Festivales-Eventos

Premios literarios en Euskal Herria

Los primeros certámenes literarios de Euskal Herria fueron creados a mediados del siglo XIX, cuando Antoine d'Abbadie organizó los Juegos Florales en 1853. Se trataba de días festivos organizados anualmente bajo el influjo romántico en los que, además del concurso literario correspondiente, se unían numerosos elementos y actuaciones relacionadas con los vascos y a las tradiciones del país: música, bersolarismo, deporte rural, romería, concurso de irritzis, comida popular, etcétera. Como hemos señalado, entre los anteriores elementos la literatura tenía una presencia especial en dichas jornadas, en las que además de entregar el premio correspondiente a los autores galardonados, los textos eran leídos en público.

Durante los primeros diez años, los Juegos Florales se celebraron en Urruña (Lapurdi), y en los siguientes doce (1864-1876) en Sara. A partir de aquella fecha, sin embargo, los organizadores optaron por celebrarlos de forma itinerante, eligiendo cada año un pueblo o ciudad distinta: en 1877 se celebraron en Donapaleu, en 1878 en Sara nuevamente y en 1879 en Elizondo. Precisamente, los celebrados en Elizondo fueron los primeros Juegos Florales de Hego Euskal Herria. A partir de aquel año se celebraron en lugares repartidos por toda la geografía vasca: en 1881 en Irun, en 1883 en Markina, en 1886 en Urnieta, en 1897 en Areatza, en 1899 en Aramaio, en 1901 en Bilbao, en 1906 en Mungia, en 1908 en Eibar, etcétera. Durante algunos años se celebraron simultáneamente en dos pueblos. Fue el caso del año 1890 (en Uztaritz y Azpeitia), el de 1895 (en Bera y Elizondo) o el de 1896 (en Kanbo y Maule).

Los temas de los certámenes literarios (en ocasiones eran dados de antemano por los organizadores) estaban directamente unidos a la tradición y a la situación sociopolítica de Euskal Herria, siendo destacables motivos como la casa, la lengua vasca, la emigración o la vida rural. Los siguientes son los temas dados para los certámenes celebrados en los años iniciales: "Los dolores de corazón del joven vasco que marcha a Montevideo", "Honor a la labranza", "La mujer bebedora" y "La fiesta popular".

En los Juegos Florales de 1879, sin embargo, el poeta ganador Felipe Arrese Beitia estableció un nuevo límite con su texto "Ama euskeriaren azken agurrak" ("Último adiós a la madre euskera"), texto en el que reflejaba los sentimientos de angustia y preocupación originados entre la población vasca por la pérdida de los derechos forales. En el texto del que hablamos, un euskaldun se dirige a la madre euskera que yace moribunda, y línea tras línea se recogen muchos de los elementos del imaginario foralista.

Los certámenes literarios celebrados en los Juegos Florales resultaron ser un importante punto de partida e impulso para los escritores de la época, y entre los ganadores hallamos los nombres de algunos de los más destacados autores vascos. En 1853 el primer premio fue para B. Celhabe con el texto "Montevideorat noha zenbat ureterentzat". Al año siguiente venció Dussaut con el trabajo "Laboraria" y un año después lo hizo el conocido Jean Baptiste Elizanburu con "Emazte edalea". Elizamburu volvió a ganar el primer premio en 1858, 1860 y 1862. Por otro lado, Gratien Adéma "Zaldubi" también participó en dichos certámenes, obteniendo el primer premio en Sara en 1873.

Similares a los Juegos Florales creados, impulsados y subvencionados por Abbadie fueron las Fiestas Euskaras (nombre que también ha sido empleado para nombrar a los Juegos Florales) creadas por algunas entidades públicas y culturales a finales del siglo XIX y comienzos del XX. En 1896 la Diputación guipuzcoana se hizo cargo de su organización de dichas fiestas, celebrándolas en aquel año en Arrasate. Dicha diputación se encargó de la organización hasta 1913. Las Fiestas euskaras tenían más de un día de duración, y por lo que al contenido respecta, eran similares a los Juegos Florales: estaban directamente unidas a las tradiciones vascas e incluían certámenes literarios. Entre los ganadores de dichos certámenes cabe destacar a autores como Luis Izagirre, Elizanburu, Arrese Beitia, Victoriano Iraola, Arturo Campion, Claudio de Otaegui, Carmelo Echegaray, José Ignacio Arana, José Artola, Francisco López Alen, Txomin Agirre, Pedro Mari Otaño, Jean Barbier, Ramón Inzagaray, Paulo Zamarripa o Gregorio Múgica.

Junto a los certámenes arriba mencionados cabe destacar los organizados en honor de autores ya fallecidos (Calderón de la Barca, Sebastian Mendiburu, Navarro Villoslada, Iparragirre, etcétera). Es de destacar, asimismo, el trabajo realizado por las revistas culturales del momento ( Eskualduna, Euskal-Erria, Euskal Esnalea o Euskalerriaren alde): por un lado, publicaron los trabajos premiados en los distintos certámenes reseñados y por el otro las propias revistas fueron impulsoras de nuevos premios literarios. La revista Euskalzale, dirigida por Azkue, por ejemplo, organizó un certámen que ganaron Txomin Agirre (con su primera novela en euskera Auñemendiko lorea) y Biktoriano Iraola (con una comedia).