Municipios

GALDAMES

Situado en el extremo oriental de las Encartaciones y marcado por el tránsito en su territorio del río Barbadún, su orografía está marcada por la confluencia de valle y montaña aportando un fuerte aislamiento manifestado en su patrimonio, en su mayoría es de tipo rural, aunque con algunos ejemplos dignos de reconocimiento. Al igual que en otros municipios de las Encartaciones un rasgo característico es la cantidad de barriadas diseminadas por su amplio territorio, siendo San Pedro la que ostentaría la capitalidad administrativa. No se puede olvidar la vinculación minera del municipio que nos ha legado vestigios de carácter industrial muy importantes para poder comprender este tipo de explotaciones hoy desaparecidas.

Patrimonio religioso

Debido a la dispersión y amplitud territorial el pueblo cuenta con tres parroquias además de numerosas ermitas. La iglesia de San Pedro, situada en la barriada del mismo nombre (véase), es la principal parroquia del municipio y fue construida en 1824 por Juan Bautista Belaunzaran en estilo neoclásico sobre la anterior fábrica. Como marca el estilo, sumamente austera y sin excesiva ostentación, cuenta en su interior con un buen retablo mayor también clasicista y ciertas piezas de platería. También tiene iglesia de San Esteban (véase), un edificio neogótico construido en 1886 nuevamente sobre templo anterior y del que hay ya noticias documentales en el medievo y por último tendríamos Santa María de Montellano la tercera feligresía, situada en dicho barrio (véase), un entorno rural apartado de los otros núcleos y fruto del traslado del antiguo santuario, conservando parte de lo que fue la anterior fábrica. Es la más humilde de las tres y su carácter rural es notable. Existió una cuarta parroquia en el barrio de Loizaga (véase), la iglesia de Santiago, hoy con categoría de ermita. La actual es parte de lo que fue el templo, aunque en su entorno quedan arranques de muros de la fábrica primitiva. Debió contar con elementos arquitectónicos de interés como atestiguan los restos, aunque en la actualidad solo cuenta con un ingreso destacable y un escudo de armas. Además de la de Santiago, Galdames conserva un número importante de ermitas, algunas de ellas de marcado carácter, como la de los Santos Cosme y Damián en Amabizkar (véase), con una interesante bóveda interior de crucería renacentista ó la ermita de Nuestra Señora de Txabarri (véase) un templo que data del siglo XVI que a sufrido posteriores reformas y que cuenta con un notable retablo barroco de finales del siglo XVII. Otras menores son San Roque en Akendibar (véase), San Silvestre de Larrea (véase), interesante por la estela inserta en uno de sus muros, San Francisco y San Juan Bautista cercana a la iglesia parroquial de San Pedro (véase), San Bernabé en El Castaño (véase) y los restos de la que fuera ermita de Nuestra Señora de la Piedad en Elvira (véase). La ocupación minera dio lugar a la construcción de pequeños templos en las zonas de explotación para cubrir las demanda de culto del importante número de trabajadores y así se construyó Santa Lucía en La Aceña, un santuario rectangular, a dos aguas, acceso en dintel y espadaña de escaso valor y que fue trasladado de lugar en varias ocasiones entre los siglos XIX y XX. También de vocación minera es la de La Magdalena, situada en la boca de una cueva y con su tejado a dos aguas y su muro frontal como únicos elementos arquitectónicos ya que se apoyan en las paredes de la gruta. El acceso es un enrejado de hierro y toda ella es fruto de una reconstrucción del año 1942, aunque es probable que el lugar de culto tenga tradición ancestral.

