Municipios

Sangüesa - Zangoza

Urbanismo y construcciones civiles

Es sobradamente conocido que la primitiva Sangüesa o "Sangüesa la Vieja" fue el actual Rocaforte, edificada en alto por cuestiones defensivas, y que tan sólo siglos más tarde, en tiempos de Alfonso I, hacia 1122, cuando las condiciones políticas auguraban un mayor nivel de seguridad, se levantó un burgo nuevo en la margen derecha del río Aragón, sobre una terraza fluvial, junto a un antiguo puente construido antes por el rey Sancho Ramírez, para 1093, y controlando el transcurso de la ruta jacobea.

En opinión de Caro Baroja, Sangüesa es una ciudad-puente, similar a otras como Santo Domingo de la Calzada o Puente la Reina, pero con mayor desarrollo en anchura. El puente sobre el río Aragón tuvo 120 metros de largo y fue construido a fines del XI por Sancho Ramírez. Tenía siete arcos de medio punto y debía ser muy similar al de Puente la Reina. En 1892 tres de sus arcos fueron sustituidos por un puente metálico de 70 metros de luz. El propio puente condiciona la existencia de un eje principal este-oeste, la Calle Mayor, con una calle paralela al norte (San Miguel), donde se levanta el antiguo Palacio Real, y otras tres por el sur (Nueva, Amadores y Oscura), en un trazado hoy algo desfigurado, y con varias calles transversales (Mediavilla, Santiago y Las Torres). En ambos extremos de la calle principal, antigua ruta jacobea, se ubican las iglesias de Santa María y San Salvador, que serían además puntos claves del recinto fortificado.

Contó efectivamente Sangüesa con su cinturón de murallas, levantado en tiempos del rey García Ramírez (1134-1150), jalonado con unas veinte torres prismáticas abiertas hacia el interior de la ciudad. Las torres sobresalían de la cortina del muro en planta y en altura, para permitir el tiro de flanqueo y el dominio de los adarves desde lo alto. En los cuatro lados del burgo se abrieron otros tantos portales, siguiendo los modelos urbanísticos romanos. Por otro lado, en el siglo XIV, y ante el crecimiento de la villa, se amplió este perímetro murado hacia el sur con un segundo recinto. De esta muralla sangüesina quedan algunos vestigios, tanto en el Palacio Real como en el convento del Carmen, además del portal de Carajeas. Complemento de este sistema defensivo fue el Castellón, el gran castillo real levantado en 1171 el monte Arangoitz, desde el que se dominaba la villa, y del que quedan algunos restos en superficie mientras espera pacientemente una intervención arqueológica.

Entre los edificios civiles más característicos de la localidad llama la atención sin duda el Palacio Real de Sangüesa, conjunto configurado a partir de 1280 entre dos torres de recinto, de las cuales una se cerró como donjón, además de unirse ambas con un cuerpo bajo residencial, edificado por Carlos II a partir de 1360, el palacio propiamente dicho. En uno de sus flancos se ha recuperado el antiguo foso de la villa. En su día este palacio tuvo planta cuadrada y patio central, pero el ala que daba hacia la calle mayor fue sustituida en el siglo XVI por el actual Ayuntamiento, y el patio de armas se convirtió en la actual Plaza de las Arcadas. En su configuración actual parecen destacar elementos propios de su última etapa de reformas, seguramente del siglo XV, de tiempos de los últimos reyes de Navarra. A esta época deben pertenecer las ventanas cuadrangulares con mainel central, que al interior presentan asientos de los llamados "cortejadoras". Fue edificio de gran relevancia en el reino, sede de varias Cortes Generales, y residencia habitual de Carlos II, del Príncipe de Viana y de Juan y Catalina de Albret, entre otros. Con la conquista castellano-aragonesa fue utilizado como cuartel para las tropas de ocupación, y se arruinó rápidamente. Hoy en día, convenientemente restaurado, es la sede de la biblioteca pública de Sangüesa.

La Casa Consistorial fue construida en 1570 en la Rúa Mayor por Domingo de Aya, vecino de Aibar, en el solar que ocupaba una de las alas del Palacio Real. Consta de una galería porticada sobre arcos de medio punto que apean en columnas de orden toscano. Constituye este porche un paso transitable hacia la Plaza de las Arcadas. Por encima, un segundo cuerpo va enlucido y con amplias balconadas, bajo un tejado sobre alero de gran desarrollo. Preside el conjunto el escudo de la villa, renacentista.

El Palacio de Añués (también llamado de los Duques de Granada de Ega), en la Calle Mayor, es un buen ejemplar de palacio urbano gótico del siglo XV. Presenta un primer cuerpo en piedra de sillería bien escuadrada, con un arco de acceso original (antiguamente hubo dos simétricos), con trece dovelas cortas y escudo en la clave. Por encima, un segundo cuerpo, esta vez en ladrillo, muestra hermosos ventanales con tracerías de estuco de raigambre flamígera muy variadas e imaginativas. Culmina una galería de arquillos moderna, de inspiración aragonesa. Este elegante palacio perteneció a Miguel de Añués, mayordomo mayor del rey Juan de Albret, a quien siempre fue fiel, incluso en los tiempos de la conquista castellana, a la que se opuso activamente, por lo que fue perseguido.

Contiguo al anterior es el Palacio de los Condes de Guenduláin (también llamado de los Íñiguez de Abarca). Presenta un primer cuerpo de sillería, en el que se abre un portalón adintelado, flanqueado por columnas de orden dórico y sobre el cual figura la fecha de 1601. Por encima, un segundo cuerpo de ladrillo se abre con balcones flanqueados por pilastras, y culmina una galería de arquillos protegida por un alero de gran desarrollo. Preside el conjunto un elegante escudo, y al interior hay un elegante patio de dos pisos.

El Palacio de Ongay-Vallesantoro perteneció a Juan de Ongay, caballero de la Orden de Santiago a principios del siglo XVII, luego pasó a los Echeverri-Echenique y a los Ayanz de Ureta, que emparentaron con el Marqués de Vallesantoro, virrey de Navarra. Se trata de un recio palacio urbano de estilo barroco. Su fachada tiene un primer cuerpo de sillería y dos más de ladrillo, separados por una imposta abocelada también de ladrillo, y en los que se abren airosos balcones. El portalón es adintelado, y va flanqueado por dos columnas salomónicas y pilastras con decoración de sirenas, que sostienen un entablamento con triglifos, soles y bucráneos. Dos volutas a modo de frontón partido flanquean un escudo de armas que lleva también columnas salomónicas, y remata con frontón triangular. El conjunto culmina con un alero espectacular, que incorpora hermosas tallas representando animales fantásticos que portan en sus garras cabezas humanas. Al interior destaca un elegante patio o gran caja de escalera de tres pisos, cuyos soportes alternan, respectivamente columnas dóricas, jónicas y salomónicas dóricas.

Otros muchos palacios y casas infanzonas pueden encontrarse a lo largo de las calles de Sangüesa, pertenecientes tanto a tipologías góticas como renacentistas o barrocas. Así por ejemplo, el Palacio de los Sebastianes, propiedad del señor de Iriberri, solar donde nació el rey Enrique "el Sangüesino", hijo de los reyes Juan y Catalina de Albret. Es un palacio gótico del siglo XV, con dos puertas góticas gemelas, que llevan escudos en las claves. El Palacio de los París-Íñiguez de Abarca (también llamado de los Goñi) es renacentista del XVI, y su primer cuerpo es de sillar, siguiendo en altura otro nivel de ladrillo con balcón y escudo de armas, y una galería de arquillos bajo poderoso alero. Según la tradición, aquí se hospedó Francés de Jaso y Azpilcueta, San Francisco Javier, cuando fue alumno del Estudio de Gramática de Sangüesa. El Palacio de los Íñiguez de Medrano es un edificio del XVI, con cuerpo bajo de sillar y resto en ladrillo. Lleva puerta adintelada y balcones en alto, bajo amplio alero. Albergó en su día el célebre Estudio de Gramática de Sangüesa.

Ermitas

El obispo visitador Igual de Soria registró en 1802 once ermitas dentro del término de Sangüesa, pero Pérez Ollo eleva la cantidad hasta superar las dos docenas, aunque muchas de ellas, como las de la Magdalena, Nuestra Señora de las Navas, Nuestra Señora del Pino o San Agustín, se han perdido. Podemos, eso sí, hacer un repaso a las más célebres de ellas.

