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Álava-Araba. Historia

Solamente a partir del siglo I, antes de J. C. aparecen noticias escritas con datos referentes al norte de la Península, aplicables al territorio alavés. Son los escritores Estrabón, Mela, Plinio, Ptolomeo y Antonino, entre otros, los que dan una ligera visión del desarrollo de la vida en esos primeros momentos, Ilustraciónespecialmente de datos geográficos. Para épocas anteriores, únicamente se puede disponer de la luz que dan aquéllos restos materiales que estas primeras poblaciones dejaron sobre el suelo alavés, es decir, de las fuentes arqueológicas.

La existencia de Neanderthales en el territorio alavés se constata en momentos del Paleolítico Inferior en yacimientos de la Llanada Alavesa y zonas próximas, como en los yacimientos de Aitzabal en las proximidades de Vitoria-Gasteiz, Kargaleku y Belaustegi en Legutiano, Peñacerrada. Son piezas talladas en forma de bifaces y chooping tool.

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Son también varios los yacimientos del Paleolítico Medio conocidos, extendidos sobre terrazas fluviales de los ríos Zadorra y Ayuda. En concreto, en yacimientos como los de Manzanos, con bifaces y cantos tallados, y Murba en Torre con materiales líticos de técnica levallois. En cuanto a lugares con restos del Paleolítico Superior, son más escasos, habiéndose detectado estos momentos únicamente en la cueva de Arrillor en el Gorbeia.

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Durante el Epipaleolítico se comenzó a reflejar una tendencia a ciertos cambios, tanto en aspectos económicos -recolectores y de producción incipiente, además de la caza- como en las herramientas -microlitismo- y adornos -conchas y pinturas de ocres-. Generalmente estos grupos se han detectado en cuevas, como las de Fuente Hoz y Socuevas (Anúcita), Montico de Txarratu (Albaina), Kukuma (Araia), Kampanoste Goikoa (Birgala), y al aire libre en Berniollo (Morillas).

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Desde un momento determinado de finales del VI milenio a.C., en lo que se conoce como Neolítico, y aparte de la ocupación tradicional en cuevas, se comenzaron a establecer en pequeños poblados al aire libre las gentes que ocuparon de una forma más extensa el territorio alavés. En este proceso, continuado durante las siguientes etapas del Eneolítico o Calcolítico, son especialmente abundantes estos testimonios de habitat al aire libre en los espacios ribereños de cuencas fluviales, como por ejemplo en las de los ríos, Rojo, Araya, Bayas, Zadorra, etc. Aparte de las localizaciones en prospecciones de decenas de yacimientos han sido los de Berniollo en Morillas o La Renke en Tobera, algunos de los lugares excavados que han ofrecido información concreta sobre este tipo de asentamientos. Los yacimientos en cuevas también son abundantes; sirvan los ejemplos de Fuente Hoz (Pobes), Montico de Txarratu (Albaina), Los Husos (Elvillar), Peña Larga (Cripán), etc. En estos yacimientos aparecen cerámicas correspondientes a esos momentos, junto a una industria lítica con elementos geométricos, denticulados y láminas, reflejando en algunos casos viejas tradiciones paleolíticas. Al final del periodo comienzan a utilizarse, tímidamente, algunas piezas de metal. Esta utilización de los metales tuvo una mayor profusión algo más tarde, ya en la Edad del Bronce. Durante estos momentos los ajuares e instrumentos sufren importantes cambios. En los materiales líticos se acusa el abandono de ciertos tipos, modificación de otros y la creación de algunos nuevos. Algo parecido ocurre con la cerámica, tanto en sus formas como en la elaboración de pastas y decoraciones.

