Investigadores

Zavala y Acedo, Manuel José de

III Conde de Villafuertes.

Ordizia, 7 de noviembre de 1772 - Alzo, 6 de octubre de 1842. Manuel José de Zavala fue uno de los patricios guipuzcoanos más destacados en la vida política de la primera mitad del siglo XIX. Llegó, además, a acumular una fortuna -y una correspondencia y bibliotecas- casi descomunal, que han perpetuado su nombre y fama.

Más desconocida es, sin embargo, su faceta -que más destacaremos aquí- como entusiasta de la ciencia y de la industria moderna.

Miembro de una familia acomodada y distinguida (heredó el título de Conde de Villafuertes de un pariente suyo, José Francisco de Aramburu), Zavala recibió, como exigía su status, una exquisita educación, primero a manos de preceptores particulares, y, luego, probablemente, en el Seminario de Bergara. Allí se imbuyó, de hecho, del pensamiento ilustrado, lo que le llevaría, más tarde, a ser socio de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País y, a la postre, a identificarse con la generación posterior a los caballeritos de Azkoitia. De su formación ilustrada le quedó la inquietud por las ciencias, la cultura, los viajes y la industria, además de Francia, su país de referencia.

No le faltaron a Zavala, a lo largo de su vida, bienes raíces e ingresos económicos. Llegó a poseer en vida hasta 6 mayorazgos, la mayoría situados en la cuenca media del río Oria, que abarcaban, entre otros bienes, caseríos, ferrerías, montes y palacios (se estima que cinco mayorazgos le reportaban una renta anual de 74.783 reales). Con el tiempo se convertiría en una de las grandes fortunas de Gipuzkoa (de hecho, al morir, en 1842, ésta superaba los dos millones de reales).

El patrimonio económico y la impronta aristocrática que le caracterizó, además de las amistades sociales que entabló, facilitaron que Zavala ocupase cargos públicos y políticos desde muy joven. Ocupó en diversas ocasiones el cargo de Diputado general de Gipuzkoa, con tan solo 21 años. Años más tarde, en época de crisis sociopolítica, vendrían cargos de jefe político de la provincia (1820-23), Prócer del reino (1834) y Corregidor de Gipuzkoa (1840). Participó, además, en los últimos episodios de la primera guerra carlista, siendo uno de los artífices del movimiento "Paz y Fueros", el leitmotiv de la oligarquía fuerista, y terrateniente, de la Gipuzkoa de la época. Precisamente, su afinidad liberal (que luego evolucionaría hacia el fuerismo, más conservador) le llevó, entre 1823 y 1826, a lo que sería su fuente de conocimiento científico (aunque fuera de manera indirecta y trágica): el destierro -tras la invasión de los "cien mil hijos de San Luis"- a Francia, y su inmersión en el universo científico y cultural de París. En la capital gala, Zavala y sus hijos (Ignacio y Ladislao) enriquecían sus conocimientos científicos, matriculándose en la Universidad de la Sorbona en los cursos que impartían Thénard (química) y Alex Brongniart (mineralogía), profesores éstos de bastante prestigio.

Da idea de la inquietud científica que caracterizó la vida intelectual de Zavala el que tratase de instalar en Tolosa un pequeño laboratorio privado (o laboratorio de chimie) para sus investigaciones químicas. Pretendía, en efecto, dirigir sus trabajos "a la aplicación -escribía al relojero francés Breguet- de la Quimica, a las Artes útiles, y especialmente..., a la Docimasia y Mineralogía del hierro, que es un asunto de máximo interés en este País". Llegó así a solicitar a Darracq -un farmacéutico de Dax vinculado al químico Louis Nicolas Vauquelin (1763-1829), profesor en algún tiempo del propio Zavala- el envío de instrumentos y objetos, entre ellos, un gravímetro, un goniómetro y varios termómetros. Los materiales y reactivos de Francia serían los que servirían para las investigaciones que se realizarían en el Palacio Aramburu de Tolosa. Pero debió ser un laboratorio muy fiable, que se complementaba con una rica biblioteca en la que predominaban libros y revistas de ciencias naturales adquiridos en Francia. Y decimos "debió" porque su laboratorio y biblioteca, sus tesoros, se perdieron, a raíz de un expolio. Y con ellos, su cuidada colección de minerales y su observatorio meteorológico, a los que tantas veces aludía en sus cartas. Posiblemente en el caso de Zavala -cuya trayectoria, hay que decir, se desarrolló al margen del ámbito universitario (que no académico; figuró como socio de número de la Bascongada y mantuvo una copiosa correspondencia, con profesores y científicos)-, la amplitud de miras e inquietud intelectual se vio incentivada por sus temores industriales y sociales.

Y sobre esta faceta queríamos hablar cuando al comienzo aludimos a la personalidad de Zavala, aparte de subrayar su meritosa carrera política. Cuando se lee la correspondencia que mantuvo con Brongniart, el prestigioso geólogo, y otros ilustres personajes, uno se pregunta por las razones, ocultas sin duda, que subyacían al interés de Zavala por los estudios geológicos y mineros. Nos encontramos, en efecto, con que era propietario de la ferrería de Alzolaras y, como tal, buscaba aumentar la productividad mediante nuevas técnicas, y, más importante aún, intentaba remediar el retraso de la siderurgia vasca en general, más allá de su negocio personal. Por un lado, a través de las consultas realizadas a Brongniart, vemos que pretendía descubrir yacimientos de carbón de piedra, que tan importantes eran para la localización de hierro. Por otro, mientras que en Inglaterra la productividad aumentaba gracias al carbón mineral, Zavala y sus compañeros se inclinaban por el carbón vegetal, aunque se revistiese tal elección con el -no demasiado convincente- argumento de que ése era el modo en que se buscaba mejorar el rendimiento en gran parte de Francia.

Nos encontramos, en definitiva, con que en materia de conocimientos científicos Zavala fue moderno, mientras que apostó por técnicas obsoletas. Y es que la crisis de la siderurgia vasca se prolongó, como es bien sabido, durante varias décadas, hasta que sectores de la burguesía vizcaína introdujeron, por diversas razones, los hornos altos de carbón mineral y el sistema Bessemer, para la producción de hierro y acero. En suma, fue la técnica "a la inglesa" la que, con gran rapidez, se impuso. En el caso que nos ocupa ahora, el de Zavala y su compromiso por la siderurgia vasca, la búsqueda de los principios que explicasen la formación de yacimientos minerales desde el rigor de la ciencia y de la geología tropezó con el oportunismo -justificado en última instancia por el rendimiento- para producir hierro metálico.