Pintores

Ortiz de Urbina Uribarren, Mauro

Ha de labrarse un porvenir. Y se le ofrece la primera oportunidad en su ciudad natal, como consecuencia de la plaza vacante que deja por fallecimiento en la Escuela de Artes y Oficios Epifanio Díaz de Arcaute. En junio de 1910 obtiene la plaza como profesor en la clase de Adorno y Estilización, cargo que abandonará definitivamente en julio de 1917 al aceptar el puesto de profesor de dibujo en la Escuela Normal de Logroño. Se establece definitivamente en esta ciudad. En 1923 ejercerá también labores como maestro de alemán en el Instituto de Segunda Enseñanza, consiguiendo la plaza de profesor de dibujo en el mismo establecimiento.

Los años como docente en la Escuela de Artes y Oficios fueron muy irregulares en su cumplimiento: durante todo el curso 1911-12 estuvo Ortiz de Urbina en Alemania; en la temporada 1912-13 permaneció una larga temporada en Madrid preparando oposiciones, ausentándose también con bastante regularidad durante los cursos siguientes. Así lo refleja una instancia de Lorenzo Elorza, profesor ayudante de la clase de Adorno de la Escuela, escrito mecanografiado que se conserva en la carpeta "profesores" del citado centro, con fecha 30 de julio de 1917.

Durante este período, además de residir en Munich, donde recibió las enseñanzas del pintor Stuch, ultimó oposiciones (invierno de 1917) al cuerpo de restauradores del Museo del Prado, destino que parece no consiguió finalmente.

Dedicado profesionalmente a la enseñanza, y a su propia educación artística que nunca desatendió, siendo una persona muy versada tanto en cuestiones teóricas como técnicas, Mauro Ortiz de Urbina como pintor resulta todavía bastante desconocido si descontamos, acaso, la bien merecida y acreditada faceta como copista. A falta de estudios monográficos sobre su vida y su obra, acerca de su completa trayectoria, el conocimiento que sobre él se tiene en estos momentos es, pues, bastante parcial y fragmentario. Hay que esperar a la aparición de nuevos y contrastados datos que arrojen más luz sobre su carrera.

En cambio, sí parece confirmarse que la labor docente desplegada en Vitoria y Logroño durante un cuarto de siglo, haya podido refrenar su actividad como pintor. Quizá deba hacerse hincapié en esta labor responsable a la hora de impartir conocimientos y alentar vocaciones. Resultaría interesante recopilar los textos que redactó en diferentes foros acerca de la enseñanza artística y el arte. Conste, por ejemplo, la ponencia presentada a finales de julio de 1926 al IV Congreso de Estudios Vascos, celebrado en Vitoria con el lema "Orientación y enseñanzas profesionales". Quizá también habría que preguntarse por las obras de encargo que le encomendaron en vida, y acerca igualmente de los trabajos más libres y espontáneos que pudiera ejecutar.