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Unidos a estas formas de vida pastoriles y agrícola incipiente, se desarrollaron unos rituales funerarios. Por un lado la utilización de ciertas cavidades como cuevas sepulcrales, por otro la erección de dólmenes, así como los depósitos de tipo tumular. Son numerosos los ejemplares que se distribuyen por toda la geografía alavesa, tanto en las zonas de valles como de montaña, siendo más abundantes e importantes en ciertas zonas concretas. Tipológicamente existen ejemplares de cámara simple y otros del tipo de corredor o galería. Los principales conjuntos se dan en: el Valle de Kuartango, Rioja Alavesa, Ribera Baja, Llanada Oriental, y en sierras como Gibijo, Badaia, Entzia, Altzania, Gorbeia. En estos monumentos y en los ajuares de sus enterramientos se acusan relaciones con el mundo atlántico y meridional. Los túmulos se extienden principalmente en zonas altas llegando a formar verdaderos campos de decenas de ejemplares. En cuanto a las cuevas sepulcrales, en algún caso tienen únicamente este fin, en tanto que en otras funcionaron con la doble vertiente de ser una zona de habitación y de enterramientos. Algún caso aislado y atípico, pone de manifiesto otras fórmulas funerarias como el caso del enterramiento colectivo en fosa, - con más de 300 individuos-de San Juan Ante Portam Latinam, en Laguardia. Estos restos antropológicos están indicando una población dual, con individuos del tipo mediterráneo grácil y otros de carácter pirenaico.

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Sobre estas poblaciones, al final del segundo milenio a. C., en las últimas etapas de la Edad del Bronce, se acusan nuevas fórmulas culturales con orígenes diferentes. Por un lado, desde la Meseta peninsular y en otro de procedencias transpirenaicas continentales. Así se hacen presentes gentes del mundo de Cogotas I, cuyos rastros se focalizan tanto en cuevas, como en Depósitos en Hoyos e incluso en algunos poblados al aire libre. A estos grupos se adjudican algunas de las pinturas rupestres, esquemáticas, en cuevas, siendo un buen ejemplo la de Solacueva de Lakozmonte. Es también, en el Bronce Final, cuando gentes continentales comenzaron a ocupar lugares donde desarrollaron un urbanismo incipiente, dando origen a los primeros núcleos urbanos que tendrían posteriormente un gran desarrollo. Estas primeras aportaciones fueron creando, ya en la Edad del Hierro, una trama de poblados que, bien en tierras bajas o enriscados en alturas bien defendidas naturalmente, se distribuyeron por todo el territorio alavés. El número de lugares conocidos, pasa del centenar. Sus características formas cerámicas de fabricación modelada, una metalurgia del bronce de desarrollo local, que se expresó en una amplia variedad de objetos de adorno, piezas en hueso, y algunos objetos líticos, se localizan en estos poblados. Sus casas, en unos casos de plantas circulares y en otros casos poligonales, formaban la trama urbana de estos castros. Estas poblaciones, bien asentadas en lo geográfico, conocieron a finales de la Edad del Hierro, nuevas influencias bien desde la Meseta superior -círculos de Cogotas II y de Monte Bernorio- o iberizantes vía valle del Ebro. Estas nuevas aportaciones, consolidadas en lo que se conocerá como cultura celtibérica, supusieron unos avances, especialmente tecnológicos, al desarrollar una potente metalurgia del hierro, las elaboraciones de cerámica a torno rápido y un urbanismo bien definido entre otras cosas.

En lo económico y merced a los anteriores avances, pudieron dar un fuerte impulso a una economía, especialmente, de tipo cerealista. Así quedó claramente consolidado el poblamiento a lo largo de la Edad del Hierro, y la distribución territorial de las diferentes tribus que quedaron fijadas en Álava, y que correspondían a los Várdulos, Caristios, Autrigones y Berones. Será esta estructura socio-económica la que llegaría a época de romanización, sirviendo en muchos casos estos castros para la refundación de nuevas estructuras urbanas claramente de carácter romano, como es el caso de Iruña de Oka.

Son varios los poblados excavados en mayor o menor medida, que han ofrecido abundante información sobre las formas de vida, en toda su amplitud, incluso sobre los rituales funerarios. Entre todos ellos destacan los castros de: Oro, Henayo, Los Castros de Lastra, Carasta, Atxa, y sobre todo el de La Hoya en Laguardia.

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