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AIA

La iglesia parroquial de San Esteban preside el centro histórico de la población, ubicada como se halla en lugar preeminente en su plaza. El proceso edificativo se prolongaría durante todo el siglo XVI y algo más de la mitad del siguiente. De esta forma, los tres primeros tramos del templo, más apegados a las fórmulas góticas, corresponderían a la labor acometida por Pascual de Iturriza, Juan Simón de Iturriza y Martín de Gorostiola, mientras que las dos últimas capillas y la cubrición serían posteriores a 1573, para finalmente incorporar las capillas del crucero.

El resultado es un edificio de cruz latina con ábside ochavado, para cuya cubrición se hace uso de ricas bóvedas de crucería con sus claves decoradas con colgantes policromados. La torre se finalizaría en 1617, encargándose de esa tarea Martín de Lizarraga, Miguel de Garagarza y Juan de Amilivia.

Por lo que se refiere a su retablo mayor, aunque en noviembre de 1554 Andrés de Araoz se comprometía a efectuarlo para finales del siguiente, cinco años después se le apremiaba a ello, siendo finalmente su hermano Diego quien, dos años después de la muerte de aquél, en 1565, aceptaba responsabilizarse de poner fin a la obra, de la cual únicamente se había efectuado el primer banco y parte del segundo. Es probable que lo hecho se perdiera en el incendio de 1597, por cuanto el actual es realización iniciada en 1677 y finalizada cinco años después por Juan de Apaiztegui, siguiendo una traza proveniente de Madrid, mientras que el dorado se retrasaría hasta 1723. Es un organismo muy interesante, con un esquema arquitectónico avanzado. En cuanto a los retablos colaterales, son muebles de carácter rococó, albergando el del evangelio un Cristo yacente de carácter articulado, efigie de sentido procesional, al igual que ocurre con otras imágenes, de caballete en este caso, del propio siglo XVIII existentes en el templo.

El ayuntamiento de la localidad, finalizado en 1852, y la ermita de Nuestra Señora de Aizpea, con un acceso de carácter gótico y sus tres retablos realizados en 1661 por el maestro arquitecto Pedro de Latijera y el escultor Diego de Zatarain, son los otros dos edificios que pueden destacarse en el núcleo principal de esta localidad, aunque no posean especial relevancia.

Por otro lado, a los talleres de Aia debemos sendas esculturas denominadas Maria-Aurizene y Homenaje a Josefa Zabala, pertenecientes a los años 1980 y 1986 respectivamente, interesantes realizaciones con una formulación más sencilla en el segundo de los casos.

En cuanto a los diferentes barrios de este amplio municipio, en Laurgain sobresalen la casa solar del mismo nombre, con vestigios de su anterior carácter de casa torre, y la iglesia de San Miguel, edificio con planta de cruz latina iniciado en 1588 por Pedro de Mendiola y continuada después por Gracián de Egaña, siendo el responsable de la vivienda del sacerdote, coro y actual torre Francisco de Ibero, quien en 1754 otorgaba su informe, para diez años después finalizar las obras.

Por lo que a San Pedro se refiere, conviene citar la ermita de idéntico nombre, que alberga un pequeño retablo debido igualmente al taller de los hermanos Araoz, siendo presumiblemente labor de Andrés los relieves del banco.

En Elkano nos hallamos con una iglesia con la advocación de San Pedro nuevamente, construcción rectangular con elementos góticos, esencialmente por lo que a su portada de acceso se refiere. Muy interesante es el caserío Aranburu Zahar, con una estructura interna del siglo XVI que sería ampliada y modificada a mediados del XVII. En cuanto a su fachada, no presenta soportal, habiéndose restaurado a finales del siglo XX, aunque sin alterar sus elementos históricos.

No pueden olvidarse los diferentes monumentos prehistóricos con los cuales cuenta el municipio. En Olazko Egia se sitúa la conocida y destacada gruta de Altxerri, con sus espléndidos grabados y pinturas del paleolíticos. En Pagoeta se halla la cueva de Giltzarriturri, hallándose igualmente en el mismo parque natural el dolmen de Olarteta y los túmulos de Arreta, Murugil y Urruztume.

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Ignacio CENDOYA ECHANIZ