La ermita de San Adrián de Vadoluengo se levanta en el topónimo homónimo, y es un templo románico consagrado en 1141, en el punto en el que confluyen los ríos Onsella y Aragón. Años antes, en 1122 el rey Sancho el Batallador había donado a su hombre de confianza Fortunio Garceiz Caisal un solar en este lugar, en el que edificó un palacio, posible antecedente de las actuales construcciones civiles existentes, y la capilla que aún podemos admirar. Con el tiempo pasó al marquesado de Góngora, y cayó en desuso hasta el punto de verse convertida en almacén de aperos. Igual de Soria la encontró en mal estado, pese a lo cual hoy se halla restaurada y bien conservada, en un entorno cuidado, con jardines y arbolado. Muestra planta compuesta por una única nave, dividida en dos tramos, y cabecera absidial semicircular. Los muros van en sillar bien escuadrado y tienen grosor considerable, pudiéndose apreciar en ellos numerosas marcas de cantero. Una moldura lisa recorre todo el perímetro interior del templo, marcando el arranque de la bóveda. Se perforan estos muros mediante tres ventanas originales con derrame interior, hueco estrecho y rematado con arquillo de medio punto, que se abren en el ábside, en el segundo tramo del muro meridional y en el hastial de los pies. La puerta de acceso se abre en el primer tramo del muro sur. La cubierta es una bóveda de cañón con un arco fajón de medio punto que apea sobre medias columnas con basas y capiteles que llevan labras de águilas y motivos vegetales. El arco triunfal es también de medio punto, y da paso a una cabecera cubierta con bóveda de horno. Al exterior destacaremos la torre, que apoya sobre el primer tramo de la nave y que tiene fuste corto con ventanas geminadas y tejado a cuatro aguas. El alero va soportado por una serie de ménsulas de piedra labradas con imágenes expresivas, algunas de las cuales son originales y representan temas tales como leones, monos, hombre con barril, pájaros y cuadrúpedos. Recuerdan vivamente a otras figuras vistas en Sangüesa y en Leire. En cuanto a la portada, se trata de un arco de medio punto con tres arquivoltas de las cuales dos son lisas, separadas por una línea de bolas, y la más interior consta de un grueso baquetón sin decoración. Las dos primeras apean sobre pies derechos, mientras que la tercera se apoya en sendas columnas con basa y capiteles, que muestran decoración figurada con dos leones enfrentados y elementos vegetales. La rosca exterior del arco va decorada por un ajedrezado, al igual que la línea de salmer, que se prolonga en forma de imposta por el paño de muro inmediato. El dintel va decorado con un crismón. Presiden el interior del templo una imagen de bulto de María Magdalena, gótica, un Crucificado barroco y una talla moderna de San Adrián.

La ermita de Nuestra Señora del Camino (o de las Nieves) se encuentra junto a la carretera a Peña, cerca de Gabarderal, poblado de nueva erección con el que a menudo se asocia. Su origen, que se remonta al menos al siglo XVI, debió estar ligado a la ruta jacobea. Pese a que llegó a estar en el siglo XX muy deteriorada, hoy ha recobrado su aspecto original. Su planta, de extrema sencillez, consta de una única nave rectangular, con el acceso en el hastial opuesto al de la cabecera. Los muros son de piedra de sillar de formato irregular pero bien trabajada. Se cubre mediante un simple cielo raso que deja ver la estructura de madera. Al exterior se observa la portada, con un arco de medio punto sin decoración y de sabor civil, flanqueado por dos ventanas cuadradas, y rematado en alto por una moldura que enmarca un frontón, con óculo central y espadaña de ladrillo con su campanita. Antiguamente tuvo adosada una casa para el ermitaño, que ha desaparecido.

Nuestra Señora de Nora se ubica en la margen derecha del río Aragón, cerca del puente que lo cruza. Por su posición se consideró protectora de las almadías, lo cual no impidió que la gran riada de 1787 la dañara, destruyendo sus pinturas. Se dice que el nombre proviene de una noria que se levantaba cerca, toda vez que se encuentra bajo la advocación de la Virgen del Carmen, y perteneció a la orden de los carmelitas descalzos. A pesar de que la ermita se documenta ya claramente para el siglo XIV, el edificio actual data del año 1694. La planta es un simple rectángulo, con el acceso a los pies. Los muros van en mampostería y sillarejo, y se abren mediante varias ventanas cuadradas, así como por una ventana gótica, reaprovechada de los restos anteriores, que se abre sobre el arco de acceso. Se cubre con un tejado a dos aguas sobre estructura de madera. Al exterior se observa la puerta, un medio punto sin mayores pretensiones, así como la ventana gótica ya mencionada, de perfil ojival y con tracería trilobulada ciega. Lleva una moldura a modo de antepecho. Corona el conjunto una espadaña de sabor popular. La imagen titular, gótica del siglo XIII, presenta a María sedente con el Niño, que fue añadido posteriormente, sobre la pierna izquierda. Se trata de una talla marcada por la frontalidad pero no carente de belleza, con ropajes simples y esquemáticos y con escasos pliegues, concentrados en la parte inferior.

La ermita de San Babil se encuentra sobre una terraza situada al norte de la ciudad. Se edificó en 1503 y contó con el patronato de los reyes de Navarra, que donaron al lugar una reliquia de un dedo del propio santo, hoy en día en paradero desconocido. Experimentó importantes reformas en 1577. El templo consta de una única nave, muy larga, dividida en cuatro tramos de longitud y anchura desiguales, y con cabecera recta algo más estrecha que la nave. Los muros presentan aparejos desiguales conforme a las diferentes intervenciones, siendo la más antigua la que corresponde a un sillar de buen tamaño, y se abre mediante una ventana rectangular. A los pies del templo se levanta un coro alto de madera. El primer tramo de la nave se cubre con una bóveda de cañón, y los tres siguientes y la cabecera con una bóveda de lunetos. Sendas capillas laterales hacen las veces de transepto. Al exterior se aprecia muy bien también la diferente cronología de los elementos que conforman el edificio, con formatos y alturas desiguales. La puerta exterior es un vano gótico y de sabor civil, cuya clave ostenta el anagrama IHS en caracteres también góticos. Por encima, como se ha dicho, el tramo original previo a las ampliaciones barrocas es de buena sillería, y remata el conjunto mediante espadaña. Al interior se venera un Crucificado barroco del XVII, un retablito de la Virgen del Pilar barroco, y un retablo mayor también barroco con banco, un único cuerpo de tres calles y ático. Se articula mediante columnas salomónicas. Presenta una talla de San Babil, barroca del XVIII, dos tablas representando a San Juan y San Andrés, y culmina con el escudo de los reyes de Navarra, patronos del templo.

En la carretera que conduce a Javier se encuentra la ermita de la Virgen del Socorro, situada sobre un cabezo rocoso. Fue restaurada en el año 1967, aunque su origen debe ser medieval, en consonancia con la imagen titular gótica. Presenta planta rectangular muy alargada y cabecera recta, con la casa para el ermitaño adosada a uno de sus extremos. Los muros de piedra van blanqueados, salvando un zócalo de sillarejo, y da luz al interior una ventana situada en el muro de la Epístola. El acceso consiste en una sencilla puerta de medio punto, abierta en el mismo lado. Se cubre con tejado simple a dos aguas, coronado por una espadaña. Parte de su imaginería fue robada en 1978, y otras piezas se conservan en la parroquia.

Otras ermitas célebres son las de la Concepción de el Real, situada entre Sangüesa, Javier y Sos, fundada hacia el 1300, San Bartolomé de Ull (o Uli), citada ya para 1052, hoy desaparecida, o la de Santa Margarita del Castellón, fundada en 1171 en el alto de Arangoitz, donde se levantaba el antiguo castillo de Sangüesa, y de la que tan sólo subsiste el topónimo.

Parroquia de Santa María la Real

Se sitúa junto al puente medieval, en el arranque de la Rúa Mayor que recorrían los peregrinos que desde Jaca se dirigían a Compostela. Es el templo más antiguo de Sangüesa, pues en origen se concibió como capilla del palacio edificado, a fines del XI, por mano del rey Sancho Ramírez y junto al puente. La construcción de la fábrica actual, que ha conocido diversas etapas, arranca con la fecha de 1131, cuando Alfonso I el Batallador la dona a la Orden de San Juan de Jerusalén. De esta época datarían los tres ábsides románicos de influencia jaquesa, de planta semicircular, con vanos también románicos y cubiertos por bóvedas de horno, que va además precedida de un tramo con bóveda de cañón en el caso del ábside central. En una segunda etapa, tal vez a principios del XIII y en estilo protogótico, se edificó el transepto y las tres naves cubiertas por bóvedas de crucería sobre pilares cruciformes, así como la gran portada del transepto, que da a la Rúa Mayor. Una última etapa, ya decididamente gótica, debe situarse en los siglos XIII-XIV, cuando se levanta la torre-cimborrio sobre el crucero, de planta octogonal y sobre trompas, con bóveda interior nervada. Lleva ventanales góticos y remate almenado culminado con chapitel piramidal. Esta fábrica medieval fue ampliada por dos capillas abiertas en el muro septentrional. La de San Miguel, antigua capilla real, gótica, con tres tramos de los que uno va con bóveda de cañón y los otros dos con bóvedas de crucería, y la capilla de los Remirez de Arellano, cuadrada y con bóveda estrellada del XVI.

