Físicos

Martín Bravo, Felisa

Física y meteoróloga donostiarra. San Sebastián, 11 de junio de 1898 - ¿?.

Aunque no abundan mujeres en la historia de la ciencia y la técnica vascas, las disciplinas en las que destacan un mayor número son la física y la química. Por algún motivo, acaso por la relación de éstas con el mundo laboral de la enseñanza, se encuentran algunos ejemplos de mujeres que desarrollaron una brillante carrera en esas ciencias (véanse: Martina Casiano y Dorotea Barnés). Ilustraremos sus difíciles trayectorias con el excepcional -aunque sólo sea por su carácter pionero- caso de Felisa Martín, la primera doctora en Física en el Estado.



Terminado el bachillerato en el Instituto de San Sebastián, continuó sus estudios en Madrid, en cuya Universidad Central se licenció en ciencias físicas, en 1922. Por entonces, el físico Julio Palacios (1891-1970) ya había iniciado sus trabajos sobre rayos X y estructuras cristalinas en el Laboratorio de Investigaciones Físicas (LIF). A ese programa de investigación se incorporó Felisa. Bajo su dirección, Felisa estableció la estructura de los óxidos de níquel y cobalto y del sulfuro de plomo, aplicando los métodos de Bragg y de Debye-Scherrer, mediante rayos X, trabajo que serviría de base para su tesis de doctorado (en 1926). Estas estructuras tenían un gran valor potencial para las investigaciones magnéticas del director del LIF, Blas Cabrera (1878-1945), pues permitirían conocer las propiedades de las tierras raras. No hay duda de que Felisa se dio cuenta de tal importancia; sin embargo, no pudo profundizar en ello, puesto que tenía que compatibilizar sus investigaciones con las clases que impartía en el Instituto-Escuela [en este centro, que dependía de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE), enseñaban becarias que aspiraban al Magisterio secundario]. Tampoco hay duda de que no veía claro su futuro investigador; de hecho, en 1925, se presentó a oposiciones a cátedras de Instituto, renunciando a continuar sus investigaciones.

No fue hasta 1926, una vez ya doctora, que Felisa obtuvo una beca, de nuevo de la JAE, para viajar a los EEUU. No obstante, es importante anotar que el móvil para tal concesión no fueron sus investigaciones, sino la invitación que recibió desde el Conneticut College (New London), para 'dar un curso de Lengua Castellana y lecciones de Física', esto es, formación pedagógica, no científica. Es más, una vez de vuelta, tampoco prosiguió con sus investigaciones, y en 1931 le encontramos ingresando, como auxiliar, en el Servicio Meteorológico [hay que aclarar que los licenciados en ciencias físicas podían, por ley, concursar en las oposiciones al Cuerpo de meteorólogos, camino que tomaron físicos como Arturo Duperier (1896-1959) o Mariano Doporto (1902-1964), aunque éstos lo hicieron nada más finalizar -o mientras realizaban- sus estudios]. Aquí también Felisa fue pionera en el Estado.

Otra vía que tomó Felisa fue trabajar como profesora ayudante de física en la Universidad Central, aunque también aceptó la oferta que le brindó un viejo conocido suyo, Julio Palacios. En efecto, en 1931 se fundó el Instituto Nacional de Física y Química (INFQ), el centro en el que Palacios dirigió una sección de rayos X para la determinación de estructuras cristalinas, y al que se incorporó Felisa como becaria de la Cátedra Cajal.

Fue ésta una línea que le llevó a solicitar -de nuevo a la JAE- una beca para ampliar estudios de espectrografía de rayos X en Cambridge (Inglaterra), beca que obtuvo en 1932. Es muy probable, no obstante, que en ello influyese la situación de su marido, el catedrático de Universidad de Sevilla, José Vallejo, que entonces trabajaba en Cambridge. Sea como fuera, allí asistió a las clases de Ernest Rutherford (1871-1937), pero también pudo profundizar en las ciencias atmosféricas: contactó con C. T. R. Wilson (1869-1959), una autoridad mundial en electricidad atmosférica, quien le instruyó en los sondeos atmosféricos (trabajo, por cierto, que le había encargado el Servicio Meteorológico, para la aplicación a la protección aeronáutica).

El proceso de formación de los científicos es largo y complicado y, además, probablemente sobre Felisa recayeron otro tipo de responsabilidades (matrimonio, familia...) de los que apenas sabemos. Sin embargo, el problema más serio es, por una parte, que por entonces prácticamente todas las mujeres que investigaban tenían que alternar sus trabajos con cátedras de instituto u otras tareas, y, por otra, que méritos profesionales como los que atesoraba Felisa no le garantizaban a una mujer que pudiese desarrollar y completar su carrera investigadora, lo que probablemente no les sucedería a otros colegas suyos u hombres científicos, con méritos similares o incluso inferiores a los suyos.

Es instructivo mostrar con hechos los problemas que Felisa padeció para proseguir con su carrera científica, y a continuación ofreceremos algunos, pero existe un dato verídico e indiscutible: el elevado número de mujeres que, por diversas razones, vieron truncadas sus carreras. Entre 1933 y 1937, Felisa se reincorporó al Servicio Meteorológico, un destino desde luego congruente con sus investigaciones en Cambridge, pero distante del ambiente investigador que conoció en el INFQ. En 1937 se negó a ir a Valencia, adonde se había trasladado el grueso del Servicio Meteorológico del bando republicano; como consecuencia, fue separada del Servicio. Al finalizar la Guerra Civil, fue readmitida en el nuevo Servicio Meteorológico Nacional que se creó bajo el régimen de Franco, no sin que se sometiese antes a un expediente de responsabilidades, por haber permanecido en la zona republicana. Finalmente logró ascender al cuerpo de meteorólogos. Toda su vida laboral permanecería como funcionaria.

Corolario: el camino hacia la igualdad, de géneros, ha sido tortuoso a lo largo de la historia, también de la historia de la ciencia. A pesar de la escasez de meteorólogos tras la guerra, el Servicio -que, recordemos, estaba adscrito al Ejército del Aire, y, por tanto, con asimilación militar, para la elección de personal- no volvió a admitir a ninguna mujer en su seno hasta...¡finales de los años sesenta!