Ingenieros

Sendagorta y Aramburu, José Manuel de

Ingeniero aeronáutico vizcaíno. Plentzia 16 de marzo de 1928 - ??, 22 de septiembre de 1998.

La historia de la ingeniería vasca no es parca en ejemplos de personalidades que destacaron por su esfuerzo, ingenio o talento, de extraordinaria talla, pero sólo un puñado puede presumir de lo que puede decirse de José Manuel Sendagorta: que desarrolló una ingeniería industrial, genial e independiente, que generó, en algunos casos, nuevas formas de afrontar los retos navales y aeronáuticos, resultando la realización de algunos de los proyectos ingenieriles más complejos de su época.



Proyectos como el del sistema basado en programas informáticos para definir el perfil de los barcos. O, por citar otros más mundanos, el del superpuerto de Bilbao, el aeropuerto de Sondika, la autopista de Bilbao-Behobia o la central nuclear de Lemoiz; y por contribuir a tales obras, el que fuera Ministro de Industria, Gregorio López Bravo, le describió como "uno de los vizcaínos más importantes de las últimas generaciones". Alguno añadiría que Sendagorta destronó a Evaristo de Churruca (1841-1917) o Pablo de Alzola (1841-1912) de la corona privilegiada que desde el siglo XIX habían ocupado en la ingeniería vasca. Acaso para muchos éstas sean sólo exageraciones; pero no entraremos aquí en estas disquisiciones, puesto que uno de los efectos de tales "categorizaciones" ha sido la de alejarnos más -incluso, privarnos- de lo esencial.

Hijo y nieto de empresarios con negocios marítimos en Filipinas (su abuelo estudió ingeniería naval en Inglaterra, antes de echar raíces en Manila), Sendagorta parecía dispuesto a recoger el ingenio y el talento de sus predecesores. Recibió, no obstante, una "educación itinerante", primero en Plencia y a partir de 1936 en Vitoria, en cuyo Colegio de Marianistas estudió parte del bachillerato. En 1940 reanudó sus estudios en Madrid, la ciudad en la que se instaló su familia, y en cuya Escuela de Ingeniería Aeronáutica -aún de carácter militar- se doctoró en 1954. De su formación resultaron la disciplina y la seriedad, así como investigaciones sobre aerodinámica en la empresa inglesa Saunders-Rae.

El primer contrato que suscribió Sendagorta fue trabajar para la compañía AESB (Brown, Raymond & Walsh), la encargada de construir las bases americanas en España. Aunque su estancia no llegó a un año, fue muy fructuosa; absorbió, de los ingenieros americanos, la intercomunicación organizativa y la manera de dirigir proyectos, que más tarde aplicaría, a modo de "organización matricial", en la empresa Sener.

Como había sido un alumno muy brillante durante toda su carrera, obtuvo una beca para investigación; el lugar, el Instituto Nacional de Técnicas Aeronáuticas (INTA). Allí hizo, junto con otros y bajo la dirección de Gregorio Millán (1920-2004), estudios sobre combustión, que "producirían" tres premios nacionales (dos de ellos, a título personal, el "Francisco Franco" y el "Juan de la Cierva", por sus contribuciones a la combustión laminar). Pero también pudo entablar contactos: se relacionó con el profesor Theodor von Karman (1881-1963), una eminencia en propulsión y aerodinámica, quien quiso llevárselo a los Estados Unidos.

En efecto, von Karman, quien llegaría a decir que Sendagorta era -nada más y nada menos- "una de las más grandes mentalidades matemáticas y de visión del futuro del mundo", le invitó para que se incorporase al Instituto Tecnológico de California. Pero su hermano Enrique, ingeniero naval, quería orientarle hacia la empresa Mecánica de la Peña, con el fin de acercarle luego a Sener (la primera empresa de ingeniería del Estado; fundada por él y por Alberto Erhardt, en 1956); José Manuel decidió quedarse.

Durante las tres décadas siguientes a su incorporación a la dirección de Sener (1961), Sendagorta trabajó en diseños industriales integrales, que iban desde procesos hasta estructuras y mínimos detalles, desarrollando la ingeniería de plantas energéticas, papeleras, nucleares, refinerías y petroquímicas. Fue allí, en compañía de ingenieros independientes y de "altos vuelos" (como Chechu Rivacoba, su alter ego), en donde Sendagorta desplegó todo su potencial creativo, especialmente notable en los campos de la aeronáutica espacial y la ingeniería naval. En este último, precisamente, llegó, en 1963, a lo que sería quizá el éxito más notorio de Sener (que pasaría a los anales de la historia de la arquitectura naval): el desarrollo de un sistema pionero para definir las formas de los cascos de los buques, el sistema FORAN [contracción de Formas Analíticas]. Inmediatamente, Sener presentaba su nuevo sistema a Litton Systems (surtidora de buques para la Defensa americana), proyectando barcos mediante programas informáticos y modelos matemáticos con los que revolucionó la ingeniería naval, tanto en tiempo de ejecución como en precisión, frente a los no informáticos, más intuitivos, sistemas tradicionales. Da idea del interés que suscitó el sistema el que a finales de los 70 su uso se había extendido a once países; entre ellos, se contaban astilleros ingleses, franceses, japoneses y soviéticos.