Es sin duda la portada que da a la Calle Mayor el elemento más destacado de esta iglesia, no en vano es considerada la portada más rica del románico navarro y aún una de las mejores de la Península Ibérica. Se nota en ella la actuación de varios maestros, y algunos elementos hacen pensar que fue rearmada a posteriori, seguramente a principios del XIII, aprovechando elementos anteriores. El primero de los maestros que trabajaron aquí sería el llamado "Maestro de San Juan de la Peña", con sus característicos "ojos de mosca", figuras hieráticas, pliegues incisos muy simples y rostros cuadrados. A él debemos el apostolado de las dos galerías de arcos superiores. El otro maestro es algo más avanzado, probablemente procedía de Francia, y conocía al menos la escultura de la catedral de Chartres, a juzgar por el gran parecido que con aquella obra guardan las estatuas-columna de las jambas, obra de su taller. También obedecen a su mano el tímpano y el dintel.

La portada presenta abocinamiento salvado por cinco arquivoltas apuntadas, perfil que debe proceder de su montaje a principios del XIII, y que apean en las estatuas-columna ya citadas, que presentan un canon muy alargado. Las de la izquierda representan a las tres Marías, y la del centro, que figura a la Virgen, lleva en sus manos un libro en el que se lee: MARIA MATER DEI. LEODEGARIUS ME FECIT. Las figuras del lado de la Epístola son masculinas, y simbolizan a San Pedro, San Pablo y Judas, que a tal efecto aparece ahorcado y con la inscripción: JUDAS MERCATOR. Los capiteles, de buena talla, figuran la Anunciación-Visitación, la Presentación en el Templo, el Juicio de Salomón y otros motivos de raigambre vegetal.

Las arquivoltas llevan escultura en sentido longitudinal, donde se distinguen figuras tales como patriarcas, profetas, sirenas, animales y aves, acróbatas, representaciones de los pecados y de algunos oficios, etc. En el dintel hay una arquería que cobija al apostolado con la Virgen con el Niño en el centro. Va reforzado este cabezal por dos ménsulas labradas, respectivamente, con un carnero y con un monstruo, que porta un pez y una figura humana en la boca. En el tímpano se representa el Juicio Final, presidido por un Pantócrator que bendice y porta un libro en su mano, y que va rodeado de cuatro ángeles trompeteros, que anuncian el fin de los tiempos. A su derecha aparecen los bienaventurados, bien ordenados en dos registros, y a su izquierda los condenados, con las piernas temblorosas mientras esperan ser devorados por varios monstruos. También en este lado aparece el pesaje de las almas a cargo de San Miguel, iconografía de larga tradición que nos remontaría en última instancia al antiguo Egipto.

Sobre esta puerta hay un nuevo apostolado, repartido en dos arquerías de medio punto, en las que se incluyen también un Tetramorfos y un Cristo en Majestad, sedente, bendiciendo y con un libro en la mano. Las enjutas de este arco están abarrotadas de figuras en evidente desorden, donde seguramente se mezclan imágenes de diversas procedencias. Así, podemos ver reptiles, una mujer mordida por una serpiente, símbolo de la lujuria, un toro alado, un león alado y un águila, restos evidentes de un Tetramorfos, un caballero con una figura desnuda debajo, Adán y Eva, Caín matando a Abel, y varias figuras relacionadas con la saga nórdica de Sigurd, llegada probablemente a través del Camino de Santiago. De estas figuras, la más célebre y conocida es sin duda la del herrero Regin, mil veces reproducida. En los contrafuertes que enmarcan esta portada también hay varias figuras, entre las que distinguimos un León sobre figura desnuda, Cristo sedente, tres apóstoles y las Tres Marías ante el Sepulcro. En el tejaroz se encuentran canes que figuran animales y una figura en cuclillas.

Al interior preside el templo el retablo de Santa María, obra del siglo XVI, con traza recta con banco y dos cuerpos de tres calles. Entre la imaginería, los Cuatro Evangelistas, Anunciación, Visitación, Nacimiento, Epifanía, todas renacentistas, una Asunción del XVIII, y sobre todo la célebre Virgen de Rocamador, gótica del XIV, forrada de plata, imagen de gran trascendencia en la imaginería mariana del resto de Navarra. Cerca de este retablo, en los ábsides laterales, encontramos una escultura de San Blas, gótica del XV, y un Crucificado barroco del XVII.

En el lado del Evangelio del templo hay una pila bautismal de piedra, así como el retablo de la Piedad, barroco, situado en la capilla de los Arellano, y el retablo de la Virgen del Pilar que podemos admirar en la capilla de San Miguel, y que pertenece también al barroco. En el lado de la Epístola se encuentra el retablo de San Francisco Javier, obra moderna realizada en 1925. En la sacristía se custodian así mismo otras tallas, así como diversas obras de orfebrería.

Parroquia de El Salvador

Se construyó a fines del siglo XIII en la zona sur de la villa, adosada a la muralla defensiva por ese lado. Su planta presenta una única nave con seis tramos y cabecera poligonal de cinco lados, algo más estrecha que la nave. Por el lado del Evangelio y a la altura del cuarto tramo se abre la capilla de San Sebastián, a la que sigue la capilla de la Conversión de San Pablo, antigua capilla de la linajuda familia Añués, y luego un torreón de la antigua muralla al que todavía hoy se puede acceder. La sacristía, por el mismo lado, es una estancia rectangular dividida en dos tramos. Los muros son de sillería bien trabajada, y se abren mediante cuatro ventanas geminadas y trilobuladas, además de un rosetón en el muro de los pies. Hay además un coro del siglo XVI, con arco de embocadura escarzano y sotocoro con bóveda estrellada de complicada tracería. La nave y la cabecera se cubren con bóveda de crucería, cuyos tramos se separan por arcos fajones. Las claves llevan decoración de variada iconografía. La capilla de San Sebastián se cubre mediante cúpula sobre trompas aveneradas, la de San Pablo con un simple cielo raso, y la sacristía con dos tramos de bóveda de crucería.

Al exterior, la puerta, situada a los pies, se cobija mediante un monumental pórtico gótico del siglo XVI, cubierto por una bóveda de terceletes que apoya en ménsulas encastradas en el muro, y en dos estribos muy recios. En su interior, sobre la puerta, hay un espectacular rosetón abocinado y con tracería estrellada, mientras que la puerta propiamente dicha, de principios del siglo XIV, se abre mediante arco gótico flanqueado a cada lado de dos órdenes de dos arcos cada uno, apuntados y trilobulados. El abocinamiento del arco se salva mediante seis arquivoltas aboceladas, que apean en otros tantos baquetones, con basas poligonales y capiteles corridos y con decoración vegetal. En las arquivoltas se han labrado tres ángeles trompeteros que avisan del Juicio Final. Consecuentemente con ello, en el dintel se representa a Cristo con los bienaventurados a su derecha, hombres que salen de las tumbas formando un cortejo de reyes, obispos y monjes, y a la izquierda los condenados con un monstruo que sostiene una calavera en su boca. En el tímpano se representa a Cristo en Majestad, mostrando las llagas de la Pasión. Junto a Él hay dos ángeles con algunos de los símbolos de la Pasión, tales como la cruz, la corona y la lanza, mientras que la Virgen y San Juan aparecen arrodillados.

Al interior, destacaremos en primer lugar el retablo mayor del Salvador, romanista y obra de Juan de Berroeta, Juan de Alli y del ensamblador Juan de Echenagusía. La arquitectura consta de banco, dos cuerpos de cinco calles y ático con tres frontones triangulares. En cuanto a la imaginería, el banco va con tableros de relieves, representando a San Mateo, las Tres Marías, la Santa Cena, la Piedad, el Santo Entierro y San Marcos. En el primer cuerpo bultos de San Pedro y San Pablo, y relieves de la Presentación, Oración del Huerto, Epifanía y Jesús con la Cruz a cuestas. En el segundo piso se figuran los bultos de San Mateo, el Salvador y San Bartolomé, y los relieves de la Transfiguración y la Ascensión. Por último, en el ático están Moisés, la Santísima Trinidad y David.

En el lado del Evangelio del templo, registramos en primer lugar el retablo de la Resurrección, situado en la antigua capilla de la familia Ongay, cuyo escudo de armas ostenta. Es barroco de fines del XVII, obra de José Antonio Castillo. Costa de banco y un cuerpo, se articula mediante columnas salomónicas y muestra una imagen de vestir de la Virgen de la Merced, barroca, y un Cristo Resucitado romanista. El retablo de San Sebastián preside la capilla del mismo nombre, y es neoclásico de hacia 1816, aunque incluye entre su imaginería un Cristo romanista de Gaspar Ramos. En la misma capilla se encuentra también el retablo de San Antonio Abad, que es en realidad un tríptico que procede de la ermita de la Virgen del Camino. Conserva restos de tracería gótica y alberga tablas de estilo igualmente gótico, de fines del XV, con temas como el Ecce Homo y algunos santos. También podemos encontrar el retablo del Santo Cristo, barroco del XVII, que cobija un Crucificado gótico del siglo XV, de gran tamaño, con pelo natural y paño de pureza añadido. Se le representa muerto, con rostro realista y cuerpo algo más esquemático.