Patrimonio civil

Galdames contó en su pasado con un notable número de casas-torre, cantidad que hoy se encuentra reducida a un testimonial grupo de restos que nos pueden dar una idea de la importancia que antaño tuvieron en la zona este tipo de construcciones pero que han perdido por completo cualquier connotación militar que antiguamente tuvieron. Solamente la torre de Loizaga, en este barrio (véase) mantiene parte de su imagen original ya que es la única que mantiene el desarrollo en altura típico de estas construcciones, aunque una reconstrucción reciente poco afortunada ha acabado con su imagen original dándole un aspecto neomedieval idealizado. De la fábrica original solo conserva el arranque de los muros. Del resto de casas-torre, o se han convertido en casas de labraza y residencia o han desaparecido. La denominada torre de Ibarruri, en San Pedro (véase), conserva algunos elementos de gran interés, aunque son ciertamente tardíos, siglo XVI, para representar vestigios banderizos en si mismos, y la torre de Larrea (véase) sigue el mismo esquema que la anterior aunque carente de elementos que la confieran condición nobiliaria alguna. La torre de Peñoñori continua esta tendencia y solo conservaría el arranque de sus muros dejando entrever una planta cuadrada y estilizada significativa de un origen defensivo. Por lo demás de nuevo se trataría de una casa rural próxima al siglo XVI. Por último citar el único vestigio que queda de la torre de Atxuriaga tras su demolición en 1917, que es un escudo con las armas de las familias Muñatones y Salazar que actualmente se encuentra en el jardín del palacio Sarachaga.

Con respecto a la residencia de carácter culto pocos son los ejemplos de renombre que han llegado hasta nosotros aunque si bien es cierto, elementos puntuales en muchos edificios no faltan. El palacio Akendibar (véase), de cronología renacentista, estaría a medio camino ente residencia noble y popular, aunque ciertos detalles como los dos blasones flanqueando el acceso en arco escarzano sobre patín central lo sitúan en un lugar de prestigio. Por lo demás presenta características de caserío renacentista. El palacete barroco de tipo rural es el más abundante y entre ellos destaca el palacio de Soleguia, en el barrio de Txabarri (véase), un ejemplar que denota su cronología por el blasón de su fachada principal albergando armas de los Loizaga, Garay, Del Campo y Castillo, y que por lo demás su austeridad y el paso del tiempo lo han relegado a una degradada casa de labranza. De similares características es el palacio de Larrea, en dicha barriada (véase), aunque éste se encuentra en muy buen estado. La conocida como casa-cuartel en Llano (véase), por albergar en el siglo XIX las dependencias de la Guardia Civil, también continua con las mismas características, aunque añadidos posteriores han hecho que pierda la simetría de sus ejes. En el barrio de Allende hay otros dos ejemplos: el palacio Alcedo, con un acceso trasero en patín y escudo con armas de la familia titular, Loizaga, Legizamon y Ayala, y el palacio Loizaga, con añadidos posteriores rompiendo su simetría, enlucido solo en los pisos primero y tercero, con impostas molduradas y de nuevo blasonado, esta vez con armas de Ayala, Murga, Salazar y Legizamon. Dentro del siglo XIX la casa neoclásica no abunda y tenemos muy pocos ejemplos, el primero seria la antigua escuela del barrio de Villa, ideada primero como residencia, aunque posteriormente se utilizó para la enseñanza, que es de planta rectangular, tres alturas, cuatro aguas y mampuesto encalado salvo ángulos y vanos, adintelados, que tienen sillar visto. En su parte trasera tiene un acceso en patín en arco escarzano. En Montellano (véase) la casa San Ginés y en Llano (véase) el número 19, antigua residencia del médico, serían otros ejemplares. Mención aparte merece el palacio Sarachaga, en Zubiaga, el más destacado de todos los edificios residenciales del municipio. No es original en cuanto a sus formas ya que se repite este modelo en toda Bizkaia, pero si llamativo en un entorno en el que destacan las construcciones de tipo rural. Contemporáneo, de estilo ecléctico y aire revivalista, copia las formas del palacio barroco culto, es decir, volumen cúbico, cuatro aguas, simetría de ejes, tres alturas, etc., para dotarlo de una nueva frescura con elementos que lo enriquecen. Así tendríamos un tercer piso en ladrillo que rompe con el sillar del resto del edificio o los cubos en las escuadras a modo de edificio militar.

