Concepto

Ciclos Festivos

Existen multitud de versiones acerca del posible inicio del Carnaval dentro del calendario. Sin embargo, aquí no vamos, por falta de espacio, a exponer cada una de ellas, sino que utilizaremos una de las más factibles, por la cual se establece la conexión con el ciclo anterior y el siguiente.

Por todo ello, el día de San Antonio, el 16 de enero, fundamenta las bendiciones y subastas de productos que, con el nombre de Errematiek, son conocidas, al menos, en la localidad vizcaína de Garai.

Unos días después, el 20, San Sebastián, con sus continuos toques de tambor dan la serenata en la capital guipuzcoana, en Azpeitia y en otras poblaciones que se han ido uniendo a tan celebrada conmemoración e institucionalizado a la vera de Donostia. Ruido que estremece la Parte Vieja con las comparsas de caldereros y zíngaros, y las de Iñudeak y Artzaiak, dando paso e inicio a la salida del Rey Momo y los Carnavales. Se avecina la que, en otros tiempos, fue la fiesta reina del invierno y que, a duras penas, entre prohibiciones y reconciliaciones, vuelve reiteradamente con fuerzas renovadas.

Época que nos brinda, en la actualidad, una serie de actos y festejos, producto de diversas manifestaciones del pasado reproducidas con mayor o menor fidelidad dentro de unos cánones pre-establecidos, por la sociedad actual.

Disfrazados de todo tipo irrumpen por calles y barrios, quizá no con la espontaneidad y capacidad que daba el enmascaramiento en siglos pasados. Personajes, muñecos paseados, o con funciones físicas adaptados a las necesidades de la población, sacados de cuentos populares junto a los que por la televisión amenizan las veladas: desde políticos hasta famosos de la prensa rosa. Acontecimientos varios que también a finales del siglo XIX y principios del XX constituían el referente a la hora de la preparación de carrozas, indumentarias varias y tenían como punto final la recaudación con fines alimenticios, de baile, etc.

Como colofón sublime a los excesos gastronómicos, peleas y carreras, anécdotas y bromas, a veces, pesadas, llega la "muerte del Carnaval" o "Entierro del Carnaval", con la quema o lanzamiento al agua de algunos peleles (Miel Otxin, "Marquitos", "Porretero"...), previa justificación mediante supuestos juicios donde se cargan las tintas de culpabilidad de adversidades atmosféricas y acontecimientos negativos ocurridos en la comunidad.