Concepto

Identidad Nacional

El concepto de identidad nacional es un producto del siglo XVIII. Nace asociado a la consolidación del mundo social burgués y a la creación del Estado-Nación. Si en un primer momento, la universalidad del término procede de la retórica revolucionaria francesa, posteriormente, a lo largo del siglo XIX, el pensamiento romántico alemán consolidó la necesidad de la identidad nacional, haciendo equivalente el término al de sentimiento de comunidad, transformándolo en necesario para poder construir la nación y la estructura política que la sustenta -el Estado-. La otra gran teoría del siglo XIX -el marxismo- también se ocupó del tema, aunque sus objetivos teoréticos fueron más economicistas y la identidad nacional fue subordinada a la lucha de clases. A lo largo del siglo XX dos movimientos históricos han reactualizado su uso: primero, el movimiento anticolonialista, que ha extendido su uso a Asia, África y otros continentes. Segundo, el movimiento nacionalista periférico, que con antecedentes históricos en el siglo XIX, relanza su actividad, especialmente en los Estados-Nación más antiguos de Europa occidental -Francia, Gran Bretaña y España- reactualizando los problemas de integración socio-políticos y reivindicando un espacio social para poder desarrollar su propia identidad.

Si a lo largo de su breve historia, su importancia ha sido enorme, hoy de lo que nadie duda es de que la identidad nacional se ha convertido en un poderoso fermento, en unos casos de integración, en otros de disgregación, pero importante de todas formas. Socialmente, el surgimiento de la identidad nacional está relacionado con la creciente necesidad del Estado-Nación burgués de consolidar su nueva idea de comunidad e integrar a los habitantes del territorio que se pretende estatal. Por esta razón, el producto social denominado identidad nacional, nace y se desarrolla a la vez que el Estado-Nación. El proceso de creación del Estado-Nación va siempre asociado a dos subprocesos:

1.° por una parte, la centralización administrativa. Esto significa que los grupos dominantes proceden, por vía administrativa, a sustituir el poder disperso en el territorio que intentan controlar y a concentrar estos medios, en un primer momento, en manos de un príncipe y posteriormente de la burguesía.

2.° Paralelamente al proceso descrito se produce, en segundo lugar, la concentración de los medios de violencia en manos del Estado. Este se constituye como la única fuente de derecho con capacidad para emplear la violencia legítima.

La conclusión de este proceso, sintéticamente descrito, es la "disolución" de las minorías enclavadas en el territorio que ahora se define como estatal. Se produce la disolución de lo múltiple, de aquellos territorios con significatividad para sus habitantes, con autonomía organizativa, a lo UNO. Por consiguiente, anulación o reducción de las diferencias y expansión-expulsión de la idea estado nacional son un mismo proceso en la formación del Estado-Nacional. Ahora bien, el objetivo que el Estado debe cumplir, para que su propia idea sobre el proceso histórico de su formación triunfe, es la consolidación de la reducción de las diferencias. Es decir, la creación de una nueva identidad que se corresponda con el nuevo soporte social -de la Nación-. La nueva identidad es el resultado de la puesta en funcionamiento de un proceso de identificación, por el cual los ciudadanos se adscriben a la dinámica política y social que la burguesía genera y lo que hasta entonces era una realidad fraccionada se transforma en una realidad aglutinante que define un Nosotros colectivo. Cuando este proceso tiene éxito todos los ciudadanos que habitan ese territorio se transforman en una comunidad humana, en un proceso continuo de adscripción e identificación al ethos colectivo, a la nueva identidad generada desde el Estado. La identidad nacional, así forjada, hace posible que los habitantes del territorio estatal se adscriban e identifiquen -con un sentimiento de formar comunidad-, a la nueva realidad. La "nueva" identidad nacional induce a que los ciudadanos olviden sus antiguas pertenencias, sus códigos de funcionamiento social y se reconozcan en las instituciones, signos y símbolos producidos desde las agencias de socialización estatal.

La conclusión es que para llegar a la identidad nacional que definiera E. Rénan, se requirió un largo proceso de disolución de las entidades particulares "minoritarias" que coexistían en el territorio, que se pretende estatal. Desde este punto de vista, la disolución de las diferencias culturales y la legitimación de la dominación estatal supone la creación de una nueva identidad, de una representación del sentido comunitario que esas minorías poseían. La identidad nacional obedece pues a una estrategia de disolución primero y sustitución después. Es la fuerza centrífuga de la clase burguesa. La función que esta "nueva" realidad cumple es ocupar el vacío referencial, simbólico, de las culturas autóctonas y reinscribir los signos y símbolos de identificación y adscripción en la dinámica socio-política estatal.