Concepto

Gentiles

Los gentiles no siempre aparecen en el modo en que lo hacen en los textos anteriores. A consecuencia de los diversos sincretismos, es posible encontrar formulaciones más negativas de aquéllos, pero la descripción que aquí hacemos es la más auténtica y próxima al original. Los seres que responden a tales características reciben diversos nombres, tanto en el País Vasco como fuera de él. El criterio más habitual a la hora de denominarlos es el de hacer referencia a su fuerza y tamaño: así tenemos gigantes en las península ibérica, géants en Francia, giants en Inglaterra, Riesen en Alemania y risi, rise en Escandinavia. Tan habituales como las anteriores son las denominaciones basadas en el nombre de alguna nación legendaria, reputada temible: así tenemos que en el País Vasco también se les denomina moros, en gran parte de Alemania Hünen (hunos o húngaros), y entre los diversos pueblos eslavos reciben nombres tales como Finn (finlandés), o Avar (nación asiática semejante a la de los Hunos). Por otra parte, las diversas aculturaciones y sus correspondientes sincretismos han producido nombres tales como gentil (pagano, no cristiano), que es el que predomina en el País Vasco, nombre con una significación muy peyorativa en el contexto en el que surge. Pero los hay peores. En Escandinavia son muy populares las denominaciones jötunn y thurs, que según los filólogos vendrían a significar algo así como "glotón" y "borracho", sugiriendo una afición desmedida por la comida y la bebida. El nombre de Lübben usado en otras regiones alemanas significa "torpe" o "corto", lo mismo que el también popular Dumme dutten, igualmente del ámbito germánico.

Los gentiles carecen de nombres propios en su versión más auténtica. Suelen ser descritos como los gentiles de tal o cual lugar. Sin embargo las diversas aculturaciones conducen a la aparición de dichos nombres propios. Podríamos hacer largas listas de los mismos, con los relatos británicos o escandinavos. No tanto con los vascos, aunque Roldán y Sansón hayan conseguido colarse.

La mitología de los gentiles es una mitología preindoeuropea, y por tanto no aparece del mismo modo en todas partes. Allí donde la aculturación ha sido más poderosa, apenas quedan vestigios de la misma. En otras regiones sí que quedan restos, pero todos ellos nos muestran una imagen muy negativa de los gentiles. Sin embargo en el País Vasco, debido a la mayor levedad de la aculturación indoeuropea, la imagen positiva de los gentiles ha logrado sobrevivir a menudo, y en algunos lugares ha pervivido hasta nuestros días el tópico de que eran mejores cristianos que los propios cristianos. Lo más curioso es que dicha percepción positiva no es exclusiva del País Vasco. En efecto, aunque parezca increíble, en algunas regiones que lingüísticamente pasaron a ser indoeuropeas hace muchos siglos, se ha conservado, aunque minoritariamente, la percepción positiva original de los gentiles. En la Westfalia alemana, y en la comarca de Oldenburg en particular, Jacob Grimm fue capaz de registrar en pleno siglo XIX relatos referidos desde la óptica de la civilización de los gigantes. Relatos que nos los muestran, al igual que sus homólogos vascos, como ejemplares en las relaciones vecinales, aunque de un modo ligeramente distinto, que viene a extender y enriquecer ese ámbito. Veámoslo:

"Los gentiles que vivían antiguamente en el Hünenbrink que se halla sobre Nettelstädt, tenían muy buenas relaciones con los compañeros, también gentiles, que vivían en Stell (a 4 km.). Cuando algunos de ellos cocían el pan, si los otros querían una barra, simplemente se la lanzaban.

Un gentil que vivía en Hilverdingsen, en la orilla sur de la Laguna Negra, y otro que vivía en Hille, en la orilla norte, solían juntarse para cocer el pan.

Los gentiles que vivían en Altehüffen no poseían más que un solo cuchillo para todos. Solían dejarlo clavado en el tronco de un árbol que había en medio del pueblo, y cualquiera que lo necesitara lo cogía de allí, y volvía a dejarlo en su sitio tras terminar su trabajo. Aún hoy muestran el lugar donde estaba dicho árbol" (Hartsuaga, 2004) (Traducción adaptada del euskera).

