas formas de interpretar la realidad se agotan en sí mismas; no parece existir otra realidad que la que unos y otros construyen. Pero ésta, sin embargo, existe.