Historiadores

Echegaray Corta, Carmelo de

Historiador. Azpeitia, 3 de julio de 1865 - Gernika, 4 de noviembre de 1925.

El primer apelativo con el que suele definirse a Carmelo de Echegaray es el de autodidacta, en cuanto que prácticamente careció de formación académica, lo que en su caso no constituye demérito sino que realza la inmensa labor que llevó a cabo en materia de ordenación de fuentes e investigación histórica de la foralidad.

Tampoco dispuso de medios de fortuna, lo que le obligó en la adolescencia a acogerse al amparo de un pariente, y después a buscarse rápidamente una actividad laboral remunerada. Estas necesidades le llevaron de Azpeitia, lugar de su nacimiento, y tras la muerte de su padre, capitán del puerto de Zumaya, en abril de 1880, a una estancia de apenas tres años en Santander mientras vivió su tío, instalándose ya en 1884 en San Sebastián como empleado de la Diputación de Guipúzcoa.

Esas dos circunstancias, el período de residencia en Santander y la conexión de trabajo con la institución foral, son las que explican la carrera profesional de Echegaray en sus trazos mayores. Santander, no porque allí cursara, en 1881-1882 y en 1882-1883, sus únicos estudios, que versaron sobre lengua francesa e inglesa y economía política, sino porque le permitió establecer una fructífera y duradera relación con su vecino más ilustre, Menéndez y Pelayo. Relación fundamental de maestro a discípulo, cuyas manifestaciones externas son la nutrida correspondencia que ambos sostuvieron desde 1890 y el sobresaliente papel que jugó Echegaray para conservar la extraordinaria biblioteca y la memoria de quien posiblemente fue su único maestro directo.

La oportunidad de trabajar en la Diputación de Guipúzcoa se le ofreció en virtud y gracias a una de las aficiones literarias más tempranas de nuestro personaje, cuya trascendencia ha quedado en muy segundo término respecto a su actividad en el campo foral: la poesía en euskera, presentada y premiada, entre otros, en los Juegos Florales Eúskaros de San Sebastián de 1883, cuyo jurado intercedió por Echegaray ante la Diputación obteniendo para él un puesto en sus oficinas. Desde 1884 hasta 1896 realizó diversas tareas de índole no sólo histórica, aunque fueron éstas las que le hicieron adquirir la base de conocimientos mediante la que pudo profesionalmente progresar. Como organizador de archivos desde el primer momento, como bibliotecario más tarde y como investigador histórico sobre todo a partir de 1892, cuando por encargo de la misma Diputación realizó una importante labor de exploración en los archivos de la Corte.

De esos campos intelectuales distintos al puro historiar, y en los que trabajó con mayor o menor intensidad toda su vida, Echegaray dejó en herencia a la colectividad obras concretas. En el campo de la organización de archivos, una Memoria en la que expresaba que debía procederse al arreglo de los archivos municipales con sujeción a un método uniforme. Presentada a la Diputación el 31 de octubre de 1891, fue publicada en 1898 bajo el título Archivos municipales de Guipúzcoa, orden en que han de ser arreglados y sistema definitivamente adoptado para la organización de los mismos. En materia de biblioteconomía, y al margen de otros que quedaron inéditos, realizó, por encargo de la Diputación de Vizcaya, dos informes posteriormente publicados. El primero, en 1898, como La Biblioteca de Sagarmínaga, sobre el contenido, plan de catalogación y posible promoción social de ese fondo vizcaíno. Y el segundo, fechado en 1906 pero publicado en 1931, como Manuscritos procedentes de la Biblioteca del Príncipe Luis L. Bonaparte, sobre el valor, forma de conservación y orden que debía dársele al conjunto de manuscritos que, adquiridos por la Diputación, eran originarios de una de las colecciones filológicas más importantes, sobre todo en lo referente a dialectos y subdialectos de la lengua vasca. Precisamente en el movimiento de la restauración literaria del euskera participó Echegaray plenamente, en la triple faceta de autor, de comentarista y de consultor en temas de filología vasca. Nunca abandonó el uso literario de su lengua materna, en discursos, conferencias y trabajos enviados a certámenes a los que concurrió de manera regular hasta el mismo año de su muerte en 1925. Algunos de estos trabajos fueron estudios críticos sobre obras y autores euskaldunes, como Bilintx y Otaegui, publicados en las revistas Euskal-Erría y Euskalerriaren-alde.

Es el cultivo de la Historia, orientada en su faceta conceptual por Menéndez y Pelayo y en la práctica por el estudio del pasado guipuzcoano, el que va a justificar su nombramiento como Cronista de las Provincias Vascongadas en 1896. Fruto tanto de los libros publicados entre 1893 y 1895 como de una especial encomendación de la Real Academia de la Historia, representa la culminación de su trayectoria profesional. En razón de las obligaciones inherentes a su nuevo cargo, creado a propuesta de la Diputación de Vizcaya, Echegaray consideró conveniente trasladar su residencia a Guernica, donde permaneció hasta su muerte el 4 de noviembre de 1925. El último reconocimiento que se le dispensó fue la designación a finales de 1922, en homenaje a su permanente cultivo y uso literario de la lengua vasca, como académico de número de Euskaltzaindia, que vino a añadirse a otros honores ya disfrutados, como el de académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y Delegado Regio de Bellas Artes en Guipúzcoa, y al desempeño de funciones directivas en la Junta de Cultura Vasca de Vizcaya, en el Consejo de la revista Euskalerriaren-alde y, sobre todo, en la Sociedad de Estudios Vascos, a cuya Junta Permanente perteneció desde su creación.

