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REAL COMPAÑÍA DE FILIPINAS

Circunstancias del nacimiento de la RCF. Sin embargo, la Compañía de Filipinas no conoció por entonces la misma suerte que la Guipuzcoana de Caracas, y por diversas circunstancias no vería la luz como tal, hasta 1785. Por añadidura, en esta fecha, el nacimiento de la Real Compañía de Filipinas (RCF), tenía lugar a instancias en gran parte, de la Compañía Guipuzcoana de Caracas. Para comprender la conexión entre una y otra compañía mercantil, hay que remontarse a los acontecimientos que tuvieron lugar en el comercio ultramarino a partir de 1778. Así, en octubre de aquel año se estableció el Reglamento para el comercio libre. Con el Reglamento se habilitaban una serie de puertos metropolitanos para el comercio directo con diversos puertos de las colonias hispánicas en América. Como la Compañía Guipuzcoana contaba con el tráfico de Venezuela en exclusiva, en el citado Reglamento no se comprendió la apertura de la Provincia de Caracas al comercio libre. Mas, esta situación duró poco tiempo. En 1781 , por Real Resolución de 15 de febrero, el espacio venezolano quedaba también abierto al tráfico de particulares. La Guipuzcoana perdía así uno de los elementos más importantes sobre los que había basado su intercambio con Venezuela. Sin la exclusividad en Venezuela, y con las pérdidas que por efecto de la guerra con Inglaterra de 1779, estaba soportando, la dirección de la RCGC buscaba una salida económica a una situación muy comprometida. En abril de 1781 la dirección convocó una Junta extraordinaria para tratar del nuevo giro de la sociedad. Iniciada la reunión de accionistas presidida por el Ministro José de Gálvez en representación del Monarca, el director de la sociedad, el navarro Juan Bauptista de Goizueta, presentó un resumen completo de lo que había sido la entidad hasta aquellas fechas. En su exposición analizaba los aspectos negativos y positivos que se derivarían de la Real Resolución de 15 de febrero: si la competencia de particulares era negativa para la empresa, ésta se vería libre del gasto que suponía el resguardo de la costa venezolana. La búsqueda de soluciones sobre el futuro de la caraqueña se dilató hasta que terminó la guerra. Pero aunque la paz fue firmada en septiembre de 1783, la dirección de la Compañía de Caracas, no logró convocar a los accionistas hasta mediados del año siguiente. Así, en julio de 1784, tuvo lugar una nueva Junta General, en la que considerando grave la situación en que se hallaba la empresa mercantil, a pesar del importante capital con el que contaba, se determinaba dar un nuevo rumbo a sus negocios. Francisco de Cabarrús como accionista que era de la Guipuzcoana y director del Banco San Carlos, presentó a la Junta una propuesta que no era del todo nueva: además del comercio con Venezuela y con los mares del Sur que la mantendría en competencia con otros particulares, ejercería el tráfico con Filipinas, que lo solicitaba en exclusiva. Era el inicio definitivo de la Real Compañía de Filipinas. El capital de la Compañía Guipuzcoana pasaría a engrosar el fondo de la nueva sociedad. También los Cinco Gremios mayores de Madrid participarían en la Compañía de Filipinas. Y aunque otra entidad mercantil que por entonces también se hallaba en funcionamiento, como era la Compañía de La Habana, también fue invitada a unir sus fondos a la de Filipinas, a la postre no lo haría. Prácticamente todos los accionistas de la Guipuzcoana se integraron en la nueva empresa mercantil. Aún más: el equipo directivo que regía en 1785 los destinos de la Guipuzcoana de Caracas pasó a ser el nuevo núcleo rector de la sociedad que iniciaba su andadura. Y como demostración de esta continuidad, no sólo sería la dirección de la Guipuzcoana de Caracas la que pasaría a regir los destinos de la nueva entidad que asumiera el comercio con Filipinas, sino que hay otros indicadores más. Así, los astilleros de la Guipuzcoana en Pasajes, situados en el barrio Vizcaya, pasarían a serlo de la Compañía de Filipinas. El asiento de armas de las fábricas de Placencia, desde 1735 en manos de la Compañía de Caracas, también sería asumido por la nueva empresa mercantil. Y los factores, al servicio antes de la Guipuzcoana, estarían, a partir de 1785 representando los intereses de la Compañía de Filipinas. En este sentido, la nueva sociedad era en gran medida, la continuadora de la Compañía Guipuzcoana de Caracas. La R. C. de erección de la RCF firmada por Carlos III en marzo de 1785, recogía en su preámbulo los frustrados proyectos de años atrás.