Marinos

Lezo Olabarrieta, Blas de

Marino. Nacido en Pasaia el 3 de febrero de 1689; fallece en Cartagena de Indias el 7 de septiembre de 1741.

Nace Blas de Lezo, a finales del reinado de Carlos II, del matrimonio entre Pedro de Lezo, señor de la casa torre de Chipres, y Agustina de Olabarrieta.

La familia disfruta de una posición económica acomodada que los sitúa en la cúspide política de su comunidad, en la que el padre de Blas de Lezo ostentará cargos de relevancia en la administración municipal del lugar de San Pedro, entonces sujeto a la jurisdicción de la ciudad de San Sebastián.

Esa posición, claramente acomodada, facilitará que el joven Blas de Lezo pueda realizar estudios superiores ingresando como guardiamarina en la flota combinada franco-española durante la Guerra de Sucesión. En ese empleo, tendrá ocasión de distinguirse durante el combate de Vélez-Málaga el 24 de agosto de 1704, cuando la flota franco-española al mando del conde de Tolouse se enfrente con la que, bajo mando del británico Rooke, trata de bloquear el Estrecho. Durante el duelo artillero entre las dos flotas, Blas de Lezo recibirá un impacto que obliga a amputarle la pierna izquierda. Por su decidida actuación en ese combate, negándose a ser retirado de cubierta, su comandante le concederá el ascenso a alférez de navío de alto bordo con el título agregado de caballero.

Tras recuperarse de sus heridas supliendo la pierna amputada con una ortopédica de madera, se le considerará apto para continuar en servicio activo y volverá a incorporarse a la flota combinada, prestando diversos servicios en ella -socorro de Peñíscola, abastecimiento de Palermo...- entre los años 1705 y 1706. Posteriormente se le extenderá patente de corso para hostigar a la flota angloholandesa.

En ese nuevo destino volverá a destacar por su habilidad táctica. Así, logrará burlar el bloqueo inglés sobre la península italiana y, cerca de la costa de Ventimiglia, en las proximidades de Génova, batirá al Resolution, navío británico de sesenta cañones muy superior en potencia de fuego al corsario bajo su mando. De vuelta al Atlántico hará presa en dos barcos británicos que internará en los puertos de Bayona y en el de su Pasaia natal.

Los méritos alcanzados en esa campaña por Blas de Lezo hacen que el mando aliado lo promueva y recomiende para misiones de vital importancia estratégica. Así, en 1706 protegerá los convoyes de armas y pertrechos enviados a reforzar a los ejércitos que sitian la ciudad de Barcelona, fiel todavía a la dinastía Habsburgo.

En el año 1710, conseguirá rendir el Stanhope. Según la versión más extendida de ese episodio, esa unidad naval británica superaba ampliamente en potencia de fuego a la fragata al mando de Blas de Lezo, que la aborda tras un intenso cañoneo, logrando, en frase atribuida al propio Lezo, sembrar el pánico entre su tripulación y culminando así el apresamiento.

Durante el segundo cerco a Barcelona, en el año 1713, recibirá un impacto en el brazo derecho que le inutilizará dicho miembro de por vida. Antes de que la guerra concluya perderá también el ojo izquierdo.

En 1716, tras la Guerra de Sucesión, quedará integrado, al mando del navío Lanfranco, en la escuadra del almirante Fernando Chacón. A bordo de él llegará a otorgársele la responsabilidad de transportar directamente un cargamento de plata entre Bahamas y España.

En 16 de diciembre de ese año, como segundo comandante del Lanfranco, volverá a América integrado en una flotilla que debía cruzar el Cabo de Hornos para llegar por mar a Chile y Perú. El Lanfranco tendrá que regresar a Buenos Aires al menos en dos ocasiones, incapaz de soportar las inclemencias del Cabo de Hornos. En enero de 1718, en los comienzos de la llamada Guerra de la Cuádruple Alianza -en la que la España de Felipe V combate en solitario contra Holanda, Inglaterra y Francia-, el Lanfranco atacará en el estuario de La Plata al San Francisco y la Danicant. A bordo de estas dos presas, tras abandonar el Lanfranco, que ha quedado inservible, Lezo y su comandante en jefe consiguen llegar al Pacífico.