La relevancia que para la foralidad Echegaray tuvo en el contexto al que pertenece y la aportación que hoy supone constituyen aspectos distintos, entre otras razones porque una buena parte de su trabajo como Cronista ha quedado inédita. Podemos pues valorar y sacar un provecho directo de sus publicaciones en materia de historia foral, pero resulta aleatorio ponderar la específica parte que le corresponde en la orientación foralista-autonomista de las instituciones vascas durante el primer cuarto del siglo XX. Lo que sí sabemos es que como Cronista desempeñó el papel de consultor, realizando en materia de historia toda la labor preparatoria de diversas gestiones de importancia en los negocios fundamentales para el país, en especial el estudio de los antecedentes y la selección de fuentes de información. En el ejercicio de esta tarea redactó, a solicitud de las instituciones forales y para ser utilizados en actuaciones políticas concretas, una numerosa serie de informes en los que suministraba las referencias históricas que sirvieran a los intereses inmediatos. Incluso parece que escribió el texto de algunos decretos de las Diputaciones y publicó artículos anónimos en la prensa con el propósito de crear, en los medios políticos de la Corte, un ambiente favorable al régimen de concierto económico.

En materia de Historia, su falta de formación académica la suplió con tesón y esfuerzo, con el duro aprendizaje personal de las directrices y la nueva manera de hacer entonces vigentes, lo que le permitió alcanzar un gran prestigio intelectual puesto de relieve por la a este respecto máxima autoridad del momento, Menéndez y Pelayo, para quien la capacidad investigadora y crítica de Carmelo de Echegaray no tenía en su época en España comparación posible. Hace Echegaray una historia que se pretende científica por el método, luego sólidamente basada en el dato como símbolo de verdad, y que se quiere social, de comunidades entendidas como suma de individuos que, en cuanto actúa, constituye el sujeto histórico cuyos sucesivos comportamientos interesa captar porque se supone que son expresión no de opciones particulares, más o menos coyunturales y aleatorias, sino de decisiones explicables con arreglo a razón y a concretas fuerzas espirituales mediante las que se va construyendo el devenir común.

La historia sujeta al dato enlaza primaria y directamente con el estudio de las fuentes. Publicó varios trabajos de recopilación y análisis de fuentes documentales nacionales y extranjeras referentes al País Vasco. Son trabajos de madurez, publicados ya en el siglo XX, y realizados bien por iniciativa propia, como el titulado Los archivos municipales como fuentes de la historia de Guipúzcoa (San Sebastián, 1905), bien a instancias de la Sociedad de Estudios Vascos, que le pidió un Informe acerca de los documentos referentes a la historia vasca que se contienen en archivos públicos (San Sebastián, 1919), y le encargó la dirección del Índice de documentos referentes a la historia vasca que se contienen en los archivos de Brujas, que se publicó tras su muerte (San Sebastián, 1929).

Este orden de publicación se ajusta al plan que en el citado Informe preconizaba Echegaray para el estudio de la historia vasca: empezar con la investigación en los archivos municipales, parroquiales y en los de casas particulares, y ampliar después el territorio de búsqueda a aquellos archivos donde se custodiaran documentos a ella concernientes. Dado que su herramienta básica de trabajo era el archivo local, lógicamente los primeros estudios históricos se ciñeron a ese ámbito geográfico, del que Echegaray fue un ferviente partidario, no por patriotismo aldeano sino por pura coherencia metodológica. Cabe distinguir dos vertientes complementarias en sus estudios locales: por una parte la centrada en los fueros municipales, cartas pueblas y circunstancias de la creación de villas y, por otra, la dedicada a las monografías históricas de determinadas poblaciones. Destaca entre los primeros su libro titulado. Fuero de repoblación de San Sebastián, concedido por D. Sancho el Sabio, Rey de Navarra. Trabajo sobre este tema, editado en 1909 como traducción castellana de un trabajo suyo en euskera, premiado en las Fiestas Euskaras de San Sebastián de 1906. Respecto a las segundas, sus investigaciones en la Biblioteca Nacional, en la de la Real Academia de la Historia y en la de El Escorial le suministraron material para redactar unas "Noticias históricas de San Sebastián, de Rentería y de Deva", integradas en sus Investigaciones históricas referentes a Guipúzcoa, título con el que se publicó en 1893 la Memoria presentada a la Diputación de Guipúzcoa para justificar el encargo que ésta le había hecho de buscar y copiar en archivos nacionales documentos de índole foral. Utilizando fuentes municipales elaboró, en colaboración con Serapio Múgica, una completísima historia local que como Villafranca de Guipúzcoa. Monografía histórica, fue publicada en 1908. Todavía con ocasión del III Congreso de Estudios Vascos celebrado en Guernica en 1922 escribió "Guernica. Síntesis histórica", que apareció ese mismo año en. Euskalerriaren Alde.

