Concepto

Dictadura de Primo de Rivera

El golpe de Estado de Primo de Rivera fue acogido favorablemente en Euskal Herria por la mayoría de las agrupaciones políticas, económicas, etc., otras, en cambio, permanecen a la expectativa mientras comprueban el desarrollo de los acontecimientos y son muy escasas las fuerzas políticas que muestran una frontal oposición.

Los partidos dinásticos (mauristas, conservadores, incluso sectores liberales) se adherieron a la nueva situación política por cuanto pretendía encaminar sus reformas hacia un regeneracionismo considerado imprescindible para la salvaguarda de España socavando, para ello, el poder de la vieja política. En cambio, los grupos financieros vascos y catalanes, se congratularon del nuevo régimen por cuando supondría el restablecimiento de la paz social y, sobre todo, el triunfo de una política proteccionista dispuesta a la constitución de una economía nacional frente al poderío del capital extranjero. Muchos integrantes de estas agrupaciones políticas y financieras terminarían colaborando con el régimen dictatorial en el proceso de institucionalización que practicaría en los próximos años.

Dentro de la corriente tradicionalista, las reacciones son claramente divergentes; mientras los integristas apoyaban entusiásticamente, los mellistas condicionaban su colaboración a la construcción de una nueva política en la que el regionalismo, el corporativismo y el presidencialismo fueron los ejes centrales. Los jaimistas, en cambio, si bien se mostraron complacientes con la actitud adoptada por los militares, mantienen una postura expectante ante la evolución de los acontecimientos, circunstancia que sería ratificada por D. Jaime cuando en su manifiesto de finales de septiembre postuló la necesidad de colaborar, pero con las obligadas reservas.

El nacionalismo vasco se hallaba escindido desde 1921 en dos grandes grupos: los más proclives al independentismo constituyeron el PNV y como sus ideas eran expresadas a través del semanario Aberri -convertido en diario en 1923- también eran conocidos como los aberrianos. Sus principales promotores fueron Luis de Arana y Eli Gallastegui. Por contra, la Comunión era un sector más pragmático, menos intransigente, y pro-autonomista y contaba en sus filas con las principales figuras del nacionalismo así como con medios de comunicación más poderosos como los diarios Euzkadi y La Voz de Navarra. Mientras la CNV adoptó una actitud silenciosa al percatarse de las escasas posibilidades que tendría de expresar sus convicciones dadas las características del régimen, el PNV aberriano desplegó sin ambajes su oposición al mismo por lo cual su diario Aberri sería suspendido y más de una treintena de batzokis aberrianos clausurados entre septiembre y octubre de 1923.

La izquierda vasca (socialistas, comunistas y sindicalistas) planteó la posibilidad de configurar un frente único de oposición a la dictadura. Los socialistas, pese a desarrollar en Vizcaya una huelga general en protesta por la sedición militar, se negaron a participar en ese frente, prefiriendo adecuarse, en la medida de lo posible, con el fin de evitar que los logros alcanzados en legislación social fueran vulnerados. Este talante colaboracionista tanto del PSOE como de la UGT sería siempre criticado por el líder del socialismo vasco Indalecio Prieto. En cambio, tanto los comunistas como los carlistas serían perseguidos y sus centros clausurados.