El objetivo fundamental de esa misión es expulsar de la costa entre Panamá y Chile a todos los contrabandistas y piratas holandeses y británicos que han infestado ese litoral. Blas de Lezo permanecerá destinado durante catorce años a esas misiones de guardacostas que ejercerá con su acostumbrada audacia, llegando a sostener combates de hasta ocho horas con navíos sospechosos de ejercer alguna de esas dos actividades ilegales. Una actitud que le ganará el ascenso hasta el grado de Almirante de la flota del Mar del Sur en 1726.

Compensará con creces esa nueva muestra de confianza restableciendo el férreo control español sobre el comercio en el Pacífico que ha existido, prácticamente sin interrupción, desde el siglo XVI hasta finales del reinado de Carlos II.

Durante esa larga estancia destinado en la flota del Pacífico, Blas de Lezo contraerá matrimonio con Josefa Pacheco. La unión será celebrada por el arzobispo de Lima Diego Morcillo. De ella nacerá pronto, en tierras americanas, el primer hijo de la pareja.

Blas de Lezo será retirado de ese mando por petición propia, cursada en el año 1728. Llegará a Cádiz con su flota en el año 1730. En Sevilla, donde se ha trasladado la corte por motivos de salud del rey Felipe V, se le confirma como jefe de Escuadra o almirante con antigüedad desde 23 de febrero de 1726, fecha en la que comienza a ejercer esas funciones en el Pacífico.

Tras un año de licencia, se le da el mando de la Escuadra del Mediterráneo en 3 de noviembre de 1731.

Al frente de esa flota se encargará de ejecutar de facto la agresiva política de poder de la corona española en aguas mediterráneas.

Así, en diciembre de 1731 escolta al infante don Carlos a los ducados de Parma y Plasencia, cesión que la corte de Madrid ha logrado imponer a Francia Austria y Gran Bretaña.

En ese mismo viaje obligará a la república de Génova a saludar el pabellón español y a devolver dos millones de pesos pertenecientes a la Corona que habían sido depositados en el Banco de San Jorge de esa república.

Un millón y medio de esos fondos serán destinados al socorro de la plaza norteafricana de Orán. En la segunda fase de esa operación, en noviembre de 1732, el almirante Lezo destacará con otra de sus arriesgadas maniobras de combate. En esta ocasión, tras desbaratar el segundo cerco sobre Orán, Lezo perseguirá e inutilizará a la capitana argelina que traía a bordo tropas turcas para reforzar a los sitiadores a pesar de que se ha amparado bajo las baterías de Mostaganem.

Documentación del Archivo de Protocolos en Cádiz muestra, claramente, que Lezo temía seriamente por su vida en esa segunda expedición, pues decide dictar testamento el 17 de noviembre de 1732, cuatro días después de recibir la orden de regresar a Orán. En él nombra albaceas a su padre y a su mujer -que en esos momentos viven en su casa de Cádiz- y herederos a su hijo Blas y a sus hijas Josepha y Agustina.

Ese decidido comportamiento en Orán, facilita nuevos ascensos a Lezo. En 1734 recibirá grado de teniente general de la Armada con cargo de comandante general del departamento de Cádiz. Puesto en el que permanece hasta que tres años después es incorporado a Cartagena de Indias para dirigir su defensa ante un más que probable ataque por parte británica. En calidad de comandante general de ese estratégico apostadero -considerado la puerta de entrada a la América española por las demás potencias europeas- se entregará a una incesante actividad destinada a frustrar cualquier ataque británico.

