Poetas

Figuera Aymerich, Ángela (versión de 1982)

La necesidad de un reconocimiento.

En varias ocasiones planteamos a Gabriel Celaya esta cuestión, sabedores de cuanto significaba Neruda para el poeta vasco, no obteniendo respuestas concretas. Esa evasión en la respuesta, y el gesto con que Celaya encajaba las preguntas, nos hizo entrever e interpretar que había algún sentimiento encontrado al respecto. Sobre todo, cuando en 1984, ante nuestra insistencia, respondió: "No creo que la carta de Neruda tuviera tanta importancia, porque la postura de Neruda, para mí, al menos para mí, estaba muy clara desde siempre. Lo importante del asunto es que Neruda, como León Felipe, se daba cuenta de que aquí estábamos creando y peleando, pobres, a nuestra manera". Es posible que, pasados los años, Celaya, que mantuvo siempre una estrecha amistad con Ángela Figuera, hubiera olvidado parte de la emoción con que la escritora les trasladó aquel documento histórico. Y es lógico entender que cualquier ciudadano hubiera querido ser él mismo, no sólo el destinatario de una carta memorable, sino el cartero que hiciera de puente. Pero esa oportunidad sólo le cupo a Figuera, quien, a la hora de conseguir tal logro, personal y colectivo, supo poner al servicio de la causa del entendimiento su sabiduría, conocimiento, generosidad y bonhomía. Ángela era una mujer cuya primera mirada nos hacía advertir su inteligencia y encanto personal, cálido y envolvente.

Celaya, en cambio, dará especial realce al prólogo de León Felipe de Belleza cruel, por cuanto significaba de reconocimiento y de empuje a la actividad y actitud de los escritores del interior. Hay un matiz que puede ayudar a entender esta consideración, y es el hecho de que el prólogo de Felipe será publicado en un libro, y el de Neruda, hubo de aguardar varios años, con lo que perdió fuerza, singularmente porque no fue citado ni comentado ni por la historia ni por la crítica.

Cuando se publica la carta en 1973, es otro momento cultural e histórico, un tiempo cuyo desarrollo corre a más velocidad. Sin embargo, si analizamos las circunstancias de su gestión, el sentido que anima tanto a Neruda como a Figuera al inducirlo, convendremos en que la gestión de la escritora vasca ante el chileno tiene una mayor entidad que la gestión o relación con León Felipe. En primer término, porque León Felipe es alguien que está esperando ese momento: se trata de un hombre convencido, que sabe que tiene que llegar la oportunidad, el pretexto, para expresar su consideración por los poetas del interior. Neruda, en cambio, estaba en ese momento de su vida y obra en otra dirección. Preparaba el "asalto" final a la coronación de su obra literaria, al mismo tiempo que trabajaba por obtener él personalmente el reconocimiento del mundo entero, más allá incluso del que ya tenía. En ese camino, para Neruda era tarea primordial todo aquello que le relacionara con la posible obtención del Premio Nobel. Y, en segundo término, la mediación de Figuera ante Neruda, aunque tuviera menos eco que la realizada ante León Felipe, viene a poner de relieve que aquella solidaridad internacional de los intelectuales de izquierda era en muchos casos nominal.