En el lado de la Epístola registramos el retablo de la Virgen del Carmen, neoclásico del XIX, mientras que al centro de la nave hay una lauda sepulcral con la imagen de un religioso y la inscripción: GASTÓN DE QUINTANA BENEFICIATI NECCIA TIB CONSTITUTIS IN SACRIS UT POSSTI OMS UNA CV PSALMISTA CANTARE ECCE Q BONV ETCE ANNO 1530. Por último, en el coro nos encontramos un órgano del XVI, una sillería de coro del XVII con siete sitiales y una imagen de la Virgen de las de vestir, moderna. Otras esculturas y obras de orfebrería se custodian en la sacristía.

Parroquia de Santiago el Mayor

Se edificó al sur de la ciudad, adosada a la muralla urbana. Se trata de un templo de origen románico, terminado no obstante en el siglo XIV. Su planta consta de tres naves, más alta la central, divididas en cuatro tramos, y triple cabecera semicircular, donde se aprecian trazas de su origen románico. En el lado del Evangelio se abren además tres espacios, a modo de capillas laterales, que son en realidad ensanchamientos de la propia nave. Por el lado de la Epístola nos encontramos la capilla de San Martín, junto al ábside, la capilla barroca de San Román, patrón de los hortelanos, y una tercera capilla, dedicada al Crucificado. La sacristía, rectangular y dividida en cuatro tramos, se ubica en el lado del Evangelio. Los muros son de sillería bien escuadrada, a excepción de algunas zonas afectadas por las reformas barrocas, que son de ladrillo. Dan iluminación al interior una serie de vanos abiertos en la zona alta, tres por cada lado. Son góticas, con diseño geminado y trilóbulo superior. La fábrica se cubre con bóvedas de crucería simple, cuyos nervios apean en columnitas adosadas que se apoyan en pilares más gruesos y en ménsulas labradas. El ábside central y el del lado del Evangelio se cubren con bóvedas de horno apuntadas, precedidos en ambos casos por sendos tramos de bóveda de cañón, aunque el ábside del lado de la Epístola fue sustituido por un espacio terminado en testero recto y cubierto por bóveda de crucería simple, al tiempo que se edificó una escalera de acceso a la torre, todo ello del siglo XIII. Las capillas laterales del lado del Evangelio se cubren, sucesivamente, con bóveda de cañón la primera, bóveda de crucería simple la segunda, y una bóveda de lunetos la última de ellas. Las del lado de la Epístola llevan una cúpula avenerada sobre trompas, para el caso de la de San Martín, mientras que la de San Román lleva cúpula decorada con pinturas dieciochescas que representan a la Anunciación. La capilla del Crucificado recibe bóveda de arista, mientras que la sacristía se cubre por bóveda de lunetos.

Al exterior apreciamos la torre prismática que se eleva sobre el presbiterio. Por encima del cuerpo de campanas, abierto por huecos apuntados, lleva un remate almenado añadido en 1365. La escalera de acceso va en el interior de un cuerpo cilíndrico adosado. La portada se abre en el muro de los pies, y consta de gran arco apuntado, flanqueado por dobles columnas con capiteles vegetales, y con un tejaroz moderno por encima. El abocinamiento se salva merced a tres arquivoltas apuntadas que apean sobre columnas con basas circulares, fustes cortos y gruesos, y capiteles con motivos vegetales. En el tímpano se exhibe una escultura en piedra de Santiago, ataviado como peregrino, incluyendo la "makila" o bordón. Muestra esta figura restos de policromía, y es romanista de fines del XVI, atribuida al escultor sangüesino Adrián Almándoz. Por lo demás, la portada puede datarse como de hacia el año 1200, y enmarcable en un románico avanzado.

El interior va presidido por el retablo de Santiago, que se adapta a la forma curva del ábside. Se trata de una obra propia del siglo XVIII, rococó, obra de Francisco Pejón, y que sustituyó a otro del XVI. Consta de banco y un único cuerpo de tres calles, articuladas por columnas corintias y rematado todo por un cascarón con arbotantes. Alberga una variada imaginería, con tallas barrocas de San Fermín y San Francisco Javier, contemporáneas de la arquitectura, y otras renacentistas como la Virgen de Belén y la titular de Santiago, que parecen proceder del desaparecido retablo del XVI.

En la primera capilla del lado del Evangelio se encuentra el retablo de la Virgen de las Nieves, barroco del siglo XVIII, con algunas imágenes reaprovechadas, como la talla titular, que es del siglo XVII. En la segunda capilla encontramos el retablo de San Eloy, que es en cambio plateresco del XVI y se decora con pinturas sobre tabla, de estilo renacentista salvo la talla central, en hornacina avenerada, que representa al santo titular como obispo.

Por el lado del Evangelio, el ábside correspondiente alberga una monumental escultura de Santiago en piedra, imagen originariamente titular del templo, que fue desenterrada en 1964 en el suelo del templo. Es gótica, de comienzos del siglo XIV, y se le representa como peregrino con bordón. El rostro es grande y esquemático, con melena leonina simétricamente dispuesta, los pliegues del manto son amplios pero no carentes de plasticidad, y se le figura en actitud de caminar, con un gesto algo antinatural. En la capilla de San Martín nos encontramos con el retablo de San Martín, romanista del círculo de Juan de Berroeta, mientras que el retablo de San Román, en la capilla del mismo nombre, es barroco del siglo XVIII y fue hecho por el escultor aragonés Pedro Onofre Coll. En la sacristía se custodia una amplia serie de obras de arte, que incluye esculturas como un San Antón, un Santo Domingo de Guzmán o un Crucificado barrocos, así como algunos lienzos del siglo XVIII, representando temas como Santa Quiteria, los Desposorios de la Virgen, San Babil, La Inmaculada Concepción o el Martirio de San Esteban, y diversas piezas de orfebrería.

Convento del Carmen

Como se ha dicho más arriba, los carmelitas se establecieron primeramente en la actual ermita de Nora, en 1225, pero más tarde, en 1380, se trasladaron a intramuros. La iglesia actual presenta una planta ordenada, simétrica y racional, compuesta por una única nave de seis tramos cortos, con la cabecera, recta, algo más estrecha y orientada, de forma irregular, hacia el oeste. Los contrafuertes van absorbidos por los muros perimetrales, creando una serie de espacios que se han aprovechado como capillas laterales, y el flanco septentrional está ocupado por un claustro de buen tamaño al que luego haremos alusión. Los muros son de piedra de sillería, enlucidos al interior, y presentan los arcos de acceso a las capillas, sobre los que hay unas tribunas cubiertas por celosías. A los pies de la nave hay un coro alto. En cuanto a la iluminación, proviene básicamente de un rosetón circular abierto en el muro de los pies. La cubierta consta de una bóveda de cañón apuntada de raigambre gótica, separada en tramos por arcos fajones del mismo perfil. Las capillas se cubren con bóvedas de lunetos.

Al exterior se aprecia la torre prismática, con los huecos de medio punto para las campanas, así como una puerta de medio punto gótica, simple y austera pero elegante. El abocinamiento se salva mediante baquetones menudos que apean en pedestales y que llevan capiteles corridos representando escenas como la Anunciación, el Nacimiento, la Huida a Egipto y la Epifanía. En el lado opuesto figuran varios eclesiásticos, animales, una cabeza humana, las armas del rey de Navarra y dos hombres peleando. El claustro citado es gótico, de planta cuadrada con dieciséis arcos por crujía, apuntados y trilobulados, y que apean sobre pilares octogonales. En el siglo XVI se añadió un segundo piso con arcadas de medio punto alternativamente cegadas.

El interior del templo va presidido por un retablo rococó del fines del XVIII, aunque reaprovecha algunas tallas romanistas y barrocas. En el lado del Evangelio podemos encontrar varios retablitos barrocos de estilo popular y regular estado de conservación, uno de ellos con un lienzo de San José contemporáneo a la arquitectura del propio retablo. En el lado de la Epístola anotamos un retablo dedicado a la Dolorosa, del XVIII, un Crucificado renacentista del XVI, o el retablo de Santa Teresa de Jesús, barroco del XVII.

Convento de San Francisco de Asís

Se dice que fue el propio San Francisco de Asís, a su paso por Navarra camino de Compostela, quien lo fundó. En su emplazamiento y disposición actual, la iglesia responde a un tipo gótico del siglo XIII, con una única nave tal y como proponían las órdenes mendicantes. Se divide en tres tramos de diferente longitud, y remata con cabecera poco profunda y terminada en testero recto. La sacristía es una estancia estrecha y larga, ubicada en la cabecera por el lado de la Epístola, mientras que el lado del Evangelio va flanqueado por un elegante claustro, al que luego nos referiremos. Los muros son de sillería, y se abren para dar iluminación al interior mediante tres ventanas ojivales a cada lado de la nave, y un ventanal gótico geminado y con cuadrilóbulo con flor de siete pétalos, en el muro de los pies. El coro, de madera, se levanta a los pies y es elemento añadido modernamente. La fábrica se cubre con cuatro tramos de bóveda de crucería estrellada, con claves labradas y nervios que apean en ménsulas con cabezas de ángel. La sacristía se cubre con un simple cielo raso.