Así, la plaza, ya de por sí inexpugnable tras las obras de 1708, es prácticamente invulnerable cuando la flota del almirante Edward Vernon la sitia a mediados de marzo de 1741 -una vez declarada la llamada Guerra de la Oreja de Jenkins- tras dos tentativas fallidas realizadas en 13 de marzo y 3 de mayo de 1740.

Ese tercer y definitivo intento, que se prolonga desde el 13 de marzo hasta la retirada completa del 20 de mayo de 1741, será la última batalla del almirante Lezo.

Blas de Lezo, tras un mes largo de asedio, y pese a sus discrepancias con el virrey Eslava por cuestiones de detalle en la forma de llevar la defensa -especialmente por lo que se refiera al brillante y eficaz despliegue de las unidades navales ideado por el almirante para cerrar el acceso a Cartagena a los británicos-, logrará una resonante victoria sobre la flota de Vernon.

Por regla general ese hecho se ha visto como fruto no tanto de la pericia militar de Lezo -o de los demás altos oficiales que dirigen esas operaciones- sino como producto de un acto extraordinario de resistencia y valor por parte de las tropas asediadas. Sin embargo resulta evidente, de acuerdo a la lógica militar de mediados del siglo XVIII, que la victoria de Lezo y Eslava sobre la flota británica, y las tropas de asalto que transporta, obedece, principalmente, al inteligente uso de unos recursos militares -fortificaciones, navíos de guerra, Artillería, tropas de línea...- más que suficientes para defender con altas probabilidades de éxito una cadena de emplazamientos perfectamente abaluartados como la que Blas de Lezo ha estado mejorando desde que llega a Cartagena de Indias en 1737.

La magnitud de la flota de Vernon, que supera el centenar de barcos, y de las tropas que transporta -en torno a 26.000 efectivos entre Infantería británica regular, milicias norteamericanas y auxiliares-, revela claramente que el almirante británico -al margen de su bien conocida arrogancia y exceso de optimismo, que da lugar a episodios más bien anecdóticos, como la acuñación de monedas conmemorativas de la victoria sobre Blas de Lezo antes siquiera de haberse producido- era perfectamente consciente de la dificultad que entraña tomar al asalto una plaza como Cartagena de Indias.

En esa operación debería enfrentarse a un único y estrecho paso -Bocachica, ya bloqueado por Lezo con varios barcos y una cadena- hacia la bahía que conduce a la plaza de Cartagena y a un laberinto de fortificaciones abaluartadas, que era preciso tomar una a una y estaban servidas por efectivos muy superiores a los habitualmente necesarios en esa clase de defensas, barajándose una cifra máxima de 6000 hombres. Es decir, una que decuplica el retén necesario para sostener con éxito un ataque de las características del lanzado por Vernon contra fortificaciones como las que defienden Cartagena de Indias en 1741 y revela, en definitiva, la minuciosa preparación que el almirante Lezo había estado poniendo en marcha desde 1737 para hacer frente a esa contingencia.

Blas de Lezo morirá poco después de la retirada británica. Sus desencuentros con Eslava y el notorio desequilibrio mental del monarca reinante en la fecha, Felipe V, contribuirán a que su papel en esta victoria quedé eclipsado. Sin embargo su familia se verá rehabilitada durante el reinado de Fernando VI y especialmente en el de Carlos III, recibiendo en 1760 el hijo del almirante de manos de ese monarca el rango de marqués de Ovieco en reconocimiento por la defensa de Cartagena. Distinción que, junto con su puesto en la corte, sigue ejerciendo al filo del año 1777, en el que debe entablar pleito en el Corregimiento guipuzcoano para evitar que la casa solar originaria del linaje de los Lezo -Chipres- sea embargada por el compromiso contraído por Pedro de Lezo en el año 1695 para conseguir la desanexión de Pasajes de San Pedro de la jurisdicción de San Sebastián. Un asunto que las solventes finanzas del hijo de Blas de Lezo resuelven sin mayores dificultades mediante sus administradores en territorio guipuzcoano.