Concepto

Historia del Arte. Modernidad

Durante las primeras décadas del siglo XX, el eclecticismo fue el estilo predominante en la mayoría de las obras arquitectónicas realizadas en Euskal Herria. Sin embargo, la aportación más importante y trascendental de este período fue la aparición del lenguaje moderno. Este nuevo lenguaje que se propuso desde su creación hacer coincidir la forma con la función, emplear los nuevos materiales, eliminar la decoración superflua de los edificios, destacar la estética de los propios valores expresivos de las formas y utilizar formas geométricas, se articuló como la respuesta arquitectónica a las necesidades de la sociedad del momento. Una sociedad que, en constante proceso de cambio y de transformación, utilizó la arquitectura no sólo para cubrir sus necesidades sino, también, para significarse.

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Una vez más, a la hora de introducirse en Euskal Herria esta segunda corriente, Iparralde jugó un papel determinante. De este modo, en las mismas décadas en las que se desarrollaba el estilo neovasco, en Iparralde también se extendió un estilo que con el nombre de art déco hacía uso del racionalismo promovido por los arquitectos que crearon el lenguaje moderno de un modo puramente formal, e impulsado por el despegue turístico de la costa de Lapurdi. Un ejemplo de este tipo de arquitectura fue el casino de Donibane Lohizune del arquitecto francés Robert Mallet-Stevens.

De la misma manera, en el resto de Euskal Herria comenzamos a encontrar desde las primeras dos décadas del siglo, construcciones que sin abrazar el lenguaje moderno, en algunas características apuntan hacia el posterior movimiento que denominaremos racionalista. Entre estos edificios hay que destacar además del Sanatorio de Gorliz de Mario Camiña, el balneario de Igeretxe en Algorta de Antonio Araluce, que recoge características de la estética náutica, tan importante en el desarrollo del primer estilo moderno, y la obra de tres arquitectos vizcaínos -Teodoro de Anasagasti, Antonio Palacio y Secundino Zuazo- que aunque realizaron sus trabajos más importantes fuera de Euskal Herria, en algunos proyectos de juventud en Bilbao dejaron la huella de un espíritu que también podemos considerar moderno.

A partir de la tercera década la aceptación de los postulados del lenguaje moderno fue más amplia y surgió una generación de arquitectos que asimilaron el lenguaje y lo intentaron aplicar en el medio vasco. Esta generación tuvo un protagonista significativo, el guipuzcoano José Manuel Aizpurua que, junto a Joaquín Labayen,y un grupo reducido de jóvenes arquitectos -Luis Vallejo, Joaquín Zarranz, Tomás Bilbao, Eduardo Lagarde y José Antonio Ponte, entre otros- se sumaron a la aventura creativa del GATEPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), constituyendo en Euskal Herria el foco norte de dicho grupo. El objetivo de este colectivo era realizar una nueva arquitectura de espíritu moderno y formas racionalistas que sustituyese al eclecticismo.

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Aunque fueron escasas las obras realizadas en este estilo, las que finalmente se erigieron resultaron ser además de novedosas muy significativas. La más destacable fue el Club Náutico de Donostia de Aizpurua y Labayen, un ejemplo de la nueva estética, que rompía deliberadamente con la arquitectura del pasado y armonizó elementos racionalistas y expresionistas. El resto de los miembros del grupo también lograron construir algunos edificios, como el edificio de viviendas en la calle Ripa de Bilbao de Tomás Bilbao. Sin embargo, la mayoría de las obras construidas fueron realizadas por arquitectos que no formaban parte del grupo, aunque conocían a sus componentes y muchos de ellos recibían información de las actividades del mismo. Así, Fernando Arzadún construyó en Bermeo la vivienda Kikunbera, Emiliano Amann las viviendas de Solokoetxe en Bilbao, o Pablo Zabalo el sanatorio antituberculoso de Leza en Biasteri.

A finales de la década de los años treinta, la asimilación y la aceptación del lenguaje moderno fue más generalizado y encontramos ejemplos más numerosos, realizados desde una perspectiva no tan canónica y literal como la anterior década, sino a partir de una lectura art déco, que hacía un uso del lenguaje moderno de un modo puramente formal, con un carácter más superficial. En este estilo construyeron, Manuel María Smith una casa de vecindad en Las Arenas, Manuel Ignacio Galíndez el edificio de la Equitativa en Bilbao, y para la misma compañía, Fernando Arzadún el de Donostia, en Vitoria José Luis López Uralde la estación de servicios Goya y Jesús Guinea un conjunto de viviendas en la Calle San Antonio, y en Pamplona Joaquín Zarranz el edificio de Caja Navarra en el Paseo Sarasate.

No obstante al final de esta fase también encontramos edificios que respondían al estilo moderno de un modo más canónico, como en el caso de las fábricas SACEM en Billabona y Unión Cerrajera en Arrasate de Luis Astiazaran, la fábrica Hermanos Laborde en Andoain de Manuel y Enrique Laborde, la casa Sollube en Donostia de Eugenio María de Aguinaga, el edificio de viviendas en Hondarribia de Aizpurua y Eduardo Lagarde, y el grupo escolar Luis Briñas de Pedro Ispizua en Bilbao.

Para finalizar destacar un arquitecto singular en este período que, al mismo tiempo, sintetiza todo lo visto hasta el momento, el navarro Victor Eusa. Y es que con una obra realizada fundamentalmente en Pamplona, Eusa supo combinar desde un punto de vista personal y creativo los lenguajes ecléctico, modernista y moderno en una obra que siempre se caracterizó por la honradez constructiva, la habilidad en el manejo de los volúmenes y la sinceridad material y estructural. Entre sus trabajo más interesantes destacaremos en Pamplona el Seminario, el Colegio de los Escolapios, la Casa de la Misericordia y el edifico Bahía, y en Tafalla el asilo de la localidad.