Empresarios

Vilallonga Gipuló, José

Figueras, 13-05-1822 - Bilbao, 07-05-1898.

Ingeniero y empresario catalán.

El siglo XIX nos enseñó que la transferencia de tecnología desde países desarrollados podía seguir pautas muy diferentes de la que había tenido, hasta entonces, en el País Vasco.

Ingenieros vinculados a la burguesía mercantil, como José Antonio de Ybarra (1841-), Tomás de Zubiría (1857-1932) y Víctor Chavarri (1854-1900), mostraron que la formación de contactos no era la única vía posible, siendo necesaria una sólida educación técnica (tanto mejor, si ésta se recibía en el extranjero); y también nos revelaron que es posible modernizarse, desde el punto de vista científico-técnico, adoptando fórmulas que conciernen no sólo a la adquisición de patentes, sino también al especialista foráneo que transmite sus conocimientos al personal local.

José Vilallonga fue uno de esos personajes bisagra que pudo elegir las innovaciones que se producían en Europa.

Miembro de una familia noble y acomodada (la del Marquesado de Vilallonga), José se preparó para tomar las riendas del negocio de su padre, la Fábrica de hierros La Catalana, que se surtía de mineral vizcaíno. Estudió ingeniería en Burdeos y viajó por Europa, conociendo así las técnicas siderúrgicas más avanzadas. A la edad de 21 llegó a Bilbao para hacer negocios con el grupo Ybarra, el clan en el que desarrolló una ascendente carrera empresarial, y a la que quedó conyugalmente unido (en 1861) para el resto de su vida.

En 1846, la familia Vilallonga decidió invertir en la industria vasca de hierro, tras desechar la opción de la fábrica catalana de Camprodón. El lugar elegido: la fábrica de La Merced de Guriezo, en Santander. Pero esta fábrica, fundada junto con Ybarra Hermanos en 1847, no respondió a las expectativas creadas, en parte porque los hornos de pudelado con que contaba no eran la técnica más ventajosa (el carbón vegetal era un combustible caro), y en parte por las dificultades del transporte de hierro. Para competir en el sector, tenían que invertir en técnicas más eficientes: se relacionaron con el ingeniero francés Adrian Chenot (1803-1855), autor de un método de fabricación de hierro y acero, con quien acordaron crear la Fábrica del Carmen de Baracaldo. Por tal acuerdo éste cedía, durante quince años, su procedimiento, a cambio de un porcentaje de las ganancias que se obtuvieran en la producción.

Una vez concedido el privilegio de invención, en 1856, Chenot les cedió su procedimiento por el que se producía hierro en estado esponjoso, pudiendo obtenerse, a partir de él, hierro dulce (mediante forja), o bien, acero (mediante carburación y fusión). El combustible, precisamente, fue una de las principales pesadillas de Vilallonga, quien, en 1857, viajó a Francia y Bélgica, para asegurar el abastecimiento de carbón vegetal y mineral. Asimismo, aprovechó el viaje para encontrarse con el hijo de Chenot, y para reclutar un ingeniero que se encargase de dirigir la Fábrica del Carmen. Gracias a estos y a otros contactos, establecidos por Juan Mª Ybarra, vía Londres y París, pudo Vilallonga obtener información sobre las innovaciones técnicas que ocurrían en la siderurgia europea.

Acaso menos popular, pero en modo alguno menos significativo, es el temprano -y abortado- intento por introducir la tecnología Bessemer. El 25 de septiembre de 1857, Vilallonga y José Mª Ybarra pactaron en Londres un convenio con el empresario inglés Henri Bessemer (1813-1898), sólo 26 días después de que éste anunciase en público su invento. Explicado sucintamente, el convertidor Bessemer es un sistema indirecto que elimina el carbono del hierro mediante la inyección de aire comprimido, resultando, según cuando se interrumpa el proceso, acero o hierro dulce. Aunque el procedimiento presentaba serios problemas en su aplicación, llegaron a un acuerdo; según éste, Bessemer cedía su patente de invención en España durante quince años y se comprometía a facilitarles información y planos, a cambio de dinero y de que se le tuviese al corriente de los avances que lograsen en Barakaldo. Sin embargo, los temores de Vilallonga no eran infundados; más tarde, Ybarra escribió: 'el hierro maleable producido por Bessemer no es de calidad tan superior como lo han querido hacer...y no se presta bien al martillo, si bien para la lima es mejor que el de Guriezo' (Díaz Morlán, 2002:97). Un hecho que les llevó en 1858 a romper el acuerdo, renunciando al nuevo procedimiento.

Posteriormente, Vilallonga se interesó en crear una estructura integral de empresas, que abarcase desde la materia prima a la venta final al cliente, un comercio que le llevó a tomar decisiones notables, como la fundación de Altos Hornos de Bilbao (junto con los Ybarra y otros empresarios; sociedad que presidió hasta el final de su vida), o el proceso de fusión para el futuro Altos Hornos de Vizcaya.

En una aventura empresarial capitaneada por los Ybarra, por aquel clan que controlaba la gestión mercantil de los intereses minero-metalúrgicos, el recuerdo de la hábil gestión técnica llevada por Vilallonga nos muestra la importancia del mediador, del agente bisagra. Prueba de esto es que los propios Ybarra reconocieron que no tomaban decisión alguna sin hablar antes con Vilallonga.