Ordenes Religiosas

COMPAÑÍA DE JESÚS

La obra de San Ignacio de Loyola. La Compañía de Jesús nacía poco antes del concilio de Trento y de los inicios de la llamada Contrarreforma. Es muy poco posterior a la revolución religiosa encabezada por Lutero, pero -como observa Villoslada- "ni en su origen ni en su carácter primitivo se pueden descubrir señales de reacción antiprotestante". Brota con toda espontaneidad en el campo de la Iglesia como uno de los frutos más logrados de renovación espiritual que se habían manifestado a lo largo del siglo XV.

Su fundador Ignacio de Loyola, guipuzcoano (1491-1556), la concebía, aunque todavía de forma desdibujada e imprecisa, en Manresa (1522). Con los votos de Montmartre en París (1534) la dotaba de algunos rasgos peculiares, para darle forma definitiva de "Congregación de clérigos regulares", con especial voto de obediencia al Papa, en Roma (1539). Sin embargo la aprobación canónica de la Santa Sede la recibiría el 27-X-1540, con la bula ("Regimini militantis Ecclesiae" de Paulo III. De los nueve compañeros del fundador, nombrados en esta bula, merecen destacarse los cuatro siguientes: Diego Laínez, segundo general; Alfonso Salmerón, teólogo después en Trento; Nicolás Alfonso de Bobadilla, de asendereada vida por Italia y Alemania, y el tenaz navarro Francisco Javier.

El fin de la Compañía se expresaba con claridad allí de esta forma: "Es fundada principalmente para ayudar a las almas en la vida y doctrina cristiana, para la propagación de la fe por la predicación y ministerio de la palabra de Dios, por los ejercicios espirituales y otras obras de caridad, y especialmente por la instrucción de los niños e ignorantes y consolación de los fieles, con la administración de los sacramentos". Por encargo de sus compañeros, Ignacio de Loyola, entre 1547 y 1550, redactaba el texto primitivo de las Constituciones, declarado auténtico y sancionado con fuerza de ley por la Primera Congregación General de 1558.

Estas Constituciones, además de un preámbulo, constaban de diez partes: admisión y selección de los futuros jesuitas, causas y modos de despido de los no idóneos, las virtudes exigidas a los que se quedan, la "Ratio studiorum" o la formación cultural en 17 capítulos, las formas de incorporación a la Compañía, los votos religiosos como obligaciones primordiales, funciones y misiones de los miembros, la estructura provincial y general, el papel del general y, en fin, de nuevo las ideas matrices y diferenciadoras. Todo según conviniera "a la mayor gloria de Dios y bien universal de la Iglesia".

Durante la vida del fundador. El concilio de Trento iba a servir a los primeros jesuitas para darse a conocer. No sin razón, Salmerón afirmaba: "Esto es un sembrar para coger después". El propio Laínez, pese a su célebre choque con el dominico Melchor Cano, trababa excelentes amistades con obispos de toda Europa y otras dignidades, como la de Martín de Olabe, que allí representaba a Oton Truchess, "tenido por varón muy docto y muy elocuente y gran disputador" y que después, en la Compañía, organizaría los estudios y enseñaría teología.

Por lo que se refiere al País Vasco durante el rodaje de la Compañía, merece consideración especial Antonio de Araoz, sobrino de San Ignacio. El 19 de octubre de 1539 desembarcaba en Barcelona, para llegarse inmediatamente a Manresa y traer noticias frescas de Iñigo a sus antiguos amigos. Visitaba después a los monjes de Montserrat, pasaba a Almazán para hablar con la familia de Laínez, se llegaba hasta Burgos y Valladolid para entrevistarse con doña Leonor Mascareñas y con las hijas de Carlos V, tan favorecedoras todas de la Compañía, y, por fin, se retiraba a su Gipuzkoa natal. Aquí, mientras ajustaba unos asuntos domésticos, predicaba con gran concurso popular, ya en los templos, ya en los campos, sobre todo de Bergara, Oñati, Azpeitia y Azkoitia, como en los pueblos de la costa cantábrica. De este viaje ocasional Araoz volvía a Roma en el verano de 1541, llevándose consigo a Millán de Loyola, sobrino también de San Ignacio, y a Martín de Santa Cruz, que entrarían en la Compañía poco después.

En 1542, Araoz, ya sacerdote, volvía otra vez a Gipuzkoa, para despachar sus negocios. A poco, 1544, realizaba su tercer viaje a España, esta vez acompañando a seis jóvenes jesuitas, que debían continuar sus estudios en Coimbra. Después de predicar con fervor en Valencia, ponía en marcha la fundación del primer colegio jesuítico en España. En 1545, acompañado de Fabro, se trasladaba a Valladolid, distinguiéndose por sus predicaciones en la Corte, después en Madrid, Alcalá, Zaragoza, Monzón y Bergara, mientras gobernaba sin título definido a los jesuitas residentes en España. Asimismo Araoz, como Fabro, estando en Barcelona llegaban a dirigir la conciencia del virrey de Cataluña, Francisco de Borja, que, en 1548, hacía su profesión religiosa.

Después de una estancia en Roma de tres meses en 1551 fijaba su residencia en Oñati. Aquí renunciaba oficialmente y ante notario a sus estados, rentas y títulos, para el 23 de mayo de 1551 ser ordenado sacerdote. Pese a dirigir la comunidad de Oñati compuesta por cinco jesuitas- Miguel Ochoa o Navarro, de singular fe, Francisco de Borja eclipsaba a todos por su fama. Su misión fundamental hasta la cuaresma de 1552, en que San Ignacio le ordenaría "para recomendación de la Compañía" salir de Gipuzkoa y predicar en la Corte, trabajaría por la reforma social del País Vasco. Primero serían las misiones en Gipuzkoa: Bergara, Azpeitia, San Sebastián, Tolosa, Mondragón y Elgeta, para pasar después a Pamplona, Llamado por el virrey de Navarra, duque de Maqueda, y volver, en fin, a Salvatierra, Loyola y Oñati.