Al exterior debemos hacer alusión a la portada, abierta en el muro del Evangelio. Se trata de un arco apuntado con abocinamiento de tres arquivoltas y baquetones intermedios, que apean en columnitas que llevan pedestales y capiteles con decoración vegetal. El tímpano, de tracería goticista, es moderno. El claustro es gótico del XIV, abierto por diecisiete arcos en los lados largos y quince en los cortos. Estos arcos son apuntados, trilobulados, y apoyan en baquetones. En la crujía oriental se ubica la sala capitular, actualmente utilizada como sacristía del templo.

En el interior del templo, en el presbiterio, podemos encontrar una escultura de San Francisco de tamaño superior al natural, y otra de San Jerónimo, ambas del siglo XVIII, y un Crucificado del XVI. Hay así mismo una escultura de San Antonio de Padua con el Niño, barroca del XVII, una talla de la Virgen con el Niño del XIII, procedente de la localidad de Muruarte de Reta, y una sillería de coro barroca, con veinticinco sitiales. En la sacristía se custodia otra Virgen con el Niño gótica, también del XIII y procedente de la ermita del Socorro, y alguna pieza de platería.

Es sobradamente conocido que la primitiva Sangüesa o "Sangüesa la Vieja" fue el actual Rocaforte, edificada en alto por cuestiones defensivas, y que tan sólo siglos más tarde, en tiempos de Alfonso I, hacia 1122, cuando las condiciones políticas auguraban un mayor nivel de seguridad, se levantó un burgo nuevo en la margen derecha del río Aragón, sobre una terraza fluvial, junto a un antiguo puente construido antes por el rey Sancho Ramírez, para 1093, y controlando el transcurso de la ruta jacobea.

En opinión de Caro Baroja, Sangüesa es una ciudad-puente, similar a otras como Santo Domingo de la Calzada o Puente la Reina, pero con mayor desarrollo en anchura. El puente sobre el río Aragón tuvo 120 metros de largo y fue construido a fines del XI por Sancho Ramírez. Tenía siete arcos de medio punto y debía ser muy similar al de Puente la Reina. En 1892 tres de sus arcos fueron sustituidos por un puente metálico de 70 metros de luz. El propio puente condiciona la existencia de un eje principal este-oeste, la Calle Mayor, con una calle paralela al norte (San Miguel), donde se levanta el antiguo Palacio Real, y otras tres por el sur (Nueva, Amadores y Oscura), en un trazado hoy algo desfigurado, y con varias calles transversales (Mediavilla, Santiago y Las Torres). En ambos extremos de la calle principal, antigua ruta jacobea, se ubican las iglesias de Santa María y San Salvador, que serían además puntos claves del recinto fortificado.

Contó efectivamente Sangüesa con su cinturón de murallas, levantado en tiempos del rey García Ramírez (1134-1150), jalonado con unas veinte torres prismáticas abiertas hacia el interior de la ciudad. Las torres sobresalían de la cortina del muro en planta y en altura, para permitir el tiro de flanqueo y el dominio de los adarves desde lo alto. En los cuatro lados del burgo se abrieron otros tantos portales, siguiendo los modelos urbanísticos romanos. Por otro lado, en el siglo XIV, y ante el crecimiento de la villa, se amplió este perímetro murado hacia el sur con un segundo recinto. De esta muralla sangüesina quedan algunos vestigios, tanto en el Palacio Real como en el convento del Carmen, además del portal de Carajeas. Complemento de este sistema defensivo fue el Castellón, el gran castillo real levantado en 1171 el monte Arangoitz, desde el que se dominaba la villa, y del que quedan algunos restos en superficie mientras espera pacientemente una intervención arqueológica.

Entre los edificios civiles más característicos de la localidad llama la atención sin duda el Palacio Real de Sangüesa, conjunto configurado a partir de 1280 entre dos torres de recinto, de las cuales una se cerró como donjón, además de unirse ambas con un cuerpo bajo residencial, edificado por Carlos II a partir de 1360, el palacio propiamente dicho. En uno de sus flancos se ha recuperado el antiguo foso de la villa. En su día este palacio tuvo planta cuadrada y patio central, pero el ala que daba hacia la calle mayor fue sustituida en el siglo XVI por el actual Ayuntamiento, y el patio de armas se convirtió en la actual Plaza de las Arcadas. En su configuración actual parecen destacar elementos propios de su última etapa de reformas, seguramente del siglo XV, de tiempos de los últimos reyes de Navarra. A esta época deben pertenecer las ventanas cuadrangulares con mainel central, que al interior presentan asientos de los llamados "cortejadoras". Fue edificio de gran relevancia en el reino, sede de varias Cortes Generales, y residencia habitual de Carlos II, del Príncipe de Viana y de Juan y Catalina de Albret, entre otros. Con la conquista castellano-aragonesa fue utilizado como cuartel para las tropas de ocupación, y se arruinó rápidamente. Hoy en día, convenientemente restaurado, es la sede de la biblioteca pública de Sangüesa.

La Casa Consistorial fue construida en 1570 en la Rúa Mayor por Domingo de Aya, vecino de Aibar, en el solar que ocupaba una de las alas del Palacio Real. Consta de una galería porticada sobre arcos de medio punto que apean en columnas de orden toscano. Constituye este porche un paso transitable hacia la Plaza de las Arcadas. Por encima, un segundo cuerpo va enlucido y con amplias balconadas, bajo un tejado sobre alero de gran desarrollo. Preside el conjunto el escudo de la villa, renacentista.

El Palacio de Añués (también llamado de los Duques de Granada de Ega), en la Calle Mayor, es un buen ejemplar de palacio urbano gótico del siglo XV. Presenta un primer cuerpo en piedra de sillería bien escuadrada, con un arco de acceso original (antiguamente hubo dos simétricos), con trece dovelas cortas y escudo en la clave. Por encima, un segundo cuerpo, esta vez en ladrillo, muestra hermosos ventanales con tracerías de estuco de raigambre flamígera muy variadas e imaginativas. Culmina una galería de arquillos moderna, de inspiración aragonesa. Este elegante palacio perteneció a Miguel de Añués, mayordomo mayor del rey Juan de Albret, a quien siempre fue fiel, incluso en los tiempos de la conquista castellana, a la que se opuso activamente, por lo que fue perseguido.

Contiguo al anterior es el Palacio de los Condes de Guenduláin (también llamado de los Íñiguez de Abarca). Presenta un primer cuerpo de sillería, en el que se abre un portalón adintelado, flanqueado por columnas de orden dórico y sobre el cual figura la fecha de 1601. Por encima, un segundo cuerpo de ladrillo se abre con balcones flanqueados por pilastras, y culmina una galería de arquillos protegida por un alero de gran desarrollo. Preside el conjunto un elegante escudo, y al interior hay un elegante patio de dos pisos.

El Palacio de Ongay-Vallesantoro perteneció a Juan de Ongay, caballero de la Orden de Santiago a principios del siglo XVII, luego pasó a los Echeverri-Echenique y a los Ayanz de Ureta, que emparentaron con el Marqués de Vallesantoro, virrey de Navarra. Se trata de un recio palacio urbano de estilo barroco. Su fachada tiene un primer cuerpo de sillería y dos más de ladrillo, separados por una imposta abocelada también de ladrillo, y en los que se abren airosos balcones. El portalón es adintelado, y va flanqueado por dos columnas salomónicas y pilastras con decoración de sirenas, que sostienen un entablamento con triglifos, soles y bucráneos. Dos volutas a modo de frontón partido flanquean un escudo de armas que lleva también columnas salomónicas, y remata con frontón triangular. El conjunto culmina con un alero espectacular, que incorpora hermosas tallas representando animales fantásticos que portan en sus garras cabezas humanas. Al interior destaca un elegante patio o gran caja de escalera de tres pisos, cuyos soportes alternan, respectivamente columnas dóricas, jónicas y salomónicas dóricas.

Otros muchos palacios y casas infanzonas pueden encontrarse a lo largo de las calles de Sangüesa, pertenecientes tanto a tipologías góticas como renacentistas o barrocas. Así por ejemplo, el Palacio de los Sebastianes, propiedad del señor de Iriberri, solar donde nació el rey Enrique "el Sangüesino", hijo de los reyes Juan y Catalina de Albret. Es un palacio gótico del siglo XV, con dos puertas góticas gemelas, que llevan escudos en las claves. El Palacio de los París-Íñiguez de Abarca (también llamado de los Goñi) es renacentista del XVI, y su primer cuerpo es de sillar, siguiendo en altura otro nivel de ladrillo con balcón y escudo de armas, y una galería de arquillos bajo poderoso alero. Según la tradición, aquí se hospedó Francés de Jaso y Azpilcueta, San Francisco Javier, cuando fue alumno del Estudio de Gramática de Sangüesa. El Palacio de los Íñiguez de Medrano es un edificio del XVI, con cuerpo bajo de sillar y resto en ladrillo. Lleva puerta adintelada y balcones en alto, bajo amplio alero. Albergó en su día el célebre Estudio de Gramática de Sangüesa.

