Concepto

Historia del Arte. Pintura

La recuperación cultural y económica de la Edad Media provocó una mayor producción artística general y, por consiguiente de la pintura.

El reforzamiento del cristianismo trajo consigo la necesidad de construir nuevas iglesias y monasterios, con la consiguiente demanda de imágenes escultóricas y pictóricas, con el objetivo de difundir la doctrina entre los fieles y glorificar el nombre de dios.

Un ejemplo temprano de esta recuperación lo constituyen los libros miniados escritos e ilustrados en los monasterios durante el siglo X. La organización del reino de Navarra en el siglo IX impulsó la fundación de monasterios que, pronto, se constituyeron en centros religiosos y culturales. En los monasterios riojanos de San Millán y Albelda se produjeron algunos libros miniados que han llegada hasta nuestros días, como el Codex Vigilianus del año 976 y el Codex Emilianensis del 994.

De la misma manera con el desarrollo político del reino de Navarra durante los siglos siguientes, la producción de libros miniados continuó, pudiéndose clasificar dentro de lo que llamamos el románico pleno la Biblia de Amiens, el Cartulario Viejo de Leire, el Sacramentario de Fitero o el beato de Navarra posiblemente de hacia el año 1.200.

Dejando a un lado los libros miniados, no conocemos ejemplos de otro tipo de pintura de la época románica en el País Vasco, aunque pudieron quedar ocultos por las pinturas de épocas posteriores. Suponemos que muchos ejemplos de pintura románica estaban realizados sobre los muros de las iglesias, y, por lo tanto, quedarían a merced de la suerte de los edificios.

De todas maneras, la primera pintura mural gótica parece continuar con las técnicas, funciones y localizaciones de su antecesora románica. Se continuó empleando el fresco y el temple para la decoración de los muros interiores y exteriores de las fábricas, y su función siguió ligada a los aspectos religiosos de instrucción del creyente y la glorificación del espacio sagrado. En cuanto a las formas, la pintura gótica en un primer momento parece ser una mera continuidad de los modos románicos, por lo que podemos deducir de lo conservado en San Martín de Artaiz, San Cernin de Artajona y San Pedro de Olite.

La pintura francogótica o gótico lineal llegó al País Vasco en el siglo XIV. Los mejores ejemplos pertenecieron a la catedral de Pamplona, aunque hoy en día se guardan en el Museo de Navarra. La pintura mural realizada por Johanes Oliver para Juan Pérez de Estella que cubría uno de los muros del refectorio del claustro es el mejor ejemplo del gótico de esta fase. También del claustro de la catedral procede la pintura mural que representa el árbol de Jesse, de la que se han perdido los colores, y de la misma época es también la tabla con la crucifixión de Cristo que se conserva en la catedral tras el altar mayor.

Este tipo de pintura se difundió por todo el sur del País Vasco por lo menos, como demuestran los ejemplos de Artajona, Ekai, Olite, Galipienzo y Oleta en Navarra, y Abendaño y Gaceo en Álava.

También se pintaron retablos y frontales de altar sobre tabla, aunque muchos de ellos se conservan en museos extranjeros como los frontales de Egillor y Arteta, en el Museo de Arte de Catalunya, el retablo de Añastra, y el retablo y el frontal de Santa María del Cabello de Quejana, conservados en Chicago.

La siguiente fase corresponde al italogótico, del que no tenemos muchos ejemplos en el País Vasco, excepto la pintura mural del Juicio Final del Museo de Navarra proveniente también del claustro de la catedral de Pamplona.

Por el contrario, el gótico final o internacional está mejor representado, sobre todo por la tendencia en esta época a la construcción de retablos para la decoración de los altares. Además la decoración interior de la catedral de Pamplona se realizó en este momento y la corte Navarra amplió su demanda de obras de arte.

Así mismo, debemos destacar los retablos realizados para la catedral de Tudela, el dedicado a Santa Catalina y el de la Virgen de la Esperanza, pintado por el aragonés Bonanat Zaortiga en 1412 para Mosen Villaspesa e Isabel de Uxue.

A finales del siglo XV y principios del XVI, llegaron al País Vasco gran cantidad de tablas pintadas procedentes de Flandes debido a las relaciones comerciales entre ambos territorios. Como consecuencia de estas relaciones surgieron talleres locales que seguían el estilo flamenco sobre todo en los reinos de Castilla y de Aragón.

En este último período del gótico la pintura mural fue perdiendo importancia a favor de la pintura sobre tabla, y, sobre todo, a favor de los retablos compuestos por multitud de tablas reunidas bajo una misma estructura. Las grandes iglesias y los nobles encargaron complejos retablos para colocarlos sobre los altares mayores y las capillas privadas. Quizá el ejemplo más impresionante sea el retablo mayor de la catedral de Tudela, obra de Pedro Díaz de Oviedo.