De menor repercusión, pero quizá más importantes para el País Vasco, fueron los proyectos de ingeniería industrial y comunicaciones. Entre 1967 y 1970, su etapa dorada, Sener realizó en suelo vizcaíno cuatro proyectos que terminarían configurando la fisonomía de Bizkaia: "el estudio de viabilidad de la autopista Bilbao-Behobia", en el que Sendagorta evaluó variables como tráfico, financiación y tarifas; "el superpuerto de Bilbao", cuya idea partió de Sendagorta, aunque finalmente se adjudicó a Petronor la construcción de la refinería y del espigón de Punta Lucero (lo que, por cierto, disgustó e irritó a sus artífices); "la alternativa al aeropuerto de Sondika", en el que se estudiaron factores como costo y demanda; y "la construcción de la central nuclear de Lemoiz", el proyecto que ganó por concurso, gracias al equipo y la tecnología informática de Sener. Por cierto, tanto el proyecto de Lemoiz, como otro posterior de transporte y distribución de gas licuado (Crinavis), terminaron en fracaso; y es que Sener, que participaba en otras tres centrales nucleares, se vio arrastrado por la presión antinuclear de los 70, agudizada, en el País Vasco, con los atentados de ETA (en Crinavis, el problema fue el retraso de los créditos bancarios).

Los éxitos y fracasos que cosechó, o la presión social que sufrió, no impidieron que continuase trabajando activamente; de hecho, con el mismo brío lo encontramos en la industria multinacional del petróleo, pero también elaborando un libro verde (1974) sobre las comunicaciones de Bilbao, del que más tarde resultaría el Metro. Sin embargo, su tema preferido fue la aeronáutica espacial; en especial, la industria aeronáutica. Un sector éste en el que ejerció una influencia decisiva mediante la elaboración del Libro blanco (1965), dentro del plan de reforma, relativa a la industria aeroespacial, que le encomendó el gobierno español. Fue éste un sector que le llevó a introducirse de lleno en un camino en el que eran las posibilidades espaciales -"sin el espacio no es posible el desarrollo sostenible", afirmaba Álvaro Azcarraga (primer ingeniero aeronáutico contratado por Sendagorta)- las que absorbieron sus esfuerzos. Fue la suya una visión pionera y audaz, ya que en el Estado apenas existía industria aeroespacial; incluso una de sus ideas esenciales del Libro blanco: el constituir, dentro del marco de la Unión Europea, y frente a la competencia americana, una "comunidad aeronáutica", coordinando políticas militares que optimizasen la demanda (una estrategia cuyo primer paso en España fue la participación -impulsada por Sendagorta- de la empresa pública CASA en el desarrollo del Airbus, en 1973). Y es que Sener, que había proyectado la torre de lanzamiento de Kiruna (Suecia), lideró a partir de entonces la industria espacial española. Sus participaciones en proyectos espaciales superan el centenar. Pronto se ganó un reconocimiento internacional en el diseño y fabricación de dispositivos. Prueba de lo que decimos es que fue la única empresa estatal que trabajó en la Iniciativa Estratégica para la Defensa, desarrollada por el gobierno de Ronald Reagan. Entre sus otras participaciones se encuentran: equipos para la Agencia Espacial Europea (ESA); el primer laboratorio espacial europeo (Spacelab); el mecanismo de enfoque del telescopio Hubble; y satélites de ESA, como el Olympus, Hipparcos y Eureca.

El rasgo específico de la industria aeronáutica que más atrajo a Sendagorta en los últimos años fue el que en ella se aprovechase el impulso para montar una industria de motores de reacción. Pensaba que tal proyecto en una de las ramas más abandonadas del sector aeronáutico español -la tecnología de motores- sólo era factible desde un concepto internacional, es decir, integrándolo en proyectos con otros países. La materialización más exitosa de sus ideas fue la empresa que creó, en 1989, en sociedad con otras, en el Parque Tecnológico de Zamudio (otra planta se instaló en Aljavir): la Industria de Turbopropulsores, ITP.

Con ocasión del homenaje que rindió, en 2006, el ingeniero Francisco Echanove a Sendagorta, Gregorio Millán expresó con una gran franqueza, como amigo y director en el INTA, las cualidades intelectuales de Sendagorta, y cómo las desarrolló en la práctica. Merece la pena reproducir sus palabras:

"Siempre fue característico de Manu ese afán y a la vez esa facilidad extraordinaria, para remontarse desde cualquier proyecto hasta una perspectiva intelectual más alta, desde donde imaginar, e intuir las consecuencias que se derivarían al hacerlo realidad. De forma que, partiendo del proyecto aislado y en un riguroso proceso inductivo, podía perfilar todo un sistema de proyectos colaterales tan firmemente concatenados que, de hecho y hablando en términos económicos, cualquiera de ellos era imposible o desaconsejable sin el apoyo de los demás. Una forma de ver el bosque oculto por los árboles; una forma de imaginar un mecanismo para eliminar posibles obstáculos; pero, primero y principalmente,...una forma de ahorrar costos" (citado en Echanove, 2006: 105).

Hasta el final de su vida, continuó Sendagorta mejorando las prestaciones del sistema FORAN, e intentando encontrar una teoría en la que basándose en las matemáticas, se dedujese la resistencia que ofrecen las olas al avance de los buques. Se trataba, en suma, de una teoría de "formación de olas". Las fuerzas, sin embargo, no le acompañaron. Pero él no perdió la fe en poder cumplir su objetivo. En 1986, ya enfermo de Alzheimer, le concedieron el Premio de Honor a la Ingeniería Naval, por su teoría, que fue publicada en el prestigioso Journal of Ship Research, en 1988. El tiempo, en efecto, demostró que una vez más su genial imaginación se anticipó al problema.