Ermitas

El obispo visitador Igual de Soria registró en 1802 once ermitas dentro del término de Sangüesa, pero Pérez Ollo eleva la cantidad hasta superar las dos docenas, aunque muchas de ellas, como las de la Magdalena, Nuestra Señora de las Navas, Nuestra Señora del Pino o San Agustín, se han perdido. Podemos, eso sí, hacer un repaso a las más célebres de ellas.

La ermita de San Adrián de Vadoluengo se levanta en el topónimo homónimo, y es un templo románico consagrado en 1141, en el punto en el que confluyen los ríos Onsella y Aragón. Años antes, en 1122 el rey Sancho el Batallador había donado a su hombre de confianza Fortunio Garceiz Caisal un solar en este lugar, en el que edificó un palacio, posible antecedente de las actuales construcciones civiles existentes, y la capilla que aún podemos admirar. Con el tiempo pasó al marquesado de Góngora, y cayó en desuso hasta el punto de verse convertida en almacén de aperos. Igual de Soria la encontró en mal estado, pese a lo cual hoy se halla restaurada y bien conservada, en un entorno cuidado, con jardines y arbolado. Muestra planta compuesta por una única nave, dividida en dos tramos, y cabecera absidial semicircular. Los muros van en sillar bien escuadrado y tienen grosor considerable, pudiéndose apreciar en ellos numerosas marcas de cantero. Una moldura lisa recorre todo el perímetro interior del templo, marcando el arranque de la bóveda. Se perforan estos muros mediante tres ventanas originales con derrame interior, hueco estrecho y rematado con arquillo de medio punto, que se abren en el ábside, en el segundo tramo del muro meridional y en el hastial de los pies. La puerta de acceso se abre en el primer tramo del muro sur. La cubierta es una bóveda de cañón con un arco fajón de medio punto que apea sobre medias columnas con basas y capiteles que llevan labras de águilas y motivos vegetales. El arco triunfal es también de medio punto, y da paso a una cabecera cubierta con bóveda de horno. Al exterior destacaremos la torre, que apoya sobre el primer tramo de la nave y que tiene fuste corto con ventanas geminadas y tejado a cuatro aguas. El alero va soportado por una serie de ménsulas de piedra labradas con imágenes expresivas, algunas de las cuales son originales y representan temas tales como leones, monos, hombre con barril, pájaros y cuadrúpedos. Recuerdan vivamente a otras figuras vistas en Sangüesa y en Leire. En cuanto a la portada, se trata de un arco de medio punto con tres arquivoltas de las cuales dos son lisas, separadas por una línea de bolas, y la más interior consta de un grueso baquetón sin decoración. Las dos primeras apean sobre pies derechos, mientras que la tercera se apoya en sendas columnas con basa y capiteles, que muestran decoración figurada con dos leones enfrentados y elementos vegetales. La rosca exterior del arco va decorada por un ajedrezado, al igual que la línea de salmer, que se prolonga en forma de imposta por el paño de muro inmediato. El dintel va decorado con un crismón. Presiden el interior del templo una imagen de bulto de María Magdalena, gótica, un Crucificado barroco y una talla moderna de San Adrián.

La ermita de Nuestra Señora del Camino (o de las Nieves) se encuentra junto a la carretera a Peña, cerca de Gabarderal, poblado de nueva erección con el que a menudo se asocia. Su origen, que se remonta al menos al siglo XVI, debió estar ligado a la ruta jacobea. Pese a que llegó a estar en el siglo XX muy deteriorada, hoy ha recobrado su aspecto original. Su planta, de extrema sencillez, consta de una única nave rectangular, con el acceso en el hastial opuesto al de la cabecera. Los muros son de piedra de sillar de formato irregular pero bien trabajada. Se cubre mediante un simple cielo raso que deja ver la estructura de madera. Al exterior se observa la portada, con un arco de medio punto sin decoración y de sabor civil, flanqueado por dos ventanas cuadradas, y rematado en alto por una moldura que enmarca un frontón, con óculo central y espadaña de ladrillo con su campanita. Antiguamente tuvo adosada una casa para el ermitaño, que ha desaparecido.

Nuestra Señora de Nora se ubica en la margen derecha del río Aragón, cerca del puente que lo cruza. Por su posición se consideró protectora de las almadías, lo cual no impidió que la gran riada de 1787 la dañara, destruyendo sus pinturas. Se dice que el nombre proviene de una noria que se levantaba cerca, toda vez que se encuentra bajo la advocación de la Virgen del Carmen, y perteneció a la orden de los carmelitas descalzos. A pesar de que la ermita se documenta ya claramente para el siglo XIV, el edificio actual data del año 1694. La planta es un simple rectángulo, con el acceso a los pies. Los muros van en mampostería y sillarejo, y se abren mediante varias ventanas cuadradas, así como por una ventana gótica, reaprovechada de los restos anteriores, que se abre sobre el arco de acceso. Se cubre con un tejado a dos aguas sobre estructura de madera. Al exterior se observa la puerta, un medio punto sin mayores pretensiones, así como la ventana gótica ya mencionada, de perfil ojival y con tracería trilobulada ciega. Lleva una moldura a modo de antepecho. Corona el conjunto una espadaña de sabor popular. La imagen titular, gótica del siglo XIII, presenta a María sedente con el Niño, que fue añadido posteriormente, sobre la pierna izquierda. Se trata de una talla marcada por la frontalidad pero no carente de belleza, con ropajes simples y esquemáticos y con escasos pliegues, concentrados en la parte inferior.

La ermita de San Babil se encuentra sobre una terraza situada al norte de la ciudad. Se edificó en 1503 y contó con el patronato de los reyes de Navarra, que donaron al lugar una reliquia de un dedo del propio santo, hoy en día en paradero desconocido. Experimentó importantes reformas en 1577. El templo consta de una única nave, muy larga, dividida en cuatro tramos de longitud y anchura desiguales, y con cabecera recta algo más estrecha que la nave. Los muros presentan aparejos desiguales conforme a las diferentes intervenciones, siendo la más antigua la que corresponde a un sillar de buen tamaño, y se abre mediante una ventana rectangular. A los pies del templo se levanta un coro alto de madera. El primer tramo de la nave se cubre con una bóveda de cañón, y los tres siguientes y la cabecera con una bóveda de lunetos. Sendas capillas laterales hacen las veces de transepto. Al exterior se aprecia muy bien también la diferente cronología de los elementos que conforman el edificio, con formatos y alturas desiguales. La puerta exterior es un vano gótico y de sabor civil, cuya clave ostenta el anagrama IHS en caracteres también góticos. Por encima, como se ha dicho, el tramo original previo a las ampliaciones barrocas es de buena sillería, y remata el conjunto mediante espadaña. Al interior se venera un Crucificado barroco del XVII, un retablito de la Virgen del Pilar barroco, y un retablo mayor también barroco con banco, un único cuerpo de tres calles y ático. Se articula mediante columnas salomónicas. Presenta una talla de San Babil, barroca del XVIII, dos tablas representando a San Juan y San Andrés, y culmina con el escudo de los reyes de Navarra, patronos del templo.

En la carretera que conduce a Javier se encuentra la ermita de la Virgen del Socorro, situada sobre un cabezo rocoso. Fue restaurada en el año 1967, aunque su origen debe ser medieval, en consonancia con la imagen titular gótica. Presenta planta rectangular muy alargada y cabecera recta, con la casa para el ermitaño adosada a uno de sus extremos. Los muros de piedra van blanqueados, salvando un zócalo de sillarejo, y da luz al interior una ventana situada en el muro de la Epístola. El acceso consiste en una sencilla puerta de medio punto, abierta en el mismo lado. Se cubre con tejado simple a dos aguas, coronado por una espadaña. Parte de su imaginería fue robada en 1978, y otras piezas se conservan en la parroquia.

Otras ermitas célebres son las de la Concepción de el Real, situada entre Sangüesa, Javier y Sos, fundada hacia el 1300, San Bartolomé de Ull (o Uli), citada ya para 1052, hoy desaparecida, o la de Santa Margarita del Castellón, fundada en 1171 en el alto de Arangoitz, donde se levantaba el antiguo castillo de Sangüesa, y de la que tan sólo subsiste el topónimo.

Parroquia de Santa María la Real

Se encuentra cerca del puente medieval, en un extremo de la antigua Rúa Mayor, por la que marchaban los peregrinos que desde Jaca se dirigían a Compostela. La fábrica actual obedece a varias etapas, de las cuales la más antigua data del siglo XII, momento al que pertenecen los tres ábsides románicos. Una segunda etapa arranca a principios del siglo XIII, en estilo protogótico, y engloba la construcción de las tres naves y el transepto, con sus bóvedas de crucería. Una última etapa, de raigambre gótica y fechada en los siglos XIII y XIV, daría lugar a la torre dotada de remate almenado y chapitel piramidal. A este plan original se añadieron posteriormente en el muro norte la capilla de San Miguel y la capilla de la familia Remírez de Arellano.

