Danza

Danzas de Oñati

En equivalencia con la singularidad de su larga historia política (Oñati no se integra a la Provincia de Gipuzkoa hasta mediado el siglo XIX), este municipio conserva una importante riqueza patrimonial, tanto en sus edificios históricos como en su cultura popular. De ésta es obligado destacar la procesión de la festividad del Corpus Christi y las danzas que en tal día tienen lugar, muy particulares dentro del conjunto de las coreografías tradicionales vascas.

Como máxima expresión litúrgica en torno al Sacramento de la Eucaristía, la festividad del Corpus Christi fue instituida por el Papa Urbano IV el año 1264 con la promulgación de la bula Transiturus de hoc mundo. El Papa encargó la composición del oficio y la misa del día a San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, contándose que mientras éste leía sus textos, San Buenaventura, al considerarlos mejores, rompía los suyos. La prematura muerte de Urbano IV impidió que se implantara en el orbe católico. Hasta el Concilio de Viena bajo el papado de Clemente V, en 1311, no se refrendó la bula de Urbano IV, con la obligación de celebrarse en toda la catolicidad.

El estricto cumplimiento de la bula hizo que el homenaje a la Eucaristía desembocara en bellísimas manifestaciones de cultura popular que, como en el caso de Oñati, han sido portadoras de un rico simbolismo repleto de personajes extraídos de la Historia Sagrada, de danzas gremiales, de caballitos de cartón, de gigantes, cabezudos y monstruosas tarascas.

La fiesta de Corpus Christi es una exaltación de Cristo Sacramentado bajo la alegoría solar de la Custodia. El usual corte de juncos, ihiak, ixaak, y otras hierbas de las orillas fluviales o zonas pantanosas es muy interesante, pues supone una agresión a las zonas silvestres con las que linda el espacio habitado, plagadas de mosquitos y otras moscas hematófagas que en ese momento del año tienen un comportamiento muy molesto. En lo que hace a Oñati hasta el último tercio del siglo XVI no se redactaron Las reglas y estatutos de la Cofradía de los doce apóstoles, con las que se cerraron los intentos de aquellos grupos que con anterioridad habían promovido la adoración al Santísimo Sacramento. En los estatutos se habla de los figurantes que representan a Cristo, la Virgen María, el Arcángel San Miguel y los doce apóstoles, pero no se citan los dantzaris aunque ya formaban parte de la procesión desde el año 1560. Hoy día el grupo de dantzaris y los apóstoles, con San Miguel al frente, son los elementos más destacados de la procesión. Los trajes de los danzantes con sus faldillas, más las castañuelas con las que se acompañan son una de las imágenes más singulares de la tradición dancística vasca.

Los prolegómenos de la procesión se despliegan en un protocolo especial. Desde primera hora de la mañana los dantzaris y los músicos txistularis se encargan de acompañar a las distintas imágenes que han de participar en la procesión, trayéndolas desde los lugares donde se guardan hasta la iglesia parroquial, donde quedan alineadas en la nave central. La última en llegar es la imagen del Arcángel San Miguel, patrono de la localidad. Ante la imagen el grupo baila la danza que lleva su nombre: zortziko de San Miguel o kontrapás de San Miguel, llamado también zortziko de San Sebastián. En la danza, y después de una introducción coreográfica, los bailarines se descubren, y con la boina en la mano realizan la reverencia a San Miguel, terminada ésta y acompañándose de las castañuelas bailan en ritmo de 5/8 el zortziko de San Sebastián.

Podemos decir que con esta misma danza comienza la parte coreográfica más trascendente cuando, en el prado que se extiende delante del convento de Santa Ana, los dantzaris evolucionan tocando las castañuelas y bailando en honor del figurante que representa al Arcángel San Miguel y resto de apóstoles y personajes que, debidamente ataviados, están preparados para salir en la procesión. A lo largo de la misma los dantzaris alternan hacia delante y hacia atrás paseo y danza, acompañándose siempre del repiqueteo de las castañuelas. Al finalizar la procesión y antes de retirarse a la iglesia parroquial, la plaza de los Fueros es testigo de un momento importante. Mientras las dos hileras de la procesión descansan en los laterales, el palio con la Custodia queda situado cerca de los arcos del Ayuntamiento. Ante el Santísimo Sacramento los dantzaris bailan el banako (anteriormente era el zortziko de San Miguel o de San Sebastián) terminando el homenaje con una emotiva y espectacular genuflexión. Inmediatamente después, y en uno de los momentos más esperados, San Miguel avanza hieráticamente desde el otro extremo de la plaza. Llegado hasta el Santísimo, realiza con enorme energía una reverencia y un giro en el que, al apoyar los talones, las alas de la espalda y las plumas del yelmo vibran alrededor de su figura. La espectacularidad de su traje y armadura sancionó que avalara juramentos, quizá promesas de amor eterno, como aquel que debió hacer un Juancho de Mondragón al que se atribuye aquello de,

"Juro a San Miguel d'Oñate
El que calza bragas d'oro"

Terminada la procesión todo el mundo se retira a comer para posteriormente, hacia las cinco de la tarde, volver a la Plaza de los Fueros para presenciar la exhibición de los dantzaris. Su repertorio se compone del tradicional San Miguel dantza, un Banako (bailada de uno en uno) seguido de una makil-jokua, en la que los dantzaris golpean sus palos a pie firme, sin desplazarse. A continuación la danza llamada Launako (bailada por cada cuatro dantzaris) con su correspondiente makil-jokua, una danza llamada Zortziko, bailada por los ocho dantzaris seguida de la danza con palos o makil-jokua. Un momento espectacular es la Arku-dantza o baile de arcos, con un espectacular y laberíntico cruce de los bailarines por debajo de los arcos conocido como el Triunfo de Cristo. Coreográficamente, el día de Corpus Christi se cierra con una Soka-dantza que hace unos ochenta años adaptó don Alejandro Irizar, tomando como mentor a don José Lorenzo Pujana (1868-1947), maestro de danzas guipuzcoanas natural de Ordizia. Con enorme tesón, la familia Irizar ha mantenido el rito ceremonial de la danzas de Oñati. Jesús Irizar, hijo de Alejandro, es quien mantiene esta bella tradición.