Religiosos

ONAINDÍA ZULOAGA, Alberto

James Masterton, Dotor Olaso. Eclesiástico vizcaíno nacido en Markina el 30 de noviembre de 1902. Efectúa sus primeros estudios en los Jesuitas de Durango y los eclesiásticos en el Seminario de Vitoria. Se doctora y ordena en Roma donde cultiva el trato de diversas personalidades de la Curia vaticana. Durante tres años ejerce la enseñanza en el Seminario de Saturrarán obteniendo en 1929 una canongía en Valladolid. Es destinado por su obispado a Las Arenas (Getxo) donde se dedica a las actividades de endoctrinamiento social y a la creación de centros como las escuelas nocturnas de Romo.

Su amistad con José Antonio Aguirre y otros futuros prohombres del nacionalismo confesional data de este período, y también su participación en la fundación de AVASC (Asociación Vasca de Acción Social Cristiana) y en el impulso decisivo del sindicalismo de ELA en los años 30. Llega a ser, junto con Aitzol y Policarpo Larrañaga, el ideólogo mayor de esta organización y uno de sus «sacerdotes propagandistas» más puestos al día.

A partir de la Revolución del 34 optará decididamente por ésta, rechazando la descarada manipulación de AVASC por la patronal y el obispado y abandonando ésta en 1935. Durante todos estos años fue constante su colaboración en la página social de «Euzkadi» tanto bajo el pseudónimo «Egizale» como bajo iniciales o de forma anónima, denunciando el peligro de «locas aventuras sociales», ensalzando las virtudes agrarias amenazadas por el socialismo y la participación de los trabajadores en los beneficios de la empresa.

Resulta muy ilustrativo de su pensamiento socialcristiano el siguiente párrafo publicado en «Euzkadi»: «Las necesidades del obrero, paternalmente atendidas por el patrono; su familia y su hogar convertidos en centro de las preocupaciones e intereses patronales; el noble anhelo de elevar al trabajador al nivel de propietario, para mayor seguridad del orden y de la paz; un intercambio de afectos y de goces, llegaría a causar el optimismo más hondo en orden a la implantación de la justicia en la sociedad».

En setiembre de 1936, estallada ya la guerra, tomó parte en Lekeitio en una reunión entre enviados del general Mola y representantes del PNV para examinar una oferta de paz de los primeros que ignoraron los segundos. Al constituirse el Gobierno Vasco fue adscrito al servicio de Presidencia y desde esa posición fue el encargado de justificar la postura prorrepublicana del PNV ante el Vaticano.

Su actividad, que ocasionó la reacción opuesta de los obispos de Vitoria y Pamplona, se concretó en un Informe a la Santa Sede del 23 de octubre de 1936, preparado con los datos que le proporcionaron Ajuriaguerra, Aguirre, J. Jauregui, D. Ciáurriz y Robles Aránguiz. En él, razona ante el Vaticano la absoluta imposibilidad de colaborar con el alzamiento militar y el carácter defensivo de la actitud del PNV. La colaboración de éste con los militares se habría hecho imposible ya en septiembre debido al «problema patriótico vasco y el abismo que se abre entre los dos campos». La República, sin embargo, -afirma- ofreció, entre otras cosas, un «Gobierno Autónomo Vasco», argumento decisivo de la actitud nacionalista.

Meses más tarde fue testigo presencial de la destrucción de Gernika (26 de abril de 1937) encargándosele la difusión de la noticia desde los foros internacionales. También corrió a su cargo la negociación de canjes de prisioneros lo cual sirvió para que fuera considerado por los insurrectos el hombre indicado para contactos y posibles negociaciones. El más importante de los mismos fue el iniciado el 11 de mayo de ese año con los aliados italianos del general Franco, conversaciones que se desarrollaron en la villa «Zubiburu» de San Juan de Luz con el objetivo, por parte italiana, de humanizar la guerra y además conseguir la entrega de Bilbao, y que desembocaron en la capitulación del Ejército Vasco en Santoña concertada en Biarritz (Hotel Miramar) a mediados de agosto de 1937 y llevada a cabo, con retraso a lo pactado, el día 26. A estos efectos viajó en julio, en compañía de P. Ramírez de Olano, a Roma, como representante del Gobierno Vasco ante Ciano. Luego, tras la capitulación, volvió a Roma en setiembre, junto con J. M. Izaurieta, del EBB, tratando de obtener, tanto del Gobierno italiano como de la Santa Sede, garantías para los prisioneros. También trató de gestionar la intervención vaticana por intermedio del nuncio pontificio en Bélgica. A sus gestiones se debió el paso del obispo F. J. Laucirica, que se hallaba de vacaciones en Durango, a la zona nacional.

Los últimos años de la guerra reside en París, que abandona, ante el avance alemán, la noche del 10 de junio de 1940 pasando a Inglaterra. Allí iniciará sus alocuciones radiofónicas en la BBC como J. Masterton, alocuciones que proseguirá al acabar la contienda en Radio París bajo el que será popular pseudónimo de Padre Olaso. Publica una revista denominada «Anaiak» donde reproduce documentación de interés concerniente a la causa nacionalista. Es el artífice de la célebre carta-retracción Imperativos de mi conciencia redactada por el exiliado obispo Múgica en 1946, carta que produciría un gran impacto en la opinión pública consagrando la nefasta fama que le dedica la prensa y la propaganda franquista.

Como cabeza de fila de lo que se ha venido en denominar «clero vasco», en 1954 acompañó a Francisco Xabier de Landaburu en su gira por Sudamérica. En la universidad de Montevideo pronunció una conferencia sobre «La Universidad y el Pueblo», siendo presentado por el senador Dardo Regules, fundador del Partido Demócrata Cristiano en el Uruguay. Ambos viajeros visitaron al presidente de la República Julio Battle Berres. Tanto en Argentina como en Venezuela pronunció varias conferencias. Ya durante los años 60 experimenta la necesidad de aclarar el «tema Santoña», es decir, dar a conocer la documentación fehaciente que él conserva exhonerando a los italianos de la acusación de haber traicionado un pacto que nunca llegó a ser del todo formal, especialmente por parte nacionalista. En 1967 el EBB llegó incluso a vetar la publicación que Onaindía había preparado porque «temían que lo acaecido realmente pudiera interpretarse como una traición de los vascos ante las autoridades de la República Española». Seis años después rompe este silencio con Hombre de paz en la guerra y Experiencias del exilio. En 1983 publica por fin El Pacto de Santoña donde mediante un importante acopio de documentación demuestra que si la capitulación concertada falló ello se debió principalmente a la dubitativa actitud nacionalista y al hecho de no haber acudido puntualmente a Santoña los barcos que el Gobierno Vasco había contratado para efectuar la evacuación de tropas y mandos.

Retirado en San Juan de Luz, que no abandonó pese al restablecimiento del régimen parlamentario en España y de un Gobierno Vasco de mayoría nacionalista en Hegoalde, muere en esta villa laburdina el 18 de julio de 1988.

Idoia ESTORNÉS ZUBIZARRETA