Adquiridos los datos y vislumbrado el pasado del restringido ámbito local, lo que Echegaray persigue en sus obras generales es reconstruir de manera razonada la evolución orgánica, entendida como relaciones causa-efecto, y conforme a progreso, a la manera del fluir de una corriente, del pueblo vasco. Nos ha dejado cuatro publicaciones de este tipo, fundamentadas en una erudición de archivo que es la que ha garantizado su fiabilidad y por tanto los ha mantenido útiles al correr de los años. No son pues hoy válidas sólo como expresión de una manera de entender el pasado proyectando esa imagen en forma de historia, sino su perdurable y muy importante contribución al proceso de acumulación de conocimientos.

La más temprana en el tiempo, pues fue publicada en 1895, lleva el título de Los provincias vascongadas a fines de la Edad Media: ensayo histórico. No constituye un todo homogéneo pues está integrada por tres partes distintas que corresponden a fenómenos sobresalientes de la época medieval en el país vasco: la introducción y difusión del cristianismo, las guerras de bandos y la fundación de villas. Esta tercera parte, que ocupa más de la mitad del libro, es a mi juicio la más interesante, sin que ello implique menosprecio por las dos primeras, porque el autor hace un repaso completo de las circunstancias de creación, bases jurídicas y sociales, y evolución posterior de todas las villas vascas.

Sin duda su nombramiento como Cronista de las Provincias Vascongadas le condicionó decisivamente para orientar desde entonces sus estudios de forma preferente hacia los temas forales, que eran los que preocupaban a las autoridades políticas vascas. A este género pertenece la parte fundamental de su Apéndice a la obra Noticia de las cosas memorables de Guipúzcoa de D. Pablo de Gorosabel, cuyo objeto es completar la obra de Gorosábel, muerto en 1868, con aquellas transformaciones ocurridas hasta el momento de la publicación del Apéndice en 1901. Período trascendental para la foralidad en virtud de la ley de supresión de fueros de 1876 y del régimen de conciertos económicos que los sustituyó. Por ello, tras una introducción dedicada a la filología, literatura y usos y costumbres guipuzcoanos, Echegaray se centra en la descripción de la organización política y administrativa de la provincia en cuanto tiene de autonómica y privativa, esto es, en cuanto se deriva de las facultades especiales que todavía en 1901 estaban reservadas a la Diputación. Facultades que se van analizando pegadas a la normativa (leyes, reales decretos y reales órdenes) que se va incluyendo en el texto y de la que, al final, se ofrece una relación completa.

Sus otras dos obras de contenido específicamente foral son el Compendio de las instituciones forales de Guipúzcoa, escrita a instancias de la Diputación de Guipúzcoa y publicada en 1924, y un resumen de la misma que apareció un año más tarde bajo el título Epítome de las instituciones forales de Guipúzcoa. Representan la culminación del trabajo de Echegaray como historiador, pues constituyen entidades cerradas y completas que encuentran su sentido en sí mismas y no como complemento de otras ajenas o como partes diferenciadas de las propias. El Compendio es un trabajo explicativo de lo que fue el régimen foral en su pleno desarrollo por una parte y, por otra, de las transformaciones por él sufridas desde el reinado de Fernando VII. El período de plenitud está estudiado de manera precisa, ajustada a Derecho y clara de las instituciones forales en su funcionamiento interno, en sus relaciones con la monarquía y en su vicisitudes históricas, con una atención especial a las particularidades forales conflictivas: las relativas a la contribución al mantenimiento del Estado en hombres para la guerra e impuestos para el fisco. Aún más sujeto al dato y a la norma se muestra Echegaray en el tratamiento de la evolución foral desde comienzos del XIX, que ocupa una buena tercera parte del libro. Utiliza el material primario por él recopilado en su Apéndice a la obra de Gorosábel, incrementado con fuentes distintas y con las correspondientes al período 1901-1924. Es casi una crónica legislativa, extremadamente útil puesto que nos suministra referencias e incluso textos normativos completos o partes sustanciosas de los mismos, ya ordenados y seleccionado en aquellos que son generales lo que afecta al régimen foral.

También pertenecen a su etapa como Cronista algunos artículos de temas históricos en general o específicamente forales. Sobre Vizcaya, "Las hermandades de Vizcaya en 1394", publicado en 1910 en el Boletín de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Vizcaya, y "Las "ocurrencias de Vizcaya" o causa y consecuencias de la Zamacolada", en 1921 en Euskalerriaren Alde; y, referentes a Guipúzcoa, "El mayorazgo de Oñate: escritura fundacional del mayorazgo de la villa de Oñate en el año de 1149 de la Encarnación del Señor", igualmente en Euskalerriaren Alde en 1918, y "El concierto económico y los municipios guipuzcoanos", en la misma revista en 1921.