El elemento más reseñable es sin duda la portada abierta a la calle Mayor, considerada la mejor del románico navarro. Es evidente en ella la mano de al menos dos maestros, y al parecer fue rearmada a posteriori, probablemente a principios del siglo XIII. El primero de los artistas es el llamado "Maestro de San Juan de la Peña", con figuras hieráticas, pliegues lineales y esquemáticos y rostros de marcada rigidez, en los que figuran sus característicos "ojos de mosca". A él le debemos el apostolado superior. Al otro maestro, algo más avanzado y llamado al parecer Leodegarius, se deben el tímpano, el dintel y las jambas.

La puerta se abre mediante arco abocinado, cuyo apuntamiento denuncia que fue rearmada en la intervención de principios del XIII. El derrame se salva mediante cinco arquivoltas que llevan decoración longitudinal, con imágenes de patriarcas, sirenas, animales, acróbatas y representaciones de pecados y oficios. Apean sobre una serie de columnas-estatua de canon alargado, que en el lado izquierdo representan a las Tres Marías. La del centro lleva en sus manos un libro abierto en el que puede leerse la inscripción: MARIA MATER DEI. LEODEGARIUS ME FECIT. En el lado derecho se representa a San Pedro, San Pablo y Judas, que aparece ahorcado y con una leyenda en el pecho: IUDAS MERCATOR. Los capiteles representan temas figurativos como la Anunciación y la Visitación, la Presentación en el Templo y el Juicio de Salomón. En el dintel puede verse un segundo apostolado, que en este caso lleva en su centro una imagen de la Virgen con el Niño, y bajo él dos ménsulas de refuerzo representando un carnero y un monstruo que lleva en su boca un pez y una figura humana. El tímpano va ocupado por el Juicio Final, en cuyo centro figura un Pantocrátor rodeado de ángeles trompeteros. A su derecha aparecen los bienaventurados, ordenados y en dos registros, y a su izquierda los condenados, que esperan con piernas temblorosas el momento de ser engullidos por varios monstruos. Puede verse también el pesaje de las almas a cargo de San Miguel.

Las enjutas del arco y los contrafuertes que limitan la portada van abarrotadas de figuras desordenadas y sin un significado iconográfico claro, lo que lleva a pensar en un reaprovechamiento de esculturas de diferentes procedencias. Pueden verse reptiles, la lujuria simbolizada por una mujer mordida por una serpiente, un toro y un león alados, que deben proceder de un Tetramorfos, Adán y Eva, Caín y Abel, un herrero trabajando o las Tres Marías ante el Sepulcro.

El interior va presidido por un retablo del siglo XVI, en cuya hornacina figura la Virgen de Rocamador, gótica del XIV y forrada en plata. Los ábsides laterales van ocupados por un San Blas gótico del XV y un Crucificado barroco del XVII, y en las capillas hay sendos retablos barrocos, dedicados a la Piedad y a la Virgen del Pilar.

Parroquia de El Salvador

Se construyó a fines del siglo XIII en la zona sur de la villa, adosada a la muralla defensiva por ese lado. Su planta presenta una única nave con seis tramos y cabecera poligonal de cinco lados, algo más estrecha que la nave. Por el lado del Evangelio y a la altura del cuarto tramo se abre la capilla de San Sebastián, a la que sigue la capilla de la Conversión de San Pablo, antigua capilla de la linajuda familia Añués, y luego un torreón de la antigua muralla al que todavía hoy se puede acceder. La sacristía, por el mismo lado, es una estancia rectangular dividida en dos tramos. Los muros son de sillería bien trabajada, y se abren mediante cuatro ventanas geminadas y trilobuladas, además de un rosetón en el muro de los pies. Hay además un coro del siglo XVI, con arco de embocadura escarzano y sotocoro con bóveda estrellada de complicada tracería. La nave y la cabecera se cubren con bóveda de crucería, cuyos tramos se separan por arcos fajones. Las claves llevan decoración de variada iconografía. La capilla de San Sebastián se cubre mediante cúpula sobre trompas aveneradas, la de San Pablo con un simple cielo raso, y la sacristía con dos tramos de bóveda de crucería.

Al exterior, la puerta, situada a los pies, se cobija mediante un monumental pórtico gótico del siglo XVI, cubierto por una bóveda de terceletes que apoya en ménsulas encastradas en el muro, y en dos estribos muy recios. En su interior, sobre la puerta, hay un espectacular rosetón abocinado y con tracería estrellada, mientras que la puerta propiamente dicha, de principios del siglo XIV, se abre mediante arco gótico flanqueado a cada lado de dos órdenes de dos arcos cada uno, apuntados y trilobulados. El abocinamiento del arco se salva mediante seis arquivoltas aboceladas, que apean en otros tantos baquetones, con basas poligonales y capiteles corridos y con decoración vegetal. En las arquivoltas se han labrado tres ángeles trompeteros que avisan del Juicio Final. Consecuentemente con ello, en el dintel se representa a Cristo con los bienaventurados a su derecha, hombres que salen de las tumbas formando un cortejo de reyes, obispos y monjes, y a la izquierda los condenados con un monstruo que sostiene una calavera en su boca. En el tímpano se representa a Cristo en Majestad, mostrando las llagas de la Pasión. Junto a Él hay dos ángeles con algunos de los símbolos de la Pasión, tales como la cruz, la corona y la lanza, mientras que la Virgen y San Juan aparecen arrodillados.

Al interior, destacaremos en primer lugar el retablo mayor del Salvador, romanista y obra de Juan de Berroeta, Juan de Alli y del ensamblador Juan de Echenagusía. La arquitectura consta de banco, dos cuerpos de cinco calles y ático con tres frontones triangulares. En cuanto a la imaginería, el banco va con tableros de relieves, representando a San Mateo, las Tres Marías, la Santa Cena, la Piedad, el Santo Entierro y San Marcos. En el primer cuerpo bultos de San Pedro y San Pablo, y relieves de la Presentación, Oración del Huerto, Epifanía y Jesús con la Cruz a cuestas. En el segundo piso se figuran los bultos de San Mateo, el Salvador y San Bartolomé, y los relieves de la Transfiguración y la Ascensión. Por último, en el ático están Moisés, la Santísima Trinidad y David.

En el lado del Evangelio del templo, registramos en primer lugar el retablo de la Resurrección, situado en la antigua capilla de la familia Ongay, cuyo escudo de armas ostenta. Es barroco de fines del XVII, obra de José Antonio Castillo. Costa de banco y un cuerpo, se articula mediante columnas salomónicas y muestra una imagen de vestir de la Virgen de la Merced, barroca, y un Cristo Resucitado romanista. El retablo de San Sebastián preside la capilla del mismo nombre, y es neoclásico de hacia 1816, aunque incluye entre su imaginería un Cristo romanista de Gaspar Ramos. En la misma capilla se encuentra también el retablo de San Antonio Abad, que es en realidad un tríptico que procede de la ermita de la Virgen del Camino. Conserva restos de tracería gótica y alberga tablas de estilo igualmente gótico, de fines del XV, con temas como el Ecce Homo y algunos santos. También podemos encontrar el retablo del Santo Cristo, barroco del XVII, que cobija un Crucificado gótico del siglo XV, de gran tamaño, con pelo natural y paño de pureza añadido. Se le representa muerto, con rostro realista y cuerpo algo más esquemático.

En el lado de la Epístola registramos el retablo de la Virgen del Carmen, neoclásico del XIX, mientras que al centro de la nave hay una lauda sepulcral con la imagen de un religioso y la inscripción: GASTÓN DE QUINTANA BENEFICIATI NECCIA TIB CONSTITUTIS IN SACRIS UT POSSTI OMS UNA CV PSALMISTA CANTARE ECCE Q BONV ETCE ANNO 1530. Por último, en el coro nos encontramos un órgano del XVI, una sillería de coro del XVII con siete sitiales y una imagen de la Virgen de las de vestir, moderna. Otras esculturas y obras de orfebrería se custodian en la sacristía.

