Territorios

Nafarroa Beherea

Muy tempranamente prendió el Cristianismo en Baja Navarra, cruzada por la vía romana de penetración de ideas y personas, Asturica-Burdigala (Astorga-Búrdeos).

Como hace notar Moreau contrasta que todos los santos que ha dado el país vasco continental los haya dado Baja Navarra. Primeramente es de destacar que sea solera originaria de San Francisco Xabier el Padre de las Misiones universales. Ha dado también, a pesar de su poca población, a los bienaventurados Jean de Mayorga y François Dardan de Isturits... Es de destacar también que ha podido influir en la devoción popular la ruta de peregrinos a Santiago que cruzaba toda la Baja Navarra desde Garris a Roncesvalles. Se señala también el paso de San Vicente de Paul recibiendo en la iglesia de Bidache las órdenes menores de manos de un obispo vasco. Quizás realizaría también por Baja Navarra su viaje San Francisco de Asis en el siglo XIII cuando llega a Pamplona y apacigua las luchas de barrios. Pero la santidad resplandece en pleno siglo XIX con el bajo navarro Michel Garikoitz nacido en plena Revolución francesa. Entre las travesuras de su infancia se cuenta que se acostaba sobre un lado, en el suelo, y se hacía el muerto cuando aparecían en el cielo aves de presa. Cuando descendían lo suficientemente bajo se levantaba de súbito y hacía rodar su makilla como un molino sobre la cabeza.

En ese tiempo su madre y otros muchos, entre ellos algunos sacerdotes, estaban influenciados por ideas jansenistas. Durante la época del Terror el cura Borda de Saint-Palais había estado refugiado en el caserío Garikoitz, de Ibarra. Esta coyuntura fue decisiva para que la santidad germinara y floreciera en Michel de Garikoitz. Vivió Garikoitz un clima de injusticia, de terror y de perversión. La tierra vasca era víctima de una agresión física y moral sin precedentes. De ella nació el santo Garikoitz que es ante todo sacerdote y misionero. Su santidad es activa y emprendedora. Se equipa de conocimientos en el Colegio de Saint-Palais, en el de San León de Bayona. en el de San Luis Gonzaga, en el seminario de Aire y en el de Dax.

Convive con fundadores y promotores, entre ellos el P. Cestac, fundador de las Siervas de María, de Anglet; recibe lecciones del abate Jean Claverie, futuro restaurador, después de la Revolución, del Pequeño Seminario de Larressore, y conoce a Santa Juana Elisabeth Bichier, fundadora de las Hijas de la Cruz. Es una santidad cuya severidad solamente se pone de relieve en el cumplimiento del deber. Como director de estudio es severo, temible. En el recreo y en el trato, la bondad misma. Su santidad le impide ser un cura rutinario. Desecha los sermones de memoria y amanerados y, después de tomar algunas notas escritas, medita largamente cuanto ha de decir. Su entrega cuando predica es entera. La fuerza de sus palabras y la unción religiosa de su voz provoca cierta comunicación interior con su público que en memorables ocasiones llega a llorar. La fama de su santidad se extiende, y acuden a Cambo, de donde es párroco, gentes de todos los alrededores en busca de dirección espiritual. Por grupos de diez, veinte y más personas, acuden al confesionario del "aphez saindua". El tipo de santidad de Garikoitz es el de San Francisco Xabier, misional, solo que aquél se entrega, casi por completo, a sus compatriotas y el segundo al más lejano mundo.

La santidad de ambos se basa en la comunión, la unión con Dios-Cristo. Dice de ella que es "el arma más potente contra los peligros de la vida, el medio más seguro de perseverar y crecer en virtud". Palpita en esta entrega personal la triple dimensión que los moralistas modernos ven en el hecho ético: afirmación, defensa y acrecentamiento del espíritu. No desestimó el saber por la santidad sino que lo puso a su servicio. Su labor última como profesor de filosofía en el Gran Seminario de Bétharram fue decisiva para la conquista, por el ejemplo, de aquel reducto jansenista. Sus relaciones con Santa Jeane Elísabeth de Bichier le llevaron a la decisión de abrir escuelas, evangelizar el campo e ir hacia misiones extranjeras. Así irrumpe la santidad del bajo navarro en esta nueva dimensión con la apertura de una escuela primaria en Bétharram (1837). La Comunidad fundada por él en Bétharram hierve de fervor fundacional que irradia en todas direcciones hasta saltar el océano con el primer envío de misioneros a Buenos Aires. A la entrega de su persona se correspondía la de su trabajo: hasta 18 y 20 horas diarias.

Murió agotado y víctima de una angina de pecho. Su promoción cristiana renovó todo el país y en especial una generación de religiosos de la que fue exponente pronto, el "segundo santo", el P. Auguste Etchecopar, natural de Saint-Palais. La santidad de Garikoitz se derramó por toda la Tierra, diseminándose sus discípulos por Francia, Inglaterra, Italia, España, Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Fue Santidad fecunda por irradiación local y universal. Fue una santidad que fundía en un mismo amor a su tierra natal, que amó profundamente, al mundo y a Dios.

El primer misionero llegado a Buenos Aires de la Orden fundada por Garikoitz fue el P. Guimón, un zuberotarra, vasco como él. Llegó en 1857 en compañía de cuatro misioneros más. El P. Guimón, natural de Barcus, era un hombre de ya sesenta y cuatro años. Se le había visto flagelarse hasta sangrar para conmover a sus oyentes. Apenas desembarcado fue en pos de los vascos emigrados. Así no dudó en internarse hasta el fondo de la Patagonia. Ante la inmensidad de su obra, el viejo misionero no contenía su ardor. Se proponía evangelizar trece provincias del Sur donde los vascos eran muy numerosos. Deseaba a la vez una iglesia, una residencia, un colegio, un clero indígena de emigrantes que conocieran la lengua del viejo país, escuelas y, sobre todo, más misioneros. De veinte mil vascos emigrantes alejados de las prácticas religiosas pronto se reintegran seis mil. Todos los domingos iba el P. Guimon a San José de Flores donde había muchos vascos. Le ayudaban sus paisanos los PP. Harbustan, Sardoy y Larrouy. Ninguno volvió a Euskalerria. Todos sucumbieron allá en los campos argentinos en entrega total hasta morir agotados.

  • BOURDENNE, P. Bastide. Vie et Lettres du R. P. Michel Garicoits. Toulouse, 1889
  • BUZY. Le Saint de Bétharram. Le bon Pére Garicoits (Tarbes 1954)
  • CROIDYS, P. Saint Michel Garicoits (París 1954)
  • MAINHAGUIET, A. Michel Garicoits. Le saint d'Ibarre: sa vie, son oeuvre (Urt 1969)
  • MIÉYAA, P. Correspondance de saint Michel Garicoits (Tarbes 1959- 60), 2 vol.
  • L'oeuvre de saint Michel Garicoits en Argentine ("Gure Herria". 1950)
  • ETCHEBERRY, J. B. Michel Garicoïts Sainduaren bizia eta bertuteak. Baiona, 1962
  • MOREAU, R. Histoire de l'Ame Basque, Bordeaux, 1970 (748 págs.)
  • MOREAU, R. La Religión des Basques, Bayonne, 1964.

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