Existen en el País Vasco ejemplos equivalentes al de Hilversingsen, donde los gentiles se juntan para cocer el pan, en relatos donde los vemos realizar en común algunas tareas de auzolan como por ejemplo desperfollar las mazorcas de maíz. Sin embargo la mitología vasca carece de ejemplos como el lanzamiento de los panes recién hechos o el uso en común de una única herramienta, ejemplos realmente bellos, que aportan variedad y riqueza a la lista de costumbres de estos seres, que tanto aquí como allí se constituyen en exponentes de la misma idea de solidaridad, buena vecindad y ayuda mutua.

También en Escandinavia han quedado algunos vestigios aislados, a modo de excepción, como estos de Alemania. La regla de la mitología escandinava la constituyen los constantes enfrentamientos entre los dioses y los gigantes. Estos, vistos desde la óptica de sus vencedores, nos son descritos como desaliñados, glotones, a veces buenos a las buenas pero de genio irascible e impredecible, fanfarrones y fáciles de engañar. En medio de este panorama, asoma alguna excepción: a veces se matiza que son ingenuos pero también sabios, ya que están en el mundo desde el tiempo primigenio. Y además de esta precisión, es posible hallar alguna referencia a la bondad intrínseca de los gigantes en la Egilssaga del siglo XIII, y sobre todo en el folklore de las Islas Färoe recogido en el primer cuarto del XIX donde aún existe la expresión trur sum trödlir, "honrado como un gentil".

La situación en las Islas Británicas no es mucho mejor. También allí la aculturación es muy potente y la imagen canónica de los gentiles responde a los tópicos habituales: Sucios y desaliñados, feos y estúpidos. Además en este caso la aculturación es doble, ya que tenemos una capa gaélica y otra posterior germánica, lo que hace aún más incierta la adscripción concreta de las características observadas. La excepción que veremos a continuación proviene del área no-gaélica, y podría sospecharse que sea de origen germánico. En cualquier caso se trata de un ejemplo coherente con lo que ya conocemos sobre la mitología de los gentiles, y tan bonito como los anteriores, aunque en este caso acabe un poco peor:

"Cormoran y el gentil de la colina de Trecobben eran buenos amigos y buenos vecinos, y acostumbraban a prestarse cualquier herramienta que uno u otro pudieran necesitar, al modo que suelen hacerlo las personas que están en relación de buena vecindad. Una vez que Cormoran necesitaba un martillo para arreglar sus botas, resultó que el martillo lo tenía el de Trecobben (sólo tenían uno para los dos). Así que salió fuera y gritó: Eeeeup, tuuuú! Tírame el martilloooo! Así solían tirarse las cosas cuando las necesitaban. El de Trecobben, para más seguridad también le gritó al tirarlo: Ahí te vaaaaaa! Cógeloooooo! Cornelia, la hermana de Cormoran al escuchar tanto jaleo salió de la oscuridad de la casa a ver qué sucedía, y cegada por la claridad y la luz del sol no vio el enorme martillo que le venía encima hasta que bum!, la golpeó con fuerza terrible en medio de la frente" (Quiller Couch, 1914) (Traducción adaptada del inglés).

Cuando no interviene la cuestión de la ejemplaridad, la aculturación apenas si altera las características de los personajes. Por ello los gentiles siempre y en todo lugar aparecen dotados de fuerza colosal y ejecutando trabajos que modifican el paisaje. Incluso donde los gentiles honrados y solidarios han desparecido sin dejar rastro, y no quedan más que gigantes medio ogro medio monstruo, estos continúan realizando sus portentosos trabajos. En el País Vasco sus obras más numerosas son iglesias, puentes, casas , castillos, calzadas y otras construcciones semejantes, aunque no faltan tampoco peñas y grandes pedruscos. Fuera del País Vasco, predominan sin embargo los accidentes paisajísticos sobre las construcciones culturales: lagos, colinas, islas e islotes y elementos semejantes suelen ser el resultado del esfuerzo, a veces consciente, a veces inconsciente, de los gentiles europeos. La mitología de los gentiles sirve para realizar una interpretación cultural de la Naturaleza, arrebatándole a ésta el protagonismo del paisaje que se explica mediante la acción del trabajo.

