Compositores

Bernaola, Carmelo Alonso

Sin antecedentes musicales en su familia, el primer contacto de Bernaola con la música se dio en su villa natal, Otxandio, a través del director de la banda de la localidad, Sergio Olaso. Otras manifestaciones provinieron de las canciones en euskera que le transmitió su madre, Rufina Alonso Bernaola, y de los ochotes que se reunían para cantar en el local de hostelería que ella regentaba. El temprano bombardeo de Otxandio al comienzo de la Guerra Civil (22 de julio de 1936) empuja a la familia Bernaola a establecerse de manera intermitente en poblaciones cercanas a Bilbao. Una denuncia anónima lleva al padre de Carmelo, Amado Alonso, a la cárcel de la capital vizcaína durante unos meses, lo que influiría en que el futuro compositor no volviera a su villa natal hasta pasados aproximadamente cuarenta años. Tras la excarcelación del padre, la familia se traslada a Medina de Pomar (1939-1946) y posteriormente a Burgos (1946-1951), donde Carmelo ingresa como clarinetista en la Banda de Música de la Academia de Ingenieros. Allí permanecerá hasta que alcanza la edad militar y solicita el traslado a la Banda del Ministerio del Ejército en Madrid (1951). En esos años previos continúa su formación con Servacio Martín, director de la banda de Medina de Pomar; Ángel Juan Quesada de la Vega, director del Orfeón Burgalés; y con Domingo Amoreti, maestro de capilla de la catedral de Burgos. En otro orden de cosas, es en Medina de Pomar donde firma su primera obra documentada (Entre las torres, 1944).

Dos años después de acceder al primer puesto profesional en la capital, Bernaola ingresa como clarinetista en la Banda Municipal de Música de Madrid (1953), formación en la que permanecerá en activo hasta 1981. El desempeño de esta labor es importante por un doble motivo: primeramente, por lo que supone el contacto directo con la práctica interpretativa, que le llevará a dedicar varias obras de su catálogo al clarinete (Achode núm. 1, 1977; ¡Qué familia!, 1979; Tres piezas para clarinete y piano, 1981; ¡Imita! Imita, que algo queda, 1994; Solo para clarinete, 1995), además de composiciones originales y arreglos de marchas y pasodobles destinados a la Banda (De izquierda a derecha, 1973; Entrada, 1979; Paco Molero, ca. 1979-1984; Rafael Azcona, 1988). En segundo lugar, es allí donde conoce a los compositores de la Generación del 51 Cristóbal Halffter, Manuel Angulo y Ángel Arteaga, estableciéndose un primer nodo en la configuración del grupo. Respecto a otros músicos coetáneos como Agustín González Acilu, Miguel Alonso, Rogelio Groba o Antón García Abril, coincidirá poco después con ellos en las aulas del Conservatorio de Madrid. Sus principales profesores serán Francisco Calés Otero en la asignatura de Contrapunto y Fuga y, especialmente, Julio Gómez en Composición, a quien Bernaola considerará uno de sus grandes maestros junto con el italiano Goffredo Petrassi.

Los ocho años de formación en este centro coinciden con un periodo de relativo aperturismo cultural, marcado por el nombramiento de Joaquín Ruiz-Giménez como Ministro de Educación y Federico Sopeña como director del Conservatorio en 1951. Ambos impulsan algunas reformas en el campo de la enseñanza musical y la renovación del repertorio concertístico madrileño. A través de los conciertos de la ONE, Bernaola conoce la música de Stravinsky, Hindemith y Bartók: la influencia de este último se manifestará en obras como el Cuarteto núm. 1 (1957), en el que el autor abandona el sistema tonal e inaugura una forma de componer basada en un contrapunto de tipo interválico (Iglesias, 1982). También en esta década se produce el primer contacto con el dodecafonismo. Una conferencia dictada en el Conservatorio de Madrid en 1956 por el chileno Gustavo Becerra supone la introducción de tratados sobre el método como los de Ernst Krenek, Carlo Jachino y Herbert Eimert. Bernaola aprenderá de este último la técnica de la transformación a la 4ª y a la 5ª de una serie dodecafónica, algo presente en obras como Constantes, 1962; Impulsos, 1968-1972; y Diferencias, 1982 (Moro, 2014).