Guerrilleros

Santa Cruz Loidi, Manuel Ignacio

Las hazañas -reales o infundadas- de Santa Cruz originaron, como se ha dicho, una aureola legendaria al belicoso cura. De su condición irreductible nos prestan testimonio admiradores y detractores. "Su carácter taciturno y sus recias pasiones, sometidas a tortura por el fuerte freno religioso, hacían de Santa Cruz el tipo perfecto de fanático individualista y montaraz" recoge el Conde de Rodezno en su Carlos VII. Nunca portaba armas. Hernando, secretario de Lizarraga, dice que era de "desgarbado porte y maneras rudas y vulgares. Su mirada vaga y extraviada prestaba a su fisonomía un marcado tinte de desconfianza y de recelo, y la expresión seca y dura de su semblante acababan de darle un carácter sombrío y nada simpático a primera vista... Como de costumbre no llevaba arma ni insignia alguna, sino un grueso palo en el que se apoyaba durante las marchas". Sus dotes militares nunca pasaron de operaciones de usura: "Su acción guerrera es puramente marginal a las grandes operaciones militares de la guerra. Su partida se limita a realizar emboscadas o a atacar pequeñas guarniciones que abandona a toda prisa ante la llegada de columnas liberales, acciones en todo semejantes a las de otros guerrilleros carlistas que levantaron partidas al mismo tiempo" comenta Ayestarán (1979: 40). Por ello puede decirse que sus discrepancias con Lizarraga y las autoridades carlistas no obedecieron a cuestiones ideológicas sino a los problemas propios de un guerrillero chapado a la antigua que no halla acomodo en una organización militar moderna. Por lo demás, su adscripción al Carlismo parece hacer sido circunstancial siendo el integrismo religioso su característica más notoria: "Nuestra bandera era Dios y Fueros. A nosotros nunca nos enseñó Santa Cruz a gritar "Viva Carlos VII" sino "Viva la Religión" y "Vivan los Fueros" recuerda un veterano (Olazabal, 1928: 193). En cuanto al carácter protonacionalista que algunos han sugerido, frases como "yo, con mi guerrear pretendía acabar con los políticos y con la política que habían destruido a España y a mis amadas provincias vascongadas" ponen claramente de manifiesto que Santa Cruz nunca pasó de un "sano" regionalismo, foral por supuesto. Su inclusión en el imaginario vasco puede que fuera la "expresión y resumen de los deseos frustrados de un cierto populismo vasco y de su formulación política tradicional: el clero baserritarrismo" (Ayestarán: Op. cit., 49), vigente aún en nuestros días.