En el mismo sentido, en todas partes se ha conservado igualmente el vínculo megalítico de los gentiles. Por encima de otros vínculos locales de carácter particular, el vínculo megalítico es general. Sea construyendo iglesias, jugando a los bolos o a pelota, o cercando tierras con muros enormes, todos los gentiles de toda Europa se nos aparecen sin excepción manejando grandes piedras. Uno de los trabajos que ejecutan con ellas es precisamente el de construir sus propias sepulturas, los dólmenes. Dólmenes, algunas de cuyas denominaciones vascas,- Jentiletxe (casa de gentiles), o Jentilarri (sepultura de gentiles)-, muestran con claridad el vínculo entre ambos. Vínculo que es posible encontrar también fuera de nuestro ámbito, incluso a veces con mayor nitidez, bien por basarse en documentos de mayor antigüedad o simplemente por haberse conservado mejor. Los anales de la historia mitológica irlandesa describen cómo los gentiles construían sus tumbas (dólmenes), y los nombres más extendidos de los dólmenes en Holanda y en el norte de Alemania son respectivamente los de Hünenbed (cama de gentiles) y Hunengrab (sepultura de gentiles).

La función de la mitología de los gentiles es la de ofrecer un modelo de conducta. Un modelo para la vida, que muestran con su ejemplo de trabajo idealizado. Un modelo para las relaciones sociales, que muestran siendo los campeones de la buena vecindad y el mutuo socorro. Y por último y para extender su ejemplaridad a todos los ámbitos, muestran el modelo para la esfera religiosa, instituyendo el culto a los difuntos mediante el mito del fin de los gentiles.

El mito del fin de los gentiles no tiene nada que ver con el tema del advenimiento del cristianismo, aunque muchas de las versiones vascas del mismo, deformadas por el contexto dominante, llevaban camino de convertirse en un enfrentamiento entre cristianismo y paganismo cuando fueron registradas. El análisis de las versiones vascas más conservadoras y de diversos vestigios europeos ha permitido reconstruir el estado original de la leyenda y establecer su significado. La sucesión de eventos original es la siguiente: en el inicio de los tiempos la tierra está habitada por los gentiles. En cierta ocasión en que estos se hallaban celebrando una fiesta, vieron aparecer en el firmamento una nubecilla de vapor del tipo de las que traen las epidemias. Al verla, los gentiles se asustaron y trajeron a un gentil adivino para que viera la nubecilla y predijera la magnitud de sus consecuencias. Al levantar y girar los párpados del gentil, éste entró en el trance adivinatorio, en el cual vio el negro destino que les reservaba aquella nube epidémica: la total extinción de su raza. Así lo anunció a sus compañeros, los cuales lo despeñaron. A continuación se introdujeron bajo el dolmen que tenían previamente construido, donde quedaron todos sepultados para siempre. El mundo permaneció vacío por muchos años.

La leyenda del fin de los gentiles es el relato de un auténtico Fin del Mundo, semejante al Diluvio bíblico o a las escatologías indoeuropeas (Ragnarökr, Kuruksetra). Sin embargo, oponiéndose frontalmente a estas representaciones del fin del mundo, la leyenda del fin de los gentiles no muestra ni pecado ni conflicto ni idea alguna de castigo. Y la coincidencia absoluta a este respecto de todas las versiones encontradas a lo largo de Europa, niega la posibilidad de que hayan existido previamente y hayan caído más tarde en el olvido. Por otro lado, según insisten numerosos testimonios de la mitología vasca, los gentiles eran éticamente superiores a los humanos, estaban dotados de un carácter más honesto y bondadoso,- aunque no eran cristianos como suele justificarlo el testimonio popular-, y muestran en sus relatos comportamientos ejemplares de piedad, solidaridad y laboriosidad, lo que conduce al dicho tantas veces repetido de que "eran mejores cristianos que los cristianos". Esta superioridad ética de los gigantes está en absoluta contradicción con la idea de la renovación necesaria para la consecución de un mundo mejor, ya que lo que el fin de los gigantes va a traer es precisamente el inicio de la era de los humanos, y el consiguiente retroceso en la calidad ética del mundo.