Parroquia de Santiago el Mayor

Se edificó al sur de la ciudad, adosada a la muralla urbana. Se trata de un templo de origen románico, terminado no obstante en el siglo XIV. Su planta consta de tres naves, más alta la central, divididas en cuatro tramos, y triple cabecera semicircular, donde se aprecian trazas de su origen románico. En el lado del Evangelio se abren además tres espacios, a modo de capillas laterales, que son en realidad ensanchamientos de la propia nave. Por el lado de la Epístola nos encontramos la capilla de San Martín, junto al ábside, la capilla barroca de San Román, patrón de los hortelanos, y una tercera capilla, dedicada al Crucificado. La sacristía, rectangular y dividida en cuatro tramos, se ubica en el lado del Evangelio. Los muros son de sillería bien escuadrada, a excepción de algunas zonas afectadas por las reformas barrocas, que son de ladrillo. Dan iluminación al interior una serie de vanos abiertos en la zona alta, tres por cada lado. Son góticas, con diseño geminado y trilóbulo superior. La fábrica se cubre con bóvedas de crucería simple, cuyos nervios apean en columnitas adosadas que se apoyan en pilares más gruesos y en ménsulas labradas. El ábside central y el del lado del Evangelio se cubren con bóvedas de horno apuntadas, precedidos en ambos casos por sendos tramos de bóveda de cañón, aunque el ábside del lado de la Epístola fue sustituido por un espacio terminado en testero recto y cubierto por bóveda de crucería simple, al tiempo que se edificó una escalera de acceso a la torre, todo ello del siglo XIII. Las capillas laterales del lado del Evangelio se cubren, sucesivamente, con bóveda de cañón la primera, bóveda de crucería simple la segunda, y una bóveda de lunetos la última de ellas. Las del lado de la Epístola llevan una cúpula avenerada sobre trompas, para el caso de la de San Martín, mientras que la de San Román lleva cúpula decorada con pinturas dieciochescas que representan a la Anunciación. La capilla del Crucificado recibe bóveda de arista, mientras que la sacristía se cubre por bóveda de lunetos.

Al exterior apreciamos la torre prismática que se eleva sobre el presbiterio. Por encima del cuerpo de campanas, abierto por huecos apuntados, lleva un remate almenado añadido en 1365. La escalera de acceso va en el interior de un cuerpo cilíndrico adosado. La portada se abre en el muro de los pies, y consta de gran arco apuntado, flanqueado por dobles columnas con capiteles vegetales, y con un tejaroz moderno por encima. El abocinamiento se salva merced a tres arquivoltas apuntadas que apean sobre columnas con basas circulares, fustes cortos y gruesos, y capiteles con motivos vegetales. En el tímpano se exhibe una escultura en piedra de Santiago, ataviado como peregrino, incluyendo la "makila" o bordón. Muestra esta figura restos de policromía, y es romanista de fines del XVI, atribuida al escultor sangüesino Adrián Almándoz. Por lo demás, la portada puede datarse como de hacia el año 1200, y enmarcable en un románico avanzado.

El interior va presidido por el retablo de Santiago, que se adapta a la forma curva del ábside. Se trata de una obra propia del siglo XVIII, rococó, obra de Francisco Pejón, y que sustituyó a otro del XVI. Consta de banco y un único cuerpo de tres calles, articuladas por columnas corintias y rematado todo por un cascarón con arbotantes. Alberga una variada imaginería, con tallas barrocas de San Fermín y San Francisco Javier, contemporáneas de la arquitectura, y otras renacentistas como la Virgen de Belén y la titular de Santiago, que parecen proceder del desaparecido retablo del XVI.

En la primera capilla del lado del Evangelio se encuentra el retablo de la Virgen de las Nieves, barroco del siglo XVIII, con algunas imágenes reaprovechadas, como la talla titular, que es del siglo XVII. En la segunda capilla encontramos el retablo de San Eloy, que es en cambio plateresco del XVI y se decora con pinturas sobre tabla, de estilo renacentista salvo la talla central, en hornacina avenerada, que representa al santo titular como obispo.

Por el lado del Evangelio, el ábside correspondiente alberga una monumental escultura de Santiago en piedra, imagen originariamente titular del templo, que fue desenterrada en 1964 en el suelo del templo. Es gótica, de comienzos del siglo XIV, y se le representa como peregrino con bordón. El rostro es grande y esquemático, con melena leonina simétricamente dispuesta, los pliegues del manto son amplios pero no carentes de plasticidad, y se le figura en actitud de caminar, con un gesto algo antinatural. En la capilla de San Martín nos encontramos con el retablo de San Martín, romanista del círculo de Juan de Berroeta, mientras que el retablo de San Román, en la capilla del mismo nombre, es barroco del siglo XVIII y fue hecho por el escultor aragonés Pedro Onofre Coll. En la sacristía se custodia una amplia serie de obras de arte, que incluye esculturas como un San Antón, un Santo Domingo de Guzmán o un Crucificado barrocos, así como algunos lienzos del siglo XVIII, representando temas como Santa Quiteria, los Desposorios de la Virgen, San Babil, La Inmaculada Concepción o el Martirio de San Esteban, y diversas piezas de orfebrería.

Convento del Carmen

Como se ha dicho más arriba, los carmelitas se establecieron primeramente en la actual ermita de Nora, en 1225, pero más tarde, en 1380, se trasladaron a intramuros. La iglesia actual presenta una planta ordenada, simétrica y racional, compuesta por una única nave de seis tramos cortos, con la cabecera, recta, algo más estrecha y orientada, de forma irregular, hacia el oeste. Los contrafuertes van absorbidos por los muros perimetrales, creando una serie de espacios que se han aprovechado como capillas laterales, y el flanco septentrional está ocupado por un claustro de buen tamaño al que luego haremos alusión. Los muros son de piedra de sillería, enlucidos al interior, y presentan los arcos de acceso a las capillas, sobre los que hay unas tribunas cubiertas por celosías. A los pies de la nave hay un coro alto. En cuanto a la iluminación, proviene básicamente de un rosetón circular abierto en el muro de los pies. La cubierta consta de una bóveda de cañón apuntada de raigambre gótica, separada en tramos por arcos fajones del mismo perfil. Las capillas se cubren con bóvedas de lunetos.

Al exterior se aprecia la torre prismática, con los huecos de medio punto para las campanas, así como una puerta de medio punto gótica, simple y austera pero elegante. El abocinamiento se salva mediante baquetones menudos que apean en pedestales y que llevan capiteles corridos representando escenas como la Anunciación, el Nacimiento, la Huida a Egipto y la Epifanía. En el lado opuesto figuran varios eclesiásticos, animales, una cabeza humana, las armas del rey de Navarra y dos hombres peleando. El claustro citado es gótico, de planta cuadrada con dieciséis arcos por crujía, apuntados y trilobulados, y que apean sobre pilares octogonales. En el siglo XVI se añadió un segundo piso con arcadas de medio punto alternativamente cegadas.

El interior del templo va presidido por un retablo rococó del fines del XVIII, aunque reaprovecha algunas tallas romanistas y barrocas. En el lado del Evangelio podemos encontrar varios retablitos barrocos de estilo popular y regular estado de conservación, uno de ellos con un lienzo de San José contemporáneo a la arquitectura del propio retablo. En el lado de la Epístola anotamos un retablo dedicado a la Dolorosa, del XVIII, un Crucificado renacentista del XVI, o el retablo de Santa Teresa de Jesús, barroco del XVII.

Convento de San Francisco de Asís

Se dice que fue el propio San Francisco de Asís, a su paso por Navarra camino de Compostela, quien lo fundó. En su emplazamiento y disposición actual, la iglesia responde a un tipo gótico del siglo XIII, con una única nave tal y como proponían las órdenes mendicantes. Se divide en tres tramos de diferente longitud, y remata con cabecera poco profunda y terminada en testero recto. La sacristía es una estancia estrecha y larga, ubicada en la cabecera por el lado de la Epístola, mientras que el lado del Evangelio va flanqueado por un elegante claustro, al que luego nos referiremos. Los muros son de sillería, y se abren para dar iluminación al interior mediante tres ventanas ojivales a cada lado de la nave, y un ventanal gótico geminado y con cuadrilóbulo con flor de siete pétalos, en el muro de los pies. El coro, de madera, se levanta a los pies y es elemento añadido modernamente. La fábrica se cubre con cuatro tramos de bóveda de crucería estrellada, con claves labradas y nervios que apean en ménsulas con cabezas de ángel. La sacristía se cubre con un simple cielo raso.

Al exterior debemos hacer alusión a la portada, abierta en el muro del Evangelio. Se trata de un arco apuntado con abocinamiento de tres arquivoltas y baquetones intermedios, que apean en columnitas que llevan pedestales y capiteles con decoración vegetal. El tímpano, de tracería goticista, es moderno. El claustro es gótico del XIV, abierto por diecisiete arcos en los lados largos y quince en los cortos. Estos arcos son apuntados, trilobulados, y apoyan en baquetones. En la crujía oriental se ubica la sala capitular, actualmente utilizada como sacristía del templo.

En el interior del templo, en el presbiterio, podemos encontrar una escultura de San Francisco de tamaño superior al natural, y otra de San Jerónimo, ambas del siglo XVIII, y un Crucificado del XVI. Hay así mismo una escultura de San Antonio de Padua con el Niño, barroca del XVII, una talla de la Virgen con el Niño del XIII, procedente de la localidad de Muruarte de Reta, y una sillería de coro barroca, con veinticinco sitiales. En la sacristía se custodia otra Virgen con el Niño gótica, también del XIII y procedente de la ermita del Socorro, y alguna pieza de platería.

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JAS (2008)