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Producción hispano-alemana de 2005 dirigida por Montxo Armendáriz basada en el libro de Bernardo Atxaga Obabakoak. Tomaron parte en la producción Pandora Film y Neue Impuls Film, por parte alemana, y Oria Films, por parte española.

Como la traslación literal de la novela de Atxaga a celuloide, dadas sus características, es un empeño imposible, el mayor problema con que se topó Armendáriz a la hora de traducir en imágenes el libro estaba en dar una unidad a los variados relatos del texto original. La solución ante un problema de tal complejidad fue crear un personaje ajeno a la novela que llega a Obaba dispuesto a conocer el pueblo, sus habitantes y desentrañar sus misterios. Así, el personaje de Lurdes (Bárbara Lenie), una estudiante de cine que llega al pueblo con su cámara de video con la intención de grabar un documental se convierte en nexo de unión de las distintas historias y además sirve de reflexión sobre la creación artística, uno de los temas fundamentales, por otra parte, de Obabakoak. A partir de tres historias del cosmos imaginario de la novela -en la película quedan intercalados con titulo propio "La maestra", "Los hermanos Pellot" y "El hijo del alemán"- Armendáriz teje una trama que recoge el espíritu del texto de Bernardo Atxaga.

La historia de la maestra (Pilar López de Ayala) y de su emocionante relación amorosa con su alumno, habla ante todo del sentimiento de soledad y del coraje de rebelarse ante las convenciones sociales, pase lo que pase. La historia de los hermanos Pellot muestra, con un gran trabajo de Eduard Fernández, la íntima relación entre la locura y la violencia. Y con "el hijo del alemán" el tema principal es el desarraigo ya que el ingeniero alemán y su hijo, judíos, viven en un entorno cristiano con el que no hay posibilidad de conexión debido a la intolerancia de los seres humanos con respecto a lo que es diferente. En un texto titulado "notas sobre Obaba" Atxaga establecía una comparación de sus pretensiones al escribir la novela con el espejo de la catedral de Norwich. La idea es que en el espejo, a pesar de su pequeño tamaño, puede verse reflejada la catedral con todos sus detalles. Esa es la clave de la obra y el tremendo desafío artístico al que se enfrenta Armendáriz. Porque como señala Atxaga, esas historias concretas -la maestra, el ingeniero alemán, los hermanos Pellot- ligadas a un tiempo y a un lugar determinados "no alcanzarían su pleno sentido si no hicieran pensar en la soledad, el amor, el desarraigo y otras cuestiones igualmente importantes".

Y Armendáriz sale airoso del envite porque gracias a su planteamiento cinematográfico logra sortear los numerosos obstáculos que tiene en frente, casi tantos como las curvas de la carretera que llevan a la protagonista a Obaba en las primeras escenas del film, y dar a una obra tan compleja una unidad dramática y una lógica coherencia interna. Con la antigua fotografía del grupo de niños Armendáriz además evoca la infancia y el paso del tiempo, tema muy querido en su cine, como en Tasio o en Secretos del corazón, y muestra a unos niños que al crecer, a veces, nada tienen que ver con lo que fueron mientras otros ni siquiera están ya en Obaba. Los que quedan viven atrapados en ese pasado y Lurdes, con su cámara, intenta en vano destripar los misterios que marcan las vidas de los habitantes del pueblo. Aunque su búsqueda tampoco queda en nada. La filosofía de Miguel (Juan Diego Botto), se es feliz en cualquier lugar con tal de estar a gusto consigo mismo, sirve a Lurdes para poner fin a la historia. La propuesta de Armendáriz, la más arriesgada cinematográficamente hablando de su carrera, le reportó premios como el de Mejor Película y Mejor Actriz (Pilar López de Ayala) de Association of Entertainment Critics de Nueva York, el Premio Internacional Terenci Moix (2006) o tres premios (Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Guión) en los Premios "El Mundo" al Cine Vasco.