Además, la idea de los justos del mundo antiguo que van a ser los constructores del mundo nuevo,- idea que refleja el vínculo y la continuidad entre ambos mundos-, también falla por completo en el relato del fin de los gigantes, ya que su extinción significa un corte, sin solución de continuidad entre la sociedad de los gigantes y la sociedad humana que la sucede sobre la tierra. Esto casa bien con lo anterior, ya que si el fin de los gentiles conduce a un mundo éticamente inferior en lugar de a un mundo mejor, la idea de la supervivencia de los más justos no tiene cabida en el planteamiento.

Estas reflexiones que acabamos de exponer muestran a las claras que el mito del fin de los gentiles no puede tomarse como otro "fin del mundo" más, al uso. En primer lugar porque dicho fin no supone el fin de la religión de los gentiles sino su inicio, porque en esta cultura o en esta religión,- como prefiera expresarse-, al contrario de lo que sucede normalmente, los dioses que están vigentes son representados como estando muertos, y no vivos, por aquellos que los adoptan como modelo a seguir. Y además de eso, porque el fin de los gentiles no tiene ningún tipo de justificación que la torne justa, pertinente o necesaria; no hay pecado, no hay mención a un castigo enviado por algún ser superior, y lo que es peor aún, el fin de los gentiles conduce al advenimiento de una sociedad más egoísta y desagradecida. La verdad es que no podemos quitarnos de la cabeza la sensación de que el fin de los gentiles es un fin arbitrario e injusto. Y sin embargo es esa misma sensación la que nos hace reflexionar que el fin de los gentiles, de alguna manera, tiene que ser necesario. Esa es la conclusión: el fin de los gentiles tiene que ser teológicamente necesario por alguna razón. Si parece injusto e incomprensible, entonces tiene que ser forzosamente necesario, tiene que jugar un rol en la religión de los gigantes, tiene que haber una razón que obligue a que los gentiles mueran al inicio de los tiempos. Y es justamente esta conclusión sobre su necesidad la que finalmente nos introduce en el camino que nos lleva a comprender el mito.

La vinculación más evidente del fin de los gigantes es la de las tumbas megalíticas en las que quedan sepultados según la leyenda: los jentiles vascos se sepultan bajo el dolmen de Jentilarri, y los gentiles irlandeses se nos muestran cavando y construyendo ellos mismos las tumbas que los albergarán. Los gigantes alemanes están a su vez enterrados en los correspondientes Hühnengräber (=tumbas de gigantes, dólmenes). Si a esto añadimos que la obligación cultural principal en la antigua religión pagana de los vascos consistía en la realización diaria de ofrendas a los difuntos de la casa (culto que ha sobrevivido hasta la actualidad bajo apariencia cristiana), empezamos a entrever la solución al enigma: la muerte de los gentiles es necesaria para instituir la costumbre de enterrar a los difuntos y construir sobre sus tumbas monumentos funerarios que perpetúen su memoria, ya que esto constituye el paso previo necesario e inexorable del culto a los difuntos. Esta es la razón por la que resulta imprescindible que mueran los gentiles, la razón que explica que su extinción tenga que suceder a pesar de lo injusto e injustificable que resulta desde un punto de vista ético, la explicación de que tal suceso se produzca además al inicio de los tiempos, el motivo por el que los jentiles aparecen muertos cuando es su religión la que está en vigor. Si los seres sobrenaturales son por definición quienes siempre y sin excepción ofrecen modelos de conducta a los humanos, incluida la conducta religiosa, la religión que quiera instaurar el culto a los antepasados difuntos, irremediablemente tiene que matar a sus divinidades. Jesucristo muere y resucita para así expresar a quienes creen en él que ellos también resucitarán tras la muerte. Los gentiles mueren y quedan sepultados bajo monumentos funerarios que perpetúan su memoria (mueren precisamente para ser sepultados) y de este modo los humanos que los toman como modelos aprenden que ellos también han de actuar del mismo modo con sus propios difuntos: sepultándolos y guardando su memoria.

La mitología de los gentiles es pues la mitología de los constructores de dólmenes, que hace casi siete milenios crearon una cultura y una religión basadas en el trabajo, la solidaridad y el culto a los antepasados difuntos.