Poetas

Figuera Aymerich, Ángela (versión de 1982)

Antecedentes: los poetas, al exilio errante (1939).

Pero todo hecho histórico tiene sus antecedentes. La República, que pierde la guerra en 1939, opta por favorecer el exilio de muchos intelectuales de gran peso y representación cultural. De no haber salido al exilio, la mayoría de aquellos intelectuales hubiera sufrido procesos, dado que la cultura crítica, revolucionaria o no, era una de las principales enemigas del régimen franquista. Con tal motivo, en el exilio se fue conformando una nueva cultura, que creció entre la nostalgia, la impotencia y el convencimiento creciente de que Franco no habría de ser removido, máxime cuando, tras la guerra mundial, los aliados no hicieron nada por acabar con su régimen. Esta sería la segunda gran derrota de la República.

En buena parte de esa cultura republicana del exilio -tanto la americana como la europea-, es decir, entre los vencidos de la guerra civil, se alentó la opinión -sin duda excluyente, por lo que se ha visto después- de que la mayoría de los escritores o intelectuales que no habían partido hacia el exilio en 1939, o eran cómplices del nuevo sistema franquista, o tímidos espectadores de su existencia. No fue así, evidentemente. Hubo muchos intelectuales -principalmente profesores, científicos, escritores y artistas, como hubo también capas más populares, obreros, mineros y profesionales, que padecieron el silencio impuesto- que vivieron un "exilio interior", rodeados de muchas dificultades, persecuciones, privaciones y cárcel. Pero que, a pesar de los inconvenientes, a pesar del drama, plantaron cara a la nueva realidad.

El caso de Ángela Figuera y su familia bastaría para ilustrar la casuística. Tanto la escritora, como todos sus parientes republicanos fueron desposeídos de sus puestos de trabajo y cargos del funcionariado, por el solo hecho de haber perdido la guerra. La purga cambió sus vidas, porque ella, la escritora, que era titular de cátedra de Instituto de Enseñanza Media, no lograría al fin recuperar su función, sino un trabajo en la Biblioteca Nacional, diez años después, y su esposo, Julio Figuera Andú, ingeniero, también purgado tras la guerra, tuvo que vérselas para conseguir un puesto, años después de la contienda.

La actitud de la escritora vasca haría variar el rumbo de esta opinión, esencial y decididamente política, al intervenir de forma decisiva y efectiva, en la conversión de esa opinión, tanto ante Pablo Neruda, como ante León Felipe, para que se considerase y reconociese el valor intelectual y moral de los escritores del llamado exilio interior. El papel de la escritora vasca Ángela Figuera Aymerich fue en ambos casos determinante. De no haber sido por las dos intervenciones, razonadas y sentidas, de Ángela Figuera ante Neruda y León Felipe, posiblemente ninguno de los dos intelectuales hubiera hecho declaración formal alguna sobre el particular, aunque tuviera intención. De ahí, el papel relevante en la mediación de la escritora vasca.