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COMPAÑÍA MARÍTIMA DEL NERVIÓN

Sociedad Anónima. La Compañía Marítima del Nervión se constituyó en Bilbao el 16 de mayo de 1907, como resultado de la fusión de la Compañía Anónima de Navegación con los vapores de la antigua Compañía Bilbaína de Navegación. Sus impulsores fueron dos algorteños, el capitán mercante Francisco Aldecoa Uriarte y el comerciante y financiero Tomás Urquijo y Aguirre que ocuparon, con carácter vitalicio y de forma conjunta, la dirección de la empresa. Las familias Aldecoa y Urquijo (apoyadas hasta principios de los años setenta por el Banco de Vizcaya) controlaron la propiedad y la dirección de esta compañía hasta su quiebra en 1986.

En sus orígenes, la compañía empleó su flota (nueve vapores con 20.000 toneladas de registro bruto, lo que la colocaba entre las diez mayores navieras españolas, posición que mantuvo hasta principios de los años sesenta) en los tráficos libres internacionales, transportando graneles (carbón, mineral, madera, algodón) y carga general. A partir de 1919, inició una línea regular entre los principales puertos del Golfo de México y España, embarcando algodón y carga general en Estados Unidos con destino a Barcelona y Bilbao, cuya competencia estaba regulada por una conferencia de la que formaban parte otras navieras norteamericanas y europeas. Con pocos cambios, este servicio de línea se convirtió en el principal mercado para los buques de la compañía hasta su suspensión definitiva en 1974. Durante todo este periodo, la Marítima fue una de las pocas navieras españolas que explotaban servicios regulares trasatlánticos (junto con Aznar, Ybarra y Trasatlántica). También fue una de las compañías que apostó antes por la nueva tecnología del motor Diesel en la navegación y sus buques disfrutaron de una acreditada reputación entre marinos, cargadores y aseguradores.

Tras la muerte de los fundadores (Urquijo en 1937 y Aldecoa seis años más tarde) una segunda generación, liderada por el hijo de este último, Honorio Francisco Aldecoa Berasaluce (1943-1972), asumió el mando de la empresa. Bajo la presidencia y dirección de Honorio Francisco Aldecoa, la compañía reanudó el servicio de línea en 1947 (suspendido tras el estallido de la Guerra civil) y acometió, a partir de mediados de los años cincuenta, el proceso de renovación de su flota. Hasta mediados de los años sesenta la línea regular fue un negocio boyante para la compañía, beneficiada por el fuerte crecimiento de las importaciones de EE.UU. desde principios de los años cincuenta, debido inicialmente a la ayuda norteamericana; y por el hecho de que los principales productos transportados -algodón y madera, sobre todo- fueran caracterizados como comercio de Estado, lo que suponía reservar para la bandera española -representada en la línea por la Marítima del Nervión- la mitad de los embarques. Desde mediados de los años sesenta, no obstante, la compañía tuvo que afrontar un escenario cada vez más difícil: la transición del algodón a la carga general (que obligaba a buscar nuevas cargas, también en dirección hacia EE.UU., para compensar el descenso de los embarques), el aumento de los costes de estiba y desestiba en los puertos del Golfo y la competencia creciente de outsiders (buques de compañías no pertenecientes a la conferencia que, ocasionalmente, se hacen con una parte de los embarques ofreciendo precios más bajos), de otras compañías que desean introducirse en esa línea, como la Trasatlántica, y otros operadores con nuevos tipos de buque, el portacontenedor.

Los malos resultados de la compañía y su difícil situación financiera a principios de los años setenta propiciaron el surgimiento de tensiones entre las diferentes familias propietarias y acabaron por acelerar un relevo generacional en los órganos de gobierno y dirección que se había iniciado a mediados de la década anterior. En febrero de 1973 Honorio Francisco Aldecoa dimitía de sus cargos de presidente y gerente de la compañía, dando paso a una tercera generación liderada por varios de sus sobrinos (de las familias Solano, Villa y Garamendi Aldecoa, a los que vendió su participación en la empresa), y en la que también estaban representados, aunque ya con un porcentaje mucho menor, los descendientes de la familia Urquijo (familias Fernández-Valdés y Zavala). Esta tercera generación, liderada por Eugenio Solano Aldecoa (director gerente), Ignacio Villa Aldecoa (Secretario del Consejo de Administración) y Rafael Garamendi Aldecoa (presidente de la empresa desde 1977 en adelante) controló la marcha de la compañía hasta su quiebra y desaparición en 1986.

En un primer momento, la tercera generación trató de mantener la estrategia seguida por la compañía desde principios de los años setenta, manteniendo operativa la línea regular con los buques más viejos y consiguiendo transportar nuevas cargas para Estados Unidos que paliaran la caída de los embarques en los puertos del Golfo; y alquilando a largo plazo su buque más nuevo para obtener un ingreso regular y estable. Sin embargo, el descenso de los embarques debido a la crisis económica internacional y la competencia creciente de compañías extranjeras y de los buques portacontenedores obligaron a la compañía a suspender su servicio regular en otoño de 1976. La gerencia intentó, con poco éxito, conseguir empleo para los buques que servían la línea, viéndose obligada a amarrarlos en el verano de 1977, primero, y a venderlos como chatarra posteriormente. A partir de entonces, la estrategia de la compañía fue la de renovar su flota amparándose en las medidas de apoyo dictadas por el Estado (como el concurso del millón de toneladas de 1976). En 1976 contrató con Bazán la construcción de dos cargueros polivalentes que, por diversos motivos, no entraron en servicio hasta finales de 1979, alquilados a largo plazo a otras navieras. La empresa encargó a Bazán otros dos buques de similares características en 1977, pero sólo uno llegó a terminarse, y en otra factoría (la de Astilleros Españoles en Sevilla). y entrar en servicio, en 1984.

La frágil situación financiera de la Marítima del Nervión puso a la empresa en manos de sus acreedores, en este caso la Banca pública, que controlaba a finales de 1984 el 94 por 100 del crédito naval otorgado en España. La situación del mercado -caracterizado por un exceso de capacidad y una fuerte competencia- y los problemas en la gestión de las deudas hicieron el resto. Las negociaciones con el Estado y la banca pública para conseguir moratorias fueron continuas durante estos últimos años pero la Marítima del Nervión, como otras navieras, no tuvo demasiado éxito. Finalmente, el 1 de octubre de 1985 el Banco de Crédito Industrial decretó el embargo de todos los buques de la compañía que, una vez capturados, pasaron a ser gestionados por la Sociedad de Gestión de Buques que acabó vendiéndolos en 1989 para liquidar las deudas que con el Estado había contraído la compañía.

Jesús Mª VALDALISO GAGO (2007)