Pintores

Ortiz Echagüe, Antonio

Pintor. Nacido en Guadalajara en 1883, fallece en Buenos Aires en 1942.

Nacido en el seno de una familia alavesa que se afincaría en San Sebastián, forma parte de la brillante generación de pintores costumbristas que surgió en el País Vasco a principios del siglo XX, entre los que se encuentran Zuloaga, los hermanos Zubiaurre o Elías Salaberría. No obstante, Ortiz Echagüe se distinguió de sus contemporáneos por su carácter cosmopolita, y su espíritu de trotamundos, que le llevaron a viajar sin descanso y a recorrer diferentes países, donde su pincel brillante, seguro y jugoso pudiera reproducir tipos, trajes y asuntos de marcado carácter local.

Sin acotar nunca su campo de acción residió en Italia, Francia, Holanda, Marruecos, Estados Unidos, Argentina..., buscando siempre aquellos lugares que por su idiosincrasia o su situación geográfica conservaban con mayor pureza rasgos típicos o costumbres propias. Sus cuadros, basados en un magnífico dibujo y una pincelada postimpresionista, le hicieron merecedor de los más codiciados galardones nacionales e internacionales, al tiempo que la elegante naturalidad de sus retratos le ponía de moda entre la alta sociedad de la época.

Discípulo del gran pintor alavés Ignacio Díaz Olano, su precoz inclinación hacia el arte le llevará a París con 14 años recién cumplidos. Allí ingresa en la Academia de Bellas Artes adquiriendo, bajo la dirección de Leon Bonnat, el sólido dominio del oficio que siempre le caracterizaría. Su primer cuadro, La misa de Narvaja, pintado a los 16 años en esta aldea alavesa, pone de manifiesto esa fidelidad al natural, y esa preferencia por la figura humana que definirán su estilo futuro. En 1904 obtuvo la 3.ª medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes con su cuadro Las planchadoras, una escena de interior iluminada con luz artificial donde hace gala de su virtuosismo en el manejo del color. Al mismo tiempo gana el Premio de Roma que le permitiría estudiar como becario, por espacio de 4 años, en la Academia Española de la capital italiana. Allí los valores esenciales de su pintura (una pincelada amplia y enérgica, restallante de color al estilo de Manet y Sorolla, un dibujo recio y una iconografía de tipos populares, en línea con la obra de Zuloaga) maduraron y se enriquecieron hasta cuajar en un lenguaje personal de extraordinaria brillantez que le valió, recién terminados los estudios, la medalla de plata de la Exposición Internacional de Munich de 1909, por uno de los numerosos lienzos que había pintado en la isla de Cerdeña: Fiesta de la cofradía de Atzara.

Protegido por una familia de banqueros holandeses, con cuya hija Elisabeth Smidt se casaría años después, se trasladó a Holanda donde se dedicó a hacer retratos y a recorrer los pintorescos pueblos de la costa donde los viejos lobos de mar y las mujeres que aún vestían sus tradicionales trajes y cofias blancas se convirtieron en sus modelos favoritos. Uno de estos cuadros, La Sra. Jansen y sus amigas, fue medalla de plata en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1910.

En 1913 participa en la Exposición del Cincuentenario del derribo de las murallas de San Sebastián, y viaja a Estados Unidos y Argentina, donde el éxito de sus retratos y exposiciones le obligará a regresar con frecuencia en el futuro. En 1915 participó en la primera Exposición de Artistas Vascos, organizada por el Círculo de Bellas Artes de Bilbao, y al acabar la 1.° guerra mundial contrajo matrimonio trasladándose a Andalucía. Pasó un año en Granada pintando tipos andaluces y vistas de los patios y jardines de la Alhambra, que tienen la soltura de un apunte y la vibración lumínicocromática del impresionismo.

Entre 1920 y 1925 residiría alternativamente en Holanda y París, desarrollando una etapa de intensa actividad. Se aprecia ahora un nuevo giro en su pintura, empieza a combinar con audacia colores estridentes: verde esmeralda, azul ultramar, amarillo cromo..., obteniendo obras de gran atractivo donde, pese a todo, la vitalidad de los rostros se sigue imponiendo por encima del sorprendente cromatismo de su paleta. La fiesta de la Cofradía de Atzara, magnífica composición con 26 figuras de tamaño natural, obtiene la medalla de plata del Salón de artistas franceses de 1921, y ese mismo año la prestigiosa galería parisina Georges Petit organiza una exposición individual de sus obras. Poco después el Museo Stedelijk de Amsterdam exhibe una antológica de Ortiz de Echagüe cuyos paisajes e interiores holandeses causaban sensación en los Países Bajos. Uno de ellos, Jacobo Van Amstel en mi casa, recibía la medalla de oro del Salón de artistas franceses de 1923, y al año siguiente la Primera medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid.

En Estados Unidos las "Carnegie Internationals" de Pittsburg, en las que se exhibían las obras de los más relevantes artistas europeos, incluian cuadros de Ortiz Echagüe junto a los de Sorolla, Vázquez Díaz, Gutiérrez Solana o Zuloaga. En Buenos Aires las más prestigiosas galerías se disputaban sus lienzos. Desde 1926 al 30 el pintor y su familia se instalan en Madrid donde toda la aristocracia y el propio monarca, pasan por su estudio de la Quinta del Berro. De acuerdo con el carácter de los modelos sus retratos adquieren un matiz más áulico y cortesano que contraste con la fantasía desplegada en los fondos.

El artista es nombrado Presidente de la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid, caballero de la orden de Alfonso XII, profesor de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, y delegado del gobierno en la Exposición del Centenario de Goya en Amsterdam y La Haya. El Pabellón español de la XVI Muestra Internacional de Venecia dedica una sala completa a su obra, y el Gobierno francés le concede la Legión de Honor.

En 1930 su interés por el color y los temas exóticos le llevan a Marruecos. El impacto que el mundo árabe ejerció sobre él fue tan intenso que se quedó en la ciudad de Fez, pintando por espacio de dos años los pintorescos modelos que aquel sugestivo medio le ofrecía: altivos jeques árabes, vendedores del zoco, mujeres azules del Atlas, exóticas senegalesas... Estos lienzos, considerados como el punto culminante de su ya espléndida carrera, constituyen una galería de tipos raciales cuya autenticidad resulta turbadora. Tras ser expuestos en Rabat, donde el Gobierno marroquí concedió al pintor la medalla "Alauita" estos cuadros se exhibieron con enorme éxito en Madrid y París.

El incansable artista marcha de nuevo a América, donde le reclaman sus numerosos compromisos. Pero el estallido de la guerra civil española le retiene en Argentina, donde poseía una estancia. Allí, en la Pampa, monta su estudio y alterna los pinceles con los negocios agropecuarios. Continúan las exposiciones individuales, entre las que destacan la del Salón de Amigos del Arte en Buenos Aires, en 1937, y la del Instituto Carnegie de Pittsburg en 1940. Será esta la última que se celebre en vida del artista ya que repentinamente, a los 58 años de edad, fallecía en Buenos Aires víctima de una pulmonía. Tras su muerte, la familia donó una importante colección de lienzos al Museo de San Telmo de San Sebastián. Otros museos que poseen obras de A. Ortiz de Echagüe son: El de Arte Contemporáneo de Madrid; el de Bellas Artes de Sevilla, el Provincial de Bellas Artes de Jaén; Museo de Orsay de París; el Museo de Trieste (Italia), el Museo de Arte de Indianápolis (USA) el Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires (Argentina), el Museo Larreta de Buenos Aires (Argentina) y el Provincial de Santa Rosa (Argentina).