Danza

Ezpata-dantza

Este matiz, además, tiene otras connotaciones: la mera alternancia de 6/8 y 3/4 -es decir, tomar las seis partes alternativamente de dos en dos y de tres en tres-, se conoce en musicología con el nombre de ritmo sesquiáltero (por ejemplo Stanford y Leird). Este ritmo se ha considerado como característico de la música hispana a partir del siglo XVI, y lo encontramos muy a menudo, por ejemplo, en el flamenco y en muchas músicas de España e Hispanoamérica. Aunque resulte curioso, puede decirse que hoy día a menudo se utiliza un supuesto ritmo de ezpata-dantza como manifestación de la identidad vasca, mientras lo que ocurre en realidad es que se interpreta el más hispánico imposible ritmo sesquiáltero. Que el asunto no queda en la mera idea puede oírse ya en algunas grabaciones en las que, dentro del espíritu de la world music, determinadas piezas llamadas de ezpata-dantza aparecen en ritmo sesquiáltero y con toques de flamenco .

En ese sentido, por ejemplo, algunas investigaciones realizadas a partir de grabaciones del que fuera txistulari de Bérriz Alejandro Aldecoa (Sánchez Ekiza 2004) confirman que en sus interpretaciones las partes en 6/8 son más lentas que las de 3/4. Es más, en estos ejemplos, a pulso metronómico igual, la amalgama es 10/8 y 9/8, con estructura además (5/8+5/8) y (3/8+3/8+3/8). Medidas de este tipo, por supuesto, no sólo resultan muy difíciles desde el punto de vista del solfeo, sino que son contrarias al sentido rítmico que se ha impuesto en este momento. El sesquiáltero, por ejemplo, puede fácilmente mezclarse con cualquier 6/8 ó 3/4, así como también con un 2/4, y es por ello muy apropiado para crear mestizajes en el ámbito por ejemplo de la world-music. El ritmo de ezpata-dantza que hemos descrito, en cambio, no.

Con todo, este ritmo no se queda incluso en su utilización tradicional circunscrito a la Dantzari-Dantza del Duranguesado. Aparece también, en el único ejemplo que encontramos fuera de Vizcaya, en las danzas del Corpus de Oñate, y su estructura ha sido utilizada asimismo para reescribir de nueva manera determinados bailes: este ha sido el caso, en efecto, de la Katxarranka de Lequeitio: el folklorista lequeitiarra más famoso, Azkue, escribió solamente el zortziko en 5/8 que se utiliza en modo procesional por las calles de la localidad. Sin embargo, al menos hoy día esa misma melodía cambia de ritmo al interpretarse la danza propiamente dicha, y para escribir este segundo ritmo se ha utilizado la estructura de compases del de la ezpata-dantza (Bikandi Belandia 1992a:21 y 1992c:4855). El otro caso es aún más peculiar desde nuestro punto de vista: el baile de Garay que hoy conocemos con el nombre de Gernikako arbola dantza, y obligadamente escribimos como zortziko en compás de 5/8, era interpretado de otro modo, a la manera de la ezpata-dantza pero de modo más lento, al menos en una grabación realizada al tamborilero Serafin Amezua (Bikandi Belandia 1992a:20 y 1992b:4847; Sánchez Ekiza 2007).

La ezpata-dantza, como puede apreciarse, no ha sido muy abundante en los repertorios de los músicos vascos. No aparece, claro está, en los cuadernos de partituras más antiguos de los tamborileros, que datan de fines del siglo XIX y principios del XX, ni tampoco, aunque sea más sorprendente, en los primeros números de la revista Txistulari, publicados entre 1928 y 1936, salvo la notoria excepción de Jesús Guridi (el segundo tiempo de la obra Mendiko soñuak concretamente). En las primeras seis mil páginas de partituras de la segunda época de la misma publicación, aparecidas entre 1955 y 1998 (Agirregomezkorta y Vesga 1998), sin tomar en cuenta las que están incluías en suites, rapsodias y otras obras de mayor duración, aparecen un total de once, que suponen solamente un 0,5 % del total, una cantidad muy reducida, especialmente si la comparamos con las de biribilketas, zortzikos, fandangos o arin-arinak.

Pero el contenido simbólico de la ezpata-dantza, a pesar de estar ésta tan ligada y limitada a la danza, ha sido muy importante en todos los estilos de la música vasca: la ópera Amaya de Guridi puede ser su punto más álgido, pero su ritmo, llevado con mejor o peor fortuna, se ha utilizado como base tanto en músicas populares -desde el folk de Oskorri a aproximaciones jazzísticas como las de Iñaki Salvador con Mikel Laboa-, como en el lenguaje erudito, incluyendo obras de verdadera Vanguardia como la de Anton Larrauri. En ese sentido puede afirmarse sin duda que la ezpata-dantza constituye, después del zortziko, el segundo ritmo más importante y característico de la música vasca.