La arquitectura de tipo popular de Galdames se confunde en muchos casos con la culta ya que existen numerosos edificios modestos que presentan ciertos elementos de carácter nobiliario como escudos, accesos dignificados por arcos, molduras, etc., y que denotan la presencia en tiempos pasados de una cierta hidalguía rural en una gran parte de sus vecinos. El caserío como modesto hogar agrario es escaso y en general son casas con aspectos interesantes. Solo citaremos los más destacados, algunos de ellos por su antigüedad. La casa Golluri es posiblemente la más antigua de todas las del municipio, de finales del siglo XV, y sigue esquemas similares a otras de este período, con un hermetismo importante. Destaca por el original arco de entrada, un ejemplar ojival de anchas y estrechas dovelas que fue retallado con posterioridad para convertirse en un dintel aunque conservando parte de su trasdós apuntado, además de presentar la arista matada. En Txabarri (véase) está la casa Llano, también renacentista aunque en este caso su ingreso cuenta con patín dotándola de una entrada en altura. El número 27 de Los Cotarros es muy similar en cuanto a tipología, aunque de menor altura, también tiene patín central que da acceso a su entrada en arco de medio punto de gran dovelaje, elemento que la situaría en la segunda mitad del siglo XVI. Casa junto a la torre Peñoñori. Hay algunos ejemplos más en el barrio de Laya, dos caserios con patín, en Arce o Txabarri, pero de categoría menor. Mención especial merece el número 7 de Montellano (véase) ya que es el único ejemplo del denominado caserío encartado de todo el municipio.

La arquitectura pública y de servicios no es demasiado amplia y tiene en el ayuntamiento lo más destacado. Situado en la plaza de San Pedro (véase), es un edificio de estilo neoclásico erigido nada más comenzar el siglo XX y fruto de la boyante situación económica que por aquel entonces vivía la población debido a la industria minera de la zona, sobresaliendo por encima de las restantes construcciones del entorno. Además existen tres monumentos en recuerdo a dos personajes relevante de la historia de Bizkaia que nacieron en Galdames. El primero sería el monumento a José María Martínez de las Rivas en la plaza de San Pedro (véase), el cual también cuenta con una fuente conmemorativa en esta barriada y en Montellano (véase) el monumento honorífico a Antonio Trueba cerca de su casa natal.

Una de las características primordiales de Galdames es su vinculación con las explotaciones mineras que a fines del siglo XIX comenzaron a operar en el entorno y este hecho ha marcado de forma decisiva su patrimonio, aunque se conservan vestigios de la actividad preindustrial anterior a la revolución fabril. La ferrería y molino de Valdivian es un ejemplo de ello aunque de la primera solo conserva parte de los muros, la antepara, el cauce y la presa, rectilínea. El molino, en muy buen estado y funcionamiento, se adosa a ésta aprovechando su infraestructura ya que utilizan elementos comunes y es un edificio de mampuesto, a dos aguas y con una estolda abovedada de un solo vano. Seguramente ya en época bajomedieval la ferrería estaba en activo. Más tardía es la ferrería de La Olla, de principios del siglo XVIII, conserva gran parte de sus instalaciones, de tamaño importante ya que cuenta con partes especiales como la que fuera residencia de los trabajadores. Además una amplia presa de tipo recto, el cauce, la antepara, diversas compuertas y la estolda de dos ojos de medio punto completan el conjunto. También en muy buen estado se encuentra el molino de El Valle, el cual conserva presa (con contrafuertes), cauce, antepara y estolda (de un arco de medio punto) y cuya primera referencia documental es de 1636. Es un edificio rectangular, de mampuesto y sillar, a doble vertiente y se asocia a él la presencia de una ferrería hoy desaparecida. En el barrio de Los Molinos hay restos de tres de estas construcciones que carecen de nombre y todas son pequeños edificios cuadrangulares, muy toscos, de una sola altura y doble antepara.

Pero como se ha dicho la principal ocupación industrial del municipio fue la minería y de estas prácticas, ya en desuso, han quedado importantes elementos. El eje vertebrador de éstos es el ferrocarril minero Galdames-Sestao, a partir del cual se van diseminando restos de las diferentes ocupaciones relacionadas con la minería. Existen varios cargaderos de mineral que servían para trasladar el cargamento desde las minas hasta la vía férrea, algunos depósitos para almacenar mineral (con muros de sillar en talud), restos de lavaderos de mineral, etc. La línea del ferrocarril tiene en el puente de La Acería, que salvaba el desnivel del valle, un elemento muy destacado. Con cuatro ojos en medio punto, es de sillar, sus soportes en forma piramidal se dividen en tres secciones separadas por imposta lisa y sus esquinales destacan por la presencia de sillares almohadillados que también aparecen en las dovelas de los arcos. Algunas estaciones también perviven: la estación de El Cerco, de la que queda una pequeña caseta y la estación en Vallejas (véase), ésta sí en un aceptable estado.

Manu CASTAÑO GARCÍA (2007)