Políticos y Cargos Públicos

Urquijo Muga, Mariano Luis

El 17 de agosto de 1798 es nombrado provisionalmente Ministro-Secretario de Estado por enfermedad de Saavedra, que había sucedido a Godoy en marzo. Una de sus primeras medidas es rehabilitar a Olabide, perseguido por la Inquisición. Alcanza la plenitud del cargo el 21 de febrero de 1799, recién sobrepasada la treintena. Según recoge Sierra Bustamante (1967) era entonces "altivo, violento, soberbio, embustero, inteligente, sereno, elegante y poco enamoradizo". Como Ministro de Carlos IV hay que destacar, dentro de las importantes gestiones que llevó a cabo, todas aquellas tendentes a modernizar el estado: reforma universitaria, reforma, con el auxilio de su amigo Mazarredo, de la Marina de Guerra, creación del cuerpo de Telégrafos, establecimiento de premios teatrales, endurecimiento de la postura gubernamental frente al poder y privilegios de la Iglesia española, especialmente en lo relacionado con el Santo Oficio. Urquijo no consiguió la abolición de éste pero sí que los cónsules extranjeros quedaran libres de su acción, con lo que muchos ilustrados pudieron acceder a sus bibliotecas. También que sus órdenes quedaran sujetas al previo consentimiento real. Un RD del 5 de setiembre de 1799 autorizó a los obispos españoles al uso de la plenitud de sus facultades en materia de dispensas matrimoniales, con lo que cortó la hemorragia dineraria que suponía para el erario el monopolio vaticano y se ganó la enconada enemiga de la Rota romana. Otra cosa que le indispuso con el clero fue la autorización otorgada a Alexander Humboldt, hermano de Wilhem y Consejero Superior de Minas del Rey de Prusia, para viajar por la América española pese a su condición de protestante. Y ya, finalmente, la desamortización, contra una renta del 3%, de ciertos bienes de la Iglesia española.

Méritos humanitarios de Urquijo como Ministro fueron su gestión para garantizar la abolición de la esclavitud con el sultán de Marruecos, la liberación de los presos políticos y sus esfuerzos por introducir la vacuna. En noviembre de 1799 su retrato, pintado por Antonio Carnicero, fue colocado junto con el de su padre, en el palacio foral de Álava. En julio de 1800 fue proclamado, asimismo, junto con su padre, Francisco Policarpo, Diputado General de Vizcaya y Padre de la Provincia. El Señorío correspondía a su autorización para introducir tabaco del Brasil, para construir un nuevo teatro en Bilbao y para utilizar los bienes mostrencos en los caminos. También a la concordia entre la Diputación y el Consulado propiciada por Urquijo mediante acuerdo firmado el 24 de diciembre de 1798. Dos años después nuestro prohombre consagraba (16 de julio de 1800) las Conferencias vascas, que habían sido impugnadas por el Corregidor de Gipuzkoa.

Respecto al carácter y forma de trabajo de Urquijo reproducimos un pasaje de las Memorias de García de León en las que relata su caída:

"El despacho con Urquijo era rapidísimo; después de haber puesto las resoluciones instructivas, yo le daba cuenta de cada asunto. Urquijo entendía pronto, y concebía y ponía fácilmente resoluciones concertadas, y así se ahorraba a la Secretaría y a los expedientes gran trabajo de preparación y grandes rodeos perjudiciales; de pocas cosas se hacía extracto y pocas resoluciones había inconexas. Urquijo podía no tener todavía la madurez, la prudencia y la experiencia necesarias para dirigir la política de la Monarquía española, y más en una época tan difícil; pero es menester confesar que tenía gran viveza, ambición de gloria, madre de aciertos, sobre todo en la política, más conocimiento de los negocios presentes que muchos que han presumido de criticarlo; deseaba el lustre de la Monarquía; era medianamente justo y propenso a la magnanimidad en sus venganzas, y para el curso ordinario de los negocios era superiorísimo a todos los hombres de talento que habían ocupado los Ministerios muchos años antes; es menester repetirlo, sus grandes defectos eran pocos años y menos experiencia, porque había gastado muchos en la Universidad y tenía que desaprender mucho para saber algo: la vanidad en exterioridades, trenes, vestidos y sobrada ligereza, tanto en formar relaciones como en expresar sus sentimientos; esto último fue lo que más le perjudicó, porque con la mayor franqueza en la mesa y en las reuniones y círculos en Palacio, invectivaba a los ministros, en especial al gótico, sombrío y atravesado Marqués Caballero, y al charlatán Soler, a quienes despreciaba."