Concepto

Historia del Arte. Escultura

El gótico final tuvo gran continuidad en el País Vasco, así como en otros países europeos, pero poco a poco fueron llegando las nuevas formas e ideas del Renacimiento durante finales del siglo XV y principios del XVI. El nuevo ambiente humanista y la recuperación del antropocentrismo clásico provocaron cambios en la escultura, sobre todo en los deseos de precisión anatómica, equilibrio en gestos y posturas y una nueva mirada hacia la naturaleza. Todo ello se enfrentó a los excesos expresivos flamencos y a la elegancia y superficialidad del gótico internacional.

La característica más destacable de la escultura de esta época fue la importancia progresiva que fue adquiriendo una de las costumbres surgidas durante el gótico final, como fue la ocupación casi total por parte de los retablos de toda la parte posterior del presbiterio, como ya podemos ver apuntada a finales del gótico en la catedral de Pamplona y en la iglesia de Lekeitio, por ejemplo. Las arquitecturas, generalmente de madera, enmarcaban relieves narrativos y esculturas exentas que culminaban con dorados y policromías.

A finales del siglo XVI la escultura del País Vasco tomó gran fuerza debido al desarrollo de una escuela a la que se ha denominado romanismo. El estilo vigoroso y de anatomías musculosas (muchas veces exageradas) que Miguel Angel plasmó en sus obras tuvo gran influencia en algunos escultores del País Vasco, sobre todo en Joanes de Antxieta, éste interpretó las formas miguelangelescas adaptadas a las imágenes y relieves religiosos de sus retablos. El escultor guipuzcoano afincado en Pamplona, difundió en todo el País Vasco y sus regiones limítrofes este estilo que cuenta entre sus mejores seguidores a Lope Larrea y Esteban Velasco en Álava, Martín Ruiz de Zubiate en Bizkaia, Ambrosio de Bengoetxea y Jerónimo Larrea en Gipuzkoa y a Pedro González de San Pedro en Navarra.

Muchas veces las portadas de los edificios de esta época siguen los modelos de los retablos, aunque el material sea la piedra. La escultura adaptada a los elementos arquitectónicos de la Edad Media se desborda por toda el edificio durante el Renacimiento como se puede ver en la fachada de la Universiad de Oñati de Pierres Picart o en la fachada de la iglesia de Viana. Algo parecido ocurre en la decoración de las fachadas de los palacios de la época, basada en elementos arquitectónicos que enmarcan esculturas y relieves, como ocurre en el Palacio Eskoriaza-Eskibel de Vitoria, por ejemplo.

Por último, uno de los ejemplos más bellos de escultura funeraria de esta época en el País Vasco lo constituye el sepulcro de Rodrigo Mercado Zuazola en la iglesia de San Miguel de Oñati, al parecer obra de Diego de Siloé en mármoles traídos de Andalucía.

A pesar de que las tendencias hacia el Barroco se habían manifestado ya en algunos lugares cercanos, el Romanismo sobrevivió con fuerza durante los primeros años del siglo XVII en el País Vasco.

De todas maneras, la época de los grandes retablos sobrevivió al cambio de estilo, aunque los centros de producción de modelos se situaron fuera del País Vasco. La llegada de escultores foráneos provocó el cambio de modelos en los talleres locales, y, por ejemplo, el retablo que diseñó Gregorio Fernández para la iglesia de San Miguel en Vitoria en 1624, supuso el final del romanismo a favor de unas posturas más naturalistas propias del Barroco.

Si en un principio el Barroco continuó con el equilibrio entre los marcos arquitectónicos y las esculturas y los relieves de los retablos, a partir de la década de los años 80 del siglo XVII las tendencias se invirtieron. Las arquitecturas complicadas y decorativas de los retablos llamados churriguerescos dejan poco margen para la introducción de relieves narrativos y, por lo tanto, suelen estar acompañadas de imágenes exentas; tal como podemos admirar en el convento de las agustinas recoletas de Pamplona.

Esta tendencia continuó con el retablo de tipo rococó, entre los años 1740 y 1780. Las arquitecturas pierden consistencia bajo las numerosas molduras decorativas y no dejan lugar más que a algunas esculturas sueltas. Ejemplos de este tipo de retablo son los de Santa Maria de Oxirondo en Bergara, los de San Nicolás en Bilbao, los de San Juan de Luz y Ainhoa.

El último período del siglo XVIII y el primero del XIX está ocupado por el retablo neoclásico, que sustituye la excesiva decoración rococó por una arquitectura clásica greco-romana que constituirá la estructura que soporta las imágenes de los santos titulares representados en los retablos.

Además de los retablos, durante los siglos XVII y XVIII la escultura religiosa exenta tuvo gran desarrollo, tanto para el culto dentro de las iglesias, como para las procesiones de Semana Santa, sobre todo.

Por último, dentro del apartado de la escultura adaptada a la arquitectura, los siglos del Barroco tuvieron gran importancia debido al enorme poder recobrado por la iglesia y la nobleza. La fachada de las iglesias de Santa María en San Sebastián y San Gregorio Ostiense en Sorlada